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Alfonso III "el Liberal"
Rey de la Corona de Aragón (1265<1285-1291>1291)

Genealogía


Su reinado

Alfonso III, llamado “el Liberal” por su generosidad, nació en Valencia en 1265 y era el primogénito de Pedro III “el Grande”, rey de la Corona de Aragón, y de Constanza, hija de Manfredo, rey de Sicilia desde 1258 a 1266.

En 1273, su abuelo Jaime I “el Conquistador” y su padre concertaron el compromiso matrimonial entre Alfonso y Leonor, hija de Eduardo I de Inglaterra. Al año siguiente, el futuro enlace estuvo a punto de cancelarse cuando el Conquistador pretendió que Juana, de un año de edad y heredera de Enrique I de Navarra, muerto aquel año, fuese la nueva prometida de Alfonso. Pero los magnates navarros frustraron aquella pretensión al optar, después de muchas deliberaciones, por casarla con el futuro Felipe IV “el Hermoso” de Francia.

En 1276, durante la celebración de la coronación de su padre en Zaragoza, Alfonso fue jurado heredero por los ricoshombres, caballeros y procuradores de las ciudades y villas del reino.

En 1280, Alfonso fue nombrado por su padre procurador regio con la misión de tratar las reclamaciones de los prohombres de las villas catalanas, separándolas así de las realizadas por los nobles, que se habían sublevado el año anterior contra el rey con la excusa de defender los derechos del reino. Estos, después de sus enfrentamientos armados contra la corona tuvieron que refugiarse en Balaguer, plaza perteneciente al conde de Urgel, donde fueron sitiados y derrotados por las tropas de Pedro III en las que Alfonso ocupó un lugar destacado.

En 1281, cuando el rey decidió perdonar a los nobles rebeldes, que habían sido confinados en el castillo de Lérida bajo la custodia de Alfonso, otorgó plenos poderes a este para pactar con ellos las condiciones del perdón e imponer las multas por los daños y gastos ocasionados por la guerra.

También en aquel año, Alfonso asistió con su padre a la reunión que este mantuvo con Alfonso X de Castilla y León y su hijo Sancho en las plazas de Campillo y Ágreda donde se firmó un tratado de paz que fortaleció la posición de ambos reinos frente a Francia. En él se acordó la ocupación conjunta del reino de Navarra, el reconocimiento de la soberanía de Castilla sobre el señorío de Albarracín, y la cesión a Aragón del término de Pozuelo, del valle de Ayora y la de los castillos de Pueyo y Ferrón.

A principios de 1282, Pedro III hizo testamento a favor de Alfonso y, además, le donó secretamente todos sus reinos y posesiones en previsión de excomuniones y destituciones papales que pudieran recaerle por su futura conquista de Sicilia. A continuación, el rey embarcó con su ejército y dejó como lugarteniente general de todos los reinos a Alfonso.

En 1285, después de que el papa Martín IV excomulgara y desposeyera a Pedro III de su reino como consecuencia de la conquista de Sicilia, Felipe III de Francia aceptó del papa la corona de Aragón para su hijo Carlos de Valois. Para cumplir la donación, atravesó el Rosellón, con la anuencia de Jaime II de Mallorca, que incumplió así sus deberes como vasallo de su hermano Pedro III, e invadió Cataluña. Alfonso participó, acompañando a su padre, en la defensa del reino. En septiembre, después de rechazar la invasión, Pedro III decidió apoderarse de Mallorca como respuesta a la actuación de Jaime II en la invasión francesa. Pero antes de embarcarse con sus tropas en Tarragona cayó enfermó, por lo que encargó a Alfonso la realización de la conquista. En noviembre murió Pedro III. En su testamento dejó a Alfonso la corona de Aragón y a Jaime, su segundo hijo, el reino de Sicilia. Además, estableció que en caso de muerte sin descendencia de Alfonso, sería Jaime el nuevo rey dejando Sicilia a su hermano Federico (o Fadrique). Durante la toma de Mallorca, Alfonso recibió la noticia de la muerte de su padre. Inmediatamente, comenzó a firmar todos los documentos como rey de la Corona de Aragón; pero continuó en el archipiélago hasta que conquistó Mallorca e Ibiza, donde fue jurado rey.

En enero de 1286, Alfonso III regresó a la Península por Gandía donde convocó a los magnates valencianos para que le juraran fidelidad como rey en Valencia. Allí fue informado de las intrigas de los magnates aragoneses pertenecientes a la ya poco poderosa y desprestigiada Unión, que decían sentirse agraviados porque Alfonso se titulaba rey sin haber jurado los Fueros de Aragón. Alfonso III, tras celebrar los funerales de su padre, marchó al norte para mandar fortificar las fronteras con el Rosellón y Navarra al constatar que Jaime II de Mallorca y los navarros estaban concentrando tropas para invadir Cataluña y Aragón. En marzo, los navarros atacaron y fueron derrotados por Pedro Cornel, jefe militar aragonés designado por la Unión. Estando en Huesca, Alfonso III recibió, por medio de embajadores, el ofrecimiento de Eduardo de Inglaterra para ser mediador en la consecución de la paz entre Aragón y Francia, y además, interceder ante el papa para conseguir el levantamiento de las sanciones sobre sus reinos.

En abril, Alfonso III acudió a Zaragoza para celebrar cortes generales y ser coronado rey. Antes de la ceremonia, que fue oficiada por el obispo de Huesca, Alfonso III envió la flota comandada por Roger de Lauria a asolar la costa continental del reino de Jaime II de Mallorca. Después, ayudó a su hermano Jaime de Sicilia enviándole tropas almogávares y a Roger de Lauria con la flota.

Antes de abandonar Zaragoza, una Unión muy radicalizada exigió a Alfonso III que gobernase contando con un consejo controlado por unos pocos magnates. La propuesta provocó una escisión entre muchos de los integrantes de la Unión al considerarla fuera del Privilegio General de Aragón firmado en 1283 por Pedro III. Aprovechando la escisión, Alfonso III mandó redactar un reglamento para el funcionamiento de un consejo real muy diferente al pedido por la Unión. Esta, muy mermada en partidarios, amenazó al rey con luchar contra él si no seguía sus dictados y nombró un consejo de veintitrés nobles y ciudadanos, donde la mitad de los nobles apoyaban al rey. Este consejo amenazó a Alfonso III con la incautación de las rentas reales, la confiscación de los castillos y propiedades de los nobles fieles al rey, y reconocer a Carlos de Valois. Pero aquellas amenazas carecían de valor porque la mayoría de los aragoneses no respaldaba a la Unión.

A mediados de aquel año, la posición de Alfonso III en el contexto internacional era un poco mejor que en años anteriores: su relación con Castilla se había enfriado por la negativa de auxilio de Sancho IV durante la invasión francesa, y por no entregar a los infantes de la Cerda como reclamaba el rey castellano-leonés; Francia había sido rechazada en su invasión a Cataluña y Alfonso III mantenía prisionero al príncipe de Salerno Carlos II, rey de Nápoles, hijo del difunto Carlos I de Anjou (angevino) y primo segundo del nuevo rey de Francia Felipe IV; y el nuevo papa Honorio IV era italiano y amante de la paz, aunque tenía que mantener la política de su antecesor de no consentir la presencia en Sicilia de los descendientes de Manfredo. Pero Alfonso III tenía en su contra el ser considerado un usurpador y tener el entredicho papal sobre la Corona de Aragón. A pesar de que en marzo había rechazado la propuesta de paz presentada por Eduardo I de Inglaterra porque incluía la entrega de Sicilia al papa, Alfonso III consideró que las circunstancias en aquel momento eran propicias para alcanzar una paz duradera. Para negociarla, envió embajadores a Felipe IV. En agosto, el rey francés aceptó que en septiembre comenzaran conversaciones de paz. En ellas participarían el papa y Eduardo de Inglaterra. Pero aquella paz sería contraria de los intereses de Jaime II de Mallorca, que perdería la protección de Francia. Por ello, invadió Cataluña por el Ampurdán, pero tuvo que volver a su reino ante la resistencia de Castellón de Ampurias y la llegada de las tropas de Alfonso III.

En aquel mismo mes de agosto, Alfonso III, considerando seguras las fronteras de la Corona, decidió la conquista del reino taifa musulmán de Menorca, vasallo de Jaime II de Mallorca. Pero antes, para realizarla, tuvo que solicitar a catalanes y aragoneses las ayudas necesarias. Los primeros respondieron concediendo el abono del impuesto de bovaje (bueyes), mientras que la aportación de los segundos fue muy limitada.

En octubre, en las cortes celebradas en Zaragoza, la Unión insistió en las mismas peticiones. Alfonso III las volvió a rechazar porque no se contemplaban en el Privilegio General ni tampoco tenían el consenso de la mayoría. Aun así, y con riesgo de provocar una guerra civil, no cejaron en sus demandas. Por ello, el rey los convocó en Huerto (Huesca) donde intentó llegar a acuerdos satisfactorios. Allí concedió que el reino de Valencia se rigiera por los Fueros de Aragón.

El cinco de enero de 1287, Alfonso III desembarcó en Menorca después de haber permanecido varios meses en Mallorca. Los duros combates contra los musulmanes menorquines y sus aliados tunecinos acabaron antes de un mes con la rendición del régulo Abú Umar ben Abú Said ben Hakam, al que se le permitió viajar a África con su familia sin ninguna contraprestación. Sin embargo sus súbditos, para poder abandonar la isla, tuvieron que pagar un rescate, y los que no pudieron pagar fueron esclavizados. A continuación se produjo la repoblación de la isla con cristianos, siendo los catalanes el grupo mayoritario.

La conquista de Menorca fortaleció la posición de Alfonso III para negociar una paz satisfactoria. Francia y Roma la condicionaron a que el angevino Carlos, príncipe de Salerno, fuera liberado y que Sicilia le fuera devuelta. En marzo, Alfonso III envió a Burdeos embajadores para presentar ante Francia y Roma su contraoferta que consistió en: revocación de la investidura de Carlos de Valois como rey de Aragón; reivindicación de su derecho al reino de Mallorca; reconocimiento de su hermano Jaime como rey de Sicilia; su derecho sobre el reino de Navarra; y la donación de Murcia al mayor de los infantes de la Cerda. La intransigencia de las dos posiciones llevo al fracaso la negociación, aun así, Eduardo de Inglaterra, insistiendo en su papel de mediador, se comprometió a entrevistarse con Alfonso III.

Mientras tanto, los componentes de la Unión, viendo que los Fueros de Aragón no se estaban aplicando en el reino de Valencia, comenzaron a atacar sus tierras y a combatir a todos aquellos que se oponían a su implantación. Después consideraron que era más provechoso embargar las cuentas del rey que asolar el reino de Valencia. En su afán de control al rey, la Unión pidió que se celebraran cortes en Zaragoza, o en otra ciudad aragonesa, para debatir los asuntos a tratar en la entrevista con el rey de Inglaterra, ya que, según la Unión, el rey no podía acudir a la reunión sin contar con ella. Alfonso III no aceptó la petición argumentando que las cuestiones a tratar en dicha entrevista no afectaban a los Fueros. En junio, ante la amenaza por parte de la Unión de embargar las rentas de Aragón, Alfonso III convocó cortes en Alagón que acabaron con un nuevo desacuerdo.

En julio, Alfonso III se reunió en Olorón (actual Francia) con Eduardo de Inglaterra, que ostentaba el mandato del papa para actuar de mediador entre Aragón y Francia. Allí, el rey aragonés suavizó su postura proponiendo liberar al príncipe de Salerno con la condición de que dejara como rehenes a sus hijos y a sesenta caballeros de Provenza, pagara cincuenta mil marcos de plata y que Alfonso III recibiera el homenaje de fidelidad de las ciudades y villas de Provenza. Además, Francia y Roma deberían firmar una tregua por tres años con Aragón y Sicilia para lograr en ese plazo una paz duradera. Por su parte, Alfonso III entregaría a Eduardo I a su hermano Pedro, a los condes de Urgel y Pallars y al vizconde de Cardona. De no cumplirse lo pactado, el príncipe de Salerno habría de volver a prisión. El pacto, aunque aceptado por el príncipe de Salerno, no lo fue por Francia ni por Roma.

Mientras se celebraba la entrevista en Olorón, el reino se descomponía por las luchas entre los nobles. Además, los escasos conjurados y ciudades que integraban la Unión, habían propuesto treguas, al margen de Alfonso III, con Roma, Granada, Castilla y Francia, e incluso estaban dispuestos a reconocer a Carlos de Valois como rey de Aragón. Alfonso III, a su vuelta de Olorón, tuvo que hacer frente a la revuelta que se extendía por todo Aragón. Entre sus actuaciones cabe señalar: el embargó las rentas del obispo de Zaragoza, líder de la Unión en aquel tiempo; la ejecución en Tarazona de doce notables; y la muerte de numerosas personas en los enfrentamientos producidos en Zaragoza entre las tropas del rey y la población. En octubre, para acabar con la rebelión, Alfonso III decidió llegar a un acuerdo con la Unión a la que envió como embajador al prior del monasterio de los predicadores de Zaragoza. La respuesta fue que Alfonso III tendría que acudir a Zaragoza para enmendar los daños que había producido contra los Fueros y que debería contar con su consejo para decidir los asuntos del reino. A mediados de diciembre, la Unión presentó un escrito al rey con las siguientes reclamaciones: reparación de los daños recibidos en Aragón por las tropas del rey; devolución de los bienes a los vecinos de Tarazona; reparación por los muertos que las tropas del rey habían causado en los enfrentamientos; compromiso de que el rey ni sus sucesores no podrían matar o lisiar a gentes de la Unión sin que hubiera sentencia del Justicia de Aragón; administración de los reinos con el acuerdo y opinión de las personas nombradas por la Unión que además formarían parte del consejo real; y restitución de su cargo y rentas al obispo de Zaragoza. Todas estas peticiones se debían conceder en una corte general convocada en Zaragoza. Como garantía de cumplimiento por parte del rey, la Unión pidió la entrega en prenda de dieciséis castillos: Monclús, Uncastillo, Bolea, Sos, Malón, Borja, Rueda, Ariza, Somet, Verdejo, Daroca, Huesca, Morella, Uxón, Játiva y Bihar. Además, pidió que el rey entregara como rehenes al príncipe de Salerno, al infante Pedro y a seis barones de Cataluña y Aragón. El príncipe sería devuelto inmediatamente después de entregar los castillos. A finales de diciembre, Alfonso III se doblegó al aceptar aquellas exigencias, que podrían costarle el reino y el fin de su dinastía, firmando los acuerdos en los llamados Privilegios de la Unión.

En enero de 1288, en cumplimiento de los acuerdos, el príncipe de Salerno fue entregado a la Unión y puesto bajo la custodia del Justicia de Aragón en Zaragoza. Con la entrega, Alfonso III perdió su mejor baza de negociación ante sus enemigos exteriores. En cuanto a los castillos, muchos de los nobles que detentaban sus tenencias se resistieron a entregarlos al considerar inaceptables los acuerdos firmados por el rey.

En febrero de aquel año, Alfonso III tuvo que trasladarse a Cataluña para reforzar las guarniciones porque de nuevo Jaime de Mallorca amenazaba la frontera con tropas de Felipe IV. Para poner fin a esta amenaza, Alfonso III aprovechó la entronización del nuevo papa Nicolás IV para pedirle, a través de una embajada de felicitación, la anulación del entredicho de sus reinos y que detuviera los ataques de Francia. Pero el papa optó por anular los acuerdos de Olorón y ordenar a Alfonso III que acudiera a Roma para jurarle fidelidad.

También en aquel mes, Sancho IV convocó una asamblea en Toro para deliberar con sus consejeros la conveniencia de hacer paces con Francia o con Aragón. Las posturas de los reunidos estaban divididas: Lope Díaz de Haro, el infante Juan y sus partidarios defendieron la alianza con Aragón; la reina, el arzobispo de Toledo y otros nobles se decantaron por la paz con Francia. Sancho IV decidió optar por esta última opción.

En marzo, a pesar de la oposición de los tenentes, Alfonso III entregó los castillos a la Unión con la excepción de Morella, donde permanecían los infantes de la Cerda, y Monclús, que reservaba para alojar al príncipe de Salerno que le sería devuelto en pocos días según lo acordado. La nueva condición que impuso la Unión de esperar a una nueva reunión de Alfonso III con Eduardo de Inglaterra retrasó la entrega del príncipe, que fue llevado al castillo de Mequinenza.

En mayo, Jaime II de Mallorca invadió Cataluña y logró apoderarse de Requesens, Carmançó y La Junquera, aunque por poco tiempo, ya que en junio las tropas de Alfonso III le obligaron a volver al Rosellón.

También en aquel mes, la muerte de Lope Díaz de Haro a manos de Sancho IV de Castilla produjo la sublevación de las villas de su señorío de Vizcaya y el aglutinamiento de los enemigos del castellano-leonés en torno a los infantes de la Cerda. Para contrarrestar este movimiento, Sancho IV firmó en julio un acuerdo con Felipe IV en Lyon (Francia) por el cual, entre otros asuntos, este se comprometía a defender ante el papa el otorgamiento de la dispensa matrimonial para Sancho IV y María de Molina; y como contrapartida pedía la ayuda de Castilla contra el reino de Aragón. En respuesta al tratado, Alfonso III liberó en septiembre a los infantes de la Cerda e hizo proclamar al mayor de ellos, Alfonso, rey de Castilla y León en Jaca con el apoyo de Diego López de Haro, hijo del difunto señor de Vizcaya, y del vizconde de Bearn. A continuación, el pretendiente reunió a sus partidarios para emprender la lucha contra Sancho IV.

En septiembre, Alfonso III se entrevistó con Eduardo de Inglaterra en Jaca; y en octubre, con la intervención de dos legados del papa, firmaron un tratado en Canfranc con casi los mismos planteamientos que en Olorón. El príncipe de Salerno fue puesto en libertad con la condición de que volvería a ponerse en manos de Alfonso III si no se conseguía una tregua para Aragón y Sicilia. Por su parte, Eduardo I dejó en rehenes a numerosos señores de Gascuña. En la misma reunión se acordó llevar a efecto el matrimonio apalabrado en 1273 entre Alfonso III y Leonor, hija de Eduardo I.

A primeros de diciembre, Alfonso de la Cerda, que ya se titulaba rey de Castilla, y sus seguidores se reunieron en Daroca con Alfonso III para comprometerse a no pactar por separado con Sancho IV sin mutuo acuerdo. Además, el rey aragonés envió cartas a los magnates de Castilla y León para que se unieran al partido de Alfonso de la Cerda prometiéndoles respetar sus privilegios y honores que tenían en tiempos de Alfonso X “el Sabio”.

A principios de 1289, unos mensajeros entregaron a Sancho IV un desafío de Alfonso III y de Alfonso de la Cerda. El castellano-leonés aceptó el reto y la guerra quedó declarada. El aragonés invadió Castilla por Almazán y Sancho IV respondió asolando Tarazona. Mientras tanto, en mayo, el angevino Carlos II de Salerno fue coronado rey de Sicilia por el papa Nicolás IV, que lo absolvió del cumplimiento de los acuerdos de Canfranc.

Durante el verano, la guerra contra Castilla se redujo a enfrentamientos de poco calado, aunque favorables a las tropas aragonesas que apoyaban a Alfonso de la Cerda. Este, en agradecimiento por su ayuda, donó en junio a Alfonso III el reino de Murcia (que no poseía). En julio, el rey aragonés tuvo que acudir a su frontera norte para repeler con éxito la invasión del Ampurdán por parte de Jaime de Mallorca, y al ataque desde Navarra por los franceses, que consiguieron apoderarse por poco tiempo de Salvatierra. En agosto se produjo en Pajarón (Cuenca) la gran derrota de las tropas castellanas por las aragonesas mandadas por Diego López de Haro. Poco después, el cansancio de los contendientes motivó la suspensión de la guerra.

En noviembre, con la intención de llegar a una definitiva pacificación del reino, se celebraron en Monzón las primeras cortes generales del reinado de Alfonso III con representantes de todos los territorios. Allí se tomaron, entre otros, los siguientes acuerdos: conceder al rey servicios para que pudiera terminar con éxito las guerras contra Castilla y Francia; proteger la independencia de los jueces contra los abusos de los magnates; afirmar el principio de indivisibilidad de la Corona de Aragón; crear un consejo real; revisar las generosas donaciones hechas en el comienzo del reinado; reparar las injusticias que pudieran haberse cometido en los dos reinados anteriores; y garantizar el respeto a los Fueros que se dieran en cortes generales. Los acuerdos supusieron el fortalecimiento de Corona y el fin de la rebeldía de la Unión.

En 1290, Eduardo de Inglaterra, a petición de Alfonso III, presionó a Carlos II de Salerno para que cumpliese con el compromiso pactado en Canfranc. El príncipe de Salerno, imitando la acción de Pedro III de Aragón en Burdeos, se presentó en un lugar de la frontera de Cataluña vigilado por las tropas de Jaime de Mallorca y proclamó que había cumplido como caballero al pisar de nuevo tierra catalana. Aunque Alfonso III no aceptó la falsa entrega, se dio por cumplido con aquella artimaña el tratado de Canfranc, y el papa Nicolás IV volvió a presentar las mismas condiciones para conseguir la paz, inaceptables para Alfonso III. Para forzar una verdaderamente paz justa, Alfonso III se movió en varios frentes: solicitó en las cortes de Zaragoza la reunión de los ejércitos; pidió la colaboración de la flota de Roger de Lauria; preparó una flota en Valencia; intentó aliarse con Génova, Pisa y Granada; y envió en febrero una embajada al papa. Como consecuencia de estas actuaciones, sus enemigos consideraron conveniente seguir negociando. El papa propuso que Alfonso III y Carlos II de Salerno se entrevistaran para solventar sus diferencias. Así lo hicieron en abril en La Junquera y en Le Pertús, con la asistencia de Jaime de Mallorca. Durante la entrevista, Alfonso III se negó a devolver las islas Baleares, pero terminaron firmando una tregua que duraría hasta noviembre, que serviría para preparar una paz definitiva.

En febrero de 1291, tras largas negociaciones, se firmó en Tarascón (Provenza) un acuerdo de paz entre el papa Nicolás IV, Felipe IV, Carlos de Valois y Alfonso III. En dicho acuerdo se estableció, entre otras cuestiones, que: Alfonso III acudiría a Roma a pedir perdón al papa; realizaría una cruzada a Tierra Santa; se comprometía a no ayudar a su hermano Jaime de Sicilia; a repatriar a sus tropas que servían en Sicilia; a instar a su madre Constanza y a su hermano Jaime a que renunciaran al reino de Sicilia; y a hacer paces o treguas con Castilla. En contraprestación: se anulaba la excomunión y el entredicho papal sobre la Corona de Aragón; se revocaba la donación a Carlos de Valois; y las islas Baleares quedarían incorporadas a la Corona de Aragón; . En abril se reunieron en Panisars (Gerona) Alfonso III y Carlos de Salerno para ratificar la paz.

Pero Alfonso III no tuvo tiempo para cumplir sus compromisos. En junio de aquel año murió víctima de una enfermedad repentina cuando estaba preparando sus bodas con Leonor de Inglaterra. Fue enterrado en el monasterio de los franciscanos de Barcelona. El sucesor en el trono de la Corona de Aragón, por disposición del testamento de Pedro III de 1285, fue su hermano Jaime, rey de Sicilia; que a su vez debería dejar este reino a su otro hermano Fadrique (o Federico).

 

Sucesos contemporáneos

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Reyes y gobernantes coetáneos

Castilla y León:

Rey de Castilla y León.

Sancho IV "el Bravo" (1284-1295).

Navarra:

Reyes de Navarra.

Juana I (1274-1305) casada con Felipe I ( 1284-1305) (futuro Felipe IV "el Hermoso" de Francia).

Condados catalanes
no integrados en la
Corona de Aragón:

Conde de Ampurias.

Ponce V (1277-1313).

Condes de Pallars-Sobirá.

Arnaldo Roger I (1256-1288).
Ramón Roger I (1288-1294).

Al-Andalus:

Terceros reinos de taifas.

Régulo de la taifa de Menorca.

Abú Umar ben Abú Said ben Hakam (1281-1287).

------- Reino vasallo del reino de Mallorca, hasta que en 1287 fue conquistado por Alfonso III.

Emir del reino nazarí de Granada.

Muhammad II (1273-1302).

Mallorca:

Rey de Mallorca.

Jaime II (1276-1311).

Portugal:

Rey de Portugal.

Dionisio I "el Labrador" (1279-1325).

Francia:

Reyes de Francia.
(Dinastía Capeta).

Felipe III "el Atrevido" (1270-1285).
Felipe IV "el Hermoso" (1285-1314) y I de Navarra (1284-1305).

Alemania:

Rey de Germania.
(Dinastía de Habsgurgo)

Rodolfo I (1273-1291).

Emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico.

------- Sin emperador desde 1250.

Rey de Romanos.

Rodolfo I (1273-1291).

Italia:

Reyes de Italia (Norte).

------- Perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico desde 962.

Dux de la República de Venecia.

Giovanni Dandolo (1280-1289).
Pietro Gradenigo (1289-1311).

Estados Pontificios (Papas).

Martín IV (1281-1285).
Honorio IV (1285-1287).
Nicolás IV (1288-1292).

Reyes de Sicilia.

Pedro I de Sicilia y III de Aragón (1282-1285).
Jaime I de Sicilia y II de Aragón (1285-1295).

Reyes de Nápoles.

Carlos de Anjou (1282-1285).
Carlos II (1285-1309).

Britania:

Escocia:

Reyes de Escocia.

Alejandro III (1249-1286).
Margarita I (1286-1290).

------- Interregno desde 1290 a 1292.

Inglaterra:

Rey de Inglaterra.

Eduardo I (1272-1307).

División del
Imperio bizantino. (Bizancio):

Imperio bizantino.
Emperador.
(Dinastía Paleóloga)

Andrónico II (1282-1328).

Imperio de Trebisonda.
Emperadores.

Teodora (1284-1285).
Juan II (1285-1297) 2ª vez.

Despotado de Épiro.
Déspotas.
(Dinastía Comneno)

Nicéforo I (1268-1289).
Tomás I (1289-1318).

Imperios y sultanatos musulmanes: Califato árabe abbasí:

Califa abbasí. (Dentro del sultanato mameluco de El Cairo).

Al-Hakim I (1262-1302).

Sultanato benimerín o meriní:

Sultanes.

Abú Yusuf Yaqub (1269-1286).
Abú Yaqub Yusuf (1286-1306).

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