Resumen

Hisham II fue entronizado califa por segunda vez en julio de 1010. Había sido aupado por el general eslavo Wadih, jefe de la Marca Media, y por los saqalibas (élite militar y de altos funcionarios eslavos) que habían regresado de Levante llamados por el general. Su participación en el derrocamiento y muerte del califa Muhammad II al-Mahdí, les permitió formar un grupo de poder que les proporcionó volver a tener los asuntos públicos en su poder, como ya había ocurrido en tiempos de los amiríes (Almanzor y sus hijos).

Hisham II, que había nombrado hayib (chambelán o primer ministro) a Wadih, fue un juguete en sus manos, como lo había sido en la de los amiríes. Su entronización no consiguió la unión del pueblo alrededor de su persona. Los bereberes que apoyaban a Sulayman al-Mustaín, el califa que había sido depuesto por Muhammad II, se negaron a reconocerlo y la aristocracia omeya se decantó por Sulayman.

En noviembre de aquel año, los bereberes llegaron a Córdoba y se instalaron en Medinat al-Zahara después de asaltarla y matar a su guarnición. Desde allí iniciaron un bloqueo a la capital para rendirla por hambre. Simultáneamente recorrieron los distritos de Elvira, Jaén, Málaga y Algeciras para someterlos a su influencia y hacer que reconocieran la soberanía de Sulayman.

Parte de las tropas bereberes que fueron a Jaén hicieron una incursión contra la zona de Levante y capturaron varios cientos de notables pertenecientes al ejército y a la administración. El déficit de élites que se produjo hizo posible, seguramente, que dos eslavos sin relevancia política como Mubarak y Muzaffar, se afirmaran como los primeros soberanos de lo que sería la taifa de Valencia.

Un nuevo problema vino a empeorar la situación de Hisham II y de Wadih cuando llegó una embajada de Sancho García, conde de Castilla, para reclamar las fortalezas prometidas durante el primer califato de Sulayman. Los bereberes pasaron el asunto a Hisham II y a Wadih. Estos, a cambio de que los castellanos se abstuvieran de atacar la Marca Media, tuvieron que entregar las plazas fuertes de San Esteban, Clunia, Osma y Gormaz situadas en la línea del Duero.

Pasaron los meses y la situación en Córdoba se agravó cuando hubo que alimentar a más bocas, ya que los campesinos de los alrededores, que habían abandonado sus tierras porque los bereberes se habían adueñado de sus reservas de víveres, se refugiaron en la ciudad. Los cordobeses pidieron que se combatiera a los sitiadores, pero no quisieron aportar nada para sufragar los gastos militares. Las desgracias continuaron cuando en la primavera, una gran crecida del Guadalquivir derribó dos mil casas muriendo miles de personas, y cuando en el verano se declaró una peste que diezmó la población.

Ante la imposibilidad de resolver la situación, Wadih decidió huir, pero el jefe de la policía urbana, Ibn Wadaa, lo impidió cortándole la cabeza en octubre de 1011.

Gracias a las medidas que adoptaron Ibn Wadaa y el visir Ibn al-Munawí, Córdoba pudo resistir un año y medio más. Ambos, partidarios de la resistencia a ultranza, esperaban que los leales de las Marcas acudieran a salvar la capital. Propusieron y no convencieron al jefe bereber Zawí ben Zirí que abandonara el bando de Sulayman. En el verano de 1012, Hisham II, aconsejado por los dignatarios cordobeses, propuso la entrega de la ciudad a Sulayman bajo ciertas condiciones. No hubo respuesta. Los bereberes eran cada día más agresivos y los enfrentamientos con los cordobeses junto a las murallas eran cada vez más frecuentes y siempre favorables a los bereberes.

La descomposición territorial de al-Andalus iba en aumento. En aquel año de 1012, tropas bereberes que amenazaron la región de Tudmir (Murcia) fueron expulsadas por el eslavo Jayran, indicando con ello que su autoridad era la única reconocida por la población. También en Almería, el eslavo Aflah se hizo con el poder expulsando al gobernador nombrado por Córdoba.

En mayo de 1013, el cadí de Córdoba junto con algunos alfaquíes se dirigió al campamento bereber y pidió la paz. Esta fue concedida previo pago de una fuerte indemnización. Después de dos días de rapiñas y matanzas por parte de los bereberes deseosos de venganza por la resistencia de los cordobeses, Sulayman al-Mustaín hacía de nuevo su entrada en la capital y comenzaba su califato por segunda vez.

Sobre la suerte de Hisham II, los cronistas musulmanes no se ponen de acuerdo. Unos creen que pudo escapar y dirigirse a Oriente, otros afirman que fue estrangulado por sicarios de un hijo de Sulayman en mayo de 1013.

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