Resumen

El 9 de noviembre de 1009, Sulayman ben al-Hakam ben Sulayman, bisnieto de Abd al-Rahman III, fue proclamado califa en la mezquita mayor de Córdoba y tomó el título honorífico de al-Mustaín bi-llah (el que busca el auxilio de Dios). Los bereberes sinhayas de Zawi ben Zirí y las tropas de Sancho García, conde de Castilla, habían sido las que lo llevaron al califato destronando a Muhammad al-Mahdí. Este consiguió huir de Córdoba y refugiarse en Toledo, donde se puso bajo la protección del general Wadih, jefe de la Marca Media, que le seguía considerando como el único califa legítimo.

Sulayman tuvo el gesto de descolgar el cadáver mutilado de Abd al-Rahman “Sanchuelo” y darle sepultura. A continuación logró convencer a Sancho García para que admitiera una demora en la entrega de las plazas prometidas por su ayuda.

Durante este reinado comenzó la disgregación territorial de al-Andalus, debido a que varios de ellos se declararon independientes y en otros los jefes locales comenzaron a comportarse con una gran autonomía respecto al poder central. Solamente las provincias del Sur acataron al nuevo califa. En la capital, los cordobeses, que sabían que el poder estaba en manos de los bereberes, los agredían constantemente cuando se atrevían a circular a solas por sus calles. Para aislarlas de la plebe, Zawí ben Zirí instaló prudentemente a sus tropas en Medinat al-Zahra.

Para afianzarse en el trono, Sulayman decidió atacar a Muhammad al-Mahdí y a sus partidarios. En enero de 1010, marchó contra Toledo y luego contra Medinaceli, pero la falta de éxitos y el mal tiempo le obligó a regresar a Córdoba en abril de aquel año.

Para recuperar el califato en nombre de Muhammad al-Mahdí, el general Wadih se entrevistó en Tortosa con los condes Ramón Borrell de Barcelona y Armengol I de Urgel para pedirles ayuda militar. Bajo condiciones muy abusivas, los condes accedieron y unieron sus tropas a las de Wadih. Los aliados se reunieron con Muhammad al-Mahdí en Toledo, y desde allí marcharon hacia Córdoba. En mayo de 1010, Sulayman salió de la capital para enfrentarse a ellos con las únicas tropas que le eran leales, los bereberes. El encuentro tuvo lugar en El Vacar, a unos veinte kilómetros al norte de Córdoba. En un principio la ventaja fue para los bereberes, pero la huida de Sulayman, que pensó equivocadamente que estaba copado, provocó la desbandada de su ejército. Estos recogieron a sus familias y se retiraron hacia el Sur con Sulayman.

Al día siguiente, Muhammad al-Mahdí y el general Wadih, al frente de sus tropas entraron triunfalmente en Córdoba. Terminaba así el primer califato de Sulayman y comenzaba el segundo califato de Muhammad al-Mahdí.

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