Ir a Inicio
Ir a Califato, emirato y reinos en al-Andalus

Ir a Emirato omeya
independiente

Ir a Califato de Córdoba
Ir a Califa anterior
Ir a Califa posterior
en al-Andalus

Hisham II
3er
Califa de al-Andalus (965<976-1009>1013) 1ª vez

Dictaduras de Almanzor y de sus hijos

Genealogía

 

Resumen

Abú l-Walid Hisham nació en 965 en Córdoba y era hijo del califa al-Hakam II y de la concubina vascona Subh. Tenía once años cuando murió su padre ante la sola presencia de los dos eslavos más importantes de la corte: Faiq al-Nizamí y Chawdhar. Estos decidieron entregar el califato a al-Mugira, joven hermano de al-Hakam II, para así conservar sus privilegios al deberles su acceso al trono. Hicieron que el bereber Chafar al-Mushafí, hayib (primer ministro o chambelán) del difunto califa, acudiera a palacio para informarle de la decisión. El hayib, temiendo por su vida, disimuló estar de acuerdo. Luego, después de salir de palacio, reunió con urgencia a los altos dignatarios del califato y decidieron rechazar la solución de los eslavos y asesinar al pretendiente, que ignoraba ser el destinatario de la conspiración. Uno de los asistentes a la reunión, Abú Amir Muhammad ben Abi Amir al-Maafirí (el futuro al-Mansur = Almanzor) fue el designado para asesinar al joven príncipe. A pesar de sus protestas de lealtad al nuevo califa, al-Mugira fue estrangulado por los hombres de Ibn Abi Amir. Al día siguiente, Hisham II fue entronizado con todo esplendor y tomó el título honorífico de al-Muayyad bi-llah (el que recibe la asistencia victoriosa de Allah).

Al-Mushafí y su antiguo protegido Ibn Abi Amir se aliaron para descubrir y castigar las casi seguras conspiraciones que los eslavos y algunos notables de palacio harían contra ellos. Por coincidir los intereses de su hijo con los de los dos prohombres, la princesa Subh se unió a ellos. El fomento de la popularidad del califa fue uno de los pasos que siguieron para desacreditar cualquier intento de suplantación.

En 976, al Mushafí e Ibn Abi Amir alcanzaron el máximo poder en el califato, ya que el primero fue confirmado como hayib y el segundo fue nombrado visir. Ibn Abi Amir consiguió, a base de espías, sobornos y promesas en palacio y en el ejército, cercar a sus enemigos y lograr que muchos de ellos se le unieran y otros tuvieran que abandonar. Como fue el caso de los dos consejeros eslavos de al-Hakam II, que sufrió destierro uno y dimitió el otro.

La muerte de al-Hakam II y la minoría de edad del nuevo califa fueron aprovechadas por algunos señores de la frontera noroccidental del reino de León para reiniciar los ataques contra el califato. La respuesta no se hizo esperar. En un consejo de guerra se decidió enviar una expedición de castigo. El mando lo ostentó Ibn Abi Amir, que había maniobrado para conseguir el cargo ante Subh, su más que posible amante. La abundancia de fondos que consiguió le permitió elegir y armar un buen ejército que salió de Córdoba en febrero de 977. Los expedicionarios solamente asediaron un castillo, situado en la actual provincia de Salamanca, y asolaron su arrabal donde tomaron botín y prisioneros. Los resultados de la incursión fueron escasos, pero la popularidad de Ibn Abi Amir aumentó entre el pueblo y el ejército.

En ese mismo año comenzó una serie de intrigas para apartar del poder a al-Mushafí. Una de las excusas fue el haber encumbrado a su familia en puestos importantes y lucrativos dentro de la administración del califato. Entre sus enemigos se encontraba el general Galib, jefe militar de la Marca Superior y gobernador de Medinaceli, que no desperdiciaba ninguna ocasión para crearle dificultades. Ibn Abi Amir, considerando la situación útil a sus intereses, se puso de parte del general, pero sin hacerlo notar. Consiguió que, por decreto califal, se nombrara “doble visir” al general y que, además, recibiera tropas de refuerzo procedentes de Córdoba que estarían al mando del propio Ibn Abi Amir. De este modo, el general y el visir emprendieron una exitosa campaña que consiguió la toma del castillo de Mola, la captura de numerosos prisioneros y un gran botín. A su regreso a Córdoba, el visir, con la aquiescencia de Galib, se autonombró prefecto de la ciudad, cargo que arrebató a un hijo de al-Mushafí. Con esta acción, el hayib comprendió que tenía un nuevo enemigo fuertemente apoyado por las mujeres de la corte, por el general y por los dignatarios árabes. Para salvar su situación, al-Mushafí intentó atraerse a Galib pidiendo para un hijo la mano de Asma, hija del general. Cuando el contrato matrimonial ya estaba firmado, Ibn Abi Amir convenció a Galib para que se volviera atrás y le concediera su hija a él mismo.

Simultáneamente a estos acontecimientos, Galib e Ibn Abi Amir realizaron una campaña que les llevó a conquistar los arrabales de Salamanca tras haber tomado varios castillos. En recompensa por el éxito obtenido, Subh consiguió que Abi Amir fuera nombrado “doble visir”, el mismo título que ostentaba Galib.

A comienzos de 978, se celebró en Córdoba con gran esplendor y con la aquiescencia de Subh, el matrimonio entre Ibn Abi Amir y la hija de Galib.

En la primavera de aquel año, el hayib al-Mushafí fue destituido y encarcelado junto con sus hijos. Inmediatamente, Ibn Abi Amir se hizo con el nombramiento de hayib y con todos sus privilegios. Después de un largo proceso, al-Mushafí fue asesinado en la prisión cinco años más tarde.

En aquel mismo año, en el norte de África, Chafar ben Alí ben Hamdun, que ostentaba junto con su hermano Yahya la máxima representación del poder omeya por nombramiento de al-Hakam II, realizó una desastrosa campaña contra los bereberes bargawata en la zona atlántica. Ibn Abi Amir aconsejó que regresara a Córdoba y dejara el mando a su hermano.

En 979, una conjura para asesinar a Hisham II y colocar en el trono a otro nieto de Abd al-Rahman III estuvo a punto de triunfar. Entre los conspiradores se encontraban, entre otros, partidarios de al-Mushafí, el antiguo eslavo Chawdhar, el nuevo prefecto de Córdoba y un hijo de un famoso cadí que pertenecía a un movimiento que intentaba cambiar la práctica jurídica de los alfaquíes. Fracasada la intentona, el prefecto, para salvar su vida, metió en prisión a todos los conjurados, que más tarde fueron condenados y ejecutados. Al hijo del cadí se le aplicó la crucifixión porque Ibn Abi Amin necesitaba congraciarse con los alfaquíes. Además, intentaba cortar los rumores que circulaban entre la gente de ser poco piadoso y de tener costumbres escandalosas impropias de su cargo. Por ello, comenzó a mostrarse como un hombre piadoso y a realizar actos que halagaban el puritanismo de las gentes, como la quema de numerosísimos libros de ciencias de la biblioteca de al-Hakam II.

En Medinat al-Zahra, cerca de Córdoba, estaba la alta administración del califato y el palacio donde vivía el califa y la corte. Hisham II, que todavía no había alcanzado la mayoría de edad, tenía cualidades suficientes para haberse podido convertir en un buen dirigente, pero el aislamiento al que estaba sometido y la vida de placeres de todo tipo que no escatimaba, le llevaron a una progresiva anulación de su personalidad que ni Ibn Abi Ami ni su madre intentaron atajar.

En 981, Ibn Abi Amir trasladó la Administración del califato a su lujosa y nueva residencia de Medinat al-Zahira, que había empezado a construir dos años antes cerca de Córdoba. Desde ella, el hayib manejó a su antojo todos los asuntos políticos, militares y presupuestarios del califato sin tener que dar cuentas, aunque sólo sea formalmente, al joven califa. Una de sus primeras medidas fue la de anular por completo la influencia de Hisham II anunciando que este deseaba dedicarse exclusivamente a asuntos piadosos y, para aislarlo por completo, rodeó su residencia con un muro y un doble foso e instaló una policía especial para impedir las visitas al califa sin una autorización expresa. También ordenó a Chafar ben Alí ben Hamdun, jefe del ejército mercenario bereber del norte de África, que acudieses a Córdoba con sus tropas. Su intención era hacerse con la fidelidad del ejército reorganizándolo a partir de aquellas tropas que estaban perfectamente equipadas, bien armadas y con excelentes jefes a los que colmó de prebendas. Las compañías de cristianos mercenarios serían auxiliares de las bereberes y las restantes tropas árabes quedarían postergadas a un tercer lugar sin atender a sus tradicionales derechos tribales.

Debido a que el califato estaba tranquilo, los negocios prosperaban y no había corrupción, el pueblo no protestó ante aquellas actuaciones. Solamente el general Galib manifestó su desacuerdo. El desencuentro entre los dos mandatarios se aceleró y estalló aquel mismo año de 981. El enfrentamiento comenzó cuando en una fiesta familiar en el castillo de Atienza, a unos cuarenta kilómetros al oeste de Medinaceli, el general recriminó y agredió a Ibn Abi Amir por su comportamiento. El hayib tuvo que huir y se refugió en Medinaceli. Desde allí se preparó para atacar a Galib. Con la ayuda del conde de Castilla García Fernández y la de Ramiro, rey de Viguera y hermano del rey de Pamplona, Galib pudo vencer en un primer encuentro. Ibn Abi Amir volvió a atacar pero esta vez, con la ayuda de Ibn Hamdun y sus tropas bereberes, consiguió la victoria, la muerte de Ramiro, la huida de García Fernández y la muerte de Galib, que fue encontrado muerto en el campo de batalla por una caída de caballo. Ibn Abi Amir envió a su hija en Córdoba la cabeza del general. A continuación atacó al reino de León y volvió a Córdoba. Para que continuase la campaña, dejó que Abd Allah ben Abd al-Aziz al-Marwaní “Piedra seca”, descendiente de al-Hakam I y gobernador de Toledo, se dirigiera a Zamora, residencia de Ramiro III de León, para asediar su alcázar. No consiguió la rendición, pero saqueó la ciudad y los campos de alrededor. Regresó a Córdoba con miles de cautivos.

Pocas semanas más tarde, ante la reedición de la alianza entre Ramiro III, el conde de Castilla García Fernández y el rey de Pamplona Sancho II Garcés “Abarca”, Ibn Abi Amir volvió a ponerse en marcha y encontró a los aliados en Rueda (en la actual provincia de Valladolid) donde los derrotó. Cerca de allí, en Simancas, volvió a derrotar a los cristianos. Fue a su regreso, cuando Ibn Abi Amir, libre de toda competencia, decidió tomar el sobrenombre honorífico de al-Mansur bi-llah (el victorioso por Allah) (Almanzor en el mundo cristiano), que sería pronunciado a continuación del nombre del califa en todas las mezquitas.

Poco tiempo después, Almanzor comenzó a suprimir sin ninguna piedad a cualquier dignatario que le hiciera sombra o estorbara su encumbramiento. Tal fue el caso de Ibn Hamdun que en 983, a la salida de una fiesta en Medinat al-Zahira fue asesinado por sicarios de Almanzor. Su delito había sido la gran popularidad que tenía en todo el califato.

En 984, Vermudo II, rey de León desde 982, logró arrebatar la capital al depuesto Ramiro III, y como tenía muchos enemigos entre los magnates del reino que no querían reconocerlo, pidió ayuda a Almanzor. Este, a cambio de pagar tributos, envió un ejército que lo afianzó en el trono, pero que no se marchó al acabar su cometido y ejerció una tutela opresiva sobre el reino leonés que duró hasta 987.

En 985, Almanzor inició su campaña número veintitrés, esta vez contra Barcelona. El recorrido lo hizo a través de Murcia, Levante y la costa mediterránea en una demostración de fuerza. El conde Borrell II intentó detenerlo, pero fue derrotado. Durante seis días sitió Barcelona por tierra y mar, al cabo de los cuales entró a saco matando a casi todos sus habitantes y tomando un gran número de cautivos. La ocupación de la ciudad fue temporal, ya que después de varios meses las tropas que dejó de guarnición se replegaron hacia el Ebro.

En aquel mismo año, regresó al Magreb, procedente de Egipto, el príncipe idrisí al-Hasan ben Gannun con la intención de recuperar sus antiguos dominios. Consiguió que muchos de sus partidarios le siguieran en su lucha contra los omeyas. Para atajar el problema, Almanzor envió un potente ejército al mando de su primo Abd Allah “Asqalacha”, en el que figuraban su hijo Abd Allah y el gobernador de Zaragoza Abd al-Rahman al-Tuyibí. Ante tamaña fuerza, al-Hasan ben Gannun se rindió. Asqalacha le perdonó la vida y lo envió a Córdoba. Almanzor no fue tan generoso y mandó decapitarle. Las protestas que realizó Asqalacha le costó la vida. Con la muerte de Ibn Gannun, la oposición de los idrisíes se deshizo definitivamente.

En 986, en contra de sus acuerdos con Almanzor, Vermudo II tomó la decisión de expulsar a las tropas cordobesas que se mantenían en el interior del reino de León. Almanzor respondió con una expedición que conquistó y devastó Coímbra en 987. Al año siguiente fue contra la capital del reino de León que conquistó en cuatro días y luego la demolió. A continuación atacó a Zamora, donde Vermudo II había acudido para fortificarla. La plaza cayó en pocos días y el leonés tuvo que huir.

En aquel 988, Zirí ben Atiya, jefe de los magrawa, fue invitado por Almanzor a acudir a Córdoba en visita oficial. Allí fue tratado con grandes honores y nombrado visir. Hacía dos años que Almanzor había ordenado a su jefe del ejército del norte de África, Hasan ben Ahmad ben Abd al-Wadud, que favoreciera a su clan en detrimento de los otros jefes zanatas y sobre todo al ifraní Yaddu ben Yala (todos ellos clanes de la misma tribu bereber). A pesar de lo cual, a su regreso, Zirí despreció los honores recibidos aunque se mantuvo dentro de la órbita omeya. Almanzor, para equilibrar la situación, también invitó a Yaddu ben Yala. Este desdeñó la invitación y se proclamó enemigo de Córdoba.

En 989, Abd Allah, hijo de Almanzor, urdió una conjura contra su padre para sucederle. Tuvo como cómplices a Abd al-Rahman ben Mutarrif, jefe de la frontera superior, y a Abd Allah “Piedra seca”, gobernador de Toledo. Conocedor de la conspiración, Almanzor aprovechó una campaña, la número cuarenta y cinco, contra el conde de Castilla García Fernández para abortarla. Acudió a Zaragoza y destituyó al gobernador, que más tarde sería decapitado. Luego, en compañía de su hijo sitió San Esteban de Gormaz, momento que aprovechó Abd Allah para desertar y ponerse bajo la protección de García Fernández. Como este rehusó entregar al huido, Almanzor lo presionó apoderándose de Osma y de Alcoba de la Torre. Al año siguiente, el conde tuvo que entregar a Abd Allah, que fue decapitado. El otro conspirador, Abd Allah “Piedra seca” se refugió en el reino de León, pero más tarde, en 995, fue entregado y sufrió prisión de por vida.

En 991, ante la rebeldía del ifraní Yaddu ben Yala, Almanzor ordenó a Ibn al-Wadud, gobernador del norte de África, que, con la ayuda de las tropas de Zirí ben Atiya, lo atacara. En la batalla que se dio, el ejército cordobés y los magrawíes fueron derrotados y el gobernador resultó mortalmente herido. Pero a finales de año, la unión de las tropas de Zirí ben Atiya con las de Abú l-Bahar, príncipe sinhaya de Ifriqiya que se había rebelado contra su gobierno y había proclamado la soberanía omeya, infringieron una grave derrota a las de Yaddu ben Yala, que tuvo que refugiarse en el desierto.

En aquel mismo año, Almanzor renunció al título de hayib y se lo entregó a su hijo Abd al-Malik.

En 992, después de sufrir varias derrotas, el rey de Pamplona Sancho II Garcés “Abarca” efectuó un viaje a Córdoba donde fue recibido con gran pompa por Abd al-Rahman “Sanchuelo”, niño de unos ocho años de edad, hijo de Almanzor, que lo había nombrado visir, y de una hija del rey pamplonés, de ahí su sobrenombre familiar. El rey de Pamplona besó el pie de su nieto en señal de humildad y luego, ya en la recepción, besó el suelo, las manos y los pies de su yerno.

En aquel año, los anteriormente coaligados en el norte de África, Zirí ben Atiya y Abú l-Bahar, tuvieron desavenencias que resolvieron en una batalla en la que fue derrotado Abú l-Bahar. De esa manera el magrawí Zirí ben Atiya obtuvo la supremacía en todo el Magreb occidental. Almanzor tuvo que admitir que el magrawí era el único posible representante del gobierno de Córdoba en aquella zona. A partir de aquel momento, Zirí ben Atiya fue incrementando la independencia de sus actuaciones con respecto a Córdoba.

En 993, Vermudo II de León entregó a su hija Teresa como concubina a Almanzor, aunque luego se casó con ella. Durante el viaje a Córdoba, esta echó en cara la cobardía de los nobles leoneses que la llevaban al pedir que intercediese ante Almanzor por sus intereses en lugar de luchar por ellos.

En 994, Almanzor alentó la sublevación de Sancho García contra su padre García Fernández, conde de Castilla, y luego la aprovechó para tomar, otra vez, San Esteban de Gormaz y Clunia. El conde respondió atacando varias veces la frontera musulmana. En una de aquellas correrías, ya en 995, fue herido y llevado prisionero a Medinaceli donde murió.

También en aquel año, Almanzor realizó dos incursiones, en la primera atacó a los descendientes del conde de Saldaña demoliendo la plaza de Carrión, y en la segunda arrebató a Vermudo II Astorga, su nueva capital. Acosado y traicionado por muchos de los suyos, el leonés pidió la paz y entregó a “Piedra seca”.

En 996, Hisham II continuaba bajo la tutela de Almanzor a pesar de los años transcurridos desde que alcanzó la mayoría de edad. Su madre Subh, que había pasado de amante a feroz enemiga de Almanzor, intentó recuperar la soberanía del califato para su hijo. Almanzor maniobró para abortar el movimiento legitimista y consiguió del califa un documento en el que, con todos los requisitos legales, se le confirmaba como único encargado de los asuntos del califato. Nunca más hubo un movimiento a favor de Hisham II.

En 997, Almanzor realizó la incursión más sonada en el mundo cristiano. El ataque a Santiago de Compostela. Además de su ejército, Almanzor contó con la ayuda de varios condes cristianos que se habían declarado sus vasallos. La ciudad fue totalmente destruida, excepto el sepulcro. Regresó a Córdoba con las campanas de la iglesia de Santiago y con las hojas de las puertas de la ciudad.

En aquel mismo año, el magrawí Zirí ben Atiya, representante del gobierno de Córdoba en el Magreb occidental, llevó a cabo actuaciones muy próximas a la insumisión. Almanzor tuvo que enviar tropas para intimidarlo. Zirí ben Atiya respondió rompiendo toda relación con Córdoba, aunque sin llegar a repudiar su juramento de fidelidad a Hisham II. Almanzor lo despojó de su dignidad de visir y envió un ejército contra él.

En 998, después de varios meses de encuentros sin importancia, el ejército cordobés mandado por el eslavo Wadih, jefe militar de la frontera en la Marca Media, logró sorprender al grueso de las tropas de Zirí ben Atiya y las derrotó ampliamente. Poco más tarde, Almanzor, para atraerse a los jefes bereberes que flaqueaban en su lealtad a Córdoba, envió más refuerzos mandados por su hijo Abd al-Malik. Este y Wadih volvieron a derrotar a Zirí que tuvo que huir herido. Aunque intentó de nuevo enfrentarse a los cordobeses, no lo consiguió y huyó con su familia al desierto. Abd al-Malik entró triunfante en Fez y fue nombrado gobernador del Magreb.

El magrawí Zirí ben Atiya no perdió su combatividad. Desde el desierto se dirigió a Ifriqiya donde intervino en la lucha sucesoria que se produjo a la muerte del rey zirí Ibn Buluggin, apoyando a los dos parientes que disputaban el reino a su heredero. Consiguió tomar tres plazas donde hizo proclamar la soberanía de Hisham II y de Almanzor. Luego envió una carta pidiendo perdón. Almanzor lo concedió e invitó a los ziríes rebeldes, que aceptaron, a integrarse en el ejército cordobés.

En 999, Almanzor repobló con musulmanes la plaza de Zamora y la dotó de una fuerte guarnición. En aquel año murieron Subh, madre de Hisham II y Vermudo II de León.

En el año 1000, el conde de Castilla Sancho García hizo un llamamiento a sus súbditos y a todos los hombres de las tierras cristianas para que tomaran las armas para ir contra Almanzor. Acudieron leoneses y pamploneses que se reunieron con los castellanos en el macizo montañoso de Peña Cervera, en el valle medio del Duero. En julio, las tropas de Almanzor llegaron a aquel lugar y se enfrentaron a sus enemigos. El resultado de la batalla iba siendo muy favorable para las armas cristianas, pero una maniobra de Almanzor y un error de interpretación del conde castellano cambiaron el signo de la contienda y la derrota de los cristianos fue un hecho. Después de la batalla, Almanzor estuvo durante un mes asolando las tierras de Castilla y de Pamplona.

En el verano de 1002, Almanzor realizó su última campaña contra tierras de la Rioja. A su regreso, la enfermedad que durante muchos años había padecido se agudizó y tuvo que ser llevado en litera. La comitiva llegó a Medinaceli y allí, en el lecho de muerte, Almanzor dio a su hijo y sucesor Abu Marwan Abd al-Malik una serie de consejos que constituían su testamento político. A los pocos días murió.

(La pretendida victoria de los cristianos sobre Almanzor en una batalla llamada de Calatañazor, y su muerte como consecuencia de ella, es una leyenda del siglo XIII).

Dejando atrás al ejército, Abd al-Malik se presentó en Córdoba y solicitó de Hisham II la confirmación de su sucesión. El califa no tuvo inconveniente en conferirle las mismas prerrogativas que había ostentado su padre. El traspaso de poderes se realizó sin ningún problema ni protestas. Abd al-Malik trató con mucha deferencia a Hisham II pero continuó con la política de aislarlo de los asuntos públicos.

En 1003, el conde de Barcelona Ramón Borrell aprovechó la nueva situación que se producía con la muerte de Almanzor para atacar la frontera musulmana. En respuesta, Abd al-Malik se dirigió con sus tropas a Medinaceli. Allí se le unieron las del general Wadih y las del conde de Castilla Sancho García, que lo hacían en cumplimiento de un reciente tratado. A continuación marchó hacia Zaragoza y Lérida para entrar en tierras del conde donde tomó dos castillos y continuó su avance hasta Castellolí y Manresa, desde donde regresó a Córdoba. El conde Ramón Borrell tuvo que enviar una embajada para pedir la paz.

En 1004, Abd al-Malik arbitró una querella entre Sancho García y el conde gallego Menendo González, tutor de Alfonso V de León, sobre quién tenía derecho a dicha tutela. El cordobés envió al juez mozárabe Asbag ben Abd Allah, que dio la razón al conde gallego. Sancho García, seguramente despechado por el laudo, rompió la tregua que tenía con al-Andalus. Abd al-Malik respondió recorriendo con sus tropas el territorio castellano sin encontrar ninguna resistencia. Sancho tuvo que ir a Córdoba para pedir la paz y comprometerse a tomar parte en futuras expediciones del cordobés.

En 1005, Abd al-Malik dirigió una campaña contra el noroeste leonés. Se reunió con el general Wadih y con Sancho García en Toledo y marcharon contra la región de Zamora, que fue devastada. La campaña terminó cuando llegaron al castillo de Luna.

En 1006, Abd al-Malik abortó una de las muchas conspiraciones que intentaban derrocarle. Ocurrió que un árabe de origen modesto y protegido de Almanzor, Isa ben Said, impulsado por aristócratas árabes, inició una conjura para derribar al mismo tiempo a Abd al-Malik y a Hisham II y colocar en el trono a Hisham ben Abd al-Chabbar, nieto de Abd al-Rahman III. Descubierto el complot, fue asesinado por sicarios amiríes, y el pretendiente fue encerrado en prisión y seguramente murió estrangulado.

En aquel mismo año, Abd al-Malik realizó una campaña contra el condado de Ribagorza, al nordeste de Barbastro. Seguramente, fue en esta expedición cuando la plaza de Roda, en el valle de Isábena, fue ocupada temporalmente por tropas musulmanas.

En 1007, Abd al-Malik tuvo que enfrentarse a una nueva alianza cristiana dirigida por Sancho García. El conde castellano sufrió un grave revés en su propio territorio perdiendo la plaza de Clunia, que fue nuevamente tomada y devastada por las tropas cordobesas. Esta campaña le valió a Abd al-Malik el título honorífico de al-Muzaffar (el Triunfador). El otro título que ostentaba era el de Sayf al-dawla (espada del estado), que había conseguido en vida de Almanzor.

En el verano de 1008, en una nueva campaña contra Sancho García, Abd al-Malik sufrió una derrota que los cronistas musulmanes achacaron a su enfermedad pulmonar. Después de regresar a Córdoba, volvió a salir para ir contra el castellano, pero no lejos de la capital, el 20 de octubre, murió.

Al día siguiente, Abd al-Rahman ben Abi Amir “Sanchuelo”, hermano menor de Abd al-Malik, tomó el poder. Era un hombre de unos veinticinco años, de talento mediocre, vanidoso y de vida desordenada. Algunos cronistas árabes lo acusan de no ser ajeno a la rápida y prematura muerte de Abd al-Malik. Aquel mismo día, solicitó y obtuvo de Hisham II el título honorífico de al-Mamun, el de Nasir al-dawla ya lo tenía.

Medio mes después, provocó el escándalo en todo al-Andalus. Con la ayuda de magnates de la corte y de alfaquíes ganados a su causa, pidió y consiguió que Hisham II, que no tenía hijos, le nombrara heredero en detrimento de sus familiares. Estos comenzaron a caldear la agitación que ya había prendido en la población.

A principios de 1009, Sanchuelo cometió una torpeza más al ordenar, seguramente aconsejado por Zawí ben Zirí y los otros jefes bereberes, sinhayas o zanatas, que todos los dignatarios y funcionarios se presentaran en su audiencia de los viernes tocados con el turbante tradicional de los bereberes, en lugar de sus altos y coloridos bonetes.

La situación por la que pasaba Córdoba fue aprovechada por los reyes y condes cristianos para atacar la frontera musulmana. En pleno invierno, Sanchuelo decidió absurdamente realizar una expedición contra ellos. No escuchó las advertencias de sus oficiales eslavos que le aconsejaron permanecer en Córdoba, pues tenían noticias de que se estaba preparando una rebelión. Esta se materializó cuando los conjurados eligieron para dirigir la revuelta a Muhammad ben Hisham ben Abd al-Chabbar, bisnieto de Abd al-Rahman III.

Según los planes previstos, los sublevados aguardaron a que Sanchuelo se dispusiera a entrar en territorio cristiano para iniciar la revuelta. Cuando esto sucedió, incitaron a las turbas a rodear el alcázar para intimidar a Hisham II, que lo habitaba en aquel momento. El califa intentó calmar a las multitudes saliendo a la terraza y mostrarse ante ellos, pero ante el abucheo general se retiró a su oratorio y ordenó a la guardia que no hiciese uso de las armas.

Mediante escalas y sin casi ninguna oposición, las hordas entraron en el alcázar y se dedicaron al pillaje. Hisham II, viéndose perdido, envió un mensajero a Muhammad ben Hisham ben Abd al-Chabbar pidiéndole el desalojo del palacio bajo la promesa de desposeer a Sanchuelo del Poder, devolver sus puestos a sus parientes omeyas y nombrarle heredero. Ibn Abd al-Chabbar se negó y mediante un eunuco le hizo saber que había tomado el Poder y le invitaba a abdicar en su favor. Hisham II no contestó, pero aquella misma noche los altos dignatarios, funcionarios y alfaquíes juraron fidelidad al nuevo soberano. Hisham II abdicó con palabras que fueron recogidas y autentificadas por dos notarios. A continuación, Muhammad ben Hisham ben Abd al-Chabbar fue entronizado y tomó el título honorífico de al-Mahdí bi-llah (el bien elegido por Dios).

 

Sucesos contemporáneos

Ir a los sucesos

 

Reyes y gobernantes coetáneos

León:

Reyes de León.

Ramiro III (966-985).
Vermudo II (985-999).
Alfonso V (999-1028).

Castilla:

Condes de Castilla. (Independiente de hecho de León).

García Fernández (970-995).
Sancho García (995-1017).

Navarra:

Reyes de Pamplona.

Sancho II Garcés "Abarca" (970-994).
García Sánchez II (994-1004).
Sancho III "el Mayor" (1004-1035).

Aragón:

Condado de Aragón.

------- Unido a Pamplona.

Condes de Ribagorza.

Unifredo II (970-979).
Arnaldo (979-990).
Isarno (990-1003).
Toda (1003-1010).

Cataluña:

Condes de Pallars.

Ramón II y Borrell I (948-996).
Suniario (996-1010).

Condes de Cerdaña.

Oliba Cabreta (965-988).
Wifredo II (988-1035).

Condes de Besalú.

Miró III "Bonfill" (965/6-984).

------- Desde 984 a 994. Perteneciente a Cerdaña.

Bernardo I "Tallaferro" (994-1020).

Condes de Ampurias.

Gausfredo I (931-991).
Hugo I (991-1040).

Condes de Barcelona.

Borrell II (947-992).
Ramón Borrell (992-1018).

Conde de Urgel.

------- (948-992).- Unido a Barcelona.

Armengol I (992-1011).

Francia:

Reyes de Francia.
(
Dinastía Carolingia).

Lotario II (954-986).

------- (Desde 962 se desvincula del Imperio).

Luis V "el Holgazán" (986-987).

Dinastía Capeta.

Hugo Capeto (987-996).
Roberto II "el Piadoso" (996-1031).

Emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico.

Otón II "el Rojo" (973-983).
Otón III (983-1002).
Enrique II "el Santo" (1002-1024).

Alemania:

Reyes de Germania. (Dinastía de Sajonia).

Otón I "el Grande" (936-973).
Otón II "el Rojo" (973-983).
Otón III (983-1002).
Enrique II "el Santo" (1002-1024).

Italia:

Reyes de Italia. (Norte).

------- (Perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico).

Dux de la República de Venecia.

Pietro IV Candiano (959-976).
Pietro I Orseolo (976-978).
Vitale Candiano (978-979).
Tribuno Memmo (979-991).
Pietro II Orseolo (991-1009).
Ottone Orseolo (1009-1026).

Estados Pontifícios. (Papas).

Benedicto VII (974-983).
Juan XIV (983-984).
Juan XV (985-996).
Gregorio V (996-999).
Silvestre II (999-1003).
Juan XVII (1003).
Juan XVIII (1004-1009).
Sergio IV (1009-1012).

Príncipe de Capua y Benevento. (Lombardos).

(Cronología incierta en los textos)

Pandulfo I "Testadiferro" (968-982).

------- 982.- Separación de los dos principados.

Príncipe de Benevento. (Lombardos).

------- 982.- Separación del principado de Capua.

Pandulfo II (982-1014).

Príncipes de Capua. (Lombardos).

------- 982.- Separación del principado de Benevento.

Landenulfo II (982-993).
Laidulfo (993-999).
Aldemaro (999-1000).
Landulfo VII (1000-1007).
Pandulfo II (1007-1022). (Con Pandulfo III (1007-1014) como corregente).

Príncipes de Salerno. (Lombardos).

Gisulfo I (946-978).
Pandulfo I “Testadiferro” (978-981). (También príncipe de Benevento, Capua y duque de Espoleto).
Pandulfo II (981).
Mansone (981-983). (Con Giovanni I (981-983) como corregente).
Giovanni II (983-994).
Guaimario III (994-1027).

Catapanes. (Catapanato bizantino de Italia).

Gregorio Tarcaniotes (999-1006).
Alexio Quifias (1006-1008).
Juan Curcuas (1008-1010).

Emires de Sicilia.

Alí (969-982).
Jabir (982-983).
Jafar I (983-985).
Abd Allah (985-986).
Yusuf (986-998).
Jafar II (998-1019).

Britania: Escocia:

Reyes de Alba.

Kenneth II (971-995).
Constantine (995-997).
Kenneth III (997-1005).
Malcolm II (1005-1034).

Inglaterra:

Reyes de Inglaterra.

Eadward II (975-978).
Aethelred II (978-1016).

Gales:

Reyes de Gwynedd.

Iago ab Idwal (950-979).
Hywel ap Ieuaf (979-985).
Cadwallon ap Ieuaf (985-986).
Maredudd ab Owain (986-999).
Cynan ap Hywel (999-1005).
Llywelyn ap Seisyll (1005-1023). (Rey de Powys y de Deheubarth).

Príncipes de Morgannwg. (Glywysing).

Idwallon ap Morgan (974-1005).
Rhys ap Owain (1005-1035) y Hywel ap Owain (1010-1043).

Reyes de Powys.

Owain ap Hywel (950-986).
Maredudd ab Owain (986-999).
Llywelyn ap Seisyll (999-1023).

Reyes de Deheubarth.

Owain ap Hywel (950-987). (Rey de Powys).
Maredudd ab Owain (986-999). (Rey de Powys).
Cynan ap Hywel (999-1005).
Edwin ab Einion (1005-1018).

Imperio bizantino. (Bizancio):

Emperadores.

Juan I Tzimisces (969-976).
Basilio II Bulgaroctono (976-1025) y Constantino VIII (976-1028).

Imperios árabes:  Califato abbasí:

Califas abbasíes. (Bagdad).

Al-Tai (974-991).
Al-Qadir (991-1031).

Califato fatimí:

Califas fatimíes. (al-Mansuriya) (En la actual Túnez).

Abu Mansur Nizar al-Aziz Billah (975-996).
Huséin al-Hakim Bi-Amrillah (996-1021).

Arriba