Ir a Inicio
Ir a Califato, emirato y reinos en al-Andalus
Ir a Segundos reinos de taifas

Imperio almohade (<1130-1269>)

Genealogía


Sus hechos

Como ya ocurriera a mediados del siglo XI en el África noroccidental con el movimiento almorávide, otro movimiento político-religioso de características casi similares al anterior, pero más fanatizado, surgió en la segunda década del siglo XII y casi en los mismos lugares. Este movimiento inició su trayectoria enfrentándose al Imperio almorávide al que logró derribar. Su ideólogo y fundador fue el bereber Ibn Tumart.

Muhammad ben Tumart había nacido en el suroeste de la cordillera del Atlas (noroeste de África) hacia 1080 en el seno de la tribu bereber harga, integrada en el grupo de los masmuda. Estudió en Córdoba y viajó por Oriente. Durante aquellos años adquirió una profunda animadversión a las desviaciones del islam ortodoxo (sunnita). Hacia 1116, cuando regresó al Magreb y vio el relajamiento de las prácticas religiosas, formuló una doctrina que redactó en lengua bereber donde reunía las enseñanzas de varias escuelas. Su vehemente predicación de la defensa del tawhid (unidad de Dios) y del cumplimiento riguroso de las normas del islam como parte fundamental de su doctrina, le hizo ganar gran número seguidores muy fanatizados, conocidos como los al-muwahhidun (almohades), y también muchos enemigos, entre los que se encontraban los almorávides.

En 1120, el emir almorávide Alí ben Yusuf y sus alfaquíes quisieron discutir con Ibn Tumart su nueva doctrina. Este, sospechando una traición, huyó a su región natal. En 1123, ya autotitulado mahdí (guía salvador), se amuralló junto con sus seguidores en la localidad de Tinmal para comenzar una lucha abierta contra los almorávides a los que acusaba de herejes.

La guerra santa no le impidió organizar políticamente a los almohades. Los dividió en varios categorías descendentes: en la cúpula estaban “los Diez”, que formaban la Yamaa (Asamblea) donde se encontraban el futuro califa Abd al-Mumin y el jeque Umar Intí; el segundo escalón lo ocupaba “el grupo de los Cincuenta”, integrado por altos personajes de las tribus de reconocido mérito; en el tercer escalón estaban las gentes que formaron el grupo fundacional; el cuarto lo componían los servidores del Majzén subdivididos en ocho grados: arqueros, tamborileros, etc. Las otras categorías eran la de los censores de costumbres, la de los encargados de la ceca (acuñación de moneda), la de los soldados del ejército regular, la de los almuédanos y por último, la de los voluntarios de la guerra santa.

En 1129, las tropas almohades, al mando de Abd al-Mumin, lugarteniente de Ibn Tumart, intentó conquistar Marrakech, la capital almorávide, cosechando un importante fracaso. En 1130, Ibn Tumart murió.

Abd al-Mumin (1130-1163) había nacido en una aldea cercana a Tremecén (en la actual Argelia) a finales de 1095 en el seno de una familia bereber de la tribu de los zanata. Tomó el mando del movimiento almohade a la muerte del mahdí, del que fue discípulo destacado y lugarteniente. Aquella muerte fue ocultada a los almohades durante casi tres años para que, seguramente, tres personajes del grupo de “los Diez” preparasen la sucesión oficial de Abd al-Mumin; estos fueron Umar Aznay, Umar Intí y Abd Allah ben Sulayman que consiguieron que fuera aceptado por el resto de la “Asamblea” y por “el grupo de los Cincuenta”. Posteriormente, en 1133, le prestaron juramento, aunque no como mahdí, en una solemne ceremonia que duró tres días. Parece ser que en esa ocasión, o algo más tarde, Abd al-Mumin se dio a sí mismo los títulos de “califa” y de “príncipe de los creyentes” (amir al-muminin, que se castellanizó como miramamolín). Para legitimar aquellos títulos, sus hagiógrafos le hicieron descender de la familia árabe de los quraysíes y del mismo Profeta, condiciones necesarias para ser nombrado califa.

Después de la muerte de Ibn Tumar, Abd al-Mumin intensificó el hostigamiento a los almorávides con desigual fortuna, aunque en ocho años consiguió dominar el Atlas. A partir de 1039, con la llamada “guerra de los siete años”, los almohades dieron el paso definitivo para hacerse con el Magreb occidental y acabar con el Imperio almorávide. Fue en 1145, cuando su emir Tasufin ben Alí fue derrotado y muerto en Orán. Además de ocupar dicha ciudad, los almohades tomaron, entre otras, las plazas de Tremecén y Siyilmasa.

En aquel mismo año se produjeron dos hechos que impulsaron a Abd al-Mumin a invadir al-Andalus: el reconocimiento que le hizo el almirante almorávide Alí ben Isa ben Maymun de Cádiz y la petición de ayuda que realizó el depuesto régulo del reino taifa andalusí de Mértola, previo sometimiento al califa.

En 1146, los almohades tomaron Fez, Mequínez y Salé, e iniciaron el asedio a Marrakech. Durante aquel asedio, varios régulos andalusíes, entre los que se encontraba Ibn Hamdin de Córdoba e Ibn Azzun de Jerez, enviaron embajadas a Abd al-Mumin para manifestarle su sumisión. También en aquel año, por primera vez, tropas almohades cruzaron el estrecho de Gibraltar. Estas formaron tres ejércitos mandados respectivamente por: Barraz ben Muhammad al-Masufi, Musa ben Said y Umar ben Salih al-Sinhayi. De forma consecutiva, el ejército mandado por Barraz ocupó Jerez, Niebla, Mértola, Silves, Beja y Badajoz.

En 1147, los almohades lograron conquistar Marrakech y dieron muerte a los miembros de la dinastía almorávide. En al-Andalus, conquistaron Sevilla causando la huida de los almorávides hacia Carmona. Posteriormente se produjo una grave insurrección en el Magreb occidental que provocó que casi todos los reinos de taifas sometidos en al-Andalus se sublevaran creyendo que los almohades habían sido derrotados. En Sevilla, los desmanes y abusos cometidos por dos hermanos del mahdí añadieron razones para el alzamiento. Los almohades abandonaron Sevilla y tuvieron que refugiarse en Bobastro (al norte de la actual provincia de Málaga) con el apoyo de Ibn Azzun de Jerez, que también ayudó a que recuperasen Algeciras, que había sido ocupada por Ibn Ganiya de Córdoba.

En 1148, Abd al-Mumin dominó la grave sublevación en el Magreb occidental, con lo que consiguió derribar el Imperio almorávide haciéndolo desaparecer, aunque restos de sus tropas continuaron manteniendo un dominio independiente en algunos territorios de al-Andalus.

Derrotados los sublevados magrebíes, Abd al-Munin envió a al-Andalus al general Yusuf ben Sulayman para restablecer la sumisión de los reinos de taifas alzados. En tres años volvieron a dominar, con mucho esfuerzo, Sevilla, casi todo el Algarve y Badajoz. En 1150, el califa exhortó a los régulos de aquellas taifas a presentarse en el Magreb para que le manifestaran su reconocimiento. Acudieron, entre otros, los de Beja y Évora, Niebla, Jerez, Ronda, Tavira y Badajoz. Por su parte, las tropas almohades continuaron sometiendo al resto de los reinos de taifas que anteriormente habían estado bajo su dominio, aunque no pudieron recuperar los territorios perdidos por el avance de las tropas cristianas, ni someter, por el momento, las taifas de Granada, Jaén, Segura, Valencia-Murcia, o Baleares.

En 1151, Abd al-Mumin, que había iniciado su expansión hacia el este del Magreb, conquistó su zona central y continuó su avance hacia la oriental.

En 1152, los almohades comenzaron a sufrir los ataques de Muhammad ben Sad ben Mardanis, régulo del extenso reino taifa de Valencia-Murcia y conocido como “rey Lobo”, cuando intentó, sin conseguirlo, la conquista de Guadix, ayudado por el rey Alfonso VII de Castilla y León.

En 1155, Abd al-Mumin nombró sucesor a su hijo Muhammad, con lo que cambió la antigua estructura de oligarquía tribal teocrática de los almohades por una monarquía autocrática hereditaria.

En 1157, las tropas almohades sitiaron a la guarnición cristiana de Almería que tuvo que refugiarse en su alcázar. Alfonso VII, con la ayuda del "rey Lobo", acudió a levantar el sitio, pero tuvo que retirarse al no disponer de la flota genovesa. Los almohades consiguieron apoderarse de la plaza.

Desde 1158 a 1160, los almohades sufrieron numerosas derrotas a manos de las tropas de Ibn Mardanis. Este, apoyado por su suegro Ibrahim ben Ahmad ben Hamusk, régulo de la taifa de Segura, les arrebató las plazas de Écija, Carmona, Úbeda, Baza y Jaén. También asedió Córdoba en 1160, logrando dar muerte a su gobernador y amenazando Sevilla. El peligro se materializó cuando Abú Yaqub, hijo de Abd al-Mumin, gobernador de la capital almohade en al-Andalus y futuro califa, fue derrotado en una batalla dada cerca de Sevilla y tuvo que refugiarse en la amurallada capital. Desde allí pidió ayuda urgente a su padre. El califa, desde Constantina (Magreb oriental), le informó de su próximo desembarco en Gibraltar.

En aquel año de 1160, Abd al-Mumin completó su expansión en el Magreb oriental y en Ifriqiya al conquistar las plazas de Gafsa, Mahdiyya, último reducto normando del reino de Sicilia, y Trípoli. Seguidamente cruzó el Estrecho, y en Gibraltar recibió un solemne recibimiento donde las delegaciones de todos los territorios le renovaron el juramento de fidelidad. Después de permanecer dos meses en al-Andalus, donde confirmó a sus hijos Abú Yaqub y Abú Said Utman como gobernadores respectivamente de Sevilla y Granada, y nombró al jeque Umar Intí como gobernador de Córdoba, regresó a Marrakech desde donde envió soldados y pertrechos a al-Andalus, En 1161, los almohades expulsaron a las tropas de Ibn Mardanis de Écija y Carmona, alejando con ello la amenaza que se cernía sobre Sevilla y Córdoba.

En 1162, Ibn Hamusk, con el apoyo de los residentes judíos, logró entrar en Granada y sitiar a los almohades en la alcazaba; Ibn Mardanis le envió tropas para apoyar el asedio. A mediados de aquel año, los africanos levantaron el sitio y expulsaron a las tropas de Ibn Mardanis e Ibn Hamusk. Este se retiró a sus posesiones de Segura y dejó a su visir al-Waqqasi la defensa de Jaén, que era atacada por los almohades.

En aquel mismo año, la victoria granadina animó a Abd al-Mumin a ordenar el traslado de la capital de al-Andalus a Córdoba para emular el esplendor omeya. Mientras tanto, el califa desde Marrakech se dedicó a preparar un gran ejército, armada incluida, para lanzarlo contra los reinos cristianos. Cuando todo estuvo preparado, el califa decidió hacer una visita piadosa a la tumba del mahdí Ibn Tumart en Tinmal; en el camino, después de vadear el helado río Nafis, enfermó gravemente y murió en la primavera de 1163.

Abú Yaqub Yusuf ben Abd al-Mumin (1163-1184) sucedió a su padre Abd al-Mumin gracias a la ayuda de su hermano Abú Hafs Umar, que ejerció el poder durante la enfermedad del califa. Desplazó a su hermano mayor Muhammad, al que las fuentes tachan de bebedor, falto de criterio y ligereza. A pesar de ello, parece que reinó durante cuarenta y cinco días, hasta que fue depuesto por Abú Yaqub. Este, en un principio, solamente adoptó el título de “emir”. Su sucesión fue contestada por varios dignatarios almohades y por tres de sus hermanos: Abú l-Hasan Alí, gobernador de Fez, Abú Muhammad Abd Allah, gobernador de Bugía, y Abú Said Utman, gobernador de Granada. La inestabilidad que produjo aquella situación fue aprovechada por el bereber Mazizdag al-Gumari para sublevarse con la ayuda de varias tribus, llegando a dominar Fez. El general almohade Yusuf ben Sulayman logró sofocar la rebelión al cabo de casi dos años.

En 1165, las tropas almohades perdieron Trujillo, Cáceres y Évora a manos del caballero de frontera portugués Geraldo Sempavor, pero consiguieron paralizar el avance del rey Lobo sobre Córdoba al derrotarlo en el castillo de Luque. Pocos meses más tarde se hicieron con Andújar, Galera, Caravaca, Baza y la sierra de Segura. A continuación, con movimientos de distracción sobre Lorca y Cartagena, los almohades llegaron a pocos kilómetros de Murcia. En el enfrentamiento que allí se produjo, Ibn Mardanis fue derrotado y tuvo que refugiarse tras las murallas de Murcia. Después de asolar sus alrededores, las tropas almohades regresaron al Magreb.

En 1166, Fernando II de León conquistó a los almohades el castillo de Alcántara, junto al río Tajo. Con ello evitó que la expansión leonesa por tierras musulmanas pudiera ser cortada por la actuación del portugués Sempavor, que intentaba tomar Badajoz después de haber conquistado Montánchez y Serpa.

En 1168, Abú Yaqub adoptó los títulos de “califa” y de “príncipe de los creyentes” como había hecho su padre.

En 1169, el portugués Sempavor consiguió entrar en Badajoz, pero para rendir su alcazaba donde se habían encastillado los almohades, tuvo que pedir ayuda a Alfonso I de Portugal. Este acudió y también lo hizo Fernando II, que consideraba que la plaza estaba en la zona de influencia de León. También acudió el noble castellano Fernando Rodríguez de Castro que había negociado con los almohades su ayuda contra Sempavor. En el enfrentamiento que se produjo, Alfonso I y el caballero portugués fueron hechos prisioneros. El rey portugués fue liberado bajo juramento de no volver a atacar a Badajoz. Sempavor, para su puesta en libertad, tuvo que entregar a Rodríguez de Castro varias plazas, entre las que se encontraban Montánchez y Trujillo. Fernando II se apoderó de Alburquerque y Cáceres, y consiguió la sumisión de los musulmanes de Badajoz, pero tuvo que conformarse con el juramento de fidelidad de sus habitantes porque no tenía tropas para mantener la ciudad.

En aquel mismo año de 1169, el califa ofreció al rey Lobo dignidades y un importante cargo en el estado almohade si se rendía; Ibn Mardanis rechazó la oferta, pero su suegro Ibn Hamusk sí la aceptó. Este, que tenía desavenencias con su yerno, agudizadas por el repudio de su hija por Ibn Mardanis, marchó a Córdoba para entregar Jaén y someterse a los almohades. Durante un año, Ibn Mardanis estuvo atacando las tierras de Jaén, sin que las almohades pudieran responder.

En 1170, Fernando II de León acudió con sus tropas a Badajoz y levantó el cerco que Sempavor había vuelto a poner a aquella plaza. Lo consiguió con la colaboración de un ejército almohade. Los vencedores convinieron que la plaza fuera para los musulmanes y que el leonés mantuviera las conquistas que había conseguido anteriormente, entre las que se encontraba la plaza de Cáceres.

En 1171, Abú Yaqub cruzó por primera vez el Estrecho en su nueva calidad de califa, para dirigir personalmente la guerra contra sus enemigos, que hasta dicho año la había realizado, en su nombre, los gobernadores y generales almohades. Se instaló en Sevilla e inició una gran ofensiva contra las zonas más desprotegidas de los reinos cristianos. Ante su empuje y la falta de medios para oponerse, Fernando II de León, al igual que Alfonso VIII de Castilla, tuvieron que entregar a la orden de Santiago las tenencias de varios castillos para su defensa, tanto en la línea del Tajo como en la zona de Badajoz.

Al mismo tiempo, otro ejército almohade, reforzado por las tropas de Ibn Hamusk, se puso en marcha desde Córdoba para ir contra Ibn Mardanis. Tomaron Quesada, en el alto Guadalquivir, y se instalaron otra vez ante Murcia. La resistencia de las plazas dominadas por Ibn Mardanis fue flaqueando y se fueron entregando al poder almohade. Así sucedió, entre otras, con Lorca, Baza y Almería. Esta última, que había sido tomada recientemente por el rey Lobo, la sublevó un primo suyo y la entregó a los magrebíes. Posteriormente cayó Alcira ante la impotencia de Ibn Mardanis. En agosto de 1171 todo el reino de Valencia estaba en manos de los almohades. Hasta el propio gobernador de Valencia, hermano de Ibn Mardanis, aceptó la sumisión al califa y entregó la ciudad.

A finales de aquel año, Abú Yaqub trasladó de Córdoba a Sevilla la capitalidad de al-Andalus. Desde esa fecha y hasta 1178, en que volvió al Magreb, impulsó el embellecimiento de la ciudad donde se realizaron, entre otras construcciones: los alcáceres de la Buhayra, donde se construyeron palacios y jardines; se comenzó la construcción de la Mezquita aljama y la alcazaba; y se trajo agua a la ciudad mediante un acueducto.

En 1172, abandonado por sus súbditos, parientes y aliados, Ibn Mardanis cayó enfermo. Varios meses después, tras encargar a sus hijos la entrega del reino a sus enemigos de toda la vida, falleció. Con su desaparición, los almohades tuvieron expedito el camino para su ofensiva contra los reinos cristianos. Primero realizaron una incursión, dirigida por el propio califa, contra la frontera oriental de Castilla donde tomaron Vilches y Alcaraz. Luego asediaron la plaza de Huete, pero no pudieron tomarla por falta de provisiones y por el desinterés bélico del califa. Por todo ello, tuvieron que retirarse por Cuenca, donde levantaron el sitio que realizaban los cristianos. Después marcharon hacia Requena y Murcia para llegar a Granada y Sevilla.

En 1173, la falta de recursos y las malas cosechas hicieron que castellanos y portugueses firmaran treguas con los almohades. El califa las aprovechó para ir contra el reino de León y recuperar Cáceres en ese año. Además, consiguió, con una oferta, que Geraldo Sempavor pasara a su servicio junto con su mesnada. Al año siguiente, los almohades tomaron Alcántara y sitiaron Ciudad Rodrigo.

A principios de 1176, Abú Yaqub volvió al Magreb donde cayó enfermo contagiado de la peste que asolaba el norte de África y parte de al-Andalus, pero consiguió sobrevivir. Durante su estancia, se reprimió una insurrección de la tribu bereber de los sinhaya.

En enero de 1177, Alfonso VIII de Castilla comenzó el asedio a la ciudad de Cuenca, con lo que rompió la tregua que había firmado con los almohades en 1173. Aunque estos respondieron con incursiones contra tierras de Toledo, el castellano estrechó el cerco y consiguió que la ciudad se rindiera por hambre en septiembre de aquel año. Al mismo tiempo, Fernando II de León realizó una expedición contra las tierras de Jerez. Por su parte, en 1178, los portugueses asolaron las tierras de Sevilla y del bajo Guadalquivir. Los almohades respondían a los ataques atacando las tierras de Talavera, mientras pedían ayuda al califa que se ocupaba en reprimir las revueltas en Ifriqiya.

En mayo de 1184, Abú Yaqub, con un ejército, volvió a cruzar el Estrecho. En Sevilla ordenó el inicio de la construcción del alminar (Giralda) de la Mezquita aljama. Después pasó por Badajoz y se dirigió contra Santarem que sitió. Fernando II, que había intentado tomar Cáceres sin conseguirlo, acudió a socorrer la plaza y logró levantar el cerco. En julio, el califa ordenó la retirada, pero sus tropas, que habían demostrado su falta de combatividad, desmontaron sus tiendas precipitada y desordenadamente, cruzaron el Tajo y dejaron atrás el cortejo del califa. Advertidos los de Santarem de aquella circunstancia, fueron contra la tienda de Abú Yaqub y le infringieron una herida en el bajo vientre que le provocó la muerte unos días después.

Abú Yaqub fue un califa amante de la cultura y la ciencia. Su interés por la medicina y por la filosofía lo llevó a formar una gran biblioteca con libros de esas materias. En su ilustrada corte reunió a muchos de los más brillantes sabios y letrados de su tiempo, sobresaliendo el filósofo andalusí Ibn Tufayl y el médico y filósofo Averroes, también andalusí.

Abú Yusuf Yaqub al-Mansur (1184-1199) fue proclamado en Sevilla después de la muerte de su padre Abú Yaqub. Tomó el sobrenombre honorífico de al-Mansur bi-llah (el victorioso por Dios) y adoptó solamente el título de emir porque, seguramente, no se atrevió a proclamarse califa por temor a la oposición de una parte de sus hermanos y tíos. Un mes tardó en consolidar su posición, tras lo cual, dejó a sus hermanos Abú Ishaq, Abú Yahya y Abú Zayd como gobernadores de otras tantas regiones, y marchó al Magreb instalándose en Salé. En Rabat, pagando cuantiosas compensaciones monetarias y políticas a sus tíos, que se le oponían, volvió a repetir su proclamación y comenzó a titularse “emir de los creyentes” (califa).

Desde Marrakech, comenzó su mandato queriendo imitar la conducta de los antiguos califas, es decir: presidiendo rezos, ofreciendo audiencias públicas, administrando justicia en la Mezquita aljama y dictando medidas morales. Pero pronto tuvo que dedicarse a hacer frente a la casi eterna rebelión en Ifriqiya, que se había agravado con los ataques de los Banu Ganiya del reino taifa almorávide de Baleares. Estos, al mando de su régulo Alí ben Ishaq ben Ganiya, tomaron en noviembre de 1184 Bugía, reteniéndola durante siete meses; luego se apoderaron de Argel, Miliana y Asir, entre otras plazas del norte de África. Los almohades reaccionaron y en 1185 recuperaron Bugía y las otras plazas. Alí ben Ishaq tuvo que internarse en el sur tunecino donde conquistó en 1186 Tozeur y Gafsa. Luego siguió hasta Trípoli donde se le unieron tropas turcas enviadas por el califa abbasí, contingentes árabes y tribus almorávides. Con ellos, Alí ben Ishaq se adueñó de Ifriqiya, con la excepción de las ciudades de Túnez y Mahdiyya.

En aquel año de 1186, Abú Yusuf firmó un tratado de paz y comercio con Pisa y su territorio, desde Civita Vecchia hasta cabo Corbo, incluyendo las islas de Cerdeña, Córcega y Elba, entre otras. Una de las cláusulas del tratado establecía que las naves pisanas solamente podían atracar para comerciar en las ciudades de Ceuta, Orán, Bujía y Túnez. En el resto de la costa se les permitía refugiarse en caso de temporal, pero sin desembarcar; con la excepción de Almería donde solamente podían reparar y avituallarse.

También en aquel año, Abú Yusuf casi resolvió la situación con respecto a Ifriqiya marchando desde Marrakech contra sus enemigos y volviendo victorioso en marzo de 1188. No resolvió totalmente el problema porque Yahya, hermano y sucesor de Alí ben Ishaq ben Ganiya, que seguramente murió en aquel año, continuó la lucha contra los almohades, que duraría todavía unos cincuenta años en el sur de Ifriqiya y Tripolitania. Durante la campaña, dos de sus tíos en el Magreb y un hermano, gobernador de Murcia, conspiraron contra él. La rebelión les costó la vida a los tres.

En 1189, los ataques de portugueses y castellanos se intensificaron contra los almohades. Así, Sancho I de Portugal, con la ayuda de una escuadra de cruzados que iba a Jerusalén, se apoderó de Silves y de otros enclaves menores; y Alfonso VIII de Castilla algareó las tierras de Córdoba, Sevilla y Murcia.

En 1190, el califa cruzó el Estrecho y, libre de Castilla al haber aceptado una tregua y de León, que ya la tenía, marchó contra Portugal. Mandó tropas contra las tierras de Silves y Évora, mientras él tomaba Torres-Nova. Tras ser medio derrotado en Tomar, volvió a Sevilla. En abril del año siguiente tomó Alcaçer do Sal, desmanteló varios castillos y conquistó Silves. Los portugueses obtuvieron una tregua y Abú Yusuf, antes de volver victorioso al Magreb, ordenó la construcción de un alcázar en Sevilla, junto al Guadalquivir, al que dio el nombre de Hisn al-faray, “Castillo de la Alegría”, (Aznalfarache).

En aquel mismo año, el califa tuvo que reprimir las rebeliones de carácter político-religioso de dos personajes: Alí al-Yaziri en Marrakech y al-Asall en el Zab. Ambos fueron perseguidos y ejecutados.

En 1195, Abú Yusuf había decidido marchar contra los Banu Ganiya en Ifriqiya, pero las treguas con Castilla y León habían expirado y Alfonso VIII no dejaba de atacar los territorios almohades. Por ello, cruzó el Estrecho en junio y concentró su ejército en Sevilla. A finales de aquel mes, sus tropas se pusieron en marcha hacia Toledo conquistando varias plazas por el camino, la fortaleza de Salvatierra entre ellas, hasta llegar a Alarcos, castillo en construcción a orillas del río Guadiana, donde le esperaba Alfonso VIII. Sin esperar la llegada de las tropas de Alfonso IX de León ni las de la casa de Lara, el castellano, a pesar de su inferioridad numérica, se lanzó a la batalla. Abú Yusuf lo derrotó ampliamente, y Alfonso VIII tuvo que huir del campo de batalla con muchos de sus caballeros para dirigirse a Toledo. A continuación, los almohades se apoderaron, entre otras, de las fortalezas de Caracuel, Benavente, Calatrava, Malagón y Guadalerzas, que jalonaban el camino hacia Toledo. Falto de aprovisionamiento, el califa con su ejército se retiró a Sevilla donde celebró su victoria y no aceptó la petición de tregua que le pidió Alfonso VIII.

En la primavera de 1196, Abú Yusuf realizó una campaña contra la frontera sur de Castilla logrando conquistar o anexionarse, entre otras, las plazas de Montánchez, Trujillo, Santa Cruz y Plasencia. Finalmente, llegaron a Talavera y Toledo, donde asolaron sus territorios pero no consiguieron conquistarlas. Al año siguiente, Abú Yusuf realizó una nueva campaña que causó graves daños en las tierras de Talavera, Toledo, Madrid, Alcalá de Henares, Uclés, Huete, Cuenca y Alarcón. Alfonso VIII sólo pudo responder con la petición de una tregua de cinco años que le fue aceptada, ya que también el califa la necesitaba para poder ocuparse de los problemas que le surgían con los ataques de los Banu Ganiya en Ifriqiya.

En marzo de 1198 el califa inauguró solemnemente la terminación del alminar de la Mezquita aljama de Sevilla (Giralda), y en abril de aquel año, ya enfermo, Abú Yusuf regresó al Magreb donde se dedicó a realizar actos de piedad y a cumplir rigurosamente sus deberes religiosos de califa, a pesar de que había dejado de sentir por el mahdí Ibn Tumart la devoción propia de los almohades. En enero de 1199, Abú Yusuf al-Mansur murió en Marrakech en medio del amor de sus súbditos, que se resistieron a creer su muerte.

Abú Abd Allah al-Nasir (1199-1213) tenía dieciocho años cuando fue proclamado califa ocho días después de la muerte de su padre Abú Yusuf. Tomó el título honorífico de al-Nasir li-Din Allah (El que hace triunfar la Fe de Dios). Desde el principio de su califato, tuvo que hacer frente a dos importantes problemas: las conquistas de los Banu Ganiya en Ifriqiya, y los ataques de los reinos cristianos contra al-Andalus.

En 1200, después de que Yahya ben Ganiya derrotara varias veces a las tropas califales, los consejeros de al-Nasir decidieron cortar los suministros al almorávide atacando sus bases en las Baleares. Una flota almohade que partió de Denia se apoderó de la isla de Menorca en 1202. Al año siguiente, otra flota conquistó Mallorca. En el enfrentamiento murió el régulo balear Abd Allah ben Ishaq. Después de aquel hecho, los mallorquines sólo pudieron resistir tras las murallas una semana más, al cabo de la cual, en septiembre, se rindieron. Debido a ello, desapareció el último de los reinos taifa: el de Baleares.

Un mes antes, en agosto de aquel año de 1203, los Banu Ganiya de Ifriqiya comenzaron el sitio de Túnez, que conquistaron cuatro meses después. Casi dos años tardó al-Nasir en levantar un ejército que consiguió recuperar aquella plaza. Yahya ben Ganiya tuvo que refugiarse a al-Mahdiyya, que perdió en 1206. Después de aquella victoria, al-Nasir dio por terminada la campaña, pero antes de regresar al Magreb nombró gobernador de Ifriqiya a Abú Muhammad Abd al-Wahid ben Abi Hafs, que continuó golpeando duramente a los Banu Ganiya, aunque no consiguió derrotarlos definitivamente.

En 1209, un año antes de terminar las treguas, tropas de los reinos cristianos volvieron a hostigar la frontera con al-Andalus. Los primeros en hacerlo fueron los caballeros calatravos, que desde la fortaleza de Salvatierra algarearon las tierras de Jaén, Andújar y Baeza.

En 1211, al-Nasir, que había predicado la guerra santa y conseguido un gran ejército, cruzó el Estrecho y se concentró en Sevilla. A mediados del verano, partieron hacia la fortaleza de Salvatierra, que comenzaron a asediar. Sus defensores al no recibir ayuda tuvieron que retirarse con el consentimiento de Alfonso VIII de Castilla, que no acudió en su auxilio por considerar escasas sus fuerzas para un encuentro campal con su enemigo. Con la toma de Salvatierra, fundamental para el dominio del paso del Muradal, los almohades dieron por terminada la campaña.

Durante la primera mitad de 1212, Alfonso VIII fue concentrando en Toledo tropas procedentes de los reinos peninsulares y del otro lado de los Pirineos, que habían acudido para luchar contra los musulmanes por la llamada del castellano y por la predicación de cruzada del papa Inocencio III. Acudieron a Toledo: Pedro II de Aragón, el arzobispo de Burdeos y los obispos de Nantes y Narbona; Sancho VII de Navarra se incorporó más tarde. En julio, después de conquistar Malagón, Calatrava, Alarcos, Piedrabuena, Benavente y Caracuel, llegaron junto a la fortaleza de Salvatierra, a pocos kilómetros de las avanzadas almohades situadas en la salida sur del puerto del Muradal.

Por su parte, al-Nasir, con un poderoso ejército compuesto en su mayor parte de mercenarios, había subido hasta Baeza para posteriormente aposentarse en Santa Elena. Desde allí había ocupado el desfiladero de la Losa que cerraba el paso del Muradal.

Ante la imposibilidad de salvar aquel obstáculo, el ejército cristiano encontró un puerto más al oeste del Muradal, que luego se denominó puerto del rey, que les permitió cruzar la sierra. Una vez en el llano, acamparon en el paraje, hoy denominado Mesa del Rey, cerca de Santa Elena, teniendo enfrente las tropas de al-Nasir. La batalla campal, llamada de Las Navas de Tolosa, tuvo lugar el día 16 de julio en aquel lugar. En un principio, las tropas musulmanas iban venciendo, pero las cristianas se rehicieron y acabaron ganando la batalla cuando consiguieron asaltar el palenque de al-Nasir, que tuvo que huir precipitadamente hacia Jaén, para pasar seguidamente al Magreb.

Después de la batalla, los cruzados tomaron los castillos de Baños, Tolosa y Vilches. Entraron en Baeza, que estaba casi abandonada, y a continuación tomaron Úbeda. La aparición de numerosísimos casos de diarreas en las tropas y la necesidad de asegurar el elevado botín, obligó a Alfonso VIII a dar por terminada la campaña, dejando tras de sí las ciudades de Baeza y Úbeda desguarnecidas al no tener tropas suficientes para defenderlas. Estas plazas fueron recuperadas casi inmediatamente por tropas andalusíes.

El resto del año 1212 y todo el 1213, al-Nasir estuvo retirado en su alcázar de Marrakech, hasta que en diciembre de ese año murió. Las circunstancias de su muerte son desconocidas, aunque algunos cronistas afirman que fue asesinado por sus cortesanos en una conspiración palaciega.

Abú Yaqub al-Mustansir (1213-1224) sucedió a su padre Abú Abd Allah al-Nasir cuando tenía, dependiendo de la fuente, diez o quince años. Se tituló al-Mustansir bi-llah (el que busca la ayuda divina para triunfar).

Durante su califato el poder estuvo completamente en manos de sus tíos y de dos jeques: Abú Alí Umar ben Musá y Abú Marwan Abd al-Malik, que se dedicaron más a sus intereses que a los del imperio. Las luchas palaciegas fueron constantes y estaban polarizadas entre los visires Abú Zayd ben Musa ben Yuyyan y Abú Said Utman ben Ibrahim ben Yami. El primero fue encarcelado y luego desterrado a al-Andalus por el segundo.

En 1214, Castilla envió embajadores a Marrakech para firmar un tratado de treguas y paz con el califa. Dicho tratado fue comunicado a los gobernadores de Jaén, Abú l-Rabi, y de Córdoba, Abú l-Abbas ben Abi Hafs.

En 1216, los benimerines, tribus beduinas pertenecientes a la confederación de los zanata, acuciadas por el hambre, cruzaron el río Muluya (casi paralelo a la actual frontera entre Marruecos y Argelia) y se dirigieron hacia el noroeste del Magreb. Cuando alcanzaron la región de Fez, su gobernador les hizo frente y fue derrotado en la batalla de las Masgalas; también derrotaron al año siguiente al gobernador de Taza. En su avance se adueñaron de las zonas rurales del Magreb, y ciudades como Fez, Mequínez y Rabat, entre otras, comenzaron a pagarles tributos anuales.

En 1217, los portugueses derrotaron a un ejército andalusí y tomaron la plaza de Alcaçer do Sal. En ese año y en el siguiente, aunque continuaban, según parece, las treguas entre Castilla y los almohades, se produjeron esporádicos enfrentamientos entre tropas cristianas y musulmanas. En uno de ellos, Muhammad ben Hud, que más tarde sería un importante régulo en los terceros reinos de taifa, conquistó el castillo de Sanfiro (en la actual provincia de Albacete), que anteriormente había sido conquistado por los cristianos, también en tiempos de tregua.

En 1219, mientras el arzobispo de Toledo Jiménez de Rada se apoderaba de Sierra, Serreruela y Mira; los leoneses, después de firmar una tregua con los portugueses, tomaron Valencia de Alcántara y lo intentaron con Cáceres, pero resistió.

En 1221 volvieron los embajadores de Castilla para renovar las treguas.

En enero de 1224, Abú Yaqub al-Mustansir murió, seguramente envenenado por su visir Abú Said Utman ben Ibrahim ben Yami, aunque otras fuentes afirman que fue corneado por una vaca en un festejo taurino. Durante su califato se hizo patente la decadencia del imperio almohade que se había iniciado con la derrota de Las Navas de Tolosa. No dejó hijos varones.

Abú Muhammad Abd Wahid al-Majlu (1224) había ocupado importantes cargos con diferentes califas; tuvo, entre otros destinos, el de gobernador de Málaga, de Siyilmasa, y de Sevilla. Tenía unos sesenta años cuando murió su sobrino-nieto el califa Abú Yaqub al-Mustansir. En contra de su voluntad, según afirma alguna fuente, el visir Abú Said Utman ben Ibrahim ben Yami impuso su proclamación como califa en enero de 1224. Con ello se rompía el procedimiento de sucesión padre-hijo que instituyera el primer califa y, aunque no era posible esa sucesión, se abría la puerta a rebeliones y disputas por el poder.

Y así fue, llevaba Abú Muhammad Abd Wahid dos meses en el califato cuando se alzó en Murcia, y se proclamó califa, su sobrino Abú Muhammad Abd Allah ben Abi Yusuf, que logró el acatamiento en casi todo al-Andalus. Ello implicó la división territorial del imperio almohade en Norte de África y al-Andalus.

En septiembre de aquel año, los jeques almohades obligaron al anciano califa a abdicar. De este hecho procede su apodo de al-Majlu (el Depuesto). A pesar de su apartamiento del poder, Abú Muhammad al-Majlu fue asesinado pocos días después porque, seguramente, su presencia podría ser molesta o peligrosa. Habían transcurrido solamente ocho meses desde su proclamación como califa.

Abú Muhammad Abd Allah ben Abi Yusuf al-Adil (1224-1227) era hijo del califa Abú Yusuf al-Mansur y sobrino de Abú Muhammad Abd Wahid al-Majlu. Siendo gobernador de Murcia, e incitado por el visir Abú Zayd ben Musa ben Yuyyan, el que había sido encarcelado y desterrado a al-Andalus por su enemigo el visir Ibn Yami, se alzó en su ciudad en marzo de 1224 proclamándose califa y tomando el título honorífico de al-Adil (el Justo).

Abú Muhammad al-Adil había sido respaldado por sus hermanos Abú l-Ala, futuro califa al-Mamun, gobernador de Córdoba; Abú Musa, gobernador de Málaga; y Abú l-Hasan, gobernador de Granada, que lograron el apoyo para su hermano de casi todo al-Andalus. Solamente Abú Zayd, o Zeit abú Zeit, gobernador de Valencia, Denia, Játiva y Alcira, hermano de Abd Allah al-Bayasi “el Baezano”, gobernador de Sevilla, permaneció fiel al califa de Marrakech Abú Muhammad al-Majlu.

Inmediatamente después de su proclamación, al-Adil se dirigió a Sevilla donde fue reconocido por “el Baezano”. Estando en esa ciudad, le llegó desde el Magreb la noticia de su proclamación como califa tras el derrocamiento de Abú Muhammad al-Majlu. A pesar de ello, Abú Muhammad al-Adil aplazó su regreso a Marrakech. A continuación, nombró gobernador de Sevilla a su hermano Abú l-Ala y de Córdoba a “el Baezano”. Seguramente porque fue desplazado de su cargo, “el Baezano” se sublevó contra el califa y se hizo fuerte en Baeza. Al-Adil envió dos veces un ejército para tomar Baeza, uno de ellos al mando de su hermano Abú l-Ala, pero no lo consiguió, aunque asolaron las tierras de Úbeda y Jaén. Al-Bayasi “el Baezano” pidió ayuda a Fernando III de Castilla y juntos emprendieron una campaña que dio como resultado la toma de Quesada (Jaén) y la entrada en seis castillos, luego pasaron a tierras de Jaén que también saquearon.

En 1225, el ejército de “el Baezano” y tropas cristianas de diversa procedencia asolaron las tierras de Sevilla ante la pasividad del califa y las protestas de la población sevillana. Obligado por ellas, el califa convocó a los voluntarios sevillanos y a un pequeño grupo de tropas regulares para presentar batalla, pero sufrieron una grave derrota en Campo de Tejada (cerca de Sevilla). Mientras tanto, tropas castellanas atacaban Murcia, y Fernando III recibía el vasallaje del señor de Valencia, el hermano de “el Baezano”. Como consecuencia de su debilidad en al-Andalus y la derrota a las puertas de Sevilla, Abú Muhammad al-Adil se trasladó al Magreb en noviembre, dejando a su hermano Abú l-Ala como gobernador. Allí, tuvo constancia de que los gobernadores de Ifriqiya no le acataban.

En marzo de 1226, Abú l-Ala consiguió derrotar a “el Baezano”. A continuación, la población cordobesa se rebeló contra este y le dio muerte por su derrota y por su alianza con los cristianos. Mientras tanto, en Marrakech, al-Adil nombró visir a Abú Zaid ben Abi Afs en detrimento de Ibn Yuyyan. Ello supuso las revueltas de las tribus de los Jult y de los Haskura, seguidoras del último. Contra ellos tuvo el califa la ayuda de los Hintata y los Tinmallal. En octubre de 1227, estas dos tribus se pusieron también en contra del califa y juntos le destronaron y después de catorce días le asesinaron. Veinte días antes del asesinato, su hermano Abú l-Ala se había proclamado califa en Sevilla.

Abú Zakariyya Yahya al-Mutasim (1227-1235) era hijo del califa Abú Abd Allah al-Nasir y fue proclamado califa en octubre de 1227 por los mismos jeques almohades que habían depuesto y asesinado a Abú Muhammad al-Adil, aunque primeramente habían reconocido a Abú l-Ala para inmediatamente revocar su decisión. Tomó el sobrenombre honorífico de al-Mutasim bi-llah.

Yahya al-Mutasim llevaba siete meses de califato, cuando su tío Abú l-Ala Idris al-Mamun, que se había proclamado califa en Sevilla, lo expulsó de Marrakech y tuvo que refugiarse en Tinmal. En Marrakech, al-Mamun fue de nuevo proclamado califa. Una rebelión en Ceuta le obligó a acudir a aquella ciudad para cercarla, ocasión que aprovechó Yahya al-Mutasim para volver a Marrakech, pero otra vez tuvo que abandonarla tras ser derrotado por partidarios del hijo de Abú l-Ala al-Mamun, que había muerto cuando regresaba a Marrakech.

En 1232, tras la muerte de Abú l-Ala al-Mamun, Yahya al-Mutasim tuvo que seguir disputando el califato con el hijo de aquel, que adoptó el título honorífico de al-Rasid cuando fue proclamado califa.

En julio de 1235, Yahya al-Mutasim, que estaba refugiado en el sur del Magreb en la tribu árabe de los Maqil, fue traicionado y asesinado por un grupo estos.

Abú l-Ala Idris al-Mamun (1227-1232) era hijo del califa Abú Yusuf al-Mansur. En septiembre de 1227 se sublevó en Sevilla, donde era gobernador, contra su hermano el califa Abú Muhammad al-Adil, que estaba en Marrakech. Para comprobar si su proclamación como califa sería aceptada, hizo que el cadí Abú l-Walid ben al-Hayyay aludiese en el sermón del final del ramadán la posibilidad de su proclamación. Al no haber rechazo, los jeques almohades y los de Sevilla se presentaron a Abú l-Ala y le pidieron que se repitiera el sermón. Nuevamente Ibn Hayyay lo hizo, pero al llegar a la invocación de los califas, se extendió ampliamente en Abú l-Ala. Al repetirse el no rechazo, todos los presentes se le acercaron y le prestaron juramento. Después, Abú l-Ala tomó el nombre honorífico de al-Mamun.

Muy pocos acataron en al-Andalus a Abú l-Ala al-Mamun, sí lo hizo Zeit abú Zeit que gobernaba en Valencia. Como consecuencia de su poca aceptación, surgieron graves problemas en al-Andalus, entre ellos: el comienzo de un alzamiento generalizado contra los almohades que desembocó en los terceros reinos de taifa; el pronunciamiento en Murcia de Ibn Hud en agosto de 1228 donde se tituló “emir de los musulmanes”; o el continuo avance territorial de Fernando III de Castilla, que al-Mamun intentó contener con el pago de elevadas sumas.

En octubre de 1228, dejó atrás sus problemas en al-Andalus y pasó al Magreb. Con esta acción se cerró la vinculación de la dinastía almohade con al-Andalus, aunque todavía quedaron algunas autoridades almohades aisladas y resistiendo por su cuenta.

Ya en el Magreb, Abú l-Ala al-Mamun expulsó a su sobrino Yahya al-Mutasim de Marrakech y ocupó su lugar. Allí fue de nuevo proclamado califa y abjuró de la doctrina almohade, ordenando suprimir el nombre del fundador del movimiento almohade de las monedas y del sermón de los viernes.

En África del norte los problemas no fueron menores que en al-Andalus. Abú l-Ala al-Mamun no pudo impedir que en Túnez los Hafsíes se declararan autónomos, tampoco pudo hacer frente a los ataques en el Magreb de los benimerines que iban ocupando cada vez más territorio, y, además, tuvo que enfrentarse a las intrigas palaciegas y al enfrentamiento con al-Mutasim, el otro califa.

En 1231, Umran, hermano de Abú l-Ala al-Mamun, se rebeló en Ceuta. Inmediatamente el califa acudió a asediar la ciudad, ocasión que aprovechó Yahya al-Mutasim para volver y atacar Marrakech. Abú l-Ala al-Mamun no logró someter a su hermano y, siendo consciente de que la capital corría peligro, inició su vuelta a ella. Otra vez, Yahya al-Mutasim tuvo que abandonarla cuando fue derrotado por un ejército de partidarios del hijo de Abú l-Ala al-Mamun, que había muerto de forma repentina durante el regreso en octubre de 1232.

Abd al-Wahid al-Rasid (1232-1242) contaba solamente catorce años cuando sucedió a su padre Abú l-Ala al-Mamun. Ello fue posible gracias a las maniobras de su madre y de los jeques Jult que consiguieron que sus partidarios derrotaran a Yahya al-Mutasim en Marrakech. Tras su entrada en la ciudad se produjo su proclamación y el inicio de su califato, que, dada su inexperiencia, estuvo muy influido por los jeques almohades. Tomó el título honorífico de al-Rasid.

Abd al-Rasid restauró algunos de los ritos y normas almohades que habían sido abolidos por su padre, entre ellos la reintroducción de la mención del nombre del al-Mahdí en el sermón de la oración de los viernes y en las acuñaciones monetarias.

Pronto se manifestó la extrema debilidad de su califato cuando Ibn Waqarit, jeque de los Haskura, se sublevó. Abd al-Rasid tuvo que salir de la capital para dirigirse a Siyilmasa y sofocar la revuelta; acción que aprovechó su rival Yahya al-Mutasim para ocupar Marrakech. Finalmente, Abd al-Rasid pudo recuperar el control de la situación en Marrakech y capturar y ejecutar mucho más tarde a Ibn Waqarit, que había huido al finalizar la revuelta.

En julio de 1235, Yahya al-Mutasim, que estaba refugiado en el sur del Magreb en la tribu árabe de los Maqil, fue traicionado y asesinado por un grupo estos. Su cabeza fue enviada a Marrakech, donde fue colgada en una de las puertas de la ciudad.

Aunque Abd al-Rasid recuperó de cierta estabilidad en su califato, la época final de su gobierno estuvo marcada por el recrudecimiento de las hostilidades con los benimerines, frente a los cuales se registraron numerosos choques.

Abd al-Rasid murió de forma accidental en diciembre de 1242 sin haber designado ningún heredero oficialmente. Fue sucedido por su hermano Abú al-Hasan.

Abú al-Hasan Alí al-Said (1242-1248) sucedió a su hermano Abd al-Rasid porque los jeques almohades, ante la descomposición interna del imperio y el riesgo de proclamar califa a un niño de corta edad, hijo de Abd al-Rasid que no había sido designado oficialmente heredero, decidieron nombrarlo. Gobernó bajo los títulos honoríficos de al-Mutadid y al-Said.

La situación en el Magreb continuaba agravándose rápidamente: por una parte, se consolidó el poder de los hafsíes en Túnez y el de los wadíes en Tremecén; por otra, los benimerines continuaban ganando territorio y se habían convertido en los auténticos rivales de los almohades. Abú al-Hasan al-Said trató de recuperar los territorios que ocupaban sus enemigos y para ello pidió ayuda, al parecer sin conseguirla, al reino de Sicilia al que solicitó una flota para reconquistar Ifriqiya.

En marzo de 1248, Abú al-Hasan al-Said realizó una expedición que pasaría por Tremecén y ordenó a su emir Yagmurasen que se uniera a sus tropas. Este, que recelaba algún peligro, no quiso participar personalmente, aunque le envió un contingente mientras él se refugiaba en las montañas cercanas. El califa, insatisfecho con aquella actitud, marchó contra el emir que lo derrotó y dio muerte en junio de 1248.

Abú Hafs Umar al-Murtada (1248-1266) accedió al califato a la muerte de Abú al-Hasan al-Said. El primogénito de este había muerto a manos de los benimerines cuando era un niño. De nuevo se planteaba un problema sucesorio. Todos los califas habían sido descendientes directos de al-Mansur, excepto al-Majlu, y con la muerte de al-Said se había acabado esa rama familiar. El problema fue resuelto proclamando a Abú Hafs Umar, hijo de un hermano de al-Mansur, y por tanto se entronizó una nueva rama de los Banu Abd al Mumin.

Abú Hafs era gobernador de Salé, ciudad atlántica cercana a Rabat, antes de ser proclamado califa en Marrakech, donde tomó el título honorífico de al-Murtada. Su califato desde el principio estuvo marcado por el avance imparable de los benimerines. Pocos días después de la muerte de al-Said, estos habían tomado la ciudad de Taza. En agosto de 1248 se hicieron con la ciudad de Fez. Allí permaneció el emir de los benimerines Abú Yahya durante un año hasta que fue expulsado por una conjura de los caídes que mandaban las milicias cristianas al servicio de los almohades y que inicialmente se habían pasado a los benimerines. Un año tardo Abú Yahya en recuperar Fez, que se convertiría en la capital de los benimerines ante la inoperancia de Abú Hafs al-Murtada.

En 1252, el califa sufrió su primera derrota ante los benimerines cuando fue a socorrer Salé, que estaba siendo hostilizada por Abú Yahya. Con esta derrota, los benimerines afianzaron su hegemonía en el Magreb occidental. Pero este predominio se vio interrumpido cuando, en 1258, el emir Abú Yahya murió, y su hijo, y legítimo heredero, tuvo que enfrentarse a los partidarios de su tío Abú Yusuf Yaqub, con el resultado de ser asesinado en Mequínez al año siguiente.

No acabaron ahí los problemas de los benimerines, ya que un sobrino de Abú Yusuf Yaqub se sublevó y se apoderó de Salé y Rabat. Abú Hafs al-Murtada no quiso o no supo aprovechar aquella situación de debilidad momentánea de los benimerines.

En 1260, el sobrino de Abú Yusuf Yaqub pidió ayuda a Alfonso X para resistir a su tío o a los almohades. El castellano, viendo la ocasión para extender sus dominios en el Norte de África, envió una escuadra que saqueó Salé, hasta que la llegada de las tropas de los benimerines obligaron a los asaltantes a retirarse.

En 1262, el emir Abú Yusuf Yaqub inició una primera tentativa para conquistar Marrakech. Abú Hafs al-Murtada encargó la defensa de la ciudad a Abú al-Ula Idris, futuro califa Abú Dabbus. Los almohades consiguieron la retirada de los benimerines, pero no por la fuerza de las armas, sino por el pago de un tributo; paso previo a la definitiva desaparición del imperio almohade que se dio años más tarde. Tras la defensa de Marrakech, Abú al-Ula Idris fue acusado de connivencia con los benimerines y huyó a Fez donde fue acogido por el emir Abú Yusuf Yaqub en 1264.

En 1266, Abú Hafs al-Murtada tenía cada vez menos partidarios, y gracias a ello y con la ayuda interior, Abú al-Ula Idris pudo hacerse con el control de Marrakech sin apenas resistencia. Abú Hafs al-Murtada tuvo que huir de la ciudad, pero fue detenido y ejecutado en noviembre de aquel año por Abú al-Ula Idris.

Abú al-Ula Idris Abú Dabbus al-Watiq (1266-1269) no era descendiente de al-Mansur como casi todos los califas almohades, pero era biznieto del fundador de la dinastía, Abd al-Mumin, por lo que su legitimidad era completa. Debido a sus cualidades guerreras, era conocido con el apodo de Abú Dabbus (el de la maza).

En 1265, tras un pacto con el emir Abú Yusuf Yaqub, salió de Fez, capital de los benimerines, dispuesto a obtener los apoyos necesarios para hacerse con el control de Marrakech. En 1266 consiguió su propósito con la ayuda de los Sufyan, los Banu Yabir y de los mercenarios cristianos, que se le unieron. Tras la huida de Abú Hafs al-Murtada y su posterior captura y asesinato, Abu al-Ula Idris Abú Dabbus, decidió no someterse al emir benimerín, como había pactado, y se alió con Yagmurasen, emir de Tremecén, para ir contra Abu Yusuf Yaqub.

En 1268, el emir de los benimerines deshizo la alianza derrotando primero a Yagmurasen, y luego fue a por Abú Dabbus, que fue derrotado y muerto al intentar defender Marrakech en septiembre de 1269.

A partir de ese momento, el imperio almohade quedó liquidado. Los dignatarios y jeques que quedaron se apresuraron a reconocer al emir de los benimerines, el cual concedió el perdón a la ciudad y sus habitantes.

*****************************

Hubo un intento de mantener el imperio por parte de un grupo de almohades que en el Atlas proclamaron a un hermano de Abú Hafs al-Murtada, pero en 1275 fueron capturados y ejecutados. También, un hijo de Abú Dabbus fue proclamado en Tinmal, pero a los pocos días abandonó y se dirigió al reino de Aragón para ponerse bajo la protección de su rey Jaime I.


Sucesos contemporáneos

Ir a los sucesos


Reyes y gobernantes coetáneos (sólo en la Península Ibérica)

Navarra:

 

Rey de Aragón y Pamplona.

Alfonso I "el Batallador" (1104-1134).

------- 1134.- Separación de Aragón y Pamplona.

Rey de Pamplona.

García IV Ramírez "el Restaurador" (1134-1150).

Reyes de Navarra.

Sancho VI "el Sabio" (1150-1194).
Sancho VII "el Fuerte" (1194-1234).
Teobaldo "el Trovador" (1234-1253).
Teobaldo II "el Joven" (1253-1270).

Aragón:

Reyes de Aragón.

Ramiro II "el Monje" (1134-1137/57).
Petronila (1137-1162).

Reyes de la Corona de Aragón.

Alfonso II "el Casto" o Ramón Berenguer V (1162-1196).
Pedro II " el Católico" (1196-1213).
Jaime I "el Conquistador" (1213-1276).

León: 

 

Reyes de León y Castilla.

Alfonso VII "el Emperador" (1126-1157).

------- 1157.- Separación de León y Castilla.

------- 1230.- Unión de León y Castilla.

 

Reyes de León.

Fernando II (1157-1188).
Alfonso IX (1188-1230).

------- 1230.- Unión de León y Castilla.

Reyes de Castilla y León.

Fernando III "el Santo" (1230-1252).
Alfonso X "el Sabio" (1252-1284).

Castilla: 

Reyes de Castilla.

Sancho III "el Deseado" (1057-1158).
Alfonso VIII (1158-1214).
Enrique I (1214-1217).
Berenguela (1217).
Fernando III "el Santo" (1217-1230).

------- 1230.- Unión de León y Castilla.

Cataluña:

Condes de Ampurias.

Ponce II (1116-1153/4).
Hugo III (1153/4-1173).
Ponce III (1173-1200).
Hugo IV (1200-1230).
Ponce IV (1230-1269).
Hugo V (1269-1277).

Condes de Barcelona.

Ramón Berenguer III (1097-1131).
Ramón Berenguer IV (1131-1162).

------- 1137.- Unión con Aragón.

Condes de Urgel.

Armengol VI (1102-1154).
Armengol VII (1154-1184).
Armengol VIII (1184-1209).
Guerao de Cabrera (1209-1211). Usurpador.
Aurembiaix (1211-1213).
Guerao de Cabrera (1213-1228).
Aurembiaix (1228-1231).

------- 1231.- Integración en la Corona de Aragón.

Condes de Pallars-Sobirá.

Artal III (1124-1167).
Artal IV (1167-1182).

------- En 1175, Alfonso II de Aragón ¿cedió? en vasallaje el condado al conde Céntulo III de Bigorra.

Condes de Pallars-Jussá.

Arnaldo Mir (1124-1174).
Ramón V (1174-1177).
Valença (1177-1182).
Dulce de So (1182-1192).

------- 1192.- Unión con Aragón.

Portugal:

Reyes de Portugal.

Alfonso I Enriquez (1139-1185).
Sancho I (1185-1211).
Alfonso II (1211-1223).
Sancho II (1223-1247).
Alfonso III (1247-1279).

Al-Andalus: Segundos reinos de taifas.

Rey de Mértola.

Abú l-Qasim Ahmad ben al-Husayn ben Qasi (1144-1145). 1ª vez.

------- Anexionado por la taifa de Badajoz desde 1145 a 1146.

Abú l-Qasim Ahmad ben al-Husayn ben Qasi (1146-1150). ¿2ª vez?

------- 1150.- Anexionado por los almohades.

Rey de Beja y Évora.

Abú Muhammad Sidray ben Wazir (1144-1146).

------- 1146.- Anexionado por los almohades.

------- 1147.- Sublevado contra los almohades.

------- 1150.- Anexionado por los almohades.

Reyes de Badajoz.

Abú Muhammad Sidray ben Wazir (1145-1146).

------- 1146.- Anexionado por los almohades.

------- 1147.- Sublevado contra los almohades.

Muhammad ben Alí ben al-Hayyam (1147-1150).

------- 1150.- Anexionado por los almohades.

Reyes de Silves.

Abú al-Walid Muhammad ben al-Mundir (1144-1145).

------- ¿Anexionado por la taifa de Badajoz desde 1145 a 1146?

Abú l-Qasim Ahmad ben al-Husayn ben Qasi (1146-1150).

------- 1150.- Conquistado por los almohades.

Rey de Niebla.

Yusuf al-Bitruyí (1145-1146).

------- 1146.- Anexionado por los almohades.

------- 1147.- Sublevado contra los almohades.

Yusuf al-Bitruyí (1147-1150).

------- 1150.- Anexionado por los almohades.

Rey de Tavira.

Umar ben Abi Tut (1146-1150).

------- 1150.- Conquistado por los almohades.

------- 1151.- Sublevado contra los almohades.

Abd Allah ben Ubayd Allah (1151-1167).

------- 1167.- Conquistado por los almohades.

Rey de Santarem.

Labid ben Abd Allah (1144/5-1147).

------- 1147.- Conquistado por Alfonso I de Portugal.

Reyes de Córdoba.

Ahmad ben Hamdin al-Taglibi (1145-1146).
Yahya ben Alí ben Ganiya (1146-1148).

------- 1148.- Anexionado por los almohades.

Rey de Málaga.

Abú l-Hakam al-Husayn ben Hassun (1145-1153).

------- 1153.- Conquistado por los almohades.

Reyes de Granada.

Ibn Adha (1144).
Ahmad al-Mustansir Sayf al-Dawla (Zafadola) (1144-1146).

------- Conquistado por los almorávides en 1146.

------- 1154 u 1157.- Entregado a los almohades.

Reyes de Valencia.

Abú Abd al-Malik Marwan ben Abd al-Aziz (1145).
Abú Muhammad Abd Allah ben Iyad (1145-1147).
Abú Abd Allah Muhammad ben Sad ben Mardanis “rey Lobo” (1147-1172).

------- 1172.- Entregado a los almohades.

Reyes de Murcia.

Abú Muhammad Abd al-Rahman ben al-Hayy al-Lurqi (1145).
Abd Allah ben Faray al-Tagri (1145).
Ibn Abi Yafar al-Jusani (1145).
Abú Abd al-Rahman Muhammad ben Tahir al-Qaysí (1145).
Abú Muhammad Abd Allah ben Iyad (1145).
Ahmad al-Mustansir Sayf al-Dawla (Zafadola) (1145-1146).

------- Anexionado por Valencia en 1146.

¿Reyes de Carmona?

Dardus (¿?).
Ibn Ganiya (¿-1148).

------- Entregado a los almohades en 1148.

Ibn Mardanis "rey Lobo" (1160-1161).

------- 1161.- Conquistado por los almohades.

Rey de Jaén.

Ahmad al-Mustansir Sayf al-Dawla (Zafadola) (1145).

------- 1145.- Anexionado a Córdoba por Ibn Ganiya.

------- 1148.- Entregado a los almohades.

Ibn Mardanis "rey Lobo" (1159-1168).

------- 1169.- Entregado a los almohades por Ibn Hamusk.

Reyes de Almería.

Abú Abd Allah ben Maymun (1145-1146).
Abd Allah ben Muhammad ben al-Ramimi (1146-1147).

------- Conquistado por Alfonso VII de Castilla y León en 1147.

------- 1157.- Conquistado por los almohades.

Reyes de Guadix-Baza.

Ahmad ben Malham (1145-?).
¿Azkas? (¿?).

Ibn Mardanis "rey Lobo" (1151-1171).

------- 1171.- Conquistado por los almohades.

Rey de Purchena.

Ibn Miqdam (¿?).

------- 1157.- Conquistado por los almohades.

Rey de Baleares.

Muhammad ben Alí ben Ganiya (h.1147-1155).
Ishaq ben Muhammad (1155-1184).
Muhammad ben Ishaq (1184-1184).
Alí ben Ishaq (1184-1185).
Muhammad ben Ishaq (1185-1187).
Tasufín ben Ishaq (1187).
Abd Allah ben Ishaq (1187-1203).

------- 1203.- Conquistado por los almohades.

Rey de Ronda.

Abú l-Qasim Ahyal (1145-1146).

------- 1146.- Entregado a los almohades.

Rey de Jerez.

Abú l-Gamr ben Azzun (1145-1146).

------- 1146.- Entregado a los almohades.

Reyes de Tejada.

Sin datos.

------- ¿?.- Entregado anexionado por los almohades.

Reyes de Aznalcázar.

Sin datos.

------- ¿?.- Entregado anexionado por los almohades.

Reyes de Constantina y Hornachuelos.

Sin datos.

------- ¿?.- Entregado anexionado por los almohades.

Reyes de Alcalá la Real.

Sin datos.

------- ¿?.- Entregado anexionado por los almohades.

Rey de Segura.

Ibrahim ben Ahmad ben Hamusk (1146-1169).

------- 1169.- Entregado a los almohades.

Arriba