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Pedro II "el Católico"
Rey de la Corona de Aragón (1177<1196-1213>1213)

Genealogía


Antecedentes

(Antes de comenzar con los hechos de este reinado, se hace imprescindible hacer un pequeño resumen de la situación política en aquella época en los territorios del sur de la actual Francia, concretamente en la región del Languedoc, así como la incidencia que tuvieron los movimientos religiosos heréticos en los acontecimientos que se desencadenaron).

Cuando llegó Pedro II al trono de la Corona de Aragón, el Mediodía de la actual Francia era un mundo totalmente aparte de Francia. Bajo el patrocinio de los condes de Tolosa, la región del Languedoc gozaba de una brillante civilización, en la que la poesía trovadoresca era el testimonio más patente. La región estaba dividida en pequeños señoríos como los de Béziers, Carcasona, Narbona y Montpellier, entre otros. Estos, junto con los pirenaicos de Foix, Cominges, Bigorra y Bearn, estaban bajo la órbita de la Corona, o bajo su dominio, como ocurría con el condado de Provenza. Esta influencia era contestada hostilmente desde un principio por el condado de Tolosa. Actitud que favoreció las apetencias expansionistas de Felipe II de Francia.

En aquella sociedad, con mayor nivel de vida y libertad de costumbres, el clero había abandonado sus principios cristianos y se había relajado, siendo común la simonía y el amancebamiento de los clérigos. El descrédito de la Iglesia favoreció, por contraste, la propagación de diferentes doctrinas heréticas.

La herejía más importante fue la cátara o albigense (llamada así porque la ciudad de Albi fue su sede principal). Había arraigado, a mediados del siglo XII, en el norte de la actual Italia, en el actual Mediodía francés y en el norte de la Corona de Aragón, al sur de los Pirineos. Su doctrina giraba sobre el Bien (Dios), que había creado el mundo espiritual, y el Mal (Lucifer), creador del material. Rechazaban la divinidad de Cristo y gran parte de los sacramentos de la Iglesia. Creían que para acercarse a Dios, el hombre debía liberar, mediante duros sacrificios y renuncias, su espíritu del cuerpo. Sus postulados fáciles de entender, la ausencia de ceremonias y el ejemplo de mayor sacrificio que daban sus dirigentes atrajeron a muchos adeptos que procedían en su mayor parte de las clases humildes. Su forma de vida austera contrastaba con la de los clérigos católicos que inmediatamente fueron identificados con el Mal, por lo que renunciaron a cualquier trato con la Iglesia. Por otra parte, muchos señores, de forma sincera o interesada, se apoyaron en estas creencias para zafarse de la influencia política y económica que ejercía el clero en sus territorios. Así, muchas grandes familias de la nobleza tuvieron miembros que seguían la nueva doctrina, a pesar de las condenas dictadas a sus seguidores en los concilios de Reims en 1178, en el de Letrán de 1179, donde se exhortó a una cruzada contra los herejes del Languedoc, aunque no surtió efecto, y en el de Verona de 1184.

Hacia 1176, apareció en Lyon otro movimiento religioso de tipo puritano llamado los valdenses o pobres de Lyon, predicado por el mercader Pierre de Valdo. Este defendía la necesidad de la pobreza para alcanzar la perfección evangélica. Consecuente con su idea, vendió todos sus bienes, los repartió entre los pobres e inició una acción predicadora entre el pueblo, principalmente contra la opulencia y las malas costumbres en la Iglesia. Ante aquella situación el arzobispo de Lyon le prohibió predicar. No conforme con ello, Valdo decidió acudir ante el papa que, aunque veía con agrado su movimiento, no desautorizó al arzobispo. A pesar de la decisión, Valdo decidió desobedecer y continuar con las predicaciones. Además, poco tiempo después, comenzó a exponer sus propias doctrinas contrarias a la presencia real de Cristo en la eucaristía, al culto de los santos y al de la Virgen María, entre otras cuestiones. Todo ello propicio su condena y la del movimiento en el concilio de Verona de 1184.

En Huesca, a finales de la década de los setenta del siglo XII, surgió un movimiento religioso de signo herético, en un principio, que después cambió hacia la ortodoxia. Su mentor fue el clérigo de la catedral Durán de Huesca, seguidor de la doctrina valdense, que se unió al movimiento ascético-asistencial para pobres y enfermos creado por el canónigo Galindo de Perola. La condena de los valdenses en el concilio de Verona, le obligó a huir a Narbona, al otro lado de los Pirineos. Allí fundó una comunidad de hermanos que se dedicaron a la caridad y a la predicación de doctrinas muy próximas a la herejía. En 1207, Durán de Huesca se retractó después de haber hecho una profesión de fe. Al año siguiente, el papa Inocencio III aceptó la retractación, y aquella profesión de fe se convirtió en la regla fundacional de una nueva comunidad denominada los Pobres Católicos, cuya finalidad era el cuidado de los más necesitados. Además, trataron de convencer a los valdenses de la posibilidad de conseguir sus fines dentro de la Iglesia. Sin embargo, Durán y su comunidad encontraron muchas dificultades para instalarse en los territorios de la Corona de Aragón, sobre todo por parte del episcopado, a pesar de la insistencia de Inocencio III para que fueran admitidos. Esta situación hizo que Durán de Huesca desarrollara su actividad en el Languedoc. Sin embargo, a partir de 1210 nuevas dificultades surgieron y se inició el declive de los Pobres Católicos hasta su extinción.

Para acabar con las herejías, el papa Inocencio III alentó a Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos, y a Francisco de Asís, fundador de los franciscanos, para que con sus predicaciones hicieran volver a la Iglesia a aquellos herejes. Ante sus fracasos, el papa optó por combatirlos con las armas. A partir de ese momento, los cátaros, los valdenses y otros movimientos heréticos fueron considerados, a efectos religiosos y políticos, como un todo uno para ser combatidos por Roma.

Su reinado

Después de la muerte en 1196 de Alfonso II de Aragón, su hijo Pedro II accedió al trono cuando aún no había cumplido los diecinueve años. El difunto rey había dispuesto en su testamento, fechado en 1194, que su esposa, Sancha de Castilla, regentara el reino hasta que su hijo cumpliera los veinte años. Las muchas dificultades con las que se tendría que enfrentar el nuevo rey (las tensiones con la nobleza, el grave problema financiero, la delicada situación en el Languedoc o la amenaza almohade, entre otras), hacían necesaria una mano experta y fuerte que Pedro aún no parecía poseer. Además, así se podría contar con un posible apoyo por parte de Castilla al ser Sancha la regente. El hecho de no respetar los tiempos marcados en el testamento, produjo distanciamiento y disputas entre Pedro II y su madre.

Desde el primer año de su reinado, Pedro II desarrolló una política de estrecha colaboración con el reino de Castilla, que se hizo patente con el envío de tropas de apoyo a Alfonso VIII para reforzar su ataque al reino de León en Tierra de Campos. El envío se repitió en 1197 con los mismos fines.

Seguramente fue en aquellos años, cuando Pedro II impuso el tributo del monedaje, que se pagaría cada siete años y comenzaría en el primero de cada reinado. Gracias a él, pudo obtener los recursos financieros que necesitaba sin necesidad de recurrir al bovatge (tasa sobre los bueyes), tributo que se vio obligado a no recaudar Alfonso II por imposición de la nobleza en la asamblea de Paz y Tregua de 1188.

También en 1197, muchos seguidores de la herejía cátara o albigense, se refugiaron al sur de los Pirineos huyendo de los tribunales eclesiásticos del Languedoc. Debido a ello, Pedro II dictó leyes para su expulsión o muerte en la hoguera; sin embargo, no fue tan duro con sus vasallos cátaros del norte, incluidos los obispos de Béziers y Narbona, a los que dispensó una cierta protección.

En 1198, Pedro II y Alfonso VIII atacaron a Sancho VII de Navarra después de firmar un nuevo tratado de alianza en Calatayud contra este reino; en él se incluía un nuevo reparto de su territorio más favorable para Castilla que en los pactos anteriores realizados con Alfonso II. El rechazo a reconocer a Navarra como un reino independiente era la excusa para intentar apoderarse de él. Sancho VII, excomulgado y falto de recursos, consiguió romper la coalición pactando una tregua con Pedro II que incluía una promesa matrimonial del aragonés con Blanca, hermana del navarro. Propuesta irrealizable porque el papa no concedería la dispensa de matrimonio al ser ambos nietos de Alfonso VII de Castilla y León.

En aquel mismo año, se volvió a celebrar en Barcelona, como ya ocurriera en tiempos de Alfonso II, una asamblea de Paz y Tregua, pero esta vez de tipo tradicional, es decir, solamente nobles, prelados y eclesiásticos, sin la asistencia de los representantes de las ciudades y villas. En ella se reconocieron al rey privilegios que ya tenía, como el de la protección de personas sagradas, el otorgamiento de ferias, mercados y caminos públicos, entre otros, es decir, todo lo que se refería a la jurisdicción real; pero quedando fuera todo lo que tuviera que ver con la jurisdicción señorial. Se confirmaba así que, para conservar la paz, no debería haber interferencias entre el poder real y el nobiliario.

En 1200 y en 1202, se volvieron a celebrar aquellas asambleas en Barcelona y Cervera, respectivamente, que sólo sirvieron, nuevamente, para definir los fueros reales. En esta última se dictaron disposiciones que protegían a los vasallos de las acciones del rey y de la Iglesia, pero sin mencionar los actos que pudieran hacer los señores. Este asunto quedó tratado en otra disposición en la que se dejaba en manos de los señores el derecho de maltrato del vasallo, el de poder quebrantar sus bienes o el de la prohibición de que el vasallo pudiera abandonar al señor sin su permiso. Todo ello sin que pudiera intervenir el rey. Estas cuestiones se mantuvieron inamovibles durante muchos años.

En 1203, con el apoyo del papa Inocencio III y la intervención de su madre, Pedro II consiguió reunirse en Alfaro con los reyes de Castilla, León y Navarra para acordar una tregua en el conflicto con Navarra. Tregua necesaria porque el enfrentamiento los había dejado casi sin recursos, y, además, porque para el aragonés suponía no tener que ocuparse de la seguridad de la frontera con Navarra, pudiendo así tener tiempo para resolver sus asuntos internos y atender los problemas que le llegaban del Languedoc.

En esa región, la Corona de Aragón, por razones de herencias, matrimonios o vasallajes, era titular de condados y señoríos que tenían leyes propias. La maraña de intereses entre sus magnates hacía que las relaciones entre ellos fueran muy inestables, llegando algunas veces al enfrentamiento armado. A aquella delicada situación se añadían la expansión de la herejía cátara y las ambiciones de Francia, del Imperio y del Papa en la zona. En medio de este laberinto de intereses e intrigas se encontraba el señorío de Montpellier, que sin ser muy importante constituía una pieza imprescindible para el equilibrio de la región.

En junio de 1204, Pedro II consiguió hacerse con el señorío de Montpellier al casarse con María, su titular. Para ello, anteriormente había convencido al conde de Cominges, esposo de María, para que la repudiara. En las capitulaciones matrimoniales se estipuló que el rey entregaba el condado de Rosellón y María le cedía todos los derechos sobre el señorío. Aquel matrimonio fue un arreglo político en el que el rey nunca disimuló su rechazo personal hacia su esposa, llegando a evitar, en lo posible, yacer con ella, y que casi inmediatamente intentó anular. Además del señorío, Pedro II obtuvo el vasallaje del cuñado de María, Raimundo Roger Trencavel, señor de Béziers, Carcasona y Albi.

En aquel mismo año, Leonor, hermana de Pedro II contrajo matrimonio con el conde Raimundo VI de Tolosa convirtiéndose así en su quinta esposa. Con este matrimonio se ponía fin a una larga época de enemistad entre el condado y Aragón.

Después de la boda, en aquel mismo año, Pedro II viajó a Roma para ser coronado por el papa Inocencio III en la iglesia de San Pancracio. A continuación, en la basílica de San Pedro, fue nombrado caballero y renovó el vasallaje a la Santa Sede como había hecho su bisabuelo el rey Sancho Ramírez, comprometiéndose a pagar 500 áureos anuales. Durante su estancia en Roma, es casi seguro que Pedro II tratara con el papa el problema de la herejía cátara que se extendía por sus dominios del Languedoc.

En 1205, después de regresar a Aragón, Pedro II se dispuesto a poner en marcha la expansión por el sur de su reino a costa de los almohades. Comenzó con pequeñas operaciones fronterizas que consistieron en conquistar algunas plazas estratégicas. Además, volvió a retomar la repoblación de los territorios conquistados por su padre, pero contando para ello con los obispados y con las órdenes militares.

En aquel año, a pesar de sus malas relaciones con María de Montpellier, Pedro II tuvo una hija, Sancha. Inmediatamente se concertó su boda con el futuro Raimundo VII de Tolosa, pero la prematura muerte de la niña impidió la alianza entre las dos casas.

En 1207, el papa Inocencio III incitó a Felipe II de Francia a acabar por las armas con la herejía, autorizándole a la apropiación de las tierras y bienes de los señores que fueran herejes o los protegieran. El papa obviaba así las relaciones de vasallaje que tenía Pedro II con muchos de aquellos magnates. Entre estos se encontraba su cuñado el conde Raimundo VI de Tolosa. Su condado era el centro del movimiento cátaro, y por cumplir con su deber de proteger a sus vasallos, en su mayoría seguidores de la herejía, el conde fue excomulgado, a pesar de ser contrario a aquella doctrina.

En aquel año se produjo la concepción del futuro Jaime I, heredero de Pedro II, en unas circunstancias curiosas descritas por varios cronistas. Según estos, Pedro II se encontraba hospedado cerca de Montpellier e hizo traer una dama a su lecho; avisada su esposa María, maniobró con sus cortesanos y ocupó el lugar de la dama. Por la mañana, al despertar, el rey no tuvo más remedio de aceptar el hecho.

En 1208, el papa envió a su legado Pierre de Castelnau al condado de Tolosa para predicar el catolicismo, pero a lo que se dedicó principalmente fue a poner en contra del conde a todos los nobles católicos. La situación se complicó cuando el legado fue asesinado después de asistir a una entrevista con Raimundo VI para discutir, sin ponerse de acuerdo, sobre el tratamiento que debería darse a la herejía. Esto empeoró la situación del conde porque fue injustamente considerado por Roma culpable del asesinato. Para no perder su condado, seguramente presionado por Pedro II que deseaba ayudarlo, intentó demostrar su inocencia dando todo tipo de razones y humillándose en grado extremo en el concilio de Valence, donde llegó a entregar en garantía el condado de Melguelh, a hacerse cruzado, a ser azotado públicamente y a postrarse ante la tumba del asesinado. De nada sirvió. La cruzada estaba a punto de comenzar.

En 1209, siguiendo la predicación de la cruzada contra los cátaros, Felipe II, para no involucrarse abiertamente, envió los ejércitos de sus vasallos el duque de Borgoña y el conde de Nevers, aunque posteriormente el mando de la cruzada pasó a otro de sus vasallos, el francés Simón de Montfort. El primer objetivo era el condado de Tolosa, pero el conde maniobró con el papado y consiguió desviar a los cruzados hacia los territorios de su enemigo el vizconde Raimundo Roger Trencavel, que no era hereje, pero sí sus súbditos. Como consecuencia de ello, una coalición formada por los condes de Nevers, Montfort, Leicester y Saint Paul tomó Béziers, donde provocaron una gran masacre que no respetó mujeres ni niños. Un historiador de la época puso en boca de Arnau Amalric, legado papal que acompañaba a los cruzados, la frase “Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos”. Aquella terrible matanza hizo que algunos dirigentes abandonaran avergonzados la cruzada y la dejaran en manos de Simón de Montfort (duro, brutal y sanguinario, según un cronista). Luego los cruzados sitiaron Carcasona. Pedro II acudió al sitio para defender a sus vasallos e intentó convencer a su cuñado, el vizconde Raimundo Roger Trencavel, para que dialogara con los sitiadores. En un principio se negó, pero la situación era tan desesperada que tuvo que acceder, evitándose así el asalto aunque él fue hecho prisionero. La pira fue el castigo para varios cientos de cátaros, y el vizconde murió más tarde en prisión. Simón de Montfort se convirtió en el brazo armado del papa, que le compensó con las tierras ocupadas al señor de Trencavel, poniéndolo frente a Pedro II que era señor de esos territorios.

En aquel mismo año, en la Península Ibérica, en un ambiente de unión de voluntades entre los reinos cristianos para afrontar el peligro almohade, Pedro II y Sancho VII se reunieron en Monteagudo y pactaron no recibir vasallos huidos del otro reino para asegurar la estabilidad en la frontera común. En ese año, Pedro II, que continuaba con sus problemas financieros, pidió un préstamo de 20.000 maravedíes a Sancho VII, que había logrado sanear su hacienda, dando en prenda las villas de Peña, Escó, Petilla de Aragón y Gallur.

También en aquel mismo año, Pedro II, con la ayuda de la orden del Temple, conquistó a los almohades las plazas de Castielfabib y Ademuz. Al año siguiente, en una entrevista con Alfonso VIII en Cuenca, Pedro II le prometió su ayuda para su campaña contra los almohades.

En 1210, Elvira, viuda desde el año anterior del conde de Urgel Armengol VIII, cedió el condado a Pedro II porque su sobrino Guerao de Cabrera lo había usurpado a su hija Aurembiaix, heredera testamentaria del difunto conde. Con la cesión se pactó también el matrimonio entre el heredero de la Corona de Aragón y Aurembiaix, ambos menores de edad, con la cláusula de que si no hubiera descendencia, el condado pasaría a Guerao. Pero este no aceptó el acuerdo. A pesar de ello, Pedro II encomendó la custodia del condado, por cinco años, a Guillermo de Cardona, nieto de Armengol VI.

En mayo de aquel año, Pedro II y los condes de Tolosa y Foix se reunieron en Pamiers para, a través de los legados papales, acordar un acercamiento a Roma que evitara el enfrentamiento armado con Simón de Montfort. Pero, como se demostró en el concilio de Saint Guilles de aquel año y en el de Montpellier del año siguiente, los partidarios de las posturas papales más beligerantes ya tenían decidido derribar al conde Raimundo VI, porque de lo que realmente se trataba era de la expansión de los señores feudales del norte a costa del condado de Tolosa, amparados por Felipe II.

El hecho de que la guerra avanzara por tierras de sus vasallos y luego por las de sus propios dominios, impidió a Pedro II, fiel al papa y considerado como un buen católico, la posibilidad de evitar el enfrentamiento. Lo intentó durante aquel año y principios 1211 negociando con los legados papales y con Simón de Montfort, con el que llegó a concertar la boda del futuro Jaime I con la hija de aquel. Además, consintió poner a su hijo en manos de Simón de Montfort, convirtiéndolo en su tutor, hasta que tuviese quince años para celebrar el matrimonio (realmente lo dio en rehén). Con este acuerdo, Pedro II volvió a Aragón creyendo haber parado el golpe contra sus territorios y los del condado de Tolosa. Pero no fue así; a finales de aquel año, Simón de Montfort asaltó, entre otras, la ciudad católica de Agen donde Raimundo VI era feudatario del rey de Inglaterra. Luego se apoderó de territorios de Gascuña, que puso bajo la protección de Felipe II.

También en aquel año de 1211, Guillermo de Cardona comenzó su encomienda en el condado de Urgel, después de que Pedro II atacara, capturara y encerrara a Guerao de Cabrera en el castillo de Loarre.

En 1212, Pedro II protestó ante el papa por las agresiones y conquistas que hacía Simón de Montfort en sus territorios para posteriormente entregárselos al rey de Francia. Al no recibir ninguna satisfacción, decidió aceptar proteger de manera abierta a sus vasallos perseguidos.

En la primavera de aquel año, Pedro II volvió a pedir otro préstamo a Sancho VII de 10.000 mazmudinas de plata, dejando en garantía la villa de Trasmoz. A continuación, acudió a Toledo con sus tropas para unirse a las de Alfonso VIII y a las de los diferentes reinos cristianos de ambos lados del Pirineo que habían acudido a la llamada de Inocencio III para hacer una cruzada contra los almohades. Su alianza con Castilla, la de no enemistarse con el papa y la necesidad de debilitar el potencial guerrero de los almohades para seguridad de su reino, fueron las razones de la presencia de Pedro II en Toledo. En julio participó en la trascendental batalla de Las Navas de Tolosa que terminó con la aplastante victoria de los cruzados. Ello supuso el inicio de la decadencia y desaparición del imperio almohade.

En 1213, ante la decisión de Felipe II de intervenir abiertamente en la cruzada por los grandes beneficios que se conseguían, los condes de Tolosa, Foix, Bearn y Cominges juraron fidelidad a Pedro II y pidieron su ayuda. El rey respondió cruzando los Pirineos con sus tropas, dispuesto a defender a sus vasallos presentando batalla. Esta se produjo en septiembre de aquel año ante los muros de la ciudad fortificada de Muret, que estaba ocupada por los cruzados, y que se encontraba a pocos kilómetros de Tolosa. El ejército de Pedro II y el de sus aliados comenzaron el sitio, pero a los pocos días apareció Simón de Montfort con sus tropas. Temiendo ser cogidos entre dos fuegos, los aliados se retiraron a su campamento situado a unos tres kilómetros de Muret. Después de muchas discusiones, decidieron continuar el asedio, pero una maniobra equivocada de Pedro II, que seguramente quería demostrar su valentía, fue aprovechada por Simón de Montfort que consiguió derrotarlo y darle muerte.

Con la desaparición de Pedro II se cerró cualquier influencia de la Corona de Aragón en el Languedoc, y aunque posteriormente se realizaron intentos de revertir la situación, fueron en vano. Sólo el señorío de Montpellier permaneció en la Corona durante más de un siglo, los demás territorios se fueron perdiendo poco a poco gracias, en gran medida, a la mediación papal en favor de Francia.

Sucesos contemporáneos

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Reyes y gobernantes coetáneos

León: 

Rey de León.

Alfonso IX (1188-1230).

Castilla:

Rey de Castilla.

Alfonso VIII (1158-1214).

Navarra:

Rey de Navarra.

Sancho VII "el Fuerte" (1194-1234).

Condados catalanes
no integrados en la
Corona de Aragón:

Condes de Ampurias.

Ponce III (1173-1200).
Hugo IV (1200-1230).

Condes de Urgel.

Armengol VIII (1184-1209).
Guerao de Cabrera (1209-1211). Usurpador.
Aurembiaix (1211-1213).
Guerao de Cabrera (1213-1228).

Condes de Pallars-Sobirá.

Bernardo III (1182-1199).
Guillermina (1199-1229).

Al-Andalus:

(Segundos reinos de taifas e imperio almohade)

Califas almohades soberanos en al-Andalus.

Abú Yusuf Yaqub al-Mansur (1184-1199).
Abú Abd Allah al-Nasir (1199-1213).
Abú Yaqub al-Mustansir (1213-1224).

Régulo de la taifa de Baleares.

Abd Allah ben Ishaq (1187-1203).

------- 1203.- Conquistada por los almohades.

Portugal:

Reyes de Portugal.

Sancho I (1185-1211).
Alfonso II "el Gordo" (1211-1223).

Francia:

Rey de Francia.
(Dinastía Capeta).

Felipe II "Augusto" (1180-1223).

Alemania:

Reyes de Germania.
(Dinastía de Hohenstaufen)

Enrique VI "el Severo" (1190-1197).
Felipe (1198-1208).
Otón IV Welf (1198-1218).

Emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico.

Enrique VI "el Severo" (1191-1197).
Otón IV Welf (1209-1215).

Italia:

Reyes de Italia (Norte).

------- Perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico desde 962.

Dux de la República de Venecia.

Enrico Dandolo (1192-1205).
Pietro Ziani (1205-1229).

Estados Pontificios (Papas).

Celestino III (1191-1198).
Inocencio III (1198-1216).

Reyes de Sicilia. (Sicilia y Nápoles).
(Dinastía Hohenstaufen).

Enrique I (1194-1197) por su matrimonio con la heredera Constanza. (Emperador del Sacro Imperio con el nombre de Enrique VI).
Constanza (1195-1198). Consorte de Enrique I.
Federico I (1197-1250). Fue emperador del Sacro Imperio en 1220.

Britania:

Escocia:

Rey de Escocia.

William I (1165-1214).

Inglaterra:

Reyes de Inglaterra.

Richard I "Lionhart" (1189-1199). (Corazón de León).
John "Lackland" (1199-1216). (Sin Tierra).

Gales:

Rey de Gwynedd, Powys y Deheubarth.

Llywelyn Iorweth "el Grande" (1195-1240).

Imperio bizantino. (Bizancio):

Emperadores.
(Dinastía Ángel).

Alejo III (1195-1203).
Alejo IV (1203-1204).
Alejo V (1204).

------- 1204.- Constantinopla es asaltada por las tropas de la Cuarta Cruzada y se divide en cuatro partes: Imperio Latino (cruzados), Imperio de Nicea (Bizancio en el exilio), Imperio de Trebisonda y Despotado de Épiro.

Imperio de Nicea.
Emperadores.
(Dinastía Lascaris)

Constantino XI (1204-1205).
Teodoro I (1205-1222).

Imperio Latino de Constantinopla.
Emperadores.

Balduino I (1204-1205).
Enrique I (1205-1216).

Imperio de Trebisonda.
Emperador.

Alejo I (1204-1222).

Despotado de Épiro.
Déspota.

Miguel I Comneno (1205-1215).

Imperios musulmanes: Califato árabe abbasí:

Califa abbasí. (Bagdad).

Ahmad Al-Nasir (1180-1225).

Califato almohade:

Califas almohades. (Marrakech).

Abú Yusuf Yaqub al-Mansur (1184-1199).
Abú Abd Allah al-Nasir (1199-1213).
Abú Yaqub al-Mustansir (1213-1224).

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