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Abd Allah
7º Emir independiente de al-Andalus (844<888-912>912)

Genealogía

 

Resumen

Abd Allah nació en Córdoba en 844 y era hijo del emir omeya Muhammad I y de una cautiva cristiana. En 888, sucedió en el emirato a su hermano mayor al-Mundhir que había muerto cuando sitiaba al rebelde muladí Umar ben Hafsun en la fortaleza de Bobastro. Abd Allah había llegado al campamento donde asistió a los últimos momentos de la vida de al-Mundhir. (Cronistas árabes como Ibn al-Qutiyya e Ibn Hazm no dudaron en acusar a Abd Allah de haber instigado la muerte de su hermano para apropiarse del trono). El propio Abd Allah comunicó la noticia a los sorprendidos generales que se encontraban en el exterior de la tienda de al-Mundhir. Allí mismo se hizo proclamar emir y, ante el desánimo de las tropas, ordenó el levantamiento del asedio para llevar el cadáver a Córdoba.

El nuevo emir era un hombre de gustos sencillos, excelente cultura y muy piadoso. Estaba dominado por los alfaquíes de Córdoba que estimulaban su devoción. También era desconfiado y siempre temió ser objeto de un atentado.

En 864, con una de sus esposas, Onneca o Íñiga, hija de Fortún Garcés de Pamplona, tuvo a su heredero Muhammad.

El acceso al trono del nuevo emir no impidió que la guerra civil, que había comenzado en reinados anteriores, continuara extendiéndose por todo el emirato. Muchos muladíes, bereberes y árabes se habían sublevado contra la autoridad de Córdoba. Consecuentemente, las regiones rebeldes dejaron de pagar los impuestos y la recaudación disminuyó drásticamente. Gracias a que encontró llenas las arcas del tesoro, Abd Allah pudo hacer frente al pago de las tropas fieles a su causa.

Uno de los mayores conflictos que tuvo que afrontar Abd Allah desde el principio hasta el final de su reinado fue la actuación del rebelde muladí Umar ben Hafsun. Este había intentado hostigar al nuevo emir cuando se retiraba hacia Córdoba con el cadáver de su hermano al-Mundhir. Pero Abd Allah, tratándole como a un gran señor, le pidió que no lo hiciera bajo la promesa de colmarle de honores durante su reinado. Ibn Hafsun aceptó y esperó el cumplimiento del compromiso. El emir hizo honor a su palabra y envió a Bobastro a su general Ibn Jamir con el encargo de tomarle el juramento de fidelidad y nombrarle gobernador de la provincia de Reyyo (Málaga). El muladí aceptó complacido, pero informado de que la guerra civil se intensificaba, volvió a rebelarse. Sus tropas saquearon las proximidades de Córdoba y en pocos meses su poder se extendió desde Algeciras a Murcia.

En la primavera de 889, Abd Allah decidió atacarle, pero la campaña no tuvo éxito. Ibn Hafsun le respondió con la toma de Estepa y Osuna y luego le ofreció el cese de las hostilidades. El emir aceptó y le invitó a participar con el general Ibn Jamir en una expedición contra el rebelde muladí Ibn Mastana. Ibn Hafsun traicionó al emir aliándose con el rebelde y cogiendo prisionero al general omeya. Después marchó a la región de Elvira, actual provincia de Granada, para apoyar a los muladíes contra los árabes, pero fue derrotado. El descalabro no mermó el poderío de Ibn Hafsun que señoreaba las provincias de Reyyo, Elvira y Jaén, además de numerosas plazas y ciudades. También se hizo con el castillo de Poley, Aguilar de la Frontera, desde donde saqueó constantemente la campiña cordobesa. Abd Allah intentó atraerse a Ibn Hafsun, pero al no conseguirlo decidió reunir sus tropas y enfrentarse personalmente al muladí. Cuando el emir estaba acampado, Ibn Hafsun intentó quemar por la noche su tienda. Fue descubierto y tuvo que huir bajo una lluvia de flechas.

En mayo de 891, los dos ejércitos se encontraron en las cercanías del castillo de Poley. A pesar de que Ibn Hafsun duplicaba en fuerzas al emir, fue derrotado y tuvo que refugiándose con los restos de su ejército en el castillo. Ante la defección de sus tropas que huyeron en la noche, Ibn Hafsun abandonó Poley y se internó en la serranía abatido por el desastre. El emir, después de apoderarse del castillo, rindió Écija y continuó hasta Bobastro, pero no pudo tomarlo. A continuación, después de recuperar Archidona, Écija, Elvira y Jaén, regresó a Córdoba. En 892, Ibn Hafsun tuvo que pedir una paz que el emir aceptó con la condición de que le enviara a uno de sus hijos como rehén. El muladí intentó engañar al emir enviándole un impostor, pero fue descubierto. Sintiéndose otra vez fuerte, volvió a rebelarse y recuperó Archidona y Elvira; derrotó a los árabes en la vega de Granada y terminó apoderándose de Jaén.

Durante seis años, Ibn Hafsun, que había perdido Elvira, permaneció casi inactivo, pero en 897 recobró temporalmente Écija y Abd Allah le atacó con escaso éxito. En 899, Ibn Hafsun se convirtió al cristianismo y, aunque ganó el favor de los mozárabes, perdió el de muchos muladíes, alguno de los cuales tomaron las armas contra él. En 900, se alió con el señor de Sevilla, el yemení Ibrahim ben Hachchach, enemigo de Abd Allah. En 901 negoció una tregua con el emir al que entregó varios rehenes, pero la rompió en 902. Poco después el muladí sufrió una grave derrota cerca de Estepa, a partir de la cual, su poderío empezó a declinar lentamente. Desde entonces, todos los años las tropas cordobesas recuperaron plazas y ciudades que estaban en poder de Ibn Hafsun.

Otro grave conflicto ocurrió al comienzo del reinado de Abd Allah. En 889, en la región de Elvira se produjeron graves enfrentamientos entre árabes y muladíes. Hay que hacer constar, que los rebeldes no presentaban un frente común contra el emir y que las escaramuzas entre ellos eran constantes. Ocurrió que los muladíes, que eran fieles al emirato, sufrían continuos ataques y derrotas por parte de la facción de los árabes qaysíes, contraria al emir. En un ataque por sorpresa los muladíes mataron al jefe árabe. En respuesta, los árabes atacaron y causaron numerosas bajas a los muladíes además de apoderarse de varios de sus castillos. El gobernador omeya aceptó la petición de ayuda de los muladíes y se enfrentó a los árabes, pero fue derrotado. El poder de los qaysíes aumentó al unirse a sus compatriotas de las regiones vecinas. Los muladíes pidieron ayuda al emir y este intentó buscar una solución pacífica concediendo privilegios a los árabes si cesaban las hostilidades. Los árabes aceptaron, pero como disponían de un gran contingente de tropas, e instigados seguramente por el emir, decidieron atacar a los partidarios de Ibn Hafsun en los territorios limítrofes con Elvira.

Los muladíes consideraron rotas las condiciones de paz y nuevamente atacaron a los árabes que sufrieron graves pérdidas y fueron cercados en el castillo de la Alhambra. En una salida afortunada, los árabes lograron una gran victoria sobre sus enemigos. Después de la derrota, los muladíes sólo tuvieron la opción de echarse en brazos de Ibn Hafsun. Este penetró en Elvira para enfrentarse a los árabes, pero fue derrotado. Más tarde, en 892, Ibn Hafsun consiguió vencerlos. Durante varios años, las disensiones entre los árabes y las querellas entre los muladíes agotaron a las dos facciones en beneficio de los intereses de Abd Allah.

En el mismo año de 889, una serie de conflictos tuvieron lugar en la región de Sevilla. Aprovechando la anarquía reinante, Kurayb ben Jaldún, gran señor árabe yemení, decidió beneficiarse de ella. Reunió a otros árabes de su etnia y a sus clientes bereberes y arremetió contra los muladíes de la provincia. Con la alianza de los insurrectos de las regiones de Sidonia y Niebla, logró extender su influencia por la zona occidental del emirato. Como reacción, se le enfrentó una liga de muladíes, árabes y bereberes enemigos del yemení, que no pudo impedir que los bereberes de Mérida y Medellín atacaran los suburbios de Sevilla y vencieran al gobernador omeya. A continuación, Kurayb no tuvo inconveniente en aliarse, a pesar de ser muladí, con el señor de Badajoz, Abd al-Rahman ben Marwan al-Chilliqí para continuar sembrando la anarquía y minar la autoridad del emir. La situación se tornó imposible y el camino de Córdoba a Sevilla se encontró infestado de bandidos ante la inacción del emir. El muladí Muhammad ben Galib se ofreció y obtuvo el permiso de Abd Allah para restablecer el orden en el camino a Córdoba que consiguió desde el castillo de Siete Torres. Kurayb considerando la nueva situación contraria a sus intereses, logró convencer a la familia yemení de los Banu Hachchach para atacar a Ibn Galib en su fortaleza, pero fueron rechazados.

Durante el enfrentamiento un árabe de los Banu Hachchach fue muerto por un muladí. Los árabes, a pesar de su hostilidad hacia el emir, le pidieron justicia, pero este, para no comprometerse con ninguna facción, envió a su hijo y heredero Muhammad a Sevilla para que después de informarse le propusiera una solución. El príncipe dio largas al asunto y permitió que Ibn Galib volviera a su castillo para asegurar el camino a Córdoba. Kurayb y los Banu Hachchach no aceptaron la situación y siguieron clamando venganza. En represalia tomaron Coria del Río y Carmona respectivamente. Abd Allah, aconsejado por sus visires, ordenó asesinar a Ibn Galib con lo que consiguió satisfacer a Ibn Hachchach que devolvió la fortaleza de Carmona. Este asesinato desencadenó la furia de los muladíes sevillanos que con sus aliados llegaron hasta la residencia del príncipe y se enfrentaron a su guardia. La llegada de refuerzos hizo que los muladíes se dispersaran y sufrieran una gran matanza. La calma que siguió a la amnistía que concedió Abd Allah a todos los participantes fue poco duradera.

Después de varios asesinatos de miembros de su familia, el gobernador omeya de Sevilla dio carta blanca a los Banu Jaldún y Banu Hachchach para reprimir a los muladíes. Millares de cristianos y muladíes fueron asesinados. Durante estos acontecimientos que ocurrían en el año 891, el líder Abd Allah ben Hachchach murió en una celada instigada por el gobernador. Fue sustituido por su hermano Ibrahim que vengó su muerte. Después de lo cual marchó contra el gobernador, que, viéndose perdido, se le enfrentó y fue muerto. La autoridad del emir quedó malparada y cayó bajo la influencia de los rebeldes.

En ese año de 891, en una intriga palaciega, al-Mutarrif, hermanastro del príncipe heredero Muhammad, le acusó de conspiración, seguramente cierta, y consiguió que su padre lo encarcelara. Cuando por falta de pruebas iba a ser liberado, al-Mutarrif entró en la celda y lo cosió a puñaladas con el consentimiento expreso del emir. Pocos días antes del asesinato, nació en Córdoba el hijo de Muhammad, el futuro Abd al-Rahman III.

En 895, Abd Allah nombró un nuevo gobernador de Sevilla y envió a su tío Hisham en su representación, pero los verdaderos amos de la ciudad, los yemeníes Ibn Jaldún e Ibn Hachchach, no dudaron en encerrarlo en su propio palacio e incluso asesinar a su hijo Mutarrif. El emir se decidió a enviar un ejército al mando de su visir favorito el general Abd al-Malik y de su hijo el príncipe al-Mutarrif para restablecer su autoridad. Después de atacar a varios castillos rebeldes de los distritos de Jerez, Arcos y Medina Sidonia, al-Mutarrif, que había matado al general Abd al-Malik, regresó a Sevilla donde Kurayb le negó la entrada. Al-Mutarrif dejó pasar la provocación y regresó a Córdoba con el hermano de Kurayb y con el hijo Ibn Hachchach como prisioneros. Después de depositar el rescate, fueron puestos en libertad y quedaron como rehenes, pero los dos líderes yemeníes Kurayb e Ibrahim continuaron despreciando la autoridad del emir y se repartieron el mando de la región sevillana.

La desconfianza enfermiza del emir hizo que ordenase decapitar a su hijo al-Mutarrif por una acusación de traición. No fue el único, ya que eliminó a varios de sus hermanos apoyándose, casi siempre, en falsas acusaciones.

En 899, la alianza de las dos familias yemeníes quedó rota cuando Kurayb ben Jaldún y su hermano Jalib fueron asesinados por sicarios de Ibn Hachchach. Ibrahim asumió todo el poder y pidió al emir que le confirmara sus derechos sobre Sevilla y Carmona. Abd Allah no se atrevió a negárselos. Así nació, a pocos kilómetros de Córdoba, un Estado casi independiente que cobraba impuestos, tenía ejército propio y mantenía una relativa relación de vasallaje con el emir que no le impedía aliarse con cualquier enemigo del emirato si lo consideraba conveniente, incluido el rebelde Ibn Hafsun del que era pariente por alianza matrimonial. Ibrahim ben Hachchach se rodeó de una pequeña corte y fue mecenas de literatos y poetas. Fue un buen administrador y gobernó su principado con benévola energía. En 902, Abd Allah, por consejo de sus visires, liberó al hijo de Ibrahim que estaba de rehén en Córdoba, con lo que las relaciones entre el emir e Ibrahim se relajaron. Desde entonces, el yemení pagó tributos al emir, proporcionó tropas para sus expediciones y dejó de apoyar a Ibn Hafsun. Ibrahim murió hacia el 910 y fue sucedido por su hijo Abd al-Rahman en Sevilla y Muhammad en Carmona.

En las Marcas, la situación era más complicada que en el resto del emirato. Sus jefes alternaban entre la rebelión y la sumisión al emir según sus intereses. También los enfrentamientos y las alianzas entre ellos eran constantes. Lo mismo ocurría en sus relaciones con los reinos cristianos. Sus mismas ansias de independencia con respecto a Córdoba se repetían con respecto a los reinos cristianos, actitud que impedía su avance y favorecía la integridad del emirato. Abd Allah tuvo que desarrollar una política de alternancia entre el apoyo y la represión en los múltiples feudos que impidió que se unieran contra él, pero no pudo detener sus constantes alzamientos. Así, cuando Abd Allah accedió al emirato, el muladí Abd al-Rahman ben Marwan al-Chilliqí, que señoreaba desde Badajoz la Marca Inferior, le reconoció como soberano. Pero su calidad de vasallo no le impidió acudir en 889 a la llamada del yemení Kurayb ben Jaldún para saquear los alrededores de Sevilla.

Con respecto a la Marca Media, su capital Toledo estuvo durante todo el reinado de Abd Allah fuera de su control. Primero fue el bereber Musa ben Zennun, señor de Santaver, que unido al agitador toledano Lope ben Tarbisha, reunió 20.000 bereberes y se apoderó de Toledo en 888. Durante unos años Ibn Zennun fue el dueño de la ciudad. Después, a comienzos de 897 el poder pasó a Muhammad ben Lubb ben Musa, de la familia muladí de los Banu Qasi, radicada en el Ebro central. En una fecha sin determinar esta familia perdió el control, que recuperó cuando los toledanos ofrecieron en 903 la ciudad a Lubb, hijo de Muhammad, que a su vez delegó en su hermano Mutarrif que se tituló rey. En 906, este fue destronado por un tío suyo que luego sería asesinado por los toledanos. A continuación se hizo con el poder el antiguo agitador Lope ben Tarbisha, que lo mantuvo hasta después de la muerte de Abd Allah.

Con respecto a la Marca Superior, su capital Zaragoza se mantenía fiel al emir, mientras que el resto del territorio, que estaba bajo el poder de distintas familias, alternaba, según las circunstancias, la fidelidad con la rebeldía. Estas familias eran la muladí de los Banu Qasi de Tudela y Tarazona, la árabe de los Tuyibíes de Calatayud y Daroca, fiel al emir, y la muladí de los Banu Sabrit de Huesca con su señor Muhammad al-Tawil. Este último estaba enfrentado a los Banu Qasi desde que en 889 se había apoderado del distrito de la Barbitania y de Lérida, que les pertenecía. Pero por un laudo del emir, Ibn al-Tawil tuvo que devolver lo conquistado a los Banu Qasi. En 890, Abd Allah recibió insinuaciones de una posible rebelión del gobernador de Zaragoza. La respuesta del emir fue enviar un mensaje a Abd al-Rahman al-Tuyibí para deponerlo antes de que se alzase en armas. Ibn al-Tuyibí intentó tomar la ciudad por asalto sin éxito. Su hijo Abu Yahya Muhammad, apodado al-Anqar (el Tuerto), le convenció para, aprovechando que todos conocían el odio hacia su padre por haberlo dejado tuerto de una paliza, tender una celada al gobernador pidiéndole asilo. Este se dejó engañar y se lo concedió. Con el tiempo logró su confianza y pudo introducir en la ciudad a sus hombres. Luego mató al gobernador y se apoderó de Zaragoza. Cuando su padre intentó hacerse cargo de la ciudad, el hijo no le dejó entrar. Abd Allah no tuvo más remedio que aceptar la situación y se conformó con la promesa de vasallaje del Tuyibí.

En 890, Muhammad ben Lubb de los Banu Qasi consideró un peligro que Zaragoza estuviera en poder de los tuyibíes. Por ello, intentó tomarla varias veces sin éxito. En 891, aprovechando que las tropas de los Banu Qasi estaban ocupadas asediando Zaragoza, Fortún Garcés de Pamplona atacó las fortalezas de la frontera. Muhammad ben Lubb, dejando el asedio en manos de su hijo Lubb, hizo frente al pamplonés al que derrotó ampliamente y casi quemó Pamplona. En 896, se produjo un enfrentamiento entre Lubb, que quiso colocar una guarnición en el castillo de Monzón, Muhammad al-Tawil se opuso y fue derrotado. En 897, Lubb atacó a los francos de Barcelona en represalia por sus ataques a la frontera. En la batalla, mató personalmente a Wifredo “el Velloso”. Al año siguiente, Muhammad ben Lubb fue muerto ante los muros de Zaragoza. En 907, Lubb, que había emprendido una campaña contra Pamplona murió en una celada que le tendió su rey Sancho I Garcés. Esta muerte fue aprovechada por Ibn al-Tawil para atacar la Barbitania y apoderarse de Barbastro, Alquézar, Monzón y Lérida. Desde 908 hasta 911, su actividad guerrera le llevó a enfrentarse a los pamploneses y a los francos en su antigua Marca Hispánica.

En 903, Abd Allah consiguió recuperar Mallorca que había perdido el emir Abd al-Rahman II hacia el año 848.

A pesar de las dificultades, Abd Allah consiguió mantener dignamente el edificio del emirato. También, pudo dedicarse personalmente a la formación de su nieto y heredero Abd al-Rahman III. Murió en octubre de 912 dejando un reino muy inestable.


Sucesos contemporáneos

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Reyes y gobernantes coetáneos

Asturias:

Reye de Asturias.

Alfonso III "el Magno" (866-910).

León:

Rey de León. (El reino de Asturias cambia su nombre por el de León)

García I (910-914).

Navarra:

Reyes de Pamplona.

Fortún Garcés (882-905).
Sancho I Garcés (905-925).

Aragón:

Condes de Aragón.

Aznar Galindo II (867-893).
Galindo Aznar II (893-922).

Cataluña: Marca Hispánica. (Dominio carolingio). Marca de Tolosa.

Conde de Cerdaña y Urgel.

Wifredo "el Velloso" (870-897).

------- 897.- Separación e independencia.

Marca de Gotia.

Conde de Ampurias.

Suniario II (862-915).

Condes de Barcelona.

Wifredo I "el Velloso" (878-897).
Wifredo II Borrell (897-911).
Suniario I (911-947).

Conde de Ribagorza y Pallars.

Ramón I (872-920).

Conde de Cerdaña.

Miró (897-927).

Conde de Besalú.

------- (Integrado en los condados de Gerona y Barcelona hasta 897).

Radulfo (897-h.919).

Conde de Urgel.

Sunifredo II (897-948).

Francia:

Reyes del reino franco occidental, Aquitania y parte del reino franco medio). (Carolingios).

------- (Desde 887a 888.- Interregno).

Eudes (888-898) (No carolingio).
Carlos III "el Simple" (898-923).

Emperadores carolingios.

------- 887-891.- Sin Emperador.

Guido de Spoleto (891-896).
Lamberto de Spoleto (894-898).
Arnulfo (896-899).

------- 899-901.- Sin Emperador.

Luis III "el Ciego" (901-905).

------- 905-915.- Sin Emperador.

Alemania:

Reyes del reino franco oriental, Baviera y casi todo el reino franco medio). (Carolingios).

Arnulfo de Carintia (887-899).
Luis "el Niño" (899-911).

(Dinastía de Sajonia).

Conrado I de Franconia (911-918).

Italia:

Reyes de Italia. (Norte). (Carolingios).

Berengario I (887-900). (No carolingio).
Guido de Spoleto (891-894). (En oposición a Berenguer I).
Lamberto de Spoleto (892-898). (En oposición a Berenguer I).
Luis III "el Ciego" (nieto del emperador Luis II) (900-905).
Berengario I (905-924). (No carolingio).

Dux de la República de Venecia.

Pietro Tribuno (888-912).
Orso II Participazio (912 – 932).

Estados Pontifícios. (Papas).

Esteban V (885-891).
Formoso (891-896).
Esteban VI (896-897).
Romano (897-897).
Teodoro II (897).
Juan IX (898-900).
Benedicto IV (900-903).
León V (903-903).
Sergio III (904-911).
Anastasio III (911-913).

Príncipes de Benevento. (Lombardos).

Ajulfo II (884-890).
Orso (890-891).

------- (Desde 891 a 895 perteneció al Imperio bizantino).

Guido I (895-897).
Pedro (897). (Regente y obispo).
Radalgiso II (897-900). 2ª vez.

------- 900.- Unión de Benevento y Capua.

(Cronología incierta en los textos)

Príncipes de Capua y Benevento. (Lombardos).

------- (En 900, Atenulfo I "el Grande" unió los dos principados).

Atenulfo I “el Grande” (900-910).
Landulfo I de Benevento y III de Capua (910-943). (Corregente Atenulfo II (911-940)).

Conde de Capua.

Atenulfo I “el Grande” (887-900).

------- 900.- Unión de Benevento y Capua.

Príncipes de Salerno. (Lombardos).

Guaimario I (880-900).
Guaimario II (900-946).

Britania: Escocia:

Reyes de Alba.

Eochaid (878-889) junto con Giric (878-889).
Donald II Dasachtach (889-900).
Constantine II (900-943).

Rey de Strathclyde.

Eochaid (878-889).

------- Desde 889.- Bajo el dominio de Alba.

Inglaterra:

Reyes de York (Vikingos).

Guthfrith I Hardicnutson (883-895).
Sigfrid (895-900).
Cnut (900-902).
Ethelwald (902).
Halfdan II (902-910) con Eowils Ragnarson (902-910).
Ragnall I Ivarrson (910-920).

Reyes de Inglaterra.

Aelfred "el Grande" (871-899).
Eadward I "el Mayor" (899-924).

Reyes de East Anglia.

Guthrum I (879-890).
Eric, hijo de Guthrum (890-902).
Guthrum II (902-918).

Gales:

Rey de Gwynedd.

Anarawud ap Rhodri (878-916).

Rey de Morgannwg. (Glywysing).

Arthfael ap Hywel (886-916).

Reyes de Powys.

Merfyn ap Rhodri (878-900).
Llywelyn ap Merfyn (900-942).

Rey de Deheubarth.

Hywel Dda (909-950).

Imperio bizantino. (Bizancio):

Emperadores.

León VI (886-912).
Alejandro (912-913).

Imperios árabes:  Califato abbasí:

Califas abbasíes. (Bagdad).

Al-Mutamid (870-892).
Al-Mutadid (892-902).
Al-Muktafi (902-908).
Al-Muqtadir (908-932).

Califato fatimí:

Califa fatimí. (Qayrawan y en 912 al-Mahdiyya) (En la actual Túnez).

Ubayd Allah o Abdullah al-Mahdi Billah (909-934). (Fundador de la dinastía)

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