Genealogía

Resumen

Abu-l-Abbas, de la familia de los abbasíes, se había autoproclamado califa en 749 cuando las tropas de la coalición antiomeya de árabes y persas derrotaron a las tropas del califa Marwan II y tomaron la ciudad iraquí de Kufa. Abu-l-Abbas y su hermano Abu Yafar, futuro califa, desataron a continuación una sangrienta campaña contra los omeyas que culminó el 25 de enero de 750 con la derrota y huida de Marwan II en la batalla del río Gran Zab (Irak). Abu-l-Abbas se convirtió así en el primer califa de la dinastía abbasí

Ante el temor a un retorno de los omeyas, Abu-l-Abbas no descansó hasta acabar con casi todos ellos. El terror contra cualquier vestigio omeya se sucedió sin freno. Un tío del califa, Abd Allah, asesinó a unos ochenta caballeros omeyas, que estaban bajo su protección, cuando asistían a un festín de reconciliación invitados por él mismo. Dos nietos del califa Hisham, acogidos en Kufa por el nuevo califa, fueron condenados a muerte. Uno de ellos, Abd al-Rahman, futuro emir independiente de al-Andalus, logró salvarse y huir. Otras fuentes dicen que los dos hermanos no aceptaron la invitación y así pudieron escapar de la masacre. Por la sangre que derramó Abu-l-Abbas, recibió el sobrenombre de al-Saffah, “el que derrama sangre” o “el sanguinario”.

Cuando Abu-l-Abbas al-Saffah inició su califato, ya gobernaba en al-Andalus el valí Yusuf ben Abd al-Rahman al-Fihrí, cuyo nombramiento había sido impuesto por el principal jefe de los qaysíes de al-Andalus, al-Sumayl ben Hatim al-Kilabí, sin la intervención del anterior califa. La victoria contra una rebelión en la que intervino su predecesor, proporcionó al valí un gran prestigio que le permitió poder desligarse de su mentor enviándolo como gobernador a Zaragoza. Al-Sumayl aceptó el nombramiento y llegó a la ciudad en 750. En aquel año, una hambruna provocada por una persistente sequía y que duraría unos cinco años, asolaba el norte de la Península. Para aliviar la situación y olvidándose por un tiempo de sus odios de clan, distribuyó con equidad alimentos y dinero, alguna vez sacados de sus propios recursos, entre qaysíes y yemeníes. La hambruna provocó que millares de bereberes regresaran a sus antiguos lares del norte de África. Pasados dos o tres años de tregua durante el periodo de hambruna, las rivalidades se volvieron a poner de manifiesto. Los yemeníes, mayoritarios en al-Andalus, no estaban dispuestos a soportar los gobiernos qaysíes de Córdoba y Zaragoza. También entre los qaysíes había descontentos por el acaparamiento del poder que ejercían Yusuf y al-Sumayl. Al frente de los descontentos, el jefe quraysí Amir ben Asur comenzó a conspirar. Enterado del propósito de ser asesinado por Yusuf a propuesta de al-Sumayl, Amir huyó al actual bajo Aragón. Allí se unió a otro jefe quraysí, al-Hubab ben Rawaha y acordaron sitiar Zaragoza con la ayuda de yemeníes y bereberes, para después derribar al valí Yusuf. Iniciado el sitio, y cuando la situación fue crítica, al-Sumayl pidió ayuda a Yusuf. Este, que no andaba sobrado de partidarios, en principio no pudo dársela.

Simultáneamente, en Oriente, con el inicio de la nueva dinastía, todos los grupos políticos y religiosos, que siempre habían sido enemigos entre sí y que se habían unido para luchar contra la anterior dinastía, se enfrentaban en una guerra civil de todos contra todos. El imperio musulmán se sumergía en el caos y en numerosas rebeliones. En 751, una de ellas estalló en las provincias orientales, pero fue sofocada por Abu Muslim, el organizador del movimiento abbasí, que siguió gobernando aquellas provincias con bastante independencia. Precisamente por esto y por lo mucho que le debían los abbasiés, era cada vez más molesto para el califa Abu-l-Abbas y su hermano. Después de sofocar las rebeliones de los jariyíes de Irak y Arabia en los años 752 y 753, los dos hermanos intentaron terminar con el aborrecido caudillo. Pusieron un pretexto para que Abu Muslim acudiese a Kufa y allí tenderle una celada, pero este se presentó acompañado de una fuerte comitiva que hizo imposible el atentado. Fallida la acción, el califa le otorgó el honor de acompañarle a la peregrinación de 754. Cuando regresaban, Abu-l-Abbas murió, seguramente de viruelas en junio de aquel año.

(En las genealogías, Abu-l-Abbas aparece como perteneciente al califato de Bagdad aunque su capital estuvo siempre en Damasco.)

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