Resumen

En mayo de 1013, después de un largo asedio, Córdoba se rindió a los bereberes partidarios de Sulayman ben al-Hakam al-Mustaín. Este tardó dos días en tomar posesión del califato por segunda vez. Tiempo que los bereberes dedicaron al pillaje y al asesinato indiscriminado dentro de la capital.

La profunda crisis política que afectaba al califato y la guerra civil en Córdoba aumentó la gran inestabilidad existente en todo al-Andalus. Aunque el proceso de fragmentación política de al-Andalus ya se había iniciado a partir de 1009 con la constitución de territorios casi autónomos, fue en este segundo califato de Sulayman al-Mustaín cuando comenzaron a crearse los primeros “reinos de taifas” a base de legitimar los ya existente o creando otros nuevos.

Después de haber entronizado a Sulayman al-Mustaín, los bereberes, que se habían adjudicado los puestos más altos del califato, constataron que la Marca Media y Levante no se someterían al nuevo califa y que la unidad política de al-Andalus prácticamente había desaparecido. Por ello, y para asegurar su porvenir, pidieron a Sulayman al-Mustaín que les concediera feudos y ciudades en las zonas fieles al califa. Este, completamente mediatizado por los que lo habían llevado al poder, especialmente los ziríes, aunque no exclusivamente, repartió el territorio de al-Andalus entre ellos. Aunque casi inmediatamente este reparto tuvo numerosas modificaciones, ya que muchos de aquellos personajes y familias fundaron sus dinastías en territorios diferentes a los adjudicados.

Aunque el proceso de fragmentación política de al-Andalus ya se había iniciado durante el primer reinado de Sulayman al-Mustaín, en 1009 y 1010, con la independencia de algunos territorios y con la gran autonomía de otros con respecto al poder central, fue en este segundo califato cuando comenzaron a crearse los primeros “reinos de taifas” a base de legitimar los ya existentes o creando otros nuevos.

Estos, entre otros, fueron los territorios asignados que se convirtieron en reinos de taifas:

Granada para los bereberes sinhaya de los Banu Zirí.
Morón para los bereberes de los Banu Dammar.
Carmona para los bereberes de los Banu Birzal.
Zaragoza para el árabe Mundir de los Banu Tuyibíes.
Ceuta fue entregada a Alí de los Banu Hammud en calidad de gobernador.

Además, Sulayman al-Mustaín legitimó los gobiernos locales de jefes árabes, bereberes o eslavos que ya existían. Estos fueron los casos, entre otros, de:
Alpuente, donde gobernaba Abd Allah I de los Banu Qasim.
Badajoz, en poder del régulo eslavo Sabur.
Denia, en poder del régulo eslavo Muyahid de los Banu Amir.
Toledo, donde gobernaba Muhammad ben Yais de los Banu Yais.
Valencia, en poder de los régulos eslavos Mubarak y Muzaffar.
Almería, donde gobernaba el régulo eslavo Aftah.
Arcos, en poder de Muhammad I de los Banu Jizrun.
Murcia, en poder del régulo eslavo Jayran.
Albarracín, donde gobernaba Hudayl de los Banu Razin.
Saltés y Huelva, donde gobernaba Abd al-Aziz de los Banu Bakr.

En diciembre de 1014, el eslavo Muyahid, señor de la taifa de Denia, consideró necesario, para legitimarse, tener su propio califa, por lo que proclamó a un modesto príncipe omeya llamado Abd Allah al-Muaytí y que le duró pocos meses. Contra esta proclamación, otros eslavos de otras taifas, entre ellos Jayran, que se había apoderado ese mismo año de Almería eliminando al anterior régulo, proclamaron engañosamente a Hisham II, puesto que posiblemente ya habría muerto el año anterior.

Cuando el bereber Alí ben Hammud, que se autoproclamaba descendiente del rey de Fez Idris II, llegó a la sede del gobierno de Ceuta ordenó asesinar a su cadí y a un influyente alfaquí porque, según él, se habían atrevido a criticarlo ante Sulayman al-Mustaín. El nuevo gobernador, que sentía un escaso aprecio por el califa que lo había nombrado, se consideraba heredero de Hisham II porque este, afirmaba, así lo había designado. Por ello, se declaró independiente de Córdoba y, con el pretexto de liberar a Hisham II, decidió apoderarse del califato.

En la primavera de 1016, después de haber negociado la neutralidad o el apoyo de los jefes políticos del sur de al-Andalus, especialmente de Zawí ben Zirí y de Jayran, Alí ben Hammud atravesó el Estrecho de Gibraltar, se dirigió a Málaga, que le fue entregada por su gobernador, y luego marchó contra Córdoba.

Privado de sus tropas bereberes, la resistencia que ofreció Sulayman al-Mustaín fue casi nula. El 1 de julio de 1016, Alí ben Hammud entró triunfalmente en Córdoba. Exigió la entrega del cadáver de Hisham II y luego lo enterró en el panteón real de los omeyas. Sulayman al-Mustaín, convicto de regicidio fue ejecutado por el propio Alí ben Hammud. Al día siguiente fue proclamado califa con el mismo título honorífico que utilizó Abd al-Rahman III: al-Nasir li-din Allah (el que combate victoriosamente por la religión de Allah). Con él, se introducía en el califato de Córdoba una nueva dinastía: la de los Hammudíes.

Sucesos contemporáneos

Reyes y gobernantes coetáneos

Arriba