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Juan I "el Cazador"
Rey de la Corona de Aragón (1350<1387-1396>1396)

Genealogía


Su reinado

El infante Juan, futuro Juan I, nació en diciembre de 1350 en Perpiñán (actual Francia). Era hijo de Pedro IV “el Ceremonioso”, rey de la Corona de Aragón, y de Leonor, hija del rey Pedro II de Sicilia y sobrina-nieta de Jaime II de Aragón y I de Sicilia. Su padre creó para él el ducado de Gerona, origen del actual título de príncipe de Gerona. Lo formaban las actuales villas gerundenses de Gerona, Besalú, Camprodón, Castellfollit, Torroella de Montgrí, Pals y Figueras; y las actuales barcelonesas de Manresa, Vic, Berga y Sampedor.

En 1352, Pedro IV nombró preceptor y educador del infante a su poderoso valido Bernardo de Cabrera. También hizo que fuera jurado como primogénito y heredero de la Corona en su ciudad natal en contra de la costumbre y fueros, que disponían que el acto se hiciera siempre en las Cortes Generales convocadas en Zaragoza.

En 1363, en plena y exitosa ofensiva de Pedro I de Castilla contra Aragón en la guerra de los dos Pedros, Pedro IV nombró lugarteniente general de los reinos al infante Juan.

En julio de 1364, los enemigos de Bernardo de Cabrera encabezados por la reina Leonor y por el conde castellano Enrique de Trastámara consiguieron que Pedro IV autorizase el procesamiento y ejecución de su valido en Zaragoza contra del sentir del infante Juan, que intentó oponerse a que se cumpliera la sentencia.

En noviembre de 1367, aunque la guerra de los dos Pedros se había dado por acabada militarmente el año anterior, Pedro IV intervino en la guerra civil que había estallado ese mismo año en Castilla entre Pedro I y el conde Enrique de Trastámara, su hermanastro. Para restablecer la concordia entre los dos reinos, en Tarbes (Francia) se reunieron los representantes de Pedro I, Carlos II de Navarra, Pedro IV y del Príncipe Negro, heredero del rey Eduardo III de Inglaterra, para acordar una paz mediante el matrimonio del infante Juan de Aragón con Constanza, hija de Pedro I, que recibiría como dote el reino de Murcia y sería jurada heredera de Castilla. El enlace no se llevó a efecto debido a la disconformidad del Príncipe Negro con alguno de los términos del acuerdo. Para satisfacer las reivindicaciones de todos los participantes de la reunión se modificó el plan ofreciendo a Pedro I y al de Trastámara ayuda o neutralidad a cambio de que cumpliesen todos los compromisos adquiridos anteriormente.

En septiembre de 1369, Pedro IV, aprovechando que Fernando I de Portugal se mostraba dubitativo sobre sus opciones a hacerse con la corona de Castilla, le envió mensajeros para concertar una alianza que se sellaría con el matrimonio entre su heredero Juan y Beatriz, hermana del rey portugués. Pero el rey portugués realizó una contraoferta proponiendo su propio enlace con la infanta Leonor, hija de Pedro IV, anteriormente ofrecida en matrimonio al futuro Juan I de Castilla. Aunque supusiera la total ruptura con Enrique II de Trastámara, ya rey en solitario de Castilla y de León tras la muerte de Pedro I, Pedro IV aceptó porque Fernando I asumía todas las reivindicaciones aragonesas y, además, recibiría una cantidad de oro para contratar tropas e ir contra Castilla.

En enero de 1370, aunque sin la colaboración de Inglaterra, el cerco a Castilla quedó cerrado cuando Carlos II de Navarra aceptó entrar en la alianza. Pero esta se rompió cuando, en junio, el emir granadino Muhammad V firmó una paz con Castilla y la infanta Leonor no viajó a Portugal para su boda porque, por causas desconocidas, las relaciones de Fernando I con Pedro IV se habían enfriado.

En julio, Pedro IV firmó un compromiso de esponsales, que ya había intentado sin éxito en 1362, para celebrar la boda entre el infante Juan y Juana de Valois, hija póstuma de Felipe VI de Francia. La dote pactada fue de doscientos mil francos. Cuando un año después, Juana se dirigía con su sequito a Perpiñán para celebrar sus bodas, enfermó de disentería. El infante Juan, que también se trasladaba a aquella ciudad para realizar la ceremonia, tuvo casi el tiempo justo para visitarla, ya que murió rápidamente.

En abril de 1373, tras nuevos pactos, el infante Juan se casó en Barcelona con la noble francesa Mata, hija del conde de Armañac, cuya dote ascendió a ciento cincuenta mil francos de oro. Dos años después, murió la reina Leonor.

En octubre de 1377, Pedro IV se casó en Barcelona con su concubina la joven viuda Sibila de Fortiá, con la que ya tenía una hija natural, Isabel, nacida en enero de aquel año. A pesar de las buenas relaciones que existieron antes del matrimonio entre Sibila y los infantes Juan y Martín, futuro rey Martín I “el Humano”, la boda se celebró en contra de la opinión de los dos hermanos, que veían con preocupación la escalada hacia el poder de la nueva reina y su familia. Ello generó un mutuo odio, que no disimularon, entre Sibila y sus hijastros.

En julio de 1378 murió en Zaragoza Mata de Armañac como consecuencia de un parto prematuro. El matrimonio había tenido tres hijos y una hija que fallecieron tempranamente; solamente sobrevivió otra hija, Juana, nacida en 1375.

En 1380, Pedro IV propuso al infante Juan que se casara con su nieta la reina María de Sicilia para vincular con mayores derechos aquel reino a la Corona de Aragón. Se haría después de obtener la dispensa papal, ya que era sobrina del infante. El duque de Gerona se opuso rotundamente a los deseos de su padre y, además, le informó que se iba a casar con la hija del duque de Bar, Violante (o Yolanda), sobrina de Carlos V de Francia. Efectivamente, ese mismo año la boda se celebró en la catedral de Perpiñán sin la presencia de los reyes. La desobediencia del infante Juan hizo que Pedro IV, muy ofendido, se planteara la opción de que fuera su nieto Martín “el Joven”, hijo de su segundogénito Martín, el que se casara con la reina siciliana.

En enero de 1381, el rencor llevó a los infantes a no asistir a la coronación de la reina Sibila en Zaragoza. El desaire encolerizó a Pedro IV y alarmó a la reina, temerosa de su futuro y el de los suyos, a los que el rey estaba colmando de cargos y donaciones.

En las Cortes de Monzón (Huesca) de 1383, varias personalidades de la órbita de Violante de Bar fueron acusados de malversación y traición. Este hecho, unido a la negativa del infante a prescindir de otros notables sospechosos de corrupción que rodeaban a su esposa, agravó la relación entre Pedro IV y el infante Juan.

En junio de ese año acudió a esas Cortes Brancaleone Doria, esposo de Leonor, hermana del asesinado juez (mandatario) de Arborea (uno de los distritos en que estaba dividida la aragonesa isla de Cerdeña). Durante la estancia de Brancaleone en Barcelona, su esposa, que se había declarado regente de su hijo Federico, comenzó a preparar una rebelión contra la Corona de Aragón. En diciembre, Pedro IV pactó con Brancaleone unos acuerdos para pacificar a Leonor y lo envió a Cerdeña; pero para asegurar el pacto debería entregar a su hijo como rehén. La oposición de Leonor al pacto supuso el encarcelamiento de Brancaleone.

En 1384, Pedro IV hizo que las Cortes Generales celebradas en Monzón ratificaran las donaciones que había hecho a la reina Sibila. Estas comprendían la baronía de Cocentaina y las villas de Algezira, Elda, Novelda, Aspe y La Mola, en la actual provincia de Alicante. Además, se confirmaron las donaciones a su hija Isabel y a su cuñado Bernardo de Fortiá.

También en ese año, el conde de Ampurias, cuñado y amigo del infante Juan, defendió sus derechos señoriales, que creía perjudicados, ante Pedro IV. La protesta se convirtió en una verdadera guerra civil. El hecho de que el infante no quisiera enfrentarse con el conde, hizo que el rey diera el mando de las tropas a Bernardo de Fortiá. La situación se agravó cuando el conde, refugiado en Castellón de Ampurias (Gerona), consiguió la ayuda del conde de Armañac para defender con tropas francesas sus intereses.

En marzo de 1385 llegaron las compañías que deberían invadir Cataluña en apoyo al conde de Ampurias. En esta ocasión, el infante acudió con tropas a la frontera y sorprendió a los franceses mientras dormían en Durbán (actual Francia), consiguiendo hacerlos prisioneros a casi todos. A pesar de ello, el rey, aunque se alegró por la victoria, no se fiaba de su hijo por su amistad con el conde de Ampurias. En julio, los franceses, después de abandonar al conde, rindieron a Pedro IV la mayoría de sus villas y castillos.

En junio de 1386, para protegerse de la reina Sibila, el infante Juan se vio obligado a refugiarse en el castillo de Castellfollit en compañía de su esposa Violante, del obispo de Vic y de los vizcondes de Illa y Rocabertí. Instigado por la reina, Pedro IV pidió al infante que expulsara a todos los que le acompañaban en Castellfollit. La petición fue rechazada, y como consecuencia las relaciones entre padre e hijo siguieron empeorando. Poco después, Pedro IV despojó al conde de Ampurias de su condado al conseguir rendir Castellón de Ampurias. También privó al infante Juan de la lugartenencia de los reinos, e hizo publicar que nadie le obedeciera ni le tuviera como su primogénito y heredero. El infante apeló al “Justicia de Aragón”, que dictaminó que los fueros no permitían que se le desposeyera de sus derechos.

En agosto, la regente Leonor de Arborea, a cambio del sometimiento a la Corona, pactó con Pedro IV la libertad de su marido y la de todos los prisioneros sardos.

En diciembre, la reina Sibila tuvo constancia de la inmediata muerte de Pedro IV por enfermedad. Ante ello, temiendo las represalias del infante Juan, que la consideraba en parte responsable por sus intrigas del desafecto de su padre, abandonó al rey y huyó de Barcelona con sus joyas, familiares y amigos para refugiarse, primero en Sitges (Barcelona) y después en el castillo de San Martín Sarroca (Barcelona), perteneciente a su hermano Bernardo de Fortiá. Nada más conocer la fuga, el infante Juan ordenó a su hermano Martín la persecución y captura de los huidos.

El cinco de enero de 1387 murió Pedro IV “el Ceremonioso”. Muy pocos días después, la reina viuda Sibila fue capturada, encarcelada y acusada de traición, hurto y abandono del rey. La reina viuda y su hermano, gracias a la mediación del papa cismático Clemente VII de Aviñón, conservaron la vida y, a cambio de la renuncia de los bienes donados por Pedro IV y de su alejamiento de la corte, recibieron una pensión anual de veinte mil y doce mil sueldos, respectivamente. No tuvieron la misma suerte algunos de sus partidarios, que fueron ejecutados. Los bienes de Sibila y los de sus allegados fueron agregados a los ya considerables bienes personales de la reina Violante, que se convertía así en una de las personas más acaudaladas y de más influencia de la corte.

A mediados de aquel mes, Juan I envió como gobernador de las islas de Córcega y Cerdeña a Juan Pérez de Arenós con la misión de negociar la paz con la autoproclamada regente Leonor que se había independizado en el distrito de Arborea y declarado nuevamente la guerra a la Corona de Aragón. Meses más tarde, tras la muerte de Federico de Arborea, primogénito de Leonor, le sucedió su hermano Mariano V.

A primeros de marzo, Juan I juró en Barcelona las costumbres y constituciones catalanas, y a mediados de aquel mismo mes fue jurado conde de Barcelona. Pocas semanas antes, el nuevo rey había recibido en Gerona al conde de Ampurias al que trató con afecto y le devolvió el condado. Aunque pocos meses después le procesó y estuvo a punto de condenarle por haberse aliado con los franceses que habían ido contra Pedro IV.

También en aquel año, después de escuchar en Barcelona la opinión de una asamblea de teólogos y juristas, Juan I decidió apartarse de la política de neutralidad de su difunto padre con respecto al Cisma de la Iglesia y poner sus reinos bajo la obediencia del papa Clemente VII de Aviñón. Además, pactó una alianza con Francia cambiando así la política anglófila de su padre. Este cambio propició, gracias a la mediación del papa, la reconciliación con la casa real francesa de los Anjou. El acto se ratificó con el compromiso matrimonial entre Violante, hija de seis años de edad de Juan I y de Violante de Bar, y el rey de Nápoles Luis II de Anjou. Las bodas se celebrarían cuando la infanta tuviera la edad adecuada.

En enero de 1388 se reunieron en Cagliari (Cerdeña) Leonor y su hijo Mariano V con los representantes de Juan I, entre los que se encontraban el infante primogénito del rey y en infante Martín, para firmar una paz muy desventajosa para Arborea porque se firmaba por la necesidad de liberar al marido de Leonor que estaba retenido por Aragón.

En mayo, sin que Juan I pudiera atender a las demandas de auxilio que le solicitaron sus súbditos, las tropas del florentino Raniero Acciajuoli, después de haberse apoderado de los ducados aragoneses de Neopatria y Atenas, rindieron la fortaleza de la Acrópolis en Atenas. Fue el fin de la dominación aragonesa en Grecia.

A finales de aquel año, Juan I convocó Cortes Generales en Monzón. A ellas acudieron los grandes barones del reino, muchos de ellos representados por procuradores, y la totalidad de los diputados del brazo popular que correspondían a las diecinueve villas y ciudades de Aragón, las diecinueve de Cataluña y Mallorca, y las trece de Valencia. Durante las primeras sesiones, el rey informó a los presentes de una proyectada invasión del reino a través de la frontera del condado del Rosellón (actual Francia) por parte del conde de Armañac, padre de la fallecida reina Mata, que reivindicaba sus derechos al desaparecido reino de Mallorca, conquistado y anexionado a la Corona de Aragón en 1344 por Pedro IV “el Ceremonioso”. Se fundaba el de Armañac que los había recibido de Luis II de Anjou, que, a su vez, los había recibido de su padre Luis I de Anjou, hermano de Carlos V de Francia, que los había comprado a la hija de Jaime III, último rey de Mallorca. Parece ser que lo que realmente quería el conde era una compensación monetaria para sufragar los gastos que le originaban sus desocupadas tropas en una de las muchas treguas de la guerra de los cien años. Para hacer frente a aquella situación, el rey pidió a las Cortes un subsidio que le fue denegado. Por su parte, las Cortes pidieron que se aprobara la reorganización de la casa real para disminuir el considerable gasto suntuario y el número de sus servidores. Además, solicitaron que algunas personas de la corte fueran sustituidas porque despilfarraban el patrimonio regio en connivencia con los reyes, sobre todo con la de la reina. Juan I se negó a la petición y ordenó a los acusadores que abandonaran los castillos que tenían en feudo y disolvieran sus tropas. Después de varios meses de conflicto, Juan I cedió a la petición de las Cortes y apartó de sus cargos a una influyente dama de la reina y a varios personajes.

En abril de 1389, Juan I firmó un tratado de paz y alianza con Carlos III, nuevo rey de Navarra tras la muerte de Carlos II “el Malo” en enero de 1387. Para dar firmeza al pacto, se concertó el matrimonio entre la infanta Juana de Navarra y el infante Jaime, primogénito del rey aragonés. Pero la muerte a los pocos meses del infante impidió la celebración del matrimonio.

En octubre, las tropas del conde de Armañac, al mando de su hermano Bernardo, saquearon las tierras de la actual provincia de Gerona y amenazaron aquella ciudad. El envío en diciembre de embajadores a Carlos VI de Francia, para denunciar los hechos, propició que el rey francés prohibiera a sus súbditos prestar ayuda a Bernardo de Armañac.

En noviembre, Juan I suspendió las sesiones de las Cortes con la intención de reanudarlas cuando hubiera rechazado la invasión; pero ya no se volverían a reunir durante su reinado.

En diciembre, Juan I, después de ordenar a su hermano el infante Martín, para el que creó el ducado de Montblanch, que se dirigiera a los Pirineos con todas las fuerzas que pudiera juntar, abandonó Monzón para dirigirse a Barcelona y reunir tropas aragonesas y valencianas.

En marzo de 1390, la llegada a San Felíu de Guixols (Gerona) de Juan I, al mando de todo su ejército, propició la retirada de las tropas francesas y el fin de la invasión. Pero la amenaza continuó durante algún tiempo.

En octubre, ante la muerte de su cuñado y homónimo Juan I de Castilla, el rey aragonés envió tropas a la frontera para intervenir en el caso de que enemigos exteriores o interiores amenazasen la paz en el reino de su sobrino Enrique III, nuevo rey de Castilla de once años de edad.

También en aquel año, Juan I firmó un tratado de paz con el dogo (máximo dirigente) de Génova para asegurar su no intervención en los asuntos de Cerdeña. También se concertó la boda entre Martín “el Joven”, hijo del duque de Montblanch, y la reina María de Sicilia, que había sido llevada para su seguridad a Barcelona en 1384, después de haber permanecido medio encerrada por su tutor y regente Artal de Alagón.

Nuevamente, en febrero de 1391, Leonor y su hijo Mariano V, se volvieron a rebelar contra el dominio aragonés. La respuesta de Juan I fue la de enviar tropas contra los rebeldes de Cerdeña.

Durante los meses de julio y agosto, la ola de violencia contra los judíos que se había iniciado en Castilla llegó a Valencia donde hubo saqueos y asesinatos. A pesar de que se adoptaron medidas para impedir su progreso al resto de la Corona de Aragón, las turbas asaltaron la judería de Barcelona y las de otras villas y ciudades provocando destrucciones y crímenes.

En febrero de 1392, después de haberse celebrado la boda de Martín “el Joven” con María de Sicilia en noviembre del año anterior, el matrimonio se dirigió a la isla en compañía del duque de Montblanch, que pretendía afianzar la dinastía aragonesa reinstaurando en aquel trono a su nuera y a su hijo. La escuadra que los llevó, organizada por el duque como vicario general del reino de Sicilia, estaba al mando del almirante Bernardo de Cabrera, nieto del difunto valido de Pedro IV del mismo nombre.

En junio se celebró el matrimonio de la infanta Juana, hija de Juan I y de Mata de Armañac con el conde Mateo de Foix.

También en aquel mes, cuando el duque ya se había apoderado de la isla de Sicilia y parecía que había finalizado la resistencia, se produjo la ejecución al magnate siciliano Andrea Chiaramonte. Ello provocó una gran rebelión nobiliaria que puso en peligro la vida de los reyes y la del propio duque al ser asediados en el castillo de Catania (en la costa este de Sicilia). Ante la insuficiencia de recursos militares para dominar la rebelión, el almirante Bernardo de Cabrera volvió a Barcelona para conseguir refuerzos. Pero debido a la penuria de las arcas reales, el almirante tuvo que empeñar sus tierras y pedir préstamos personales para contratar gentes de armas. Con ellos volvió a Sicilia en compañía de algunos caballeros en dos naves aportadas por Juan I. Allí consiguió auxiliar a los reyes y al duque, y resistir hasta que llegaran los auxilios de Juan I. Mientras tanto, la rebelión en Cerdeña, encabezada ahora por Brancaleone, se extendía por toda la isla. Para enfrentarla, Juan I decidió que la flota enviada a Sicilia sirviera también para acabar con los rebeldes sardos; además, preparó una expedición, que quería mandar personalmente, y cuya salida se programó para abril del año siguiente. Mientras la preparaba, se trasladó a Valencia para huir de la peste que asolaba Barcelona.

Durante el verano de 1393, los rebeldes sardos consiguieron apoderarse de casi toda Cerdeña; solamente Alguer y pocas plazas más permanecieron fieles a la Corona. Juan I aplazó hasta septiembre la salida de la expedición; pero envió a Sicilia mensajeros para recordar a su hermano que apresurara los preparativos para ir contra los rebeldes sardos. Pero las dilaciones continuaron.

En diciembre, el rey anunció que pasaría el invierno en Mallorca y que la expedición quedaba aplazada hasta abril de año siguiente. Ello constataba su fracaso y la empresa ya no se realizaría. Pero para justificar el esfuerzo realizado para preparar la expedición, envió una flota de veinte galeras a Sicilia, y otra más pequeña a Cerdeña en auxilio de Alguer y de las otras plazas.

En agosto de 1394, las tropas reales lograron rendir Catania. A pesar de ello, Sicilia continuó sin estar pacificada del todo por el estallido de una nueva rebelión.

En septiembre, tras el fallecimiento del papa Clemente VII, fue elegido papa en Aviñón el cardenal aragonés Pedro de Luna que tomó el nombre de Benedicto XIII. Había firmado, junto con los cardenales que lo eligieron que terminarían con el Cisma aun a costa de renunciar a su nombramiento.

En mayo de 1395, los duques que habían sido regentes en la minoría de Carlos VI de Francia se trasladaron a Aviñón para solicitar la abdicación voluntaria de Benedicto XIII. Durante dos meses intentaron convencerlo, incluso utilizando la violencia, sin conseguirlo. El papa argumentaba su negativa apoyándose en que la abdicación no tenía precedente en el derecho canónico; por ello, propuso la vía iustitiae que consistía en que los dos papas se reuniesen para encontrar una solución al Cisma, y si no llegaban a un acuerdo dejarían que unos árbitros decidieran la legitimidad de uno de ellos.

En los primeros meses de 1396, Juan I, que estaba en Perpiñán desde el anterior mes de diciembre por tener aquella ciudad mejores condiciones sanitarias, recibió de los regidores de Valencia unos memoriales de agravios y excesos de toda índole cometidos por los consejeros del monarca. También pusieron de manifiesto la inseguridad de la frontera con Francia porque el rey, para aliviar sus apuros económicos, había malvendido castillos muy estratégicos del Rosellón. Por su parte, en abril, los regidores de Barcelona informaron a Juan I de una denuncia presentada contra el mercader y prestamista lombardo Luquí Scarampo en la que se le acusaba de mantener negociaciones con compañías de mercenarios franceses que invadirían Cataluña y guerrearían a favor de quien les pagara mejor. También se sospechaba que los tratos del lombardo los hacía en connivencia con los miembros del consejo real, entre los que se encontraban Alemany de Cervelló, Joan Desplá y Bernat Metge. Scarampo había conseguido hacerse con la voluntad de los reyes: a Juan I le prestó importantes cantidades de dinero a cambio de la percepción de las rentas reales de Mallorca y la de los diezmos que el papa había concedido para la expedición a Cerdeña; y la reina Violante le había otorgado numerosas prebendas debido al gran afecto que le profesaba. Pero el aislamiento a que el rey estaba sometido por su camarilla hizo que todas las denuncias fueran escuchadas con desconfianza e interpretadas torcidamente. Para reforzar sus opiniones sobre la falsedad de la invasión, los reyes decidieron que se hicieran dos encuestas judiciales: en una de ellas enviaron a Barcelona a los tres consejeros mencionados anteriormente que se dedicaron casi exclusivamente a desacreditar a los regidores barceloneses y escamotear de este asunto a Luquí Scarampo; en la otra, los encuestadores fueron enviados a la corte papal de Aviñón con el mismo propósito de desprestigiar a Arnau Destorrent, antiguo regidor de Barcelona que había denunciado en aquella ciudad la amenaza de la invasión.

El día diecinueve de mayo de aquel año, Juan I, en compañía de su comitiva se dirigía cazando a Gerona. A su paso por el condado de Ampurias, el rey sufrió una especie de apoplejía y cayó muerto del caballo. Moría así un rey que había dejado en manos de su esposa las cuestiones de gobierno para dedicarse preferentemente a la caza, música, artes y fiestas, en las que se gastaban grandes sumas de dinero. Tanto fue así, que la escasez de fondos impidió la celebración de la ceremonia de coronación en Zaragoza.

Sucesos contemporáneos

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Reyes y gobernantes coetáneos

Castilla y León:

Reyes de Castilla y León.

Juan I (1379-1390).
Enrique III "el Doliente" (1390-1406).

Navarra:

Reyes de Navarra.

Carlos II "el Malo" (1349-1387).
Carlos III "el Noble"(1387-1425).

Condado catalán
no integrado en la
Corona de Aragón:

Conde de Pallars-Sobirá.

Hugo Roger II (1369-1416).

Al-Andalus:

Emires del reino nazarí de Granada.

Muhammad V (1362-1391) 2ª vez.
Yusuf II (1391-1392).
Muhammad VII (1392-1408).

Portugal:

Rey de Portugal.
(Dinastía de Avís)

Juan I (1385-1433).

Francia:

Rey de Francia.
(Dinastía de Valois).

Carlos VI (1380-1422).

Alemania:

Rey de Germania.
(Dinastía Luxemburg)

Wenceslao (1378-1400.

Rey de Romanos. (Emperador del Sacro Imperio sin coronar).

Wenceslao (1378-1400.

Italia:

Reyes de Italia (Norte).

------- Perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico desde 962.

Dux de la República de Venecia.

Antonio Venier (1382-1400).

Estados Pontificios (Papas).

------- Cisma de Occidente (1378-1417).

------- (Papas en Roma).

Urbano VI (1378-1389).
Bonifacio IX (1389-1404).

------- (Papas en Aviñón).

Clemente VII (1378-1394).
Benedicto XIII (1394-1417).

Reina de Sicilia.

María (1377-1402).

Reyes de Nápoles.

Ladislao (1386-1414).
------- Luis II (1384-1417). Rival de Ladislao.

Britania:

Escocia:

Reyes de Escocia.
(Dinastía Estuardo).

Roberto II (1371-1390).
Roberto III (1390-1406).

Inglaterra:

Rey de Inglaterra.

Ricardo II (1377-1399) (Obligado a abdicar).

División del
Imperio bizantino. (Bizancio):

Imperio bizantino.
Emperadores.
(Dinastía Paleóloga).

Juan V (1379-1390) 3ª vez.
Juan VII (1390).
Juan V (1390-1391) 4ª vez.
Manuel II (1391-1425).

Imperio de Trebisonda.
Emperadores.

Alejo III (1350-1390).
Manuel III (1390-1417).

Despotado de Épiro.
Déspota.
(Dinastía Buondelmonti).

Esaú (1385-1411).

Imperios y sultanatos musulmanes: Califato árabe abbasí:

Califas abbasíes. (Dentro del sultanato mameluco de El Cairo).

Al-Mutasim II (1386-1389).
Al-Mutawakkil I (1389-1406) 3ª vez.

Sultanato benimerín o meriní:

Sultanes.

Muhammad V (1386-1387).
Abú l-Abbás Ahmad (1387-1393).
Abd ul-Aziz II (1393-1398).

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