Pedro IV "el Ceremonioso"
Rey
de la Corona de Aragón (1319<1336-1387>1387)
Genealogía
Su reinado
El infante Pedro nació prematuro en Balaguer (Lérida) en 1319. Era el segundo hijo varón y tercer descendiente del primer matrimonio del infante Alfonso, futuro rey Alfonso IV de la Corona de Aragón, con la condesa de Urgel Teresa de Entenza. Alfonso, el primogénito, murió dos años antes de que naciera el infante Pedro.
En 1332, las donaciones de villas y posesiones valencianas que hizo Alfonso IV, primero a su segunda esposa Leonor en concepto de arras y posteriormente a la propia reina y a sus hijos los infantes de Aragón Fernando y Juan, en detrimento de su heredero el infante Pedro, fueron, por las exigencias de los jurados de Valencia y de las villas afectadas, revocadas en parte, ya que la reina conservaría la posesión señorial. Ello provocó que Leonor comenzara a hostigar al infante Pedro empezando por perseguir y desposeer de sus cargos a todos los partidarios y amigos del heredero, y propiciando que éste y su hermano Jaime tuvieran que refugiarse en Zaragoza bajo la protección de su arzobispo Pedro de Luna y de algunos nobles aragoneses. En ese contexto, el infante Pedro fue llamado a Barcelona, pero temeroso de su madrastra, se dirigió a Jaca (Huesca) con sus amigos aragoneses dispuesto a cruzar la frontera si fuera necesario.
En 1335, el infante Pedro, hostil a Castilla por su enfrentamiento con Leonor, hermana del rey castellano-leonés Alfonso XI, incitó a que muchos caballeros de la Corona acudieran a Navarra para ponerse a su servicio en el conflicto que mantenía este reino con Castilla por la posesión del monasterio de Fitero y el adjunto castillo de Tudején (Navarra).
A finales de aquel año, cuando Alfonso IV agonizaba, la reina Leonor acompañada de sus hijos huyó de Barcelona para refugiarse en Castilla. Lo hizo para librarse de las represalias de su hijastro el infante Pedro. En la huida fue ayudada por el ricohombre aragonés Pedro de Jérica, que había sido aquel año apartado por el rey del cargo de procurador del reino de Valencia.
En enero de 1336 murió Alfonso IV sin la presencia de la reina ni la de ninguno de sus hijos. En abril, el nuevo rey Pedro IV marchó a Zaragoza para jurar los fueros y privilegios de Aragón y ser coronado rey de la Corona en la Seo (catedral). Igual que hizo su padre en la ceremonia de coronación, para manifestar que no recibía el reino de la Iglesia, se coronó a sí mismo. A la ceremonia acudieron pocos representantes de Cataluña porque el rey se había negado a jurar los privilegios como conde de Barcelona antes de ser coronado; aunque más tarde los juró cuando pasaba por Lérida de camino a Valencia para convocar cortes y ser jurado rey. En dichas cortes, Pedro IV anuló todas las concesiones abusivas hechas por su padre y despojó de sus rentas y posesiones a los huidos; lo que provocó el enfrentamiento armado entre Pedro de Jérica y el rey.
En julio, Leonor escribió a su hermano Alfonso XI pidiéndole que ayudase a su partidario Pedro de Jérica en su lucha contra Pedro IV. El rey castellano-leonés le comunicó que enviaba al ricohombre varios caballeros y que le nombraba adelantado de Murcia.
En septiembre de aquel año, Pedro IV firmó la paz con la república de Génova para poner fin a la guerra iniciada en tiempos de su padre el rey Alfonso IV “el Benigno”. Más que un tratado de paz, se firmó una tregua.
A principios de 1337, Leonor volvió a escribir a su hermano Alfonso XI para informarle de lo desesperado de su situación, pues temía que, como consecuencia del secuestro de sus rentas y de las confiscaciones a Pedro de Jérica realizadas por Pedro IV, ambos se unieran para solventar sus diferencias y ella quedara desamparada. El rey castellano-leonés, en una entrevista que tuvo con su hermana en Ayllón (Segovia), le informó que había ordenado a los concejos de Soria, Almazán (Soria), Cuenca, Molina (Guadalajara), Moya (Cuenca), Huete (Cuenca) y Requena (Valencia) que ayudaran al de Jérica en sus enfrentamientos con el rey aragonés. Ello provocó un grave deterioro en las relaciones entre Aragón y Castilla que estuvo a punto de provocar una guerra.
En julio de 1338, Pedro IV contrajo matrimonio con María, segundogénita de los reyes de Navarra Juana II y Felipe III de Evreux. Anteriormente, en 1335, se había frustrado la negociación de su matrimonio con la primogénita Juana porque entró en religión y renunció a todos sus derechos.
En octubre, después de muchos meses de enfrentamientos, se restablecieron las relaciones entre Aragón y Castilla. Para conseguirlas fueron fundamentales los buenos oficios del infante Pedro, tío y futuro canciller de Pedro IV, que le aconsejó negociar con su madrastra para evitar la guerra abierta y apaciguar a los vasallos partidarios de Leonor. También la Santa Sede participó en la consecución del acuerdo. Para ello, se reunieron en Daroca (Zaragoza) y Gandesa (Tarragona) representantes de ambos reinos y recomendaron que se devolviese a Leonor las posesiones que le correspondieran por su dote, que se restituyeran los bienes a sus hijos y que pudieran volver a Aragón. También que se le devolviesen a Pedro de Jérica sus rentas y heredades, con lo que se conseguiría que retornara a la obediencia del rey.
En noviembre, los representantes de Pedro IV y de Alfonso XI se reunieron en Madrid para firmar el acuerdo de amistad anteriormente negociado y, además, un compromiso de que Aragón enviaría, por un tiempo prefijado, naves para ayudar a Castilla en la guerra contra los benimerines (o meriníes).
En mayo de 1339, cuando Alfonso XI se dirigía a la frontera para hacer frente a las tropas de Abd al-Malik, hijo del emir benimerín Abú-l-Hasan, recibió a un emisario de Pedro IV que traía una propuesta de alianza contra los musulmanes para evitar una posible invasión de Valencia. La propuesta fue aceptada y se pactó que las flotas de ambos reinos vigilarían el estrecho de Gibraltar. Como consecuencia de ello, en septiembre, la flota aragonesa al mando de Gilabert de Cruilles atacó Ceuta (norte de África) y derrotó a una escuadra musulmana.
En aquel año, Pedro IV exigió a Jaime III de Mallorca, casado con su hermana Constanza, el homenaje feudal que todo vasallo debía rendir cada vez que un nuevo rey accedía al trono de Aragón. El rey mallorquín accedió con renuencia porque necesitaba su apoyo contra Felipe VI de Francia que le reclamaba el señorío de Montpellier, por el que el mallorquín era vasallo del rey francés. Pedro IV medió entre Francia y Mallorca consiguiendo que Felipe VI dejara en sus manos la solución del pleito. A continuación, Pedro IV se desentendió del asunto y viajó a Aviñón (Francia), sede papal en aquella época, para prestar al papa Benedicto XII homenaje por Córcega y Cerdeña, en poder de la Corona desde el reinado de Jaime II.
En octubre de 1340, después de la victoria de Alfonso XI en la batalla del Salado contra benimerines y nazaríes, la flota aragonesa, que junto con la castellana había sido derrotada en abril por los africanos en aguas de Algeciras, vigiló las aguas de estrecho de Gibraltar. Pedro IV le había dado su mandado a Pedro de Montcada, nieto de Roger de Lauria, porque su anterior almirante Gilabert había muerto de un flechazo musulmán cuando desembarcaba en Algeciras.
En marzo de 1341, Pedro IV convocó cortes de Cataluña a cuyas sesiones Jaime III debía acudir por razón de su vasallaje. Fue una maniobra con la que se adelantó a la petición que el rey mallorquín le haría como rey vasallo para que acudiese a Perpiñán con un ejército que le ayudase contra Francia. Al no presentarse el monarca mallorquín, el pacto feudal quedó roto y Pedro IV no tuvo la obligación de acudir en su socorro. Además, encontraba un pretexto para iniciar un proceso contra Jaime III al que acusó de acuñar moneda aragonesa en Perpiñán (Rosellón) y de que en los condados de Rosellón y Cerdaña circulaba moneda francesa.
Marzo de 1342 fue la fecha que le dieron los procuradores del proceso a Jaime III para que se presentase en Barcelona y respondiese a las acusaciones. A pesar de que el rey mallorquín no acudió, porque estaba enfrascado en su problema con Francia, el procesó se puso en marcha.
En julio, después de que Francia aparcase por un tiempo sus pretensiones sobre Montpellier por su guerra contra Inglaterra (Guerra de los Cien Años) y de que el nuevo papa Clemente VI le consiguiera un salvoconducto otorgado por Pedro IV que le permitía acudir a la cita con seguridad, Jaime III, acompañado de su esposa la reina Constanza, se presentó en Barcelona con cuatro galeras de guerra con la pretensión de solventar sus diferencias. Los hechos que sucedieron a continuación sólo son mencionados en la Crónica de Pedro IV y son difícilmente creíbles y verificables. Según ella, la intención de los reyes de Mallorca era apresar al rey de Aragón junto con su hermano el infante Jaime y su tío el infante Pedro. El plan era que la reina se fingiría enferma y cuando acudieran solos a visitarla a su residencia los cogerían prisioneros y los llevarían a Mallorca en secreto. Pero la reina, hermana de Pedro IV, traicionó a su marido y destapó la conspiración. En respuesta, el infante Pedro propuso que, pese al salvoconducto, Jaime III fuera apresado, pero el infante Jaime se opuso porque la conjura no estaba probada. Sea como fuere, Jaime III conservó su libertad y, después de declarar que se consideraba libre del vasallaje, regresó a su reino sin su esposa, que quedó retenida en Barcelona (otras fuentes afirman que se quedó por propia voluntad). En Mallorca, Jaime III comenzó a hostigar a los súbditos aragoneses con encarcelamientos y confiscaciones de bienes. Mientras tanto, Pedro IV ordenó la conclusión del proceso y esperó a la sentencia, que ya había prefijado.
En septiembre, para hacer frente a la crisis con Jaime III, Pedro IV reclamó a Alfonso XI la devolución de las naves que operaban en el Estrecho, pero al mes siguiente rectificó y le envió diez galeras al mando de Mateo Mercader.
En febrero de 1343 se publicó la sentencia que condenaba a Jaime III a la pérdida de su reino. Apoyándose en ella, Pedro IV reclutó un ejército que desembarcó en mayo en Mallorca y rindió fácilmente su capital. A continuación sus tropas ocuparon sin apenas oposición Menorca e Ibiza. Tras una leve resistencia en algunos castillos del interior de Mallorca, Jaime III huyó al Rosellón y Pedro IV se coronó rey en la catedral de Palma de Mallorca en junio. A finales de ese mes volvió a Barcelona para iniciar la campaña contra el Rosellón y la Cerdaña.
En octubre de ese año, la dispersión de la flota castellano-aragonesa hacia Cartagena, Valencia y África a causa de una tempestad, cuando perseguía a una musulmana que había intentado forzar el bloqueo de Algeciras, propició que un contingente benimerín pudiera desembarcar en Estepona (Málaga).
En abril de 1344, Pedro IV ordenó a su almirante Mateo Mercader regresar con las galeras a Valencia, por considerar que el tiempo de la ayuda pactada en Madrid en 1338 se había cumplido.
En julio, después de perder varios castillos, Jaime III se rindió a Pedro IV en Elna (Rosellón) y fue enviado prisionero a Sant Cugat del Vallés (Barcelona) a la espera de lo que determinase sobre su futuro las cortes que se reunirían en Barcelona. Al día siguiente, el rey aragonés entró en Perpiñán y proclamó la unión del Rosellón y la Cerdaña a la Corona de Aragón.
En octubre, las cortes dictaminaron que el depuesto Jaime III recibiría una renta vitalicia de diez mil libras anuales en compensación por dejar de usar el título real, fundir los sellos reales y de que jamás pleitearía sobre sus antiguos reinos. Se libraron de la usurpación algunos territorios situados en el sur de la actual Francia, como el señorío de Montpellier y los vizcondados de Omelades y Carladés. Jaime III no aceptó el dictamen que recibió en Badalona y huyó.
En noviembre, el espíritu organizador de Pedro IV le llevó a publicar “El libro de las Ordenaciones” en el que se regulaban minuciosamente, entre otros asuntos, el funcionamiento de las cortes, la cancillería, la tesorería, los actos oficiales y las fiestas. Debido a ello se ganó el apelativo de “el Ceremonioso” que la historiografía le ha dado.
En julio de 1346, Pedro IV, creyendo que no podría engendrar hijos varones, consultó en Poblet (Tarragona) a reputados letrados la legalidad de nombrar lugarteniente general y heredera a su hija Constanza en detrimento del derecho hereditario que tenía su hermano Jaime, conde de Urgel, con el que mantenía malas relaciones. Según la Crónica, la mayoría estuvo de acuerdo en alterar la secular costumbre de transmitir el trono sólo a los varones. Al conocer la noticia, el conde de Urgel, después de tener una violenta discusión con su hermano, comenzó a buscar en Valencia partidarios que le apoyaran.
En diciembre, Génova, rival comercial de la Corona en el Mediterráneo occidental, recibió a un embajador de Pedro IV para pedir su neutralidad en las discordias que mantenía con sus feudatarios autóctonos o de origen genovés en Cerdeña. Pero siendo consciente del fracaso de la gestión, hizo que su embajador procurase una coalición con Milán e intentase formar una liga contra Génova integrada por Venecia, Florencia y otras repúblicas italianas.
También en aquel año, la reina Constanza, hermana de Pedro IV y esposa de Jaime III, murió en Montpellier después de que el rey aragonés la dejara marchar el año anterior.
A primeros de 1347, Jaime III, con una pequeña hueste reclutada en sus territorios, invadió y ocupó casi todo el antiguo condado de Conflent (en aquel tiempo integrado en el condado del Rosellón). Pero no pudo conservarlo porque sufrió una derrota ante el gobernador aragonés de aquel condado. A continuación, Jaime III intentó ocupar Puigcerdá, en la Cerdaña, pero también fracasó.
En marzo, Pedro IV hizo efectiva su decisión de nombrar heredera a Constanza en caso de no tener hijos varones y le puso como teniente para el reino de Valencia a Pedro de Jérica. Con el pretexto de que su hermano conspiraba con Castilla y Mallorca, Pedro IV lo llamó para pedirle explicaciones. El infante Jaime salió de Valencia y, soslayando la llamada, se dirigió a Aragón. Inmediatamente, Pedro IV destituyó a todos los cargos de la gobernación general partidarios del infante y los sustituyó por otros de su confianza. Después de estos cambios, el infante Jaime entró en Zaragoza acompañado de numerosos nobles aragoneses que había consiguió reunir en la cercana villa de Fuentes. A continuación envió mensajes a sus hermanastros los infantes Fernando y Juan, y a los nobles y ciudades del reino para formar una coalición que defendiese los fueros y privilegios del reino. Sería la reconstitución de la Unión aragonesa que había sido fundada en tiempos de Pedro III “el Grande” y que le había causado graves problemas. La convocatoria tuvo un gran éxito ya que al infante Jaime se le unieron importantes figuras de la nobleza, del clero y de los síndicos de las villas y ciudades del reino, a excepción de Huesca, Calatayud, Daroca y Teruel que no quisieron formar parte de la Unión. A continuación, los jurados notificaron al rey la formación de la Unión y le solicitaron que convocase cortes en Zaragoza. Por su parte, los valencianos, descontentos con Pedro IV por sus imposiciones fiscales y venta de villas de la Corona a nobles y funcionarios fieles al rey, formaron una Unión semejante a la aragonesa con la que se coaligaron. Frente a ella los partidarios del rey se unieron y formaron la “Fraternidad” con Pedro de Jérica a la cabeza que pronto intentó ir contra la Unión, pero esta decisión quedó en suspenso porque la Unión solicitó la ayuda de Castilla y pidió al infante Fernando que se pusiera al frente.
En abril, cinco días después de haber dado a luz un niño en Valencia, que murió a las pocas horas, falleció la reina María. Inmediatamente Pedro IV comenzó a planear un nuevo matrimonio. Su primera opción fue Leonor de Sicilia, pero la oposición del papado le hizo desistir. Finalmente se decidió por Leonor, hija del rey Alfonso IV de Portugal, y el contrato matrimonial fue firmado en junio.
También en junio de aquel año, las tropas de Pedro IV ya habían recuperado todo el territorio ocupado por el depuesto rey mallorquín en el Rosellón. Debido a ello, Jaime III buscó refugió en Aviñón y consiguió la protección del papa Clemente VI.
En agosto, Pedro IV llegó a Zaragoza, donde fue recibido por sus hermanastros Fernando y Juan, para reunir unas cortes que le había pedido la Unión y que no deseaba celebrar porque quería manifestar la supremacía del poder real prescindiendo de los demás estamentos. Pero antes firmó un documento donde declaraba nulos las concesiones que pudieran hacer los unionistas a los aragoneses que fueran contrarias a los fueros, y también las modificaciones que lograran imponerle en el consejo real. Las cortes se iniciaron y pronto comenzaron las disputas entre el rey y los unionistas. Estos pretendían apartar del consejo real a catalanes y roselloneses, que el rey confirmara los privilegios de la Unión y que revocara el nombramiento como heredera de su hija. Pedro IV se negó y los unionistas le amenazaron con nombrar otro rey. Muchos nobles de la Unión, entre los que se encontraban Lope de Luna y Blasco de Alagón, no conformes con alguna de aquellas peticiones y convencidos o atraídos con promesas de privilegios del nuevo mayordomo real Bernardo de Cabrera se pasaron al bando del rey.
En septiembre, protestando que lo hacía a la fuerza, Pedro IV firmó los privilegios de la Unión y concedió todo lo que le pidieron. Había seguido el consejo de Bernardo de Cabrera de plegarse a los unionistas a la espera de circunstancias que dieran un vuelco a la situación. En octubre, después de producirse un grave altercado entre el rey y su hermano el infante Jaime, y de que el pueblo entrara en el salón de sesiones para defender al infante, se clausuraron las cortes. A continuación, Pedro IV nombró en secreto gobernador general de Aragón a Lope de Luna y partió hacia Cataluña dejando atrás una grave situación de enfrentamiento entre unionistas y partidarios del rey.
También en aquel mes, la familia de los Doria de origen genovés, que señoreaba en el norte de Cerdeña una de las cuatro demarcaciones en que se dividía la isla, se sublevó contra la Corona de Aragón. En el paso de Aidu de Turdu atacó y venció a las tropas del gobernador de la isla Guillem de Cervelló, que murió en la retirada. La protección de la república de Génova y el apoyo de la familia Malaspina, también sardo-genovesa, fueron decisivos para la victoria. A continuación, los sublevados sitiaron la cercana ciudad de Sassari.
En noviembre, Pedro IV celebró cortes en Barcelona y se casó con Leonor de Portugal, que había hecho el viaje por mar para evitar su paso por Castilla. En esos mismos días, el infante Jaime, que había acudido a Barcelona para asistir a las cortes, apareció muerto víctima seguramente de la peste negra, aunque también se llegó a acusar al rey de haber ordenado su envenenamiento.
En diciembre, los integrantes de la Unión valenciana pidieron la presencia de los reyes en su ciudad con el débil pretexto de que los barcos que habían llevado a la reina a Barcelona cometieron el desaire de no entrar en Valencia. La intención era seguir la táctica de peticiones que hizo la Unión aragonesa a Pedro IV. Pero los ánimos estaban tan caldeados que no esperaron la respuesta del rey y se produjeron enfrentamientos armados que dieron como resultado la derrota de la Fraternidad por la Unión en la Pobla de Esplugues y en Bétera (Valencia). Mientras tanto, el infante Fernando, hermanastro del rey, consiguió que su tío Alfonso XI le cediese una escolta de ochocientos hombres para acudir a Valencia.
En enero de 1348, el nuevo gobernador de Cerdeña Riambau de Corbera, con los refuerzos que le envió Pedro IV, consiguió levantar el asedio de Sassari y vencer a los Doria y Malaspina, que tuvieron que abandonar la isla. Con ello se logró una relativa pacificación de Cerdeña.
Después, en el mismo mes, Pedro IV, con mucha gente armada, se dirigió a Valencia para sofocar la rebelión. Antes de llegar hizo alto en Murviedro (Sagunto), que se creía afecta al rey, pero sus habitantes, temerosos de que pudieran ser atacados por aquél o por sus acompañantes, realizaron una protesta que obligó a que muchos personajes, como Bernardo de Cabrera, tuvieran que abandonar la villa. Durante los meses que el rey permaneció en Murviedro, y dada su debilidad, aceptó los fueros, privilegios y libertades que le exigió la Unión y tuvo que nombrar a su cabecilla, el infante Fernando, procurador general y heredero en el caso de no tener hijos varones.
En abril, ante un intento de Pedro IV de escapar a Teruel, los habitantes de Murviedro, ya decantados hacia la Unión, desbarataron sus planes y obligaron a los reyes a acompañarlos a Valencia. Allí fue recibido con honores por el infante Fernando al frente de sus tropas castellanas y unionistas. En los festejos que siguieron se produjeron algunas afrentas a los reyes, siendo la más grave la humillación que sufrieron cuando unos amotinados provistos de tambores y trompetas entraron en la cámara regia y les obligaron a bailar.
A finales de mayo, la Unión dejó que los reyes pudieran trasladarse a Teruel porque Pedro IV les responsabilizó de sus muertes si se contagiaban de la peste negra que estaba provocando una gran mortandad en la ciudad.
En junio, el depuesto Jaime III de Mallorca vendió Montpellier y el resto de sus posesiones a Felipe VI de Francia por ciento veinte mil florines de oro. Con esa cantidad y préstamos del papado equipó una escuadra y reclutó un ejército mercenario entre los caballeros y hombres de armas de Provenza (sur de la actual Francia), para recuperar su reino.
En julio, las tropas realistas aragonesas de Lope de Luna, las leales valencianas de Pedro de Jérica y las catalanas que Bernardo de Cabrera envió, derrotaron en Épila (Zaragoza) a las de la Unión. En la batalla, el infante Fernando fue herido, cayó prisionero y fue llevado a Castilla por tropas castellanas afectas a Lope de Luna. La Unión quedó descabezada y Zaragoza se rindió. En la represión que siguió fueron ejecutados trece unionistas y confiscados los bienes de los nobles muertos en la batalla. En las cortes que inmediatamente se celebraron fue disuelta jurídicamente la Unión y el propio Pedro IV rasgó con el puñal que siempre llevaba los seis folios fundacionales de la Unión, con lo que se añadió a su nombre un segundo apelativo: “el del puñalito” o “Punyalet” (en catalán).
En octubre, víctima de la peste negra, murió en Jérica (Castellón) la reina Leonor.
En diciembre, Pedro IV venció con un potente ejército a los unionistas valencianos en Mistala (junto a Valencia) y después, a los pocos días, rindió la capital. A continuación derogó los privilegios de la unión e inició una represión semejante a la realizada en Aragón, pero con algunos actos de crueldad: como la de hacer tragar a algunos insurrectos el bronce fundido de la campana que convocaba a las asambleas de la Unión.
En agosto de 1349, después de solventar la oposición del papado, Pedro IV celebró un tercer matrimonio al casarse en Valencia con su prima segunda Leonor, hermana del rey Luis I de Sicilia. Con el nuevo matrimonio se volvió a abrir la opción de añadir Sicilia a la Corona de Aragón.
En octubre, el destronado Jaime III desembarcó con su ejército en la isla de Mallorca y ocupó Pollensa, Alcudia, Muro e Inca. Pero finalmente fue derrotado y muerto al ser descabalgado de su caballo y decapitado por un guerrero en la batalla de Lluchmayor (Mallorca). Su heredero Jaime, junto con su hermana Isabel y su madrastra la reina Violante, fueron hechos prisioneros e internados en el castillo de Bellver (Mallorca). Posteriormente fueron llevados a Valencia donde las mujeres fueron encerradas en un monasterio y el infante Jaime en el castillo de Játiva (Valencia). Allí, por orden de Pedro IV, fue sometido a constantes maltratos para conseguir que renunciase a sus títulos y herencia.
También en aquel año, las familias de los Doria y de los Malaspina regresaron a Cerdeña y, apoyados por Génova, sitiaron nuevamente la ciudad de Sassari, pero no consiguieron conquistarla. Al año siguiente lo intentaron con Alguer, y se hicieron con ella.
En diciembre de aquel año de 1350, nació en Perpiñán el primer hijo varón de Pedro IV y de Leonor de Sicilia, el futuro Juan I. El rey creó para su heredero el título de duque de Gerona, origen del actual título de príncipe de Gerona.
En enero de 1351, debido a los constantes enfrentamientos de aragoneses y venecianos con los genoveses por el control del comercio en el Mediterráneo occidental y oriental, respectivamente, Pedro IV firmó en Perpiñán una alianza por cuatro años con Venecia para ir contra la república de Génova. Acordaron que Venecia pagaría la construcción de doce galeras a mil florines por cada una y mes, y la Corona costearía seis y también pagaría a casi todas las tripulaciones y soldados, incluyendo el almirante. Además, todas las galeras se fletarían en puertos de la Corona. Y si alguno de los socios se desvinculara antes de tiempo de la alianza, tendría que pagar al otro un mínimo de cien mil florines de oro. A la alianza se unió el Imperio bizantino que tenía el mismo problema que los venecianos. En diciembre, después de algunas dificultades de Pedro IV en la obtención de dinero para construir la flota, la escuadra pudo reunirse con la veneciana en Mesina (Sicilia) y dirigirse hacia el Mediterráneo oriental.
En febrero de 1352 se dio el primer combate entre las flotas aliadas y la genovesa en el estrecho del Bósforo con un resultado dudoso y con grandes pérdidas para ambos bandos que llevó a Bizancio a firmar una paz por separado. Los aliados volvieron a atacar en Gálata (Estambul) y fueron vencidos.
En octubre, los procuradores de Aragón y Castilla ratificaron en Tarazona (Zaragoza) el tratado de paz firmado en 1338 por Pedro IV y Alfonso XI, muerto en 1350 a consecuencia de la peste en el asedio a Gibraltar y padre del nuevo rey Pedro I de Castilla y León. Además, acordaron abandonar las causas de sus respectivos adversarios: el infante Fernando de Aragón y Enrique de Trastámara, hermanastro de Pedro I.
En agosto de 1353, la escuadra aragonesa al mando de Bernardo de Cabrera unida a la veneciana comandada por Nicolo Pisano venció plenamente a la genovesa en la rada de Alguer. La ciudad había estado siendo asediada por las fuerzas de la Corona desde que cayó en poder de los sardo-genoveses, y seguía en sus manos. A pesar de la derrota, la sublevación sarda de los Doria continuó, ya que Génova les siguió prestando ayuda gracias a una alianza con Milán y que el hasta ahora fiel súbdito de Pedro IV, Mariano IV, juez de Arborea (otra de las cuatro demarcaciones en que se dividía Cerdeña), cambió de bando en septiembre de aquel año. Debido a ello, Pedro IV comenzó a preparar una escuadra para atajar la rebelión. Al mismo tiempo encargó a Bernardo de Cabrera la redacción de unos reglamentos para el funcionamiento de la marina de guerra llamados “Ordinacions sobre lo fet de la mar”.
En junio de 1354, Pedro IV, al frente de sus naves, llegó a Cerdeña y puso sitio a la plaza de Alguer.
En octubre, Pedro IV recibió a través de su tío el infante Pedro, que actuaba como procurador general o regente de la Corona por su ausencia en Cerdeña, una propuesta de alianza de Pedro I contra el infante Fernando, rebelde en Castilla y enemigo de Pedro IV. Como respuesta, Aragón solamente reforzó su frontera con Castilla.
En diciembre, para rendir la plaza de Alguer sin tener que eternizar una difícil campaña con resultados inciertos, el rey negoció una paz con los rebeldes. Por ella, a cambio de aceptar la autoridad del rey, se concedía el perdón al juez Mariano IV y se confirmaban sus posesiones a los Doria. Después de la rendición, los habitantes de plaza fueron expulsados y sustituidos por catalanes y aragoneses.
En febrero de 1355, Pedro IV convocó en Cagliari a todos los estamentos a unas cortes que tenían el propósito de atraerse a la población autóctona, pero tuvieron muy poco éxito, entre otras causas, por la ausencia de los personajes más importantes de Cerdeña.
En junio, los infantes Fernando y Juan entregaron en garantía a Pedro I los alicantinos castillos de Orihuela, Alicante y Crevillente. Ante la gravedad de aquel acto para las relaciones entre Aragón y Castilla, el infante Pedro envió una embajada de protesta al rey castellano-leonés, y ordenó a los comendadores de las Órdenes Militares y a los oficiales reales proteger la frontera aragonesa y el sur del reino de Valencia.
En septiembre, para acabar con las continuas discordias, Pedro IV firmó una efímera paz en Sanluri con el juez de Alborea, en la que se reconocía la autonomía de aquella región. Después regresó a Barcelona.
A principios de 1356, la familia Doria se rebeló nuevamente contra Pedro IV y se apoderó de la fortaleza de Casteldoria, pero tropas enviadas por el rey en seis galeras lo derrotaron y la fortaleza fue recuperada.
También en ese año sucedió un incidente de escasa relevancia que supuso una escalada hacia la guerra entre Castilla y Aragón. Guerra que se veía gestando por las malas relaciones entre ambos reyes a causa de las ayudas que prestaban a sus respectivos enemigos. Ocurrió que una flotilla de diez galeras y un leño mandada por el catalán Francesc de Perellós al servicio de Francia, en ese momento aliada a Aragón, apresó a dos naves de Piacenza (Italia) frente al puerto de Sanlúcar de Barrameda. Pedro I, que se encontraba embarcado en las cercanías, pidió a Perellós la devolución de las presas. El catalán, después de negarse alegando que tenía derecho porque Génova (Italia), enemiga de Aragón, tenía una alianza con Piacenza, zarpó. Pedro I lo persiguió, pero al no poder alcanzarlo, pidió a Pedro IV la entrega de Perellós para castigarlo, pero el rey aragonés ofreció hacerlo él mismo. El rey castellano-leonés consideró el asunto como una ofensa personal y decretó la confiscación de los bienes de los mercaderes catalanes establecidos en Castilla.
En agosto, Pedro I envió cartas con tonos amenazadores a Pedro IV recordándole cómo había respondido él a su favor en casos similares. Además, entre otras acusaciones, le recordó los agravios que el rey aragonés había infringido a su tía, la reina Leonor, y a sus primos, los infantes Fernando y Juan. A continuación, en septiembre, sin esperar la respuesta, atacó la frontera sur del reino de Valencia logrando conquistar varias plazas, entre ellas Villena y Alicante. También atacó la frontera de Aragón por Calatayud y Daroca. Pedro IV, aconsejado por Bernardo de Cabrera que consideraba que económica y militarmente Castilla era superior a Aragón, aunque no navalmente, intentó reconducir la situación y respondió sin acritud a todas las acusaciones, pero fue inútil. Había comenzado “la guerra de los dos Pedros”.
A principios de octubre, el conde Enrique de Trastámara, recibió en Francia mensajeros de Pedro IV que le expusieron unas condiciones muy favorables que le ofrecía el rey aragonés para que luchase a su favor contra Castilla. El conde aceptó la oferta y cruzó con sus tropas los Pirineos acompañado de numerosos magnates castellanos para reunirse en Pina (Zaragoza) con Pedro IV y firmar en noviembre un tratado de concordia por el que a cambio de prestar vasallaje al rey aragonés, el de Trastámara recibiría el mando de todas las fuerzas opositoras a Pedro I; se le otorgaría los señoríos de la madrastra de Pedro IV, la reina Leonor, y los de sus hermanastros Fernando y Juan, excepto Albarracín y Tortosa; y, además, el conde recibiría anualmente ciento treinta mil sueldos para pagar a las tropas que lucharían contra Pedro I. El furor que experimentó el infante Fernando por la cesión de sus posesiones fue aprovechada por Pedro I para convencerle de que resucitase la Unión valenciana, que había luchado contra Pedro IV. Pero el intento fracasó.
A finales de otoño, la única acción bélica importante fue la reconquista de Alicante realizada por el conde de Denia y Pedro de Jérica.
En diciembre, Pedro IV, que estaba siguiendo una política de captación para su causa de nobles castellanos, consiguió que sus agentes contactaran con Juan de la Cerda y Álvar Pérez de Guzmán, yernos de Alfonso Fernández Coronel, que combatían en la frontera de Soria a las órdenes del señor de Vizcaya. Tras ofrecerles generosas ofertas, lograron que traicionaran a Pedro I desnaturalizándose secretamente de él y firmando un pacto para provocar una rebelión en Andalucía que desestabilizase Castilla.
A finales de enero de 1357, Pedro I realizó una primera ofensiva atacando las plazas zaragozanas de Sisamón y Cubel. En una segunda, en febrero, se apoderó de los también zaragozanos castillos de Bordalba y Embid de Ariza. Después, en Deza (Soria), recibió a legado papal que traía la misión de lograr la paz entre los dos reyes, pero sólo consiguió una tregua de quince días. Mientras se desarrollaban aquellas acciones se produjo la programada rebelión en Andalucía. Pero fracasó.
A primeros de marzo, Pedro I, casi al término de la tregua, se apoderó de Tarazona, que presentó una escasísima resistencia, y de los zaragozanos castillos de Alcalá de Moncayo y Fayos. A continuación reunió un poderoso ejército y marchó contra Borja (Zaragoza), donde estaba parapetado en una altura llamada La Muela Enrique de Trastámara con otros muchos caballeros aragoneses y castellanos. Después de algunas escaramuzas, Pedro I desistió y regresó a Tarazona. Ante el peligro que suponía el ejército castellano para la suerte de Zaragoza, Pedro IV mandó fortificarla.
En abril, el legado del papa se interpuso entre los dos ejércitos desplegados entre las zaragozanas villas de Tarazona y Magallón y logró una nueva tregua para poder negociar la paz. En mayo, los negociadores de ambos reinos se reunieron en las afueras de Tudela, dentro del neutral reino de Navarra, y pactaron que: los reyes pusieran en manos del legado todas las ciudades, villas y castillos que uno y otro habían tomado, para que los tuviera hasta que las paces se hicieran definitivamente, y como garantía cediesen al legado las plazas de Alicante y Tarazona. Además, se obligaron en nombre de sus reyes a respetar lo pactado, bajo pena de excomunión y de pagar, la parte que no cumpliese, cien mil marcos de plata, que se repartirían por mitad entre la parte obediente y el legado. Para conseguir la paz definitiva, se les daba a los contendientes un plazo que acabaría a finales de año, aunque posteriormente fue aplazado hasta junio del año siguiente. También se pactó el perdón de Enrique de Trastámara y de sus partidarios por el rey de Castilla; y por parte del rey de Aragón, la restitución de sus bienes a la reina Leonor, a los infantes de Aragón y sus seguidores. Siguiendo lo pactado, Pedro IV cedió Alicante al legado. Por su parte, Pedro I, que había sustituido a los pobladores de Tarazona por castellanos, hizo que su nuevo alcaide rindiese homenaje (no entrega) por ella al legado. La estratagema tuvo corto recorrido, ya que cuando en junio se reanudaron las negociaciones en Corella (Navarra) y los aragoneses reclamaron inútilmente Tarazona, el legado castigó a Pedro I con la excomunión, el entredicho en todo su reino y una multa de cien mil marcos de plata. La tregua, aunque no formalmente, estaba rota.
En julio, Pedro IV firmó un tratado de alianza con una duración de diez años con el sultán benimerín del norte de África Abú Inan Faris.
En diciembre, el infante Fernando de Aragón abandonó a Pedro I y juró un pacto en Teruel con Pedro IV que lo nombró procurador del reino, a pesar de que ya tenía un heredero.
En abril de 1358, antes de acabar la tregua, Fadrique, maestre de la Orden de Santiago y hermanastro de Pedro I, conquistó, por orden del rey o por propia iniciativa, el castillo de Jumilla (Murcia), que pertenecía al infante Fernando de Aragón. Al mes siguiente, Fadrique fue llamado a Sevilla y asesinado por orden de Pedro I, seguramente por ser sospechoso de negociar con Pedro IV. También, en junio, el rey ordenó asesinar al infante Juan, hermano del infante Fernando, en Bilbao.
A principios de julio, mientras Enrique de Trastámara entraba en Castilla y saqueaba Serón de Nágima (Soria), el infante Fernando irrumpía en el reino de Murcia e intentaba apoderarse de Cartagena, que no consiguió. Pedro I protestó y hubo un cruce de reproches entre ambos reyes para culparse uno al otro de haber roto la tregua. El aragonés llegó a retar al castellano-leonés a un duelo entre los dos reyes en el que podrían participar veinte, cincuenta o cien caballeros por bando. Así dirimirían la guerra, pero la realidad era que ninguno de los dos pensaba en aquella solución.
En agosto, terminada la tregua, el rey castellano-leonés se puso al frente de la flota castellana, reforzada con naves genovesas, y se apoderó de Guardamar (Alicante). Pero debido a que una tormenta destruyó un gran número de naves, Pedro I solamente pudo incendiar la plaza y luego retirarse por tierra hacia Murcia. Mientras tanto, Enrique de Trastámara y el conde de Luna entraron en Castilla por Ariza y Daroca y conquistaron los castillos turolenses de La Muela y Villel. Pedro I contraatacó apoderándose de los castillos de Arcos de Jalón (Soria), los zaragozanos Bijuesca y Torrijo de la Cañada y Monteagudo (Teruel). A finales de otoño, después de haberse vuelto Pedro I a Sevilla, Pedro IV sólo pudo responder con un infructuoso ataque a Alcalá de Moncayo.
En aquel año, la familia sardo-genovesa de los Doria volvió a ponerse en pie de guerra contra Aragón. Pedro IV, absorbido por la guerra contra Castilla, solicitó negociar la paz con Génova sin ningún resultado práctico.
También en aquel año, Muhammad V, como vasallo de Castilla, facilitó naves y puertos a Pedro I. Además, le envió fuerzas terrestres para ir contra Aragón. A pesar de ello, Pedro IV no dio por rota la alianza e intentó recuperarla para detener el apoyo del emir nazarí a Pedro I.
En marzo de 1359, Pedro I tuvo que volver a Almazán (Soria) porque Pedro IV había saqueado e incendiado Haro (La Rioja) y había cercado Medinaceli (Soria). El rey aragonés, al tener noticias de la llegada de Pedro I con sus tropas, levantó el cerco y regresó a Zaragoza. En medio de estos movimientos de los reyes, el nuevo legado del papa intentó que se firmase la paz, pero las exigencias desmesuradas y la actitud intransigente de Pedro I la hizo imposible. Antes de volver a Sevilla, el rey castellano-leonés abandonó cualquier espíritu de moderación y de reconciliaciones dictando sentencias de destierro y confiscaciones de bienes para el infante Fernando, Enrique de Trastámara y todos los exiliados. Además, ordenó la muerte de sus hermanastros, los infantes Juan y Pedro, en Carmona (Sevilla) y la de Leonor, madrastra de Pedro IV, que estaba presa en el castillo de Castrojeriz (Burgos). En Sevilla, Pedro I se puso al frente de una numerosa flota, reforzada con naves portuguesas, y navegó hacia Algeciras y Cartagena, donde hizo escalas. A continuación destacó una vanguardia hacia Barcelona donde tres galeras entraron en su puerto causando el temor en la ciudad. El grueso de la flota desembarcó tropas en Guardamar y la reconquistó. Después costeó hasta Tortosa (Tarragona). Allí, el legado pontificio volvió a pedir inútilmente que se hiciera la paz.
En junio, el grueso de la flota llegó a Barcelona y Pedro I inició el ataque, pero las defensas de Pedro IV impidieron el desembarco y el castellano-leonés se retiró a Tortosa para ir luego contra Ibiza (Baleares) donde sitió la ciudad del mismo nombre. Pero el rey aragonés se presentó en Mallorca con una flota para defender el archipiélago. Pedro I, creyendo que la flota del aragonés era más potente de lo que en realidad era, levantó el cerco, dio por terminada la campaña y se retiró a Alicante, donde sus tropas cercaban su castillo.
En septiembre, Enrique de Trastámara, que necesitaba algún éxito militar para relanzar su prestigio y atraer nuevamente a sus filas a los exiliados que le abandonaban, invadió Castilla y conquistó Ólvega (Soria). A continuación derrotó ampliamente, y por primera vez, a las tropas castellanas que intentaban socorrerla en la batalla campal de Araviana, dada en las faldas del monte Moncayo (Soria).
En febrero de 1360, Pedro IV hizo su entrada en Tarazona al haberla recuperado después de sobornar a su alcaide castellano pagándole la cantidad de cuarenta mil florines de oro y dándole en matrimonio a Violante, hija del noble aragonés Juan Jiménez de Urrea.
En abril, las tropas de Enrique de Trastámara fueron vencidas por las de Pedro I a cuatro kilómetros de Nájera (La Rioja). Fue un duro golpe para las aspiraciones del conde de conseguir la corona de Castilla frente a su rival el infante Fernando, ya que había planteado la batalla para conservar el prestigio ante Pedro IV y los nobles castellanos enemigos de Pedro I. Tras su derrota, el conde de Trastámara se marchó con sus tropas mercenarias a Francia dejando el campo libre al infante Fernando, que pasó a ser el jefe de los nobles exiliados.
En el verano de aquel año, auspiciadas por el legado del papa y el rey de Navarra, se entablaron conversaciones de paz en Sádaba (Zaragoza) entre los representantes de Aragón y Castilla. Pero no llegaron a ningún acuerdo.
Al final del verano, el emir del reino nazarí de Granada Muhammad VI “el Bermejo”, que había accedido al trono en julio de 1360 después de haber derrocado y asesinado al emir Ismail II, que a su vez había destronado al emir Muhammad V, se enemistó con Pedro I, dejó de pagar las parias y estableció relaciones amistosas con Pedro IV. Estas relaciones quedaron plasmadas, en octubre de aquel año, al firmar con Aragón un tratado de paz por seis años, que incluía una alianza contra Castilla.
A finales de enero de 1361, para intentar destronar a Pedro I, Pedro IV y el infante Fernando firmaron un pacto por el que el rey aragonés ayudaría económica y militarmente al infante para que pudiera acceder al trono de Castilla. De conseguirlo, Fernando cedería a Pedro IV el resto del reino de Murcia que estaba dentro de Castilla y, además, Requena (Valencia), Cañete (Cuenca), Cuenca y casi toda la actual provincia de Soria.
En febrero llegó Pedro I a Almazán donde se reunió con el maestre de Avís, enviado del rey Pedro I de Portugal, que se le unió con seiscientos caballeros. Desde allí entró en Aragón y conquistó, entre otros, los zaragozanos castillos de Berdejo y Alhama. En marzo, Pedro IV, avisado por Bernardo de Cabrera de la invasión, se puso en marcha con sus tropas para intentar socorrer Ariza, que estaba siendo sitiada por Pedro I. El ejército de éste se situó en Deza y el aragonés en Terrer (Zaragoza). Pero no llegaron a enfrentarse porque el legado del papa logró que en mayo firmasen la paz ambos reyes. Dicha paz interesaba a Pedro I porque necesitaba enviar sus tropas a la frontera con el reino nazarí de Granada para hacer frente a los ataques de Muhammad VI “el Bermejo”. De las condiciones que se acordaron en Terrer, ninguna se cumplió.
A finales de aquel año, naves castellanas y meriníes atacaron las costas granadinas en apoyo de Muhammad V. Para responder a los ataques, el emir Muhammad VI pidió, para incrementar su flota, diez naves de guerra a Pedro IV. Pero por entonces el rey aragonés estaba negociando una paz con Pedro I que sería reforzada con el doble matrimonio del rey castellano-leonés y de su hijo Alfonso con Juana y Leonor, hijas de Pedro IV. En las negociaciones, que llegaron a buen término, Pedro I aceptó el matrimonio de su hijo, pero rechazó el suyo con Juana.
En mayo de 1362, el infante Jaime, hijo del difunto Jaime III de Mallorca, fue ayudado por eclesiásticos y caballeros que lo custodiaban a escapar de su prisión de castell nou en Barcelona, a donde había sido trasladado en 1358 desde el castillo de Játiva para estar más controlado por Pedro IV. Desde allí se trasladó a Nápoles y se casó con la reina Juana, que era doblemente viuda. Debido a su obsesión por recuperar su reino, abandonó Nápoles y consiguió la amistad del príncipe de Gales Eduardo, llamado “el Príncipe Negro” por el color de su armadura, heredero del rey Eduardo III de Inglaterra, al que pidió ayuda para realizar su ambición.
También en aquel mes, Pedro I, aliado con Carlos II de Navarra, atacó nuevamente a Aragón. Mientras el rey navarro tomó solamente Sos (Zaragoza), el castellano-leonés conquistó las zaragozanas plazas de Alhama, Ariza, Terrer, Moros, Cetina y Ateca. La potencia del ataque obligó a Pedro IV a pedir al conde de Trastámara su regreso inmediato, ya que después del pacto Deza-Terrer había tenido que licenciar las tropas porque las cortes de Cariñena y Zaragoza habían acordado que solamente pagarían su coste si había guerra activa. En junio, las tropas castellanas pusieron cerco a Calatayud. Pedro IV envió en su auxilio al infante Fernando y al conde de Osona, hijo de Bernardo de Cabrera. Mientras continuaba el cerco, Pedro I tomó numerosas plazas zaragozanas, entre ellas: Maluenda, Épila, Paracuellos y Cervera de la Cañada. En agosto, con su entrada en una rendida Calatayud, Pedro I dio por terminada la campaña y regresó a Sevilla.
A finales de enero de 1363, Pedro I, desde Calatayud inició una nueva ofensiva que le llevó a conquistar las zaragozanas plazas de Fuentes, Chodes, Arándiga y Tarazona. Sólo Daroca resistió. Pedro IV, temiendo por Zaragoza, mandó fortificarla y encomendó su defensa al infante Fernando y a Bernardo de Cabrera.
En marzo, mientras Pedro I conquistaba las zaragozanas plazas de Magallón y Borja, el conde de Trastámara cruzaba los Pirineos al frente de sus partidarios y de los mercenarios europeos de las “compañías blancas”, que había pagado con cien mil florines aportados por el heredero del trono "delfín" Carlos de Francia, y se entrevistaba en Monzón (Huesca) con Pedro IV, que se comprometió a ayudarle a conquistar la corona de Castilla con la obligación de entregar a la corona de Aragón la sexta parte del territorio que conquistase. Pedro IV no quiso tener en cuenta que ya había hecho un pacto semejante con el infante Fernando en enero de 1361.
En abril, Pedro I conquistó Cariñena (Zaragoza) y vio incrementado su ejército con la llegada de tropas portuguesas, granadinas y navarras, estas últimas al mando del infante Luis de Navarra. Pero, a pesar de ello, consideró que un ataque directo a Zaragoza, donde estaban casi todas las fuerzas de Pedro IV, tendría pocas posibilidades de éxito. Por ello, se dirigió a Valencia conquistando a su paso: Teruel, casi sin resistencia, Jérica, Segorbe y Almenara (las tres en Castellón) y las valencianas Murviedro, Chiva, Buñol, Benaguacil, Liria y El Puig.
En mayo, Pedro I comenzó el cerco a Valencia. Ante el peligro, Enrique de Trastámara y el infante Fernando aparcaron su rivalidad y se sumaron a las fuerzas de Pedro IV. Juntos se dirigieron por el litoral a la cercada ciudad. Pedro I, que había debilitado su ejército por la necesidad de poner guarniciones en las plazas conquistadas, levantó el cerco y se replegó a Murviedro. Posteriormente llegó Pedro IV con sus tropas, se instaló en la cercana Nules (Castellón), y envió mensajeros a Pedro I para dar la batalla. Al no recibir respuesta, se retiró a Burriana (Castellón).
En julio, gracias a los oficios del legado del papa, de Bernardo de Cabrera y del infante de Navarra, que se ofreció como rehén, se firmó la llamada paz de Murviedro. Por ella se devolvían las conquistas realizadas, se excluía de cualquier perdón a Enrique de Trastámara y se exigía su alejamiento. Además, se concertaron los matrimonios de Pedro I con la infanta Juana, hija de Pedro IV, que esta vez no fue rechazada, y la del infante Alfonso de Aragón, hijo de Pedro IV, con la infanta Isabel, hija de Pedro I y de María de Padilla. Pero las posesiones que recibirían como dote las desposadas eran tan disparatadamente favorables a Castilla que disgustó a todos en la Corona de Aragón.
En ese mes, el infante Fernando, que tenía un desencuentro con el rey por su indecisión para apoyarle contra Enrique de Trastámara, anunció que, firmada la paz, se marchaba a Francia con sus tropas. Ante ello, Pedro IV reunió un consejo, en el que estaban el conde de Trastámara y Bernardo de Cabrera, que acordó apresar al infante por considerar que su acción era una traición, ya que aquellas tropas eran vitales para Aragón. Cuando el infante acudió a la llamada de Pedro IV en Burriana (Castellón), intentaron apresarlo y al resistirse fue muerto por orden del rey, que cumplía así con un supuesto convenio secreto de la paz de Murviedro de matar al infante y al conde de Trastámara.
Cuando en agosto las dos delegaciones se reunieron en Tudela, los aragoneses comprendieron que Pedro I no cumpliría lo firmado porque sólo quería ganar tiempo para rearmarse. Esta certeza hizo que Carlos II de Navarra cambiara de bando y se reuniera secretamente con Pedro IV en Uncastillo (Zaragoza) donde decidieron una alianza contra Castilla y Francia. También acordaron repartirse Castilla: Burgos, Álava, Soria, Ágreda (Soria), Guipúzcoa y Vizcaya serían para Navarra; Toledo y Murcia para Aragón, y el resto se sobreentendía que pertenecería al conde de Trastámara. Inmediatamente se reanudó la guerra con resultado desfavorable para el bando aragonés. En esas circunstancias, Pedro IV y Carlos II consideraron que deberían hacer la paz con Castilla, y para ello era necesaria la desaparición del conde de Trastámara. Por ello citaron al conde a una reunión a celebrar en Sos con la intención de darle muerte. Después de imponer una serie de medidas para garantizar su seguridad, acudió Enrique de Trastámara a la cita donde volvieron los convocantes a hablar de repartos, pero les fue imposible actuar contra él.
En octubre, Enrique de Trastámara, que había manifestado su intención de marchar a Francia con todas sus tropas porque temía que sus enemigos le asesinaran, se reunió cerca de Binéfar (Huesca) con Pedro IV, que no podía permitirse perder toda la caballería que aportaba el de Trastámara, para firmar los siguientes acuerdos: el aragonés pondría todo su poder en ayudar al conde a conseguir el trono de Castilla; para cumplirlo entregaría a su hijo Alfonso como rehén al conde y recibiría a Juan, primogénito de Enrique. También, el conde de Trastámara reconocía los derechos de Aragón al reino de Murcia y a las ciudades de Utiel (Valencia), Cuenca, Cañete (Cuenca), Soria, Almazán y Ágreda (ambas en Soria). Por último, Pedro IV se comprometía a hacer la guerra a Pedro I y abonar ciertas sumas de dinero para el sostenimiento de la causa de Enrique de Trastámara. Parte de las cuales serían abonadas por el rey de Navarra.
A finales de otoño, Pedro I, que había tenido noticias de lo tratado en Uncastillo y Binéfar, inició un rapidísimo ataque por la frontera de Murcia que le llevó a conquistar: Alicante, Gandía (Valencia) y las alicantinas Elche, Crevillente, Denia, Elda y Jijona. Al finalizar el año, con la excepción de Orihuela que quedó aislada, la casi totalidad de la provincia de la actual Alicante y parte del reino de Valencia estaba en su poder.
En enero de 1364, Pedro IV se encontraba en Monzón gestionando que la tesorería aragonesa facilitara al conde de Trastámara sesenta mil florines de oro para contratar en Francia tropas mercenarias, Al mismo tiempo, Pedro I cercaba por tierra y por mar la ciudad de Valencia y realizaba un avance que le llevó hasta Tortosa (Tarragona).
En marzo, la presión que ejercieron sobre Pedro IV los enemigos de Bernardo de Cabrera: el conde de Trastámara, Carlos de Navarra y la reina Leonor, entre otros, acusándole de haber querido matarlos, hizo que el rey ordenase la prisión de su consejero. Aunque pudo escaparse a Navarra, fue detenido y devuelto para ser sometido a un proceso amañado con sentencia prefijada.
También en ese mes, después de haber negociado durante varias semanas con Enrique de Trastámara sus nuevas exigencias para ayudarle en la lucha contra Pedro I, y de haber asistido a una entrevista en Almudévar (Huesca) con Carlos II y el conde, donde éste consiguió del rey navarro ser reconocido como futuro rey Castilla bajo el compromiso de ceder a Navarra los territorios que habían pertenecido a Sancho III “el Mayor”, Pedro IV salió de aquella villa con sus tropas.
En abril, Pedro IV se reunió con las tropas de Enrique de Trastámara en San Mateo (Zaragoza), y juntas marcharon para enfrentarse a Pedro I. Pero nuevamente el castellano-leonés evitó el choque. Las tropas aragonesas avanzaron por la costa y entraron en la ciudad de Valencia, después de que Pedro I hubiese levantado el cerco ante la llegada del considerable ejército aragonés y marchado a Murviedro.
En mayo, Pedro I salió desde Gandía con una numerosa flota, mayoritariamente portuguesa, para atacar a la pequeña flota aragonesa refugiada en la desembocadura del río Júcar en Cullera (Valencia). Enterado de la situación, Pedro IV acudió con sus tropas para impedir el ataque por tierra a aquella villa. Cuando Pedro I se disponía a atacar, un gran temporal lo impidió y su propia nave estuvo a punto de naufragar. Vuelto a Murviedro, emprendió el regreso a Sevilla por Segorbe, pero enviando a Orihuela para hostigarla tropas granadinas. La ausencia de Pedro I propició que las tropas castellanas comenzaran a replegarse hacia Alicante, Denia, Murviedro y Calatayud, por ser plazas donde mejor podrían defenderse.
Entre junio y julio, las tropas aragonesas reconquistaron Jijona, Ayora (Valencia), Almenara, Castielfabib y Liria, pero fracasaron en Alicante y en Murviedro, donde Pedro IV tuvo que levantar el cerco y volver a Barcelona para intentar ganar la batalla diplomática que le fue poco favorable. En julio fue ejecutado Bernardo de Cabrera en Zaragoza.
En octubre, Pedro I salió de Calatayud y avanzó hacia el sur apoderándose de Castielfabib y firmando al día siguiente una alianza con Navarra. Después abasteció Murviedro y Alicante, tomó Elche y sitió Orihuela. Para socorrerla, Pedro IV llegó en diciembre e intentó batallar con Pedro I, pero nuevamente rehusó, posiblemente porque no confiaba en la fidelidad de sus nobles. Durante unos pocos días, Pedro IV abasteció la guarnición de Orihuela, pero al regresar a Valencia sufrió graves pérdidas al ser perseguido por las tropas castellanas. Por su parte, Pedro I, sin olvidarse de Orihuela, fortificó Denia e intento conquistar Calpe (Alicante), pero no lo consiguió, aunque su flota tuvo una victoria sobre la aragonesa.
También en aquel mes, Pedro IV firmó una alianza militar con Carlo V de Francia. Por ella, las “compañías blancas” de mercenarios, ociosas debido a las treguas de la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia y que estaban causando saqueos en Francia, serían contratadas para que entrasen en la Península y combatieran contra las tropas castellanas. Además, recibiría la ayuda de un ejército de dos mil hombres de a caballo mandado por el duque de Anjou, hermano de Carlos V, para conquistar Navarra.
En enero de 1365, el maestre de Alcántara fue derrotado y muerto en Alcublas (Valencia) cuando intentaba aprovisionar a Murviedro, que quedó aislada. Situación que aprovechó Pedro IV en marzo para sitiarla. En respuesta, Pedro I cercó Orihuela en mayo y la conquistó en junio. Mientras se cercaba Murviedro, Pedro IV ocupó, entre otras, las valencianas plazas de Torres y Serra, y las castellonenses Segorbe y Artana. En septiembre, con la caída de Murviedro se dio el último capítulo de la guerra entre Castilla y Aragón, con lo que se puede dar por acabada militarmente “la guerra de los dos Pedros”.
También en septiembre se aprobó en las cortes de Barcelona la cuantía de cien mil florines que Aragón debería aportar para contratar a los mercenarios. Igual cantidad pagarían Francia y el papado. En noviembre, las compañías de mercenarios, mandadas por los franceses Bertrand Du Guesclin y Arnoul d´Audreheml y los ingleses Hugo de Calveley y Matthew de Gournay, comenzaron a concentrarse en Montpellier. Ante el cariz de los acontecimientos, en diciembre, el navarro Carlos II volvió a cambiar de bando abandonando a Pedro I y firmando un acuerdo secreto con Pedro IV. Por su parte, Pedro I solicitó a Eduardo III que, en virtud de su alianza, diese órdenes para que sus súbditos componentes de las compañías mercenarias se abstuvieran de ayudar a Enrique de Trastámara. Las órdenes fueron dadas, pero no cumplidas por desconocidos motivos.
En enero de 1366, el juez de Arborea, que había decidido
aprovechar la debilidad de Pedro IV para apoderarse de Cerdeña, recurrió
a las armas y consiguió hacerse con casi toda la isla. El rey solamente
pudo enviar una pequeña expedición que logró retener solamente
las plazas de Cáller (Cagliari), Alguer y Sassari.
En ese mismo mes de enero, con los mercenarios acampados en las inmediaciones
de Barcelona, Pedro IV concedió el título de conde de Borja a
Du Guesclin. Pero con la presencia de aquellas indisciplinadas tropas pronto
aparecieron los conflictos. Así, en febrero, mientras los capitanes negociaban
en Tarragona con el rey la obtención de veinte mil florines, los mercenarios
saquearon brutalmente Barbastro (Huesca).
A principios de marzo comenzó la invasión de Castilla por la frontera con Soria con la ocupación de Magallón, Borja y Tarazona por Hugo de Calveley. Unos días antes, ante la petición de caudales para pagar a sus tropas hecha desde Tamarite de Litera (Huesca) por Enrique de Trastámara para unirse a la ofensiva, Pedro IV y el conde firmaron en Zaragoza un nuevo acuerdo por el que, entre otros asuntos, se reconocía al de Trastámara el mando supremo de la invasión y se confirmaba todo lo suscrito en Binéfar en 1363. Además, se concertaba el matrimonio entre el primogénito del conde, el futuro Juan I, y Leonor, hija de Pedro IV. Conseguida su petición, Enrique de Trastámara entró en Castilla con sus tropas reforzadas por las de Du Guesclin y del conde de La Marche por Alfaro, que al no poderla conquistar, la rodeó y avanzó hacia Calahorra, que sí pudo tomar porque sus defensores, seguramente, se pasaron al conde de Trastámara. Allí, Bertrand Du Guesclin y los demás capitanes de las “compañías blancas” decidieron aceptar su capitanía y sugerirle que se proclamara rey de Castilla. Así lo hizo Enrique de Trastámara el día dieciséis de aquel mes. Después salió hacia Burgos y por el camino se le entregó Navarrete (La Rioja) y conquistó Briviesca.
A finales de marzo, Pedro I, que se encontraba en Burgos, presentó una débil defensa ante las “compañías blancas” que le obligó a tener que abandonar la ciudad acompañado de algunos fieles y de un reducido ejército, a pesar del ruego que le hicieron las burgaleses para que no lo hiciera.
A primeros de abril, Du Guesclin con sus tropas entró en Burgos, que solamente había pedido la confirmación de sus fueros para entregarse, y Enrique de Trastámara fue coronado en el monasterio de las Huelgas. Ello supuso la coexistencia de dos reyes en Castilla: Pedro I y Enrique II y como consecuencia el conflicto se había convertido en una guerra civil en Castilla. Las ciudades, la nobleza y los magnates fueron rápidamente tomando partido. Mientras Pedro I iba perdiendo adeptos por su violento y vengativo carácter, Enrique de Trastámara los ganaba, en parte debido al otorgamiento de gran número de prebendas y de títulos nobiliarios; entre ellos, el de conde de Trastámara para Du Guesclin y el de Carrión para Calveley.
En julio, debido a los numerosos éxitos militares de Enrique II, Pedro I se vio obligado a abandonar Sevilla y huir a Portugal, Galicia y Burdeos (Francia). Mientras tanto, Pedro IV, siguiendo lo pactado, envió a Castilla desde Zaragoza a la esposa e hijo de Enrique II y a su propia hija Leonor.
En septiembre, mientras Carlos II volvía a cambiar de bando abandonando a Pedro IV, éste negociaba una alianza en Toulouse (Francia) con el duque de Anjou contra Carlos II. Por ella, el reino de Navarra pertenecería por derecho de conquista a Aragón, y las posesiones navarras en Francia serían para el rey francés.
En abril de 1367, el “Príncipe Negro”, al que acompañaba Pedro I, que recibía la ayuda del inglés bajo la promesa de pagar quinientos mil florines y la cesión del señorío de Vizcaya a Inglaterra, atravesó Navarra y penetró con sus tropas en Castilla. También participaba en la invasión el infante Jaime de Mallorca al que el Príncipe Negro le había concedido el mando de un pequeño contingente de tropas. En Nájera, el Príncipe Negro venció ampliamente a Enrique II, que consiguió huir a Francia mientras Du Guesclin era hecho prisionero. Pedro IV, ante la posibilidad de que la restauración de Pedro I produjera una invasión de su reino y de que Enrique de Trastámara no había cumplido los compromisos de Binéfar, decidió enfriar sus relaciones con el conde. Como primera actuación, reclamó la vuelta de su hija Leonor y declaró nulas las capitulaciones matrimoniales.
En mayo, Enrique de Trastámara, después de haber conseguido apoyo y dinero del nuevo rey de Francia, Carlos V, al que interesaba el triunfo del conde para disponer de la flota castellana en su lucha contra Inglaterra, escribió a Pedro IV anunciándole su vuelta a Castilla para continuar la guerra contra Pedro I.
En junio se negoció una paz entre Castilla y Aragón auspiciada por el Príncipe Negro que había cambiado su política de apoyo a Pedro I por la de amistad con Pedro IV. Lo hizo porque no confiaba en recibir lo pactado con el rey castellano. La intervención de los ingleses en las negociaciones fue calificada de felonía por Francia, a pesar de que el rey aragonés aseguraba que continuaba su alianza sin fisuras con el país vecino. El cambio de política dio alas a las aspiraciones de Enrique de Trastámara.
En agosto, logrado el acuerdo de paz, el Príncipe Negro con todo su ejército salió de Castilla, atravesó Navarra y cruzó los Pirineos. Casi un mes después, Enrique de Trastámara, a pesar de que Pedro IV le había negado el paso por su reino, según lo acordado con el Príncipe Negro, entró con sus tropas en Aragón y en pocos días llegó a Calahorra pasando por el valle de Arán (Lérida), Barbastro y Huesca. La marcha del ejército fue tan rápida que las tropas aragonesas no consiguieron darles alcance. La guerra civil en Castilla volvía a empezar.
En noviembre, Enrique de Trastámara entró en Burgos y se encontró con la resistencia de tropas de Pedro I situadas en el castillo y en la judería. Los rindió realizando cercos y minas. En el castillo fue hallado y hecho prisionero el infante Jaime de Mallorca que se encontraba enfermo.
En ese mismo mes, mientras la guerra civil continuaba en Castilla con una pérdida constante de plazas y de partidarios de Pedro I, que se pasaban a Enrique II, en Tarbes (Francia) se reunían los representantes de Pedro I, Carlos II, Pedro IV y del Príncipe Negro para acordar una paz mediante el matrimonio de Juan, heredero de Pedro IV, con Constanza, hija de Pedro I, que recibiría como dote el reino de Murcia y sería jurada heredera de Castilla. Debido a la disconformidad del Príncipe Negro, y para satisfacer las reivindicaciones de todos los participantes de la reunión, se modificó el plan ofreciendo a Pedro I y al de Trastámara ayuda o neutralidad a cambio de que cumpliesen todos los compromisos. A finales de año se dieron por concluidas las reuniones. Sus acuerdos fueron firmados por navarros e ingleses, pero no consta que los aragoneses lo hicieran. De hecho, dos embajadores aragoneses viajaron a Burdeos para proponer una entrevista entre Pedro IV y el Príncipe Negro, pero éste los remitió a su padre Eduardo III que tenía la potestad de firmar todos los acuerdos.
En enero de 1368, los embajadores informaron al rey inglés de las aspiraciones aragonesas de obtener el reino de Murcia y otros territorios, ya anteriormente acordados, cuando se produjera la conquista y el reparto de Castilla. Eduardo III decidió tomarse un tiempo para decidir si aceptaba o no el acuerdo.
En febrero, Carlos V de Francia propició que bandas de mercenarios procedentes de su reino incendiaran varias masías en el valle de Arán. Cuando los embajadores aragoneses le pidieron explicaciones, el rey francés negó su intervención, manifestó su amistad por Pedro IV y se ofreció para conseguir que Enrique II cumpliera sus compromisos con el rey aragonés.
En mayo, Pedro IV envió a Cerdeña una expedición de quinientos caballeros, mil quinientos peones y numerosos ballesteros para que se unieran a las tropas reales y a las de algunas familias sardas que se habían pasado al rey, como era el caso de los Doria, y atacaran a Oristán, capital del juez Mariano IV. En junio, después de dos semanas de sitio parecía que la victoria de las tropas aragonesas era segura, pero un contraataque de las tropas del juez, al mando de su hijo Hugo, invirtió la situación consiguiendo una aplastante victoria.
En el verano, Carlos V, con el propósito de apartar a Aragón de Inglaterra, envió plenipotenciarios a Barcelona con una propuesta de mediación de Francia para conseguir un acuerdo de amistad entre Pedro IV y Enrique II. En él se reconocerían las anexiones que pretendía el rey aragonés. A éste le pareció bien el acuerdo, pero no se comprometió. Casi inmediatamente, Pedro IV concertó con los embajadores de Pedro I, que estaban en Barcelona, una prórroga de la tregua existente.
En diciembre, Du Guesclin, que había sido rescatado por Carlos V, atravesó Aragón, sin el permiso de Pedro IV, y entró en Castilla con un ejército con el propósito de reforzar a Enrique II y acabar la guerra.
También en ese mes llegó la respuesta de Inglaterra a las aspiraciones de Aragón: dejar en manos del Príncipe Negro la solución de todos los asuntos sobre la península ibérica.
A primeros de enero de 1369, informado Pedro I de que su hermanastro recibía la ayuda del ejército de Du Guesclin, envió mensajeros a los ingleses para pedir auxilios. La respuesta del Príncipe Negro fue que sólo ayudaría cuando recibiera el dinero y el señorío de Vizcaya. Pero Pedro I no esperó la contestación y emprendió la marcha con sus tropas y las granadinas hacia la asediada Toledo. Para oponérsele, Enrique II dejó tropas en el cerco y fue a su encuentro. En marzo, el enfrentamiento entre los dos ejércitos se produjo en las cercanías de Montiel (Ciudad Real) y acabó con la victoria de Enrique II y la huida de Pedro I, que se refugió en el castillo de la cercana villa. Para poder escapar, el derrotado rey envió un mensajero para intentar comprar a Du Guesclin. Pero éste, en connivencia con Enrique II, atrajo con engaños a Pedro I a su tienda. En ella se produjo el encuentro y la posterior lucha entre los dos hermanastros con el resultado de la muerte de Pedro I.
También en aquel año, la reina Juana de Nápoles, con la ayuda del papa Urbano V y del rey Carlos V de Francia, pagó sesenta mil doblas para rescatar a su esposo el infante Jaime de Mallorca, que se encontraba encerrado en el castillo de Curiel (Valladolid) por orden de Enrique II.
Dos días después de la muerte de Pedro I, Enrique II, que no tenía intención de cumplir los acuerdos de Binéfar, nombró a un pariente próximo para que tomase posesión del reino de Murcia. Para obligarle a respetar los pactos, Pedro IV sólo encontró la solución de cercar diplomáticamente a Castilla. Para ello, envió un mensajero al Príncipe Negro, que estaba en Burdeos, para reavivar las negociaciones de Tarbes y nombrar a Eduardo III rey de Castilla después de haber segregado de ella los territorios a los que aspiraban Aragón, Navarra y Portugal. Pero la reivindicación de Fernando I, nuevo rey de Portugal, de optar a la corona de Castilla, frustró la iniciativa. Mientras tanto, la tensión en la frontera castellano-aragonesa fue aumentando de tal manera que a principios del verano las relaciones entre las dos coronas peninsulares estaban casi rotas. En Castilla, la guerra continuaba.
En septiembre, Pedro IV, que no cejaba en sus aspiraciones expansionistas, envió mensajeros a Burdeos para apremiar al Príncipe Negro a que iniciase la invasión de Castilla. Pero éste mostró frialdad por estar muy ocupado con el reinicio de la guerra contra Francia. Por ello, aprovechando que Fernando I se mostraba dubitativo sobre sus opciones a la corona de Castilla, le envió mensajeros para concertar una alianza que se sellaría con el matrimonio entre su heredero Juan y Beatriz, hermana de Fernando I. Pero el rey portugués realizó una contraoferta proponiendo su propio enlace con la infanta Leonor, anteriormente ofrecida en matrimonio al futuro Juan I de Castilla. Aunque supusiera la total ruptura con Enrique II, Pedro IV aceptó porque Fernando I asumía todas las reivindicaciones aragonesas y, además, recibiría una cantidad de oro para contratar tropas e ir contra Castilla.
En noviembre, Pedro IV, para cerrar el cerco contra Castilla, firmó una alianza con el granadino Muhammad V y con el sultán benimerín Abú Faris Abd ul-Aziz. También pidió a Carlos II de Navarra que entrase en la coalición contra Enrique II.
En enero de 1370, aunque sin la colaboración de Inglaterra, el cerco a Castilla quedó cerrado cuando Carlos II aceptó entrar en la alianza. Pero esta se rompió cuando en junio Muhammad V firmó una paz con Castilla y Leonor no viajó a Portugal para su boda porque, por causas desconocidas, las relaciones de Fernando I con Pedro IV se habían enfriado. Circunstancia que aprovechó Enrique II para atacar y vencer por mar en la guerra que sostenía contra Portugal.
En marzo, el juez Mariano IV de Arborea, que continuaba su exitosa rebelión, se apoderó del castillo de Osilo y amenazaba los territorios circundantes. En abril, las tropas de los Doria derrotaron a las del juez y se equilibró la situación. Como consecuencia de ello, se firmó una tregua.
En marzo de 1371, Portugal y Castilla firmaron la paz en Alcoutim a orillas del río Guadiana. Ello acabó con las esperanzas de los enemigos de Enrique II en el interior de Castilla y la guerra civil terminó. Por su parte, Calos II no tuvo más opción que la de firmar la paz con Castilla. Por ella, entregó a Enrique II varias plazas y otras se pusieron bajo el arbitraje del Papa.
En diciembre, Pedro IV, que había viajado a Inglaterra en agosto del año anterior sin obtener ningún resultado en su gestión ante Eduardo III, envió legados que se reunieron con los castellanos entre Cañete y Castielfabib para negociar un aplazamiento del conflicto. Los aragoneses firmaron los acuerdos en enero de 1372, y un mes más tarde lo hicieron los castellanos. También en esta ocasión, las diferencias entre los dos reinos se encomendaron al arbitraje del Papa. La paz en la Península se había restablecido.
En marzo de 1373, a pesar de que había firmado la paz con Castilla, Pedro IV negoció con Eduardo III una alianza para atacar a Enrique II. Para realizar la invasión de Castilla, un ejército al mando del duque de Lancaster, hijo del rey inglés y pretendiente al trono del reino castellano-leonés, desembarcó en Calais (Francia) y se enfrentó a los franceses, mandados por Du Guesclin, en una terrible batalla. El ejército salió tan mal parado, que cuando en diciembre llegó a Burdeos contaba casi con la mitad de los efectivos, por lo que la invasión de Castilla se hizo inviable. Mientras tanto, el duque Luis de Anjou, hermano de Carlos V de Francia, había hecho de mediador entre Enrique II y Pedro IV para restablecer la paz ofreciendo a éste el ducado de Molina y una fuerte indemnización, pero el aragonés, que aún no conocía el desastre de su aliado, no se comprometía y exigía también Cuenca, Utiel, Cañete, Moya y una parte del reino de Murcia. Cuando Luis de Anjou conoció el fracaso inglés, cambió su política amistosa hacia Pedro IV y firmó, junto con Carlos V, un tratado de apoyó con el infante Jaime por el que, a cambio de ayuda para reconquistar las Baleares, el mallorquín cedía sus discutibles derechos del Rosellón, que estaba en poder de Pedro IV, al duque de Anjou.
En agosto de 1374, el infante Jaime de Mallorca, con la ayuda financiera del duque de Anjou y de Enrique II, invadió Cataluña con un ejército de seis mil mercenarios. Entró por el Rosellón y continuó por la Cerdaña. Luego las tropas se dividieron en dos grupos: uno bajó por el valle del río Segre y el otro llegó a Sant Cugat del Vallés (Barcelona). El enfrentamiento consistió en una devastadora guerra de guerrillas, ya que Pedro IV no presentó batalla en campo abierto.
En diciembre, a pesar de la oposición de la reina Leonor al matrimonio exigido por Enrique II de su hija Leonor con el heredero castellano Juan, Pedro IV decidió enviar procuradores a Castilla para negociar aquel enlace y establecer así la paz. Le obligaba su debilidad política ante Castilla, el fracaso del duque de Lancaster y el ataque del infante Jaime. Este matrimonio, que se había negociado anteriormente, legitimaría la dinastía bastarda de Enrique II. Mientras tanto, las tropas invasoras se estaban dispersando debido a la táctica de guerra de Pedro IV y al frío del invierno.
En enero de 1375, el infante Jaime, que había tenido que huir de Cataluña porque sus tropas estaban desertando por el modo de guerra, entró en Castilla y se refugió en Soria donde murió después de nombrar heredera a su hermana la infanta Isabel.
En febrero las negociaciones de paz fracasaron por la intransigencia aragonesa. La guerra parecía inminente. Pero en marzo, diversos acontecimientos políticos en Europa que afectaban a Aragón, hizo que Pedro IV decidiera aceptar las condiciones para firmar la paz.
En abril, las delegaciones se reunieron en Almazán (Soria) y firmaron lo acordado: el matrimonio entre Leonor y Juan, la devolución a Castilla de Molina y otros lugares ocupados; y una indemnización de ciento ochenta mil florines que Pedro IV recibiría en varios plazos. Pocos días después de la firma, murió la reina Leonor de Sicilia.
En mayo se celebró la boda entre Leonor de Aragón y el infante Juan de Castilla.
En agosto, la infanta Isabel de Mallorca cedió todos los derechos de sus territorios, que no poseía, al duque de Anjou. Éste, que quería tener su propio reino, envió, a finales de aquel año, una embajada a Pedro IV pidiéndole su herencia. Ante la negativa del rey aragonés, comenzó a buscar posibles aliados. Solamente Portugal y los Arborea de Cerdeña parecieron accesibles, aunque sin resultados prácticos.
En ese año, Aragón sufrió una gran hambruna y una nueva epidemia de peste negra que afectó también a Navarra, Barcelona y Baleares.
En marzo de 1376, el duque de Anjou, para hacerse con el reino de Mallorca, reunió cerca del Rosellón un ejército, al que se unieron galeras portuguesas y genovesas, para ir contra Pedro IV. Pero por diferentes causas, la actitud belicosa del duque se fue enfriando, no atacó y, seguramente, renunció a aquel reino.
En ese año, murió el juez Mariano IV de Arborea, que no había dejado de hostigar a Pedro IV, y fue sucedido por su hijo Hugo III.
En julio de 1377 murió el rey Federico III de Sicilia (Trinacria), hermano de la difunta reina Leonor y esposo de Constanza, hija mayor de Pedro IV, que había muerto en 1363 dejando una hija, María. Inmediatamente, Pedro IV reclamó para sí el trono de Sicilia como directo sucesor masculino de Pedro III “el Grande”, fundador de la dinastía. Se apoyaba en una cláusula del testamento de Federico III que excluía la sucesión femenina, pero tuvo la oposición del papa Gregorio XI, de los Anjou de Nápoles y de los sicilianos, que aceptaban a María como reina. Pedro IV tuvo que aceptar la situación pero, al querer que Sicilia formara parte de la Corona de Aragón, maniobró para que la nueva reina se vinculara matrimonialmente con uno de sus hijos.
En octubre, Pedro IV, en contra de la opinión de su heredero el duque de Gerona, se casó por cuarta vez con su concubina la joven viuda Sibila de Fortiá, con la que ya tenía una hija natural, Isabel, nacida en enero de aquel año. Desde ese momento, la nueva reina contó con la inquina de sus hijastros los infantes.
En marzo de 1378, el papa Gregorio XI, que hacía dos años había trasladado la sede pontificia de Aviñón a Roma, murió. El cónclave reunido en el Vaticano eligió, bajo la presión del pueblo de Roma, como nuevo papa a Urbano VI, obispo de Bari. Pero trece cardenales franceses se retiraron a Anagni (a cincuenta kilómetros de Roma) y, apoyados por Carlos V, eligieron a Clemente VII. Al no abdicar ninguno de los dos, se inició el “Cisma de Occidente” con una sede pontificia en Roma con el primero, y otra en Aviñón con el segundo. Ante esta situación, Pedro IV adoptó una política de neutralidad y prohibió en todos sus reinos cualquier campaña en favor de uno u otro pontífice.
En octubre, Pedro IV acordó una paz con Génova. Por ella, los genoveses se comprometían a no ayudar a los rebeldes sardos y a que los habitantes de Bonifacio, ciudad de Córcega dependiente de Génova, no comerciasen con Arborea; por su parte, el rey aragonés garantizaba el comercio genovés en sus territorios y mares circundantes.
En mayo de 1379, tropas de Europa occidental, entre las que se encontraban la compañía navarra de mercenarios, al servicio del pretendiente latino al trono del Imperio bizantino, conquistaron la capital del ducado de Atenas y parte del de Neopatria (Grecia), pertenecientes a Sicilia desde el reinado de Federico III. Los habitantes y nobles greco-catalanes para protegerse reconocieron como duque a Pedro IV y pidieron su ayuda. El rey, aunque la duquesa titular era María, aceptó el nombramiento y nombró en septiembre al vizconde de Rocabertí lugarteniente en los dos ducados.
En ese mismo mes, falleció el rey castellano-leonés Enrique II y fue sucedido por su hijo Juan I.
En 1380, Pedro IV propuso a su heredero, el duque de Gerona Juan, que había enviudado en julio de 1378 de Marta de Armañac, que, para vincular Sicilia a la Corona de Aragón, se casara con María de Sicilia. Al ser prima hermana del duque, se pediría la dispensa papal. El duque se opuso rotundamente a los deseos de su padre y, además, informó al rey que pensaba casarse con la hija del duque de Bar, Violante. Este fracaso hizo que Pedro IV se planteara la opción de que fuera su nieto Martín “el Joven”, hijo de su segundo hijo, el futuro Martín I “el Humano”, el que se casara con la reina María.
En agosto de 1381, solventados los problemas monetarios para fletar las galeras, Rocabertí llegó a los ducados. Durante el año escaso que allí permaneció, logró treguas con sus enemigos y conseguir una cierta estabilidad política.
En junio de 1382, el vizconde de Rocabertí, de vuelta de Grecia, llegó con sus galeras a Sicilia y se llevó a la reina María a Cagliari, por ser un sitio más seguro que el castillo del conde Agosta. Éste había rescatado a la reina del castillo de Catania (Sicilia) donde estaba medio encerrada por su tutor y regente Artal de Alagón.
En marzo de 1383, una revuelta popular en Oristán acabó con la vida del juez Hugo III de Arborea, Durante su mandato había continuado la política de rebelión de su padre contra Pedro IV. Su hermana Leonor, casada con Brancaleone, jefe de la familia de los Doria, se convirtió en juez regente de Federico, hijo de ambos. En junio, Brancaleone, que había viajado a Monzón para asistir a las cortes, recibió de Pedro IV el título de conde de Monteleone. Durante su estancia en Aragón, su esposa empezó a preparar una nueva rebelión contra Aragón. En diciembre, Pedro IV y Brancaleone firmaron un pacto por el que, acompañado del noble Senesterra, hombre de confianza del rey, el nuevo conde marcharía a Cerdeña para pacificarla y calmar a su esposa. Para asegurar su acción, pondría en manos de Senesterra a su hijo Federico como rehén.
En agosto de 1384, la reina María, por mayor seguridad, fue llevada primero a Mallorca y después a Barcelona.
También en ese mes, Brancaleone, aunque vigilado, volvió a Cerdeña Al fracasar su misión porque su esposa Leonor se negó a entregar su hijo a Senesterra., fue encerrado en Cagliari.
En agosto de 1386, después de un complot contra Brancaleón y una revuelta en Oristán, Leonor de Arborea pactó con Pedro IV la libertad de su marido y de todos los sardos presos a cambio de la paz y de su sometimiento al rey.
En noviembre, Pedro IV renovó la paz que había firmado con Génova en 1378. Durante esos años, aquella paz había sido rota continuamente por ambas partes.
En enero de 1387, Pedro IV murió como consecuencia de
una enfermedad.
Sucesos contemporáneos
Reyes y gobernantes coetáneos
Castilla y León: | Reyes de Castilla y León. Alfonso XI (1312-1350). |
||||
Navarra: | Reyes de Navarra. Juana II (1328-1349) y Felipe III de Evreux (1328-1343). |
||||
Condado catalán no integrado en la Corona de Aragón: |
Condes de Pallars-Sobirá. Arnaldo Roger II (1327-1343). |
||||
Mallorca: | Rey de Mallorca. Jaime III (1324-1344). |
||||
Al-Andalus: |
Emires del reino nazarí de Granada. Yusuf I (1333- 1354). |
||||
Portugal: | Reyes de Portugal. Alfonso IV (1325-1357). (Dinastía de Avís) Juan I (1385-1433). |
||||
Francia: | Reyes de Francia. Felipe VI (1328-1350). |
||||
Alemania: | Reyes de Germania. Luis IV (1313-1347). (Dinastía Luxemburg) Carlos IV (1347-1378). |
Emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. Luis IV (1328-1347). Rey de Romanos. (Emperador sin coronar). Wenceslao (1378-1400. |
|||
Italia: | Reyes de Italia (Norte). ------- Perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico desde 962. |
||||
Dux de la República de Venecia. Francesco Dandolo (1328-1339). |
|||||
Estados Pontificios (Papas). Benedicto XII (1334-1342). ------- Cisma de Occidente (1378-1417). ------- (Papa en Roma). ------- Urbano VI (1378-1389). ------- (Papa en Aviñón). ------- Clemente VII (1378-1394). |
|||||
Reyes de Sicilia. Federico (o Fadrique) III (1296-1337). |
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Reyes de Nápoles. Roberto I (1309-1343). |
|||||
Britania: | Escocia: |
Reyes de Escocia. David II (1329-1371). (Dinastía Estuardo). Roberto II (1371-1390). |
|||
Inglaterra: |
Reyes de Inglaterra. Eduardo III (1327-1377). |
||||
División del Imperio bizantino. (Bizancio): |
Imperio bizantino. Andrónico III (1328-1341). (Dinastía Cantacuzeno). Juan VI (1347-1354). (Dinastía Paleóloga). Juan V (1357-1376) 2ª vez. |
Imperio de Trebisonda. Basilio (1332-1340). |
Despotado de Épiro. Nicéforo II (1335-1338) 1ª vez.. ------- Bajo el dominio del Imperio bizantino. Nicéforo II (1356-1359) 2ª vez. (Dinastía Buondelmonti). Esaú (1385-1411). |
||
Imperios y sultanatos musulmanes: | Califato árabe abbasí: | Califas abbasíes. (Dentro del sultanato mameluco de El Cairo). Al-Mustakfi II (1303-1340). |
|||
Sultanato benimerín o meriní: |
Sultanes. Abú-l-Hasan (1331-1348). |