Ir a Inicio
Ir a reyes de Castilla
Ir a Rey anterior en Castilla y León
Ir a Rey posterior

Alfonso XI
Rey de Castilla y León (1311<1312-1350>1350)

Genealogía


Su reinado

Alfonso XI nació en Salamanca en 1311 y era hijo del rey de Castilla y León Fernando IV “el Emplazado” y de Constanza, hija del rey Dionisio I de Portugal. Contaba un año y veintiséis días de edad cuando accedió al trono como consecuencia de la muerte de su padre en septiembre de 1312. La inexistencia de leyes en el derecho castellano que regulasen la regencia y que sólo hubiesen unas deficientes normas para acceder a la tutoría de Alfonso XI desencadenaron una pugna entre los magnates para conseguir el nombramiento. Los principales aspirantes fueron los infantes Pedro y Juan, tío y tío-abuelo respectivamente del rey-niño. (El infante Juan había sido una fuente de conflictos durante los dos reinados anteriores. Fue el que ordenó degollar al hijo de Guzmán “el Bueno” en el sitio que los benimerines (o meriníes) pusieron a Tarifa en 1294).

Tras conocerse la muerte de Fernando IV, el infante Juan y Juan Núñez de Lara, hijo del Fernando de la Cerda, hermano del aspirante a la corona de Castilla, y de Juana Núñez de Lara, se entrevistaron en Valladolid con María de Molina, madre del difunto rey, para proponerle que fuera ella la tutora de Alfonso XI y no su hijo el infante Pedro. La propuesta del infante Juan ocultaba su ambición de conseguir el gobierno del reino. María de Molina no aceptó pero prometió llamar a su hijo, que estaba en Córdoba con la reina viuda Constanza en el entierro de Fernando IV, para hablar con él e intentar llegar a un acuerdo que evitara un conflicto que podría acabar en guerra civil.

A mediados de octubre, Juan Núñez de Lara tuvo conocimiento de que el infante Pedro acompañado de Constanza y sus partidarios se dirigía a Ávila para apoderarse del rey-niño. Inmediatamente pidió a María de Molina ir a aquella ciudad para traerlo a Valladolid. Esta pensó que la amenaza de guerra civil se daría si cualquiera de los dos bandos se apoderaba del rey-niño. Por ello autorizó al de Lara a ir a Ávila, no para recogerlo, sino para esperar a que las cortes decidieran su destino. Al llegar a la ciudad tuvo que desechar su intención de apoderarse de Alfonso XI porque una dueña lo había depositado en la iglesia catedral de San Salvador bajo la protección del obispo Sancho, y la ciudad estaba fuertemente defendida por los caballeros. Después de pactar con ellos que no entregarían el rey-niño a nadie, se marchó a Burgos donde consiguió que sus gentes apoyaran la causa del infante Juan.

Cuando en noviembre llegaron a Ávila el infante Pedro y la reina viuda Constanza no los quisieron dejar entrar, por lo que también tendrían que esperar el dictamen de las cortes. Viendo que Ávila no lo admitía como tutor, aunque tampoco se oponía, el infante Pedro acudió a Valladolid para pedir a su madre ayuda para su nombramiento. Conseguido su objetivo, llevó a Constanza a Valladolid, donde fue bien acogida por María de Molina, y comenzó a asegurar los apoyos para su causa. Entre ellos, además de su madre y de Constanza, se encontraban, entre otros, su suegro Jaime II de Aragón, su concuñado don Juan Manuel, nieto de Fernando III “el Santo” y señor del señorío de Villena que comprendía casi toda la actual provincia de Murcia y parte de la de Alicante, Juan Alfonso de Haro, Fernán Ruiz de Saldaña y las ciudades y villas de la Frontera.

En enero de 1313, después de recorrer La Rioja y La Bureba, el infante Pedro llegó a Burgos donde los partidarios del infante Juan no le permitieron la entrada. En la cercana Castrojeriz se enteró de que el infante, su hijo Alfonso, Juan Núñez de Lara, el infante Felipe, hermano del infante Pedro, Fernando de la Cerda, Pedro Ponce y García de Villamayor estaban reunidos en Sahagún con los procuradores de las villas de Castilla y León para constituir Hermandades. El infante Pedro, después de que le negaran su asistencia a la reunión, fue contra ellos con quinientos caballeros y tres mil peones. Ante el peligro, el infante Juan huyó al monasterio de San Pedro de Dueñas y sólo se quedó Núñez de Lara gracias a una tregua. Como los refugiados en el monasterio no se atrevieron a salir, el infante Pedro se retiró para ir al encuentro de su madre que estaba en Toro. Núñez de Lara aprovechó la ocasión para suscribir en Cuellar una nueva carta de hermandad con los concejos León, Zamora, Astorga, Mansilla y Benavente. Enterado de ello, el infante Pedro se dirigió a aquella villa para atacar al de Lara, pero este no se arriesgó a salir de ella. Mientras tanto, el infante Felipe se entrevistó en Valladolid con su madre para comunicarle que el infante Juan estaba dispuesto a compartir la tutoría con su hermano Pedro y con ella. Como la propuesta evitaba la guerra civil, aceptó después de que lo hiciera su hijo Pedro. A continuación, ambos aspirantes convocaron cortes en Palencia. Pero las desavenencias no acabaron y cada vez eran más enconadas.

En abril, el infante Pedro, con numerosos caballeros y doce mil hombres de a pie, acudió a Palencia. Allí se enteró del cambio de bando que habían hecho la reina viuda Constanza y don Juan Manuel. El infante acampó cerca de la ciudad y a poca distancia del campamento del infante Juan. Los seguidores de este plantearon que María de Molina debía salir de la ciudad, de lo contrario entrarían todos. Ante la negativa, se decidió que cada bando entrara con sólo tres mil hombres, pero el infante Juan no cumplió y metió cuatro mil, a lo cual su rival respondió metiendo cinco mil. Ambos bandos, para evitar el enfrentamiento, decidieron no entrar en la ciudad y dejar solamente a los prelados y procuradores en su interior. Aunque hubo un intento para que se reunieran juntos, las cortes dieron comienzo con los representantes de cada bando reunidos en dos iglesias diferentes de Palencia. El asunto primordial fue el nombramiento de tutor. El infante Juan, en una iglesia, fue elegido por sus seguidores y determinaron que el rey-niño quedara bajo la crianza de su madre la reina viuda Constanza. Simultáneamente, en la otra iglesia, los partidarios del infante Pedro y de María de Molina los eligieron como tutores del rey-niño. La única coincidencia entre los dos bandos fue que el rey-niño permaneciera en Ávila. Pasadas las cortes sin resolver el problema de la tutoría, ambos bandos continuaron con sus enfrentamientos y cada uno intentó hacerse con Alfonso XI sin conseguirlo, gracias a la oposición del obispo Sancho.

Posiblemente hacia principios de otoño, el infante Pedro y su madre enviaron por mediación del maestre de Calatrava una propuesta al infante Juan de compartir la tutoría, o que cada uno fuera tutor en las villas que los eligieron. El infante Juan estuvo de acuerdo, pero Constanza y Juan Núñez de Lara se opusieron porque querían una nueva elección en las cortes. El maestre consiguió que el infante Juan se reuniera en Arévalo con María de Molina y el infante Pedro. Allí se acordó en secreto que cada uno fuese tutor en las ciudades que los habían elegido.

En noviembre, el infante Pedro marchó a Sevilla donde fue reconocido como tutor. Allí aprovechó los problemas internos del emir nazarí de Granada Nasr para conquistar la fortaleza de Rute (Córdoba). Mientras tanto, el infante Juan, Constanza y Juan Núñez de Lara reunieron en Sahagún una asamblea de procuradores de Castilla y León. Durante las deliberaciones murió la reina Constanza. Ello supuso la supresión del obstáculo que impedía el acuerdo, pero también una pérdida de legitimidad del infante Juan. La urgencia del pacto, que supondría la pacificación del reino, hizo que María de Molina no pudiera esperar el regreso de su hijo y se reuniera con el infante Juan en el monasterio de Palazuelos (Valladolid) para redactar y firmar el reparto de la tutoría como se había acordado anteriormente en Arévalo.

En febrero de 1314, el usurpador Ismail se proclamó emir de Granada. A continuación hizo que Nasr, que estaba refugiado en la Alhambra, se rindiese a cambio de un gobierno independiente en Guadix (Granada).

En abril llegó a Valladolid el infante Pedro y se reunió con los procuradores de las ciudades que lo votaron. Lo mismo hizo el infante Juan con los suyos. Por fin, en agosto los infantes volvieron a encontrarse en el mismo monasterio donde sellaron definitivamente el pacto, pero con el añadido de que María de Molina quedaba incluida en la tutoría y se haría cargo de la crianza del Alfonso XI hasta su mayoría de edad.

En septiembre, siguiendo lo pactado, el obispo de Ávila entregó el rey-niño a su abuela María de Molina. A pesar del acuerdo, la pacificación no llegó porque varios nobles se sublevaron por diversos motivos en diferentes lugares. Como fue el caso de Tello de Molina, sobrino de la reina madre, que se sublevó y fue vencido; o el de don Juan Manuel que asoló las tierras de Berlanga que pertenecían al infante Pedro; o el del hijo del infante Juan que fue contra el infante Felipe en Galicia, aunque tuvo que desistir ante las tropas del infante; entre otros.

En diciembre, después de que el infante Pedro obtuviera varios triunfos sobre las tropas de don Juan Manuel, el maestre de Calatrava consiguió que ambos concuñados llegaran a un acuerdo. Pacificado el reino, los infantes Pedro y Juan decidieron convocar cortes en Burgos para que se confirmara el pacto de Palazuelos.

En los primeros meses de 1315 comenzaron las sesiones de aquellas cortes con la confirmación del pacto de Palazuelos. A continuación, con la presencia Alfonso XI y de los tres tutores, comenzaron las sesiones que aprobaron, entre otros asuntos: la constitución de una hermandad general que englobaba a la nobleza de segundo orden y a casi un centenar de concejos; la reglamentación de la actuación de los tutores; y el acuerdo de que el infante Pedro acudiese a la frontera con el reino de Granada para, aprovechando su inestabilidad, ganar tierras al enemigo tradicional.

Durante las sesiones de cortes, llegó un caballero llamado Guillén de Rocafull que presentó ante los tutores unos agravios y un reto contra don Juan Manuel. El infante Pedro, a pesar de su aversión hacia su concuñado, lo envió a prisión por considerar insultantes sus palabras. Los caballeros que estaban en Burgos consideraron abusiva la medida y consiguieron su libertad para que fuera oído en juicio. Los tutores llamaron varias veces a don Juan Manuel para que respondiera a las acusaciones, pero no acudió y se dedicó a asolar las tierras del infante Pedro. Este quiso ir a hacerle frente, pero su madre lo convenció para que no abandonase las cortes. También en aquellas fechas murieron Tello de Molina y Juan Núñez de Lara.

En noviembre, Jaime II de Aragón intervino en el conflicto enviando un emisario para que protestara ante la reina y el infante Pedro el haber prestado oídos a las palabras de Rocafull contra su yerno don Juan Manuel. Los tutores convencieron al emisario de la legalidad de las actuaciones y de que todo se habría resuelto si don Juan Manuel hubiera acudido a la cita para defenderse. Así se lo hicieron saber al rey de Aragón.

A principios de 1316, debido a que todos estaban interesados en la reconciliación entre los dos concuñados, resolvieron el pleito nombrando a don Juan Manuel adelantado mayor de Murcia. A continuación, mientras en Castilla quedaron María de Molina y el infante Juan para gobernar los reinos, el infante Pedro marchó a la frontera con el reino nazarí de Granada para, con el pretexto de ayudar al emir derrocado Nasr, iniciar una campaña contra los musulmanes.

En mayo, el abastecimiento de víveres que hizo el infante Pedro a Nasr, que estaba cercado en Guadix (Granada), provocó que Ismail I lo atacase con un ejército mandado por el general Ozmín que fue derrotado por el infante en el valle del río Guadahortuna, cerca de la actual Alicún de Ortega (Granada). Al mes siguiente, el infante Pedro se apoderó de los castillos jiennenses de Cambil, Alhabar y Benaxixar, y de la plaza de Mata Bejid.

En el verano de aquel año, una flota al mando de Yahya ben Abi Talib, gobernador meriní de Ceuta (norte de África), cruzó el Estrecho y, después de derrotar a una pequeña escuadra castellana que defendía Gibraltar, cercó esta plaza por mar. Ante la llegada de tropas y de algunas galeras del infante Pedro, los africanos levantaron el cerco y regresaron a Ceuta. Después, el infante e Ismail I firmaron una tregua por un año. Los éxitos del infante Pedro despertaron los recelos de la hermandad que temía un tutor popular y poderoso. Por ello, bajo la excusa de que el infante había ordenado matar a un caballero en Palencia, los representantes de las villas y algunos caballeros se reunieron en Burgos y exigieron a los tutores que rindieran cuentas de todas las rentas del rey en una convocatoria de cortes a celebrar en Carrión de los Condes (Palencia). La intención era derribar la tutoría del infante Pedro, que a finales de año se encontraba en Sevilla preparando nuevas acciones contra Granada.

En septiembre de 1317 comenzaron las cortes en Carrión de los Condes sin la presencia de María de Molina por no estar conforme con una convocatoria impuesta por grupos resentidos contra el infante Pedro. En ella se puso de manifiesto el poder de la hermandad general, ya que consiguieron la aprobación de casi todas las peticiones, que previamente habían acordado. Y como la asamblea buscaba la caída del infante Pedro, el infante Juan propuso una renuncia de los tutores para elegir después un único tutor, esperando ser él el designado. Pero gracias a los partidarios de la reina y de su hijo, la propuesta no prosperó. Sí se aprobó, entre otros asuntos, el nombramiento de un nuevo ayo para el rey-niño en contra de la opinión de la reina; la aceptación de que determinadas rentas regias, que habían sido confiscadas por algunas villas, no se devolvieran a la corona; y que los nuevos servicios para pagar la continuación de la guerra contra el reino de Granada recayesen sobre los labradores y no sobre las ciudades. El cumplimiento de este último asunto provocó un grave altercado entre los caballeros, que pudo llegar al derramamiento de sangre, por el desacuerdo del reparto de las soldadas al ser escasos aquellos servicios. En la práctica, el gobierno de los reinos había pasado de los tutores a la hermandad, que nombraba alcaldes, administraba la justicia y ponía condiciones a los tutores, lo que supuso un duro golpe al poder real.

En enero de 1318, el infante Pedro, que estaba en Córdoba, informó a su madre de que había recibido la bula papal de concesión de las tercias y décimas de cruzada, que anteriormente había pedido para hacer frente a la guerra contra los musulmanes por ser escasos los servicios que le habían concedido las cortes. El hecho provocó el enfado de los infantes Juan y Felipe que deseaban compartir los beneficios papales de los que habían sido excluidos. Para mostrar su disgusto suspendieron su proyectada marcha a la frontera, impidiendo así que otros caballeros se unieran al infante Pedro. Este contratiempo no impidió al infante que, con la ayuda de los maestres de las órdenes de Calatrava, Santiago, el Hospital, el arzobispo de Sevilla y las milicias de los concejos de la frontera, iniciara la campaña y asolara la Vega de Granada. Por su parte, don Juan Manuel, que también quería disfrutar de los beneficios papales, consiguió varios éxitos contra los musulmanes de Murcia.

En febrero, el infante Pedro, después de pactar una tregua con el emir Ismail I, regresó a Castilla haciendo etapa en Ocaña para entrevistarse con don Juan Manuel. Ya en Valladolid, el infante, convencido por su madre, ofreció al infante Juan la participación de las mercedes ofrecidas por el papa. Gracias a ello, se pusieron de acuerdo para ir a la guerra contra los musulmanes. Después convocaron y se celebraron cortes separadas: primero en Valladolid para Castilla, de las que no han quedado referencia, y luego en septiembre en Medina del Campo para León, donde hubo pocas peticiones. La separación fue debida a los enfrentamientos entre consejeros en las anteriores cortes. A continuación, el infante Pedro marchó a la frontera.

En mayo de 1319, el infante Pedro comenzó la nueva campaña conquistando el castillo de Tíscar (Jaén). En junio, unió a las suyas las tropas del infante Juan y juntos devastaron las tierras de Moclín, se apoderaron de la villa de Íllora (ambas en Granada) y penetraron en la Vega de Granada donde arrasaron los campos y cogieron un abundante botín. Al retirarse, un poderoso ejército al mando de Ozmín atacó la retaguardia castellana mandada por el infante Juan. El infante Pedro, que iba en vanguardia, intentó retroceder para auxiliar a su tío, pero algunos nobles, que consideraron imprudente su acción, intentaron impedírselo y le cogieron las riendas de su montura. Al intentar zafarse, cayó del caballo y se desnucó. El resultado del enfrentamiento fue la derrota de los castellanos en la llamada batalla de Sierra Elvira. Al enterarse el infante Juan de la muerte de su sobrino el infante Pedro, le dio una apoplejía y también murió a las pocas horas. Aprovechando la derrota, el emir Ismail I se apoderó de Galera y Orce (ambas en la actual Granada).

Según lo acordado en las cortes de 1315, si dos tutores muriesen debería quedar como tutor único el superviviente, en este caso María de Molina. Pero a pesar de ello, casi inmediatamente después de conocerse la noticia de la muerte de los dos infantes, tres candidatos se postularon como nuevos tutores. Uno de ellos era Juan “el Tuerto”, que tenía a su favor parte de León y de Castilla con Burgos como cabecera, y fue su madre María de Haro, viuda del infante Juan, la que hizo el primer movimiento al visitar a su tía María de Molina en Valladolid para solicitar para su hijo la entrega de las heredades de su difunto esposo, quinientos mil maravedíes, el adelantamiento de la frontera y una llave para acceder al sello real. María de Molina otorgó todas las peticiones excepto la última. Otro de los aspirantes era don Juan Manuel, que había conseguido ser reconocido como tutor en compañía de María de Molina, a la que no había consultado, en algunos concejos del obispado de Cuenca y en las ciudades de Cuellar, Madrid y Sepúlveda, y que también acudió a Valladolid para proponer a la reina la tutoría conjunta. María de Molina rechazó la oferta y le remitió a lo que las futuras cortes decidieran. Don Juan Manuel se fue a Ávila muy molesto y consiguió que la ciudad lo nombrara tutor. El tercer aspirante era el infante Felipe, que tenía de su parte los territorios fieles a María de Molina, Galicia y los concejos de la frontera con Granada. Fue enviado a Ávila por su madre para intentar mantener la ciudad de su lado y para parlamentar con don Juan Manuel, pero al no conseguirlo se enfrentó a él con escasas tropas por lo que tuvo que emprender la retirada y dedicarse a asolar la comarca. Acción que le reprochó su madre. El enfrentamiento de estos dos aspirantes favoreció las aspiraciones de Juan “el Tuerto”, que junto con su madre acudió a Valladolid para solicitar a María de Molina la concesión de las merindades mayores de Castilla, León y Galicia y la posibilidad de entregarlas a quien ellos quisieran. Peticiones que no le fueron concedidas. Mientras tanto, don Juan Manuel fue deslizándose con sus actuaciones hacia una abierta rebeldía. Para actuar como tutor, se había fabricado un sello real que utilizaba para despachar toda clase de documentos. La guerra civil parecía volver a Castilla.

En octubre de aquel año de 1319, el heredero de la Corona de Aragón, el infante Jaime, de acusada inestabilidad psicológica que alternaba la crueldad con crisis de misticismo, después de la misa de sus esponsales con Leonor, de tres años de edad, hija de Fernando IV y nieta de María de Molina, huyó a caballo. Dos meses después renunció a sus derechos al trono e ingresó en la orden de San Juan.

En marzo de 1320, para detener las actuaciones de don Juan Manuel y acabar con el enfrentamiento que mantenía con el infante Felipe, María de Molina renunció a su legítimo derecho de ser tutora única y consiguió que don Juan Manuel y su hijo se reconciliaran y acordaran que ambos, con ella, compartieran la tutoría.

En abril, en Talavera de la Reina (Toledo), el concejo de la villa, numerosos caballeros y el obispo de Ávila recibieron como tutores del rey a don Juan Manuel, al infante Felipe y a María de Molina. Juan “el Tuerto”, que había rechazado el pacto, marchó a Burgos donde consiguió que los procuradores de Castilla, allí reunidos, acordaran que no reconocerían como tutores ni a don Juan Manuel ni al infante Felipe. El acuerdo fue comunicado a María de Molina en Valladolid por una comisión llegada de Burgos, que además le pidió que tampoco ella los reconociera y que llevara al rey a esta ciudad. María de Molina se negó porque consideró que quien tuviera al rey controlaría la cancillería real. Ante la negativa, los comisionados, que ya traían la respuesta preparada, decidieron no reconocerla como tutora y tampoco obedecer al rey.

En mayo, María de Molina, ante el peligro que aquella decisión suponía para el rey, se reunió con don Juan Manuel para pedirle que esperara junto con el infante Felipe la decisión de las cortes para acceder a las tutorías. También le pidió que destruyera el falso sello real, y a cambio le entregaría una llave del arca de los sellos reales de la cancillería. Pero don Juan Manuel se negó hasta no haber conseguido oficialmente el nombramiento.

En junio, después de una nueva derrota en febrero ante las tropas del reino nazarí de Granada, la hermandad de la frontera consiguió que Ismail I firmara un acuerdo de paz por ocho años en Baena (Córdoba).

Entre julio y agosto, surgió un conflicto entre los dos tutores cuando el infante Felipe informó que los concejos de la frontera con Granada lo habían llamado para hacerlo tutor. Ante ello, don Juan Manuel amenazó con cambiar de bando si el infante emprendía el viaje hacia ella. María de Molina intercedió y consiguió que se comprometieran solemnemente a no ir a la frontera el uno sin el otro.

Pero los conflictos no dejaron de surgir. Por esos días, el caballero Juan Ramírez de Guzmán, defensor en nombre del rey de las torres de León, pidió auxilio a María de Molina y al infante Felipe para defender las torres que estaban siendo asediadas por partidarios de Juan “el Tuerto”. Inmediatamente, el infante, con muchos caballeros, se trasladó a la ciudad y entró en ella. Ante la presencia del infante, los partidarios de “el Tuerto” se refugiaron en la catedral, pero fueron cercados por el infante hasta que se rindieron. A continuación, el infante marchó a Mayorga (Valladolid). Allí fue “el Tuerto” a sitiarlo y a retarlo, pero al no salir el infante porque no tenía suficiente gente, se marchó para realizar varias correrías depredadoras tomando Gatón (Valladolid) y Monzón (Palencia). Por su parte, el infante Felipe salió de Mayorga para asolar las tierras de María de Haro y de su hijo Juan “el Tuerto”. Los enfrentamientos entre los bandos siguieron y con ellos la devastación de la región leonesa. Para acabar con las hostilidades, María de Molina llamó a don Juan Manuel y le propuso renunciar a su tutoría a cambio de que el aspirante hiciera otro tanto, y que luego fueran las cortes las que nombraran tutor. Don Juan Manuel, que estaba dispuesto a mantener la tutoría a cualquier precio, rechazó la oferta.

También en aquel verano, Jaime II entregó a la infanta Leonor al alcaide del alcázar de Molina siguiendo las instrucciones dadas por María de Molina a petición del rey aragonés desde Calatayud.

En septiembre, algunos representantes de Córdoba acudieron a entrevistarse con María de Molina para que resolviera unos pleitos que tenían con otros representantes de la ciudad. No satisfechos de la respuesta en el sentido de que deberían esperar a lo que resolvieran las próximas cortes, acudieron a don Juan Manuel que, animado por la promesa que le hicieron de reconocerlo como tutor, les admitió con su sello falso todas sus peticiones.

En octubre, don Juan Manuel fue a Segovia donde reunió a varios concejos que le hicieron jurar, seguramente por iniciativa suya, que nunca renunciaría a la tutoría. A continuación marchó a Córdoba y se apoderó de ella. Inmediatamente fue nombrado tutor por aquellos que se lo habían prometido. Los fieles a María de Molina fueron expulsados de la ciudad. Al tener conocimiento de lo acontecido en Córdoba, los concejos de Sevilla y Jaén pidieron a la reina que les enviara al infante Felipe.

En diciembre, cuando llegó el infante, reunió en Écija (Sevilla) a los representantes y lo nombraron tutor, con lo que se produjo un nuevo enfrentamiento con don Juan Manuel. Después, el infante Felipe recorrió las villas de Jaén y se adhirió a la tregua que la hermandad de la frontera había firmado con los musulmanes.

A principios de 1321, el conflicto entre los dos personajes fue aprovechado por el bando de Juan “el Tuerto” al intentar que la reina se pasara a sus filas, con el argumento de que ambos se habían titulado tutores sin el refrendo de las cortes. De negarse, pactarían con don Juan Manuel e irían contra ella y su hijo. Ante el ultimátum, María de Molina convocó cortes en Palencia para el mes de abril. Pero es posible que, debido a que estaba ya muy enferma, no se celebraran o que fueran trasladadas a Valladolid. Si fue así, no se han encontrado sus actas.

El primero de julio, agotada y enferma, María de Molina murió en Valladolid. Pero antes, en el lecho de muerte, había convocado a los caballeros y buenos hombres de Valladolid para encomendarles que tomaran bajo su protección, en aquella ciudad, al rey-niño y que no lo entregaran hasta que cumpliera la mayoría de edad. Su muerte trajo consigo la necesidad llegar a un nuevo acuerdo por el que fueron elegidos como tutores, sin el consenso de unas cortes, don Juan Manuel, el infante Felipe y Juan “el Tuerto”.

En 1322, el infante Felipe, sin consultar a los otros tutores, convocó cortes para Castilla y León que se celebraron en Valladolid. Los procuradores de los concejos reconocieron al infante después de que aceptara, entre otras, las siguientes condiciones: que la duración, de la tutoría fuera de cuatro años, hasta la mayoría del rey; que se comprometiera a guardar los señoríos y derechos del monarca; que hubiera en la casa del rey y del tutor alcaldes, sujetos a responsabilidades por fallar contra las libertades, para librar los pleitos; que la tenencia de los castillos y alcázares de las villas reales se diera a hombres buenos de aquellas para impedir los actos de latrocinio de tenentes de otras tierras; y que los caballeros de la hermandad acompañaran al monarca, estuvieran en todos los actos del rey y que recibieran puntualmente sus soldadas. Durante las sesiones se presentaron peticiones y acuerdos no muy diferentes a los de cortes anteriores, ya que los problemas seguían siendo los mismos y permanecían sin resolver. Siendo el principal el restablecimiento del orden público.

La actuación del infante Felipe mostró que cada tutor siguió actuando de manera independiente en sus respectivas zonas de influencia y que la tutoría compartida no satisfizo a ninguno de ellos. La división se hizo patente cuando un mes después de finalizadas las cortes, “el Tuerto” convocó otras en la misma ciudad. La discordia entre ellos también se reflejó en los reinos. Así, por ejemplo, en Zamora los partidarios del infante Felipe y los de Juan “el Tuerto” se enfrentaron tan violentamente que tuvo que intervenir el prior de la orden de San Juan y convencerlos de que reconocieran a este último. Pero además, muchos ricoshombres aprovecharon la situación para cometer robos y desmanes sin ser frenados por los tutores.

A finales de 1323, Juan “el Tuerto”, que no tenía ningún escrúpulo para conseguir sus fines, incluso la eliminación física de sus adversarios políticos, consiguió que los procuradores de las villas que le seguían le concedieran en Burgos cinco servicios sin que hubiera guerra contra los musulmanes ni contra enemigos del rey. Después convocó a cuatro magnates partidarios del infante Felipe. Uno de ellos, Garci Lasso de la Vega, antepasado del poeta y militar del mismo nombre del Siglo de Oro, no acudió al sospechar una celada del tutor. A los otros tres intentó atraerlos a su bando ofreciéndoles una parte del dinero de los servicios. Sus negativas provocaron la ira de “el Tuerto”, que mató a dos de ellos y apresó al tercero.

En julio de 1324, Ismail I, en una rápida campaña, recuperó las villas granadinas de Baza, Galera, Orce y Huéscar, cuya fortaleza, defendida por la orden de Santiago, fue destrozada utilizando rudimentarios cañones.

También en aquel año, la ciudad de Zamora, ante los atropellos de Juan “el Tuerto”, decidió unirse al infante Felipe, que estaba en Sevilla, y reconocerlo como tutor. Enterado aquel, se puso de acuerdo con don Juan Manuel para atacar al infante en Zamora cuando llegara a la ciudad. Este, cuando pasaba junto a aquella ciudad para ir contra los otros dos tutores, fue reforzado con la hueste de su mayordomo Alvar Núñez de Osorio. Como durante un día, ninguno de ellos se atrevió a presentar batalla, volvieron a sus lugares de partida. Alfonso XI, que todavía no había alcanzado la mayoría de edad, fue informado del inminente enfrentamiento de los tutores y les envió mensajeros para que hicieran la paz entre ellos. Cuando el acuerdo estaba casi hecho, las negociaciones se interrumpieron porque Juan “el Tuerto” no quiso acceder a la petición de Alvar Núñez de Osorio de reconciliarse con Garci Lasso de la Vega. Y sin acuerdo, los tutores se marcharon: don Juan Manuel se fue a Escalona (Toledo); el infante Felipe entró en Zamora, donde fue reconocido como tutor, y después fue a Tierra de Campos para asolar las tierras de Juan “el Tuerto”; y este marchó a Vizcaya. Pero los enfrentamientos entre los tutores continuaron: algunas ciudades cambiaron de bando por abusos y desmanes; los caminos estaban en manos de bandoleros y ricoshombres que robaban y mataban; y muchas villas se despoblaban ante la inseguridad y sus gentes marchaban a Portugal o a Aragón.

En agosto de 1325, Alfonso XI cumplió catorce años, y dada la situación caótica de los reinos, decidió, aconsejado por sus allegados y apoyado por los hombres del infante Felipe, comunicar al concejo de Valladolid que se hacía cargo del poder real adelantando la mayoría de edad. A continuación llamó a los tutores y convocó cortes en Valladolid para aquel mismo año. Comenzaron aquellas cortes con la renuncia de los tres tutores a sus nombramientos, y siguieron con las peticiones de los procuradores para que, por ejemplo: se tomasen medidas para evitar los desafueros de los poderosos; se derribasen las fortalezas desde las que se arruinaban las tierras; y que los cargos de alcaldes y escribanos recayeran sobre personas idóneas; y que se regulase la recaudación de tributos. Pero antes de disolverse las cortes, nuevamente volvió la discordia cuando don Juan Manuel y Juan “el Tuerto”, sin comunicarlo al rey, se marcharon disgustados de la corte y fueron a Cigales (Valladolid), perteneciente a "el Tuerto”, donde comunicaron a sus partidarios que el rey quería matarlos. En realidad, ambos magnates se habían sentido postergados porque el rey, después de haber apartado a los consejeros de su infancia, se estaba apoyando en antiguos nobles partidarios del infante Felipe, entre los que se encontraban: el merino mayor de Castilla Garci Lasso de la Vega, el leonés Alvar Núñez Osorio, que pronto se convertiría en privado del rey, y el judío Yusaf de Écija, que actuaría como almojarife mayor (tesorero). Para romper la alianza de enemigos tan poderosos, Alvar Núñez Osorio propuso al rey que pidiera en matrimonio a Constanza Manuel, hija de nueve años de don Juan Manuel, y que, además, lo nombrara adelantado de la frontera.

En junio, un mes antes de ser asesinado, Ismail I envió tropas contra Martos (Jaén). Después de saquear la villa y pasar a cuchillo a sus habitantes, intentaron tomar la fortaleza de la Peña de Martos, defendida por la orden de Calatrava, pero fueron rechazados.

En noviembre, después de que don Juan Manuel aceptara en octubre la oferta de Alfonso XI, y a pesar de que había acordado la boda de su hija con el viudo Juan “el Tuerto” durante su estancia en Cigales, se celebraron los esponsales (compromiso matrimonial) de Constanza con el rey. A continuación, don Juan Manuel, en compañía de varios magnates afines, marchó a la frontera para enfrentarse a los granadinos y a los benimerines que amenazaban las plazas de Tarifa y Gibraltar.

A principios de 1326 o finales del anterior, Juan “el Tuerto”, al verse traicionado por su aliado, decidió actuar en solitario contra Alfonso XI. Para ello buscó los apoyos del rey de Portugal, de Jaime II de Aragón y de Alfonso de la Cerda, al que ofreció la corona de Castilla. Alfonso XI, enterado de aquellas maniobras, lo mandó llamar a Burgos para reconciliarse. En realidad, el rey, aconsejado por sus consejeros, ya había decidido matarlo. En la entrevista, el rey lo trató con mucha deferencia y aceptó todas sus peticiones; actitud que “el Tuerto” interpretó como muestra de temor hacia él. Cuando don Juan Manuel, que como adelantado de la frontera estaba pacificando las villas y ciudades de las rencillas entre los diferentes bandos, tuvo noticias de la entrevista, le escribió para insinuarle que Alfonso XI quería perderlo y que él no estaría dispuesto a consentirlo. Esto dio lugar a que “el Tuerto”, al verse respaldado nuevamente por don Juan Manuel, abandonase al rey y se frustrara la reconciliación entre ellos.

En agosto, don Juan Manuel, acompañado de ricoshombres, caballeros, milicias concejiles y maestres de las órdenes militares, se enfrentó al general granadino Ozmín en las cercanías de Antequera (Málaga), junto al río Guadalhorce, obteniendo una importante victoria.

Fracasado el intento de atraer a Juan “el Tuerto”, Alfonso XI volvió a solicitar su presencia en Toro (Zamora) para desde allí ir a la frontera para luchar contra los musulmanes, Esta vez, para convencerlo le ofreció casarlo con su hermana Leonor. Para mayor garantía, ya que “el Tuerto” recelaba de la presencia de su gran enemigo Garci Lasso de la Vega en la corte, Alfonso X le ofreció que la entrevista se realizase en Belver, castillo de “el Tuerto” situado cerca de Toro. Pero el que acudió fue Alvar Núñez Osorio, que le dio toda clase de garantías para que acudiera a la cita con el rey en Toro. Juan “el Tuerto”, convencido por el privado, acudió a la cita y el rey, el uno de noviembre de aquel año, mandó asesinarlo a manos de sicarios dirigidos por Alvar Núñez. Alfonso XI justificó el crimen alegando que había sido acordado en juicio secreto por el delito de traición. Después confiscó todas sus posesiones y donó a Alvar Núñez los castillos de su víctima.

A principios de 1327, Alvar Núñez Osorio consideró que su poder sólo podía ser eclipsado por don Juan Manuel, por lo que el matrimonio con Constanza era perjudicial para sus aspiraciones. Por ello, convenció a Alfonso XI para que deshiciera aquella boda. La reacción de don Juan Manuel al conocer el asesinato de Juan “el Tuerto” y la intención del Alfonso XI de repudiar a su hija fue la de abandonar la frontera y refugiarse, por temor al rey, en la villa de Chinchilla de Montearagón (Albacete).

En marzo, después de intentar que don Juan Manuel regresara para dirigir las tropas, Alfonso XI se dirigió a la frontera para realizar su primera campaña. Cuando pasaba por Madrid, tuvo tiempo de ver a su tío el infante Felipe antes de que muriese a los pocos días. En mayo llegó a Sevilla e inició la ofensiva contra el reino nazarí de Granada con dos importantes victorias. La del almirante mayor Alfonso Jofré Tenorio sobre nazaríes y benimerines en el estrecho de Gibraltar, y la del propio rey que conquistó la villa y el castillo de Olvera (Cádiz) en junio. En julio sus tropas tomaron el castillo de Ayamonte (o Carastas) y la torre de Alháquime (ambos en Cádiz) y el castillo de Pruna (Sevilla). Cuando Alfonso XI regresó a Sevilla conoció a Leonor de Guzmán, noble castellana que sería su amante y madre de sus diez hijos ilegítimos.

En noviembre, don Juan Manuel tuvo noticias de que el rey había decidido negociar un ofrecimiento del nuevo rey de Portugal Alfonso IV para efectuar un doble enlace nupcial: los de sus hijos María y Pedro, su heredero, con Alfonso XI y Blanca, hija de su difunto tío el infante Pedro, respectivamente; y que, además, ante su posible reacción, el rey había encerrado a su hija Constanza en el alcázar de Toro. Ante esto, don Juan Manuel envió mensajeros al rey para comunicarle que se consideraba despedido y desnaturalizado con todos sus vasallos. A continuación envió mensajeros al emir de Granada Muhammad IV para concertar una alianza contra Alfonso XI. Conseguido el acuerdo, las hostilidades comenzaron con los ataques de los nazaríes a la frontera y los de don Juan Manuel a los obispados de Cuenca y Sigüenza desde sus tierras. Estas acciones fueron aprovechadas por Alvar Núñez para aumentar su influencia consiguiendo tierras y títulos, como el de conde de Trastámara, y aconsejar al rey que aumentara el tributo a las ciudades y que las órdenes militares también fueran obligadas a contribuir.

También en aquel mes murió el rey de la Corona de Aragón Jaime II y fue sucedido por su hijo Alfonso IV.

En enero de 1328 se produjo un fuerte enfrentamiento entre Alvar Núñez y Fernán Rodríguez de Valbuena, prior de la orden de San Juan, por el asunto de los tributos. Las amenazas del privado hicieron que el prior abandonase la corte para refugiarse en Zamora, no sin antes incitar a los concejos de las villas en tierras de su orden a que se sublevaran contra el rey. Inmediatamente, muchos nobles de la corte, enemigos de Alvar Núñez de Osorio, animaron al prior para que continuara con su oposición y le ofrecieron su ayuda. Para Alfonso XI la situación era cada vez más conflictiva, y para solventar el principal problema, mandó llamar a ricoshombres y caballeros para ir contra don Juan Manuel. Al mismo tiempo envió a Garci Lasso de la Vega a tierras sorianas para reclutar gente de armas. Estando allí, un falso rumor, en el sentido de que venía contra ellos, hizo que aquellas gentes lo asesinaran con todos sus acompañantes.

En febrero, la noticia del asesinato del merino mayor de Castilla no impidió que Alfonso XI fuese contra don Juan Manuel asediando su villa de Escalona y recobrando el alcázar de Cuenca y el castillo de Huete (Cuenca), dados en garantía por el matrimonio de Constanza.

En marzo, don Juan Manuel, para aliviar la presión sobre Escalona, fue contra la villa y al castillo de Huete, pero no pudo tomarlos porque una crecida del río Tajo impidió el paso de las tropas. Mientras tanto, en el sitio de Escalona, Alfonso XI recibió el mensaje del rey portugués aceptando los términos de la negociación para que se realizasen las bodas. Sus deberes en el sitio impidieron al rey acudir a recibir a la infanta portuguesa María, por ello envío a Valladolid al almojarife Yusaf de Écija, vinculado a Alvar Núñez, para recoger a su hermana Leonor, llevarla a Escalona y desde allí formar una comitiva que escoltara a María. Pero una dama de Leonor lanzó el rumor de que Yusaf había venido con la intención de que la infanta se casara con Alvar Núñez. Esto alborotó a muchos vallisoletanos que pidieron la entrega del almojarife para matarlo. La intervención de la infanta logró que ambos pudieran refugiarse en el alcázar. Con Valladolid alzada, como ya estaban otras ciudades, Alfonso XI levantó el cerco y se dirigió a Valladolid, que le impidió la entrada. Ello motivó que Alvar Núñez asolara las huertas cercanas. Para resolver la situación, el prior Valbuena buscó a un grupo de caballeros de la corte y enemigos del Alvar Núñez para que pidieran entrevistarse con el rey sin la presencia del privado, y aunque este hizo lo imposible para impedirlo, la entrevista se celebró y en ella los caballeros, en nombre de Valladolid y de otras muchas villas y ciudades, pidieron al rey que el Alvar Núñez fuera apartado del gobierno. Alfonso XI tuvo que elegir entre tener a muchas ciudades en su contra o alejar al privado que tenía todos los castillos del reino. Optó por esto último. Después de entrar en Valladolid, el prior Valbuena y Juan Martínez de Leiva le presentaron al rey la relación de abusos cometidos por el privado y lo convencieron para que le ordenara la devolución de todos los castillos. Orden que Alvar Núñez se negó a obedecer para, a continuación, pactar una alianza con don Juan Manuel para ir contra el rey.

En septiembre se celebraron las bodas entre Alfonso XI y María de Portugal sin tener la dispensa papal necesaria debida a la lejana consanguineidad entre los contrayentes, y la de Blanca con el infante Pedro de Portugal. Durante las bodas, varios magnates, entre los que estaban el almirante mayor Alfonso Jofré Tenorio, el prior Valbuena y Juan Martínez de Leiva, decidieron matar a Alvar Núñez de Osorio porque, entre otros motivos, se negaba a entregar los castillos, y así se lo propusieron al rey, que aceptó. Para realizar el asesinato, el almirante mayor eligió un hombre de su confianza que se presentó ante Alvar Núñez para ofrecerle su ayuda contra Alfonso XI con la excusa de que había abandonado la corte por haber sido humillado por el rey. Una vez obtenida la confianza del antiguo privado, logró matarlo.

A finales de aquel año, Alfonso XI intentó nuevamente reconciliarse con don Juan Manuel, pero el prior Valbuena, que vio peligrar su posición con don Juan en la corte, lo frustró enviándole un mensaje donde la informaba que el rey quería matarlo.

En febrero de 1329, Alfonso XI asistió en Tarazona (Zaragoza) a la boda de su hermana Leonor con el rey de la corona de Aragón Alfonso IV. Durante las celebraciones, ambos reyes firmaron una alianza para atacar al reino nazarí de Granada.

En abril, Alfonso XI llegó a Madrid para oficiar las cortes convocadas previamente. En ellas, los procuradores otorgaron servicios para que el rey pudiera hacer la guerra a los musulmanes. Uno de los asuntos más importantes fue la reorganización de la justicia y el compromiso del rey a resolver pleitos y peticiones dos veces por semana en lugar público. Mientras se celebraban las cortes, el rey recibió la dispensa papal y la confirmación de su matrimonio.

Durante el verano, Alfonso XI cayó gravemente enfermo y se temió por su vida. El rey todavía no tenía herederos directos y cabía la posibilidad de que se desatara una nueva guerra civil entre los dos posibles candidatos: don Juan Manuel y Alfonso de la Cerda. Después de que el rey lograra recuperarse, destituyó al almojarife Yusaf por las irregularidades denunciadas por los concejales e inició una campaña contra los musulmanes.

La enfermedad del rey había sido aprovechada por don Juan Manuel para intentar ampliar su círculo de aliados. Para ello, se casó con Blanca, hermana de Juan Núñez de Lara, y propició el matrimonio de Juan Núñez con María, hija de Juan “el Tuerto”.

En diciembre, Alfonso XI cerró un acuerdo con don Juan Manuel para que le ayudase en la guerra contra Granada a cambio de la devolución de sus tierras incautadas y la entrega de su hija Constanza. Lo hizo porque temió que el señor de Villena, después de haber realizado las alianzas matrimoniales, le atacase mientras guerreaba contra los musulmanes.

En marzo de 1330, Alfonso XI firmó en Salamanca un tratado de paz con Felipe III de Evreux, rey consorte de Navarra por su matrimonio con Juana II.

En abril, Alfonso XI se entrevistó con Alfonso IV de Portugal en Fuenteguinaldo (Salamanca) para devolverle los castillos que garantizaron la boda real y conseguir que el portugués le enviase quinientos caballeros para la guerra contra Granada. A continuación se trasladó a Córdoba para, después de reunir a las tropas, iniciar la campaña poniendo sitio a Teba (Málaga). El general Ozmín acudió para levantar el cerco, pero no pudo conseguirlo. Finalmente, en agosto Teba capituló y se conquistaron a continuación las torres de Cuevas y de Ortegícar (Málaga), pero no se pudo impedir que los granadinos recuperaran el castillo de Pruna. A su regreso a Sevilla, Alfonso XI se amancebó con Leonor de Guzmán.

A finales de año, Alfonso XI recibió en Sevilla un mensaje de Muhammad IV donde le proponía entrar en vasallaje y pagar parias a cambio de una tregua de cuatro años. El rey aceptó la oferta por el beneficio económico y porque don Juan Manuel nuevamente se había aliado con los musulmanes y se negaba a acudir a la guerra.

En febrero de 1331, Alfonso XI firmó la tregua con Granada, y en mayo recibió en Burguillos de Toledo el vasallaje de su tío Alfonso de la Cerda. Con ello ponía fin a sus aspiraciones a la corona de Castilla que había mantenido durante años y cerraba el problema sucesorio suscitado a la muerte de Alfonso X “el Sabio”.

En abril de 1332, ante las amenazas y enfrentamientos con las villas de realengo castellanas de Vitoria y Salvatierra, la cofradía de Arriaga (señorío colectivo de hidalgos de Álava) aceptó voluntariamente a Alfonso XI como señor. Pasando así a ser Álava un señorío de realengo, pero conservando su autonomía.

En verano se celebró la coronación de Alfonso XI en el monasterio de las Huelgas en Burgos. Durante la ceremonia, el rey armó caballeros a cien magnates y ricoshombres e instituyó la orden militar de caballería de la Banda, llamada así porque los favorecidos vestían de blanco con una banda negra que cruzaba el pecho. También en aquellos días, los nuevos privados Juan Martínez de Leiva y Ferrán Rodríguez percibieron cómo la confianza del rey pasaba a Alonso Fernández de Coronel y a Martín Fernández Portocarrero. La mudanza suscitó el recelo de Leiva que lo llevó a ponerse en contacto con Juan Núñez de Lara. Cuando el rey le pidió explicaciones por su acto Leiva lo negó, pero por miedo huyó junto con los suyos para unirse al de Lara. Con estos nuevos apoyos, mientras Juan Núñez de Lara se preparaba para atacar a Castilla, sus partidarios se apoderaron del castillo a Abia (Palencia), pero lo devolvieron al rey cuando este llegó para recuperarlo.

En febrero de 1333, debido a la petición de ayuda realizada por Muhammad IV en septiembre del año anterior, las tropas de Abd al-Malik, hijo del emir meriní Abú-l-Hasan, iniciaron el cerco de Gibraltar sin que el almirante Jofré pudiera impedirlo. Por ello, Alfonso XI, además de enviar ayuda a los sitiados, intentó reconciliarse nuevamente con la levantisca nobleza, principalmente con don Juan Manuel y con Juan Núñez de Lara, que estaba atacando Aguilar de Campoo (Palencia) y Castroverde (Lugo). Después de varias entrevistas con acuerdos aceptados y rápidamente rechazados y con peticiones desorbitadas de ambos magnates, como la de pedir que sus posesiones fuesen convertidas en ducados y poder acuñar moneda, que de hecho eran peticiones de independencia de Castilla, las negociaciones fracasaron. Durante las negociaciones, Muhammad IV y los benimerines continuaron cercando Gibraltar y, además, recorrieron las tierras cordobesas atacando los castillos de Castro del Río y de Baena (Córdoba), que no pudieron tomar, pero conquistando los de Cabra y Priego.

En mayo, Alfonso XI, ante la grave situación y sin importarle las acciones que pudieran realizar los dos magnates, salió de Valladolid y se dirigió a Sevilla donde llegó en junio. Desde allí salió con sus tropas hacia Gibraltar, pero antes de llegar le comunicaron que la plaza se había rendido. Aun así, Alfonso XI decidió continuar a pesar de que era hostigado por las tropas de Abd al-Malik que le seguían de cerca. Al llegar a Gibraltar, la sitió. Después de dos meses de cerco, la falta de alimentos hizo que tuviera que levantar el sitio y retirarse abandonando a mil quinientos hombres. Cuando se alejaba, vio llegar las naves con víveres procedentes de Tarifa, por lo que volvió sobre sus pasos y reanudó el sitio. Pero la llegada de un ejército nazarí para reforzar al de Abd al-Malik y un fuerte temporal que impedía el abastecimiento de los sitiadores, hizo que Alfonso XI ordenara construir un foso que cruzara el istmo de costa a costa para atrincherarse. Ante la escasa actividad guerrera, Muhammad IV envió secretamente emisarios para pactar una tregua por cuatro años que Alfonso XI aceptó asumiendo su fracaso de no haber podido recuperar Gibraltar. A finales de agosto, un día antes de partir para Sevilla, Alfonso XI conoció la noticia de que Muhammad IV había sido asesinado. Por ello, la tregua quedó sin efecto. Pero como a los dos reinos les interesaba, Alfonso XI y el nuevo emir de Granada Yusuf I acordaron una tregua inmediata hasta diciembre, a la espera de negociar un tratado más amplio.

En septiembre, el meriní Abd al-Malik decidió no respetar aquella tregua. Por ello, Alfonso XI, que necesitaba acudir a Castilla para poner fin a los desmanes de que cometían don Juan Manuel y Juan Núñez de Lara, tuvo que reforzar los castillos de la frontera con caballeros financiados por los concejos por su falta de medios económicos. Pero en noviembre, cuando la guerra era inminente, las dificultades del emir meriní en su propio reino le hizo reconsiderar la invasión y ordenó a su hijo que pactara una tregua de cuatro meses.

En marzo de 1334, Alfonso XI pudo salir hacia Castilla porque la tregua con los benimerines y nazaríes se había ampliado a cuatro años. Por el tratado, Castilla renunciaba a cobrar las parias de Granada y los africanos se comprometían a que solamente cruzarían el Estrecho las tropas que fueran necesarias para renovar las guarniciones de las plazas de Algeciras, Gibraltar, Marbella y Ronda. Antes de llegar a Castilla, un mensajero le informó que Juan Núñez de Lara había roto el vínculo vasallático con el rey. Este, sabiendo de la participación del enviado en todas las actuaciones de su señor, mandó ejecutarlo. Otros mensajeros, que traían las excusas de don Juan Manuel por no haber acudido a la guerra, huyeron por miedo.

A finales de aquel mes, Alfonso XI, que estaba dispuesto a poner fin a los desmanes de los ricoshombres, se preparó para ir contra Juan Núñez de Lara que estaba sitiando Cuenca de Campos (Valladolid). Pero el de Lara, avisado de los preparativos del rey, levantó el cerco y se refugió en la villa amurallada de Lerma (Burgos). Alfonso XI, después de tenderle varias emboscadas sin conseguir apresarlo, decidió atacar sus tierras en Vizcaya. Durante sus correrías por aquellas tierras, fue reconocido como señor de Vizcaya por la mayoría de las tierras llanas (villas y caseríos sin murallas). De vuelta en Burgos, Alfonso XI hizo llamar a Juan Alfonso de Haro, señor de los Cameros, para pedirle explicaciones sobre su ausencia en Gibraltar después de haber cobrado el libramiento para acudir, de sus saqueos y abusos, de sus ataques a las tierras de Castilla, y de su alianza con los magnates rebeldes. Al no comparecer, el rey marchó a La Rioja y allí lo prendió y mandó ejecutar. A continuación cercó Herrera de Valdecañas (Palencia) para que Juan Núñez de Lara saliera de la cercana Lerma para socorrer a sus hombres. Mientras tanto, sus tropas sitiaban Torrelobatón (Valladolid) pertenecientes a la madre del de Lara. Viéndose atacado por varios frentes, Juan Núñez de Lara solicitó por mediación de amigos entrevistarse con el rey para concertar la paz. Dada la mala situación de Castilla, donde el rey tenía que sofocar los constantes actos de rebeldía de la nobleza con la muerte de sus causantes, Alfonso XI accedió, pero para conseguirla el de Lara debería entregar varios castillos y, a cambio, el rey dejaría de titularse señor de Vizcaya. Poco después, don Juan Manuel, viéndose peligrosamente aislado, solicitó amigarse con Alfonso XI para poder, con el rey de Portugal, anunciar el compromiso matrimonial de su hija Constanza con el infante Pedro, que había repudiado a Blanca por su enfermedad muscular. Alfonso XI no era partidario de aquel matrimonio porque haría más fuerte a don Juan Manuel, pero lo aceptó nuevamente como vasallo.

En agosto de 1335, tropas navarras al mando del gobernador francés Enrique de Sully ocuparon el monasterio de Fitero y el adjunto castillo de Tudején (Navarra) alegando que pertenecían al reino de Navarra. Alfonso XI, que no quería una guerra que pudiera favorecer a sus levantiscos nobles, envió emisarios a su cuñado Alfonso IV de Aragón para solicitarle que no interviniera en el conflicto, pues sabía que este se había iniciado con su promesa de ayuda a los navarros. El rey aragonés negó la acusación, pero afirmó que si su hijo el infante Pedro (cuyo matrimonio con Juana hija de los reyes de Navarra se estaba negociando) pidiera a algunos caballeros que auxiliaran a los navarros, él no podía impedirlo. Varios poderosos nobles aragoneses, ante esta clara invitación, engrosaron con sus huestes las filas del gobernador navarro que estaba concentrando tropas en Tudela (Navarra) para invadir Castilla. Ante ello, Alfonso XI ordenó a Juan Núñez de Lara que fuera a aquella ciudad para enfrentarse a ellos.

En septiembre, ante la negativa de acudir de Juan Núñez, Alfonso XI envió una mesnada al mando de Martín Fernández de Portocarrero que venció a los navarros y aragoneses ante los muros de Tudela. A continuación recuperaron el monasterio de Fitero y asolaron amplias zonas de Navarra. También al oeste de este reino, tropas guipuzcoanas tomaron el castillo de Ausa y sitiaron el de Ataun, aunque no pudieron tomarlo.

En aquel año, Eduardo III de Inglaterra envió emisarios a Alfonso XI para proponerle una alianza en base a un compromiso matrimonial entre el heredero de Castilla Pedro y una de sus hijas. Alfonso XI respondió cortésmente pero sin comprometerse a establecer ningún acuerdo.

En enero de 1336 murió el rey de la Corona de Aragón Alfonso IV y fue sucedido por su hijo Pedro IV “el Ceremonioso o el del puñalet”.

En febrero, Alfonso XI decidió aceptar la paz con Navarra que propuso el arzobispo francés de Reims. Uno de los motivos para aceptarla fue el de estar libre para hacer frente a una coalición que se había formado contra él integrada por don Juan Manuel, Juan Núñez de Lara, Pedro Fernández de Castro, Juan Alfonso de Alburquerque y Alfonso IV de Portugal. Para romper la coalición, y antes de que se iniciara el conflicto, consiguió atraerse a Pedro Fernández de Castro prometiéndole posesiones y el casamiento de su hija Juana de Castro con uno de sus hijos habidos con Leonor de Guzmán. El de Castro aceptó y se comprometió a conseguir que Juan Alfonso de Alburquerque regresara a la obediencia del rey.

En junio, después de que Juan Núñez de Lara hubiera comenzado las hostilidades, Alfonso XI lo sitió en Lerma. También envió sus milicias para cercar todos los lugares pertenecientes al de Lara y a su madre. A los pocos días todas las plazas sitiadas se rindieron, con lo que las milicias acudieron a Lerma para reforzar el sitio. También acudió con sus tropas Juan Alfonso de Alburquerque, ya amigado con el rey. Cuando don Juan Manuel supo que Lerma estaba siendo sitiada intentó, sin conseguirlo, prestar ayuda, pero las mesnadas de los maestres de Santiago y Calatrava que había enviado el rey para cercar los castillos conquenses de Garcimuñoz, donde residía Constanza, y Alarcón le impidieron acudir con sus tropas. Pero sí consiguió escabullirse y llegar a Peñafiel (Valladolid). Allí fue el rey a atacarlo, pero don Juan Manuel no quiso salir de la villa y Alfonso XI, fracasado su intento, volvió a Lerma para culminar el cerco cuanto antes, pero dejando tropas en Peñafiel para continuar atacando. Por ello, don Juan Manuel tomó la decisión de salir furtivamente de la villa y huir a Aragón.

Durante el cerco se presentaron a Alfonso XI mensajeros del rey de Portugal para instarle a levantar el sitio de Lerma y que dejara marchar a Constanza para que fuera a Portugal y pudiera celebrar su boda con el infante Pedro. Alfonso XI expuso a los mensajeros las razones que le impedían aceptar el ultimátum. Cuando Alfonso IV conoció la respuesta inició la guerra contra Castilla asolando la frontera y poniendo cerco a Badajoz. Alfonso XI respondió enviando a Pedro Fernández de Castro con sus tropas para levantar el cerco, y mandando cartas al maestre de Alcántara, a los ricoshombres y a los concejos de Sevilla, Córdoba, Plasencia, Trujillo y Coria para que ayudaran al de Castro. Para hacerles frente, Alfonso IV envió a un primo suyo que fue ampliamente derrotado en Villanueva de Barcarrota (Badajoz). Al conocer la derrota y que los castellanos avanzaban hacia Badajoz, Alfonso IV ordenó levantar el sitio y que las tropas volvieran a Portugal haciendo todo el mal posible en su retirada. A pesar de la derrota, el rey portugués continuó la guerra haciendo incursiones en Galicia.

También durante el cerco, Alfonso XI recibió cartas de su hermana Leonor, que estaba huida en Castilla por miedo a las represalias de su hijastro Pedro IV de Aragón, en las que le pedía que ayudase a su partidario el ricohombre aragonés Pedro de Jérica en su lucha con el nuevo rey aragonés. Alfonso XI respondió enviando al ricohombre varios caballeros y nombrándolo adelantado de Murcia.

En diciembre, el cerco de Lerma dio resultado cuando Juan Núñez de Lara, sin esperanza de ayudas, se rindió. Gracias a los buenos oficios de Leonor de Guzmán ante el rey, el de Lara fue perdonado y recibió algunas heredades y el nombramiento de alférez.

También en diciembre, a propuesta de Felipe VI de Francia que se había enterado del intento de negociación de Eduardo III, Alfonso XI firmó un tratado de ayuda con Francia, en el que, además, se acordaba el matrimonio entre el infante Pedro y Blanca de Evreux, hija de Juana II de Navarra.

A principios de 1337, Alfonso XI recibió nuevamente cartas de su hermana Leonor donde le informaba del secuestro de sus rentas y de las confiscaciones a Pedro de Jérica que había realizado Pedro IV, y que temía que ambos se unieran y ella quedara desamparada. Por ello, en una entrevista que tuvo con su hermana en Ayllón (Segovia), el rey le comunicó que había ordenado a los concejos de Soria, Almazán, Cuenca, Molina, Moya, Huete y Requena que ayudaran al de Jérica en sus enfrentamientos con el aragonés. Durante meses hubo una gran tensión entre los dos reinos, incrementada por el apoyo que Pedro IV daba a don Juan Manuel, y los enfrentamientos fronterizos fueron continuos sin llegar a una guerra abierta.

En febrero, la madre de Juan Núñez envió una carta a Alfonso XI donde se ofrecía como intermediaria para la reconciliación entre el rey y don Juan Manuel. Este, para garantizar sus buenas intenciones, ofrecía hacer un juramento de fidelidad y entregar los castillos de Escalona, Cartagena (Murcia) y Peñafiel. Alfonso XI aceptó y el acuerdo se firmó en marzo.

En junio, ya con la nobleza apaciguada, Alfonso XI inició la campaña contra Portugal. Mientras Pedro Fernández de Castro atacaba la frontera desde Galicia, el rey lo hacía desde Badajoz. En julio, el almirante Jofré infligió una severa derrota a la flota portuguesa en el cabo San Vicente, y en septiembre, con la ayuda de las milicias de los concejos de Córdoba, Écija, Carmona y Jerez, Alfonso XI realizó incursiones por el Algarve (sur de Portugal). A pesar de haber perdido casi toda su flota, Alfonso IV continuó la guerra por tierras gallegas, pero sin mucho éxito.

En diciembre, la intervención del papa y del rey de Francia hizo que Alfonso XI accediera a conceder una tregua por un año a Alfonso IV.

En la primavera de 1338, Alfonso XI, con la colaboración de sus consejeros, publicó en Burgos un “ordenamiento” para tratar de poner fin a la violencia que imperaba en Castilla. Por él se perdonaban todos los crímenes o daños cometidos en el pasado, pero los que se cometieran después del ordenamiento serían duramente castigados, así como los que actuaran escudándose en disputas del pasado, o los que acusasen a otros injustamente de cualquier tipo de violencia. Aunque sí se podía reclamar indemnizaciones por los daños causados. Se prohibía que los nobles actuasen por la muerte de un familiar directo antes de haber presentado el caso al rey, que debería hacer justicia en el plazo de un año, pasado el cual, si la afrenta no se había satisfecho, el noble podía actuar legítimamente. También el ordenamiento incluía medidas organizativas referentes a la política militar, por ejemplo: se castigaba con la muerte al que sacara caballos fuera del reino por ser necesarios para el servicio al rey; se establecían las cantidades que a cada caballero le correspondían en calidad de libramiento o pago, el cual debía acudir provisto de caballo armado; se fijaba que por cada mil cien maravedíes el noble debería aportar al ejército del rey un caballero y dos peones (lancero y ballestero); se establecía que si el noble no acudiese a la batalla una vez cobrado el libramiento, debía devolver el doble de lo recibido y abandonar el reino durante cinco años. Además, debido a la crisis económica por la que pasaba el reino, el ordenamiento también regulaba los gastos suntuarios en lo referente a la vestimenta de hombres y mujeres (tipos de paños, plata en cinturones, calzado, etc...). También se estableció que ningún cristiano llevara el pelo corto, porque era costumbre de musulmanes.

En junio, Alfonso XI recibió en Cuenca el juramento de fidelidad de don Juan Manuel. Después, aprovechando sus buenas relaciones con Pedro IV lo envió a Aragón para tratar su avenencia con su madrastra Leonor, que el aragonés había solicitado.

En septiembre, estando Alfonso XI en Guadalajara comenzaron las negociaciones con Portugal para llegar a un pacto de paz duradero. Antes de abandonar la ciudad llegó don Juan Manuel para informar al rey que Pedro IV estaba dispuesto a llegar a un acuerdo con su madrastra, y para negociarlo enviaría a su tío el infante Pedro. En noviembre, y en Madrid, se firmó el acuerdo de amistad entre los dos reyes, la devolución a Leonor de todas sus rentas y la restitución de sus heredades a Pedro de Jérica. También se estableció que Leonor y sus hijos podían volver a Aragón. Donde no hubo acuerdo fue en la negociación del tratado de paz con Alfonso IV, ya que en diciembre, Alfonso XI no aceptó la propuesta que le trajo el arzobispo de Braga (Portugal). Pero sí accedió a que continuase la tregua de diciembre del año anterior.

También en aquel año, Alfonso XI ayudó a Felipe VI en su guerra contra Eduardo III facilitándole barcos de la “hermandad de las marismas” del Cantábrico. Ayuda que se prolongó hasta el año siguiente.

En enero de 1339, tras la muerte del maestre de la orden de Santiago, Alfonso XI intentó que fuera elegido para el cargo su hijo Fadrique, tenido con Leonor de Guzmán, pero su corta edad lo impidió. Pero sí consiguió que fuera elegido Alonso Méndez de Guzmán, hermano de Leonor.

En ese mes y siguientes, los benimerines cruzaron el Estrecho con siete mil caballeros en lugar de los cuatro mil estipulados en el tratado de paz de 1334. Al no ser atendida la protesta por Abd al-Malik, Alfonso XI envió al almirante Jofré para impedir que las naves meriníes llegaran a Algeciras (Cádiz), misión que realizó con escasísimos resultados. En respuesta, Abd al-Malik saqueó las villas del bajo Guadalquivir llegando hasta cerca de Sevilla.

En mayo, cuando Alfonso XI bajaba hacia la frontera para hacer frente a las tropas de Abd al-Malik, recibió a un emisario de Pedro IV que traía una propuesta de alianza contra los benimerines, porque temía la invasión de Valencia por los musulmanes. La propuesta fue aceptada y se pactó que las flotas de ambos reinos vigilarían el estrecho de Gibraltar. Cuando Alfonso XI llegó a Sevilla acompañado por don Juan Manuel, Juan Núñez de Lara y el maestre de Santiago, todos con sus tropas, se reunió con los ricoshombres y los concejos y acordaron asolar las cercanías de varias poblaciones granadinas, entre las que se encontraban Ronda, Antequera y Archidona. La incursión fue exitosa.

Durante el verano, Alfonso XI permaneció en Sevilla esperando los movimientos de Abd al-Malik. Pero este no salió con sus tropas de Algeciras, seguramente esperando a que su padre cruzara el Estrecho.

En septiembre, Alfonso XI, intuyendo que el ataque meriní se produciría al año siguiente, volvió a Castilla para convocar cortes en Madrid con el fin de recaudar dinero para continuar la guerra.

Mientras estaban las cortes reunidas, el antiguo consejero del rey y maestre de la orden de Alcántara Gonzalo Martínez de Oviedo hostigaba la frontera. En respuesta, Yusuf I sitió el castillo de Siles (Jaén) perteneciente a la orden de Santiago. Para socorrerlo acudió su maestre Alfonso Méndez de Guzmán. Ante su llegada, los nazaríes levantaron el cerco para presentar batalla, pero a pesar de su superioridad numérica fueron derrotados. Mientras tanto, Abd al-Malik salió de Algeciras y atacó las plazas gaditanas de Medina Sidonia y Jerez donde tomó ganado y cautivos. Después envió un contingente para saquear Lebrija (Sevilla). Tropas cristianas mandadas por Álvaro Pérez de Guzmán, Pedro Ponce de León, Juan Alfonso de Guzmán y Gonzalo Martínez de Oviedo fueron en busca de los musulmanes. En las cercanías de Arcos (Cádiz) los encontraron y derrotaron. Al día siguiente, al conocer los jefes cristianos que Abd al-Malik se dirigía a Alcalá de los Gazules (Cádiz), salieron en su busca y lo atacaron por sorpresa en su campamento donde lo derrotaron. Abd al-Malik huyó herido y se refugió cerca de un arroyo donde fue alanceado y muerto por un guerrero cristiano.

A finales de aquel año, el maestre Gonzalo Martínez de Oviedo fue llamado por Alfonso XI para que respondiera de las acusaciones que vertió contra él Leonor de Guzmán y sus enemigos. El maestre no acudió y se refugió en el castillo de Morón (Sevilla) desde donde contestó airadamente al rey. A continuación juramentó a todos los alcaides de los castillos fronterizos de la orden para que no acogieran a Alfonso XI. Este intentó apaciguarlo, pero el maestre no sólo se negó a acudir a su llamada, sino que pidió ayuda desde el castillo de Valencia de Alcántara (Cáceres), donde se había refugiado, a Alfonso IV. Ante la negativa de este, el maestre buscó la alianza de Yusuf I y, como prueba de lealtad, ordenó a los alcaides de los castillos fronterizos que no impidiesen las incursiones de los nazaríes en tierras cristianas. La actitud del maestre causó la división dentro de la orden, y Alfonso XI la aprovechó para ordenar a los disidentes que nombraran un nuevo maestre. El elegido fue Nuño Chamizo. Terminadas las cortes, el rey se dirigió a Valencia de Alcántara donde prometió a Gonzalo Martínez que no le haría ningún mal si se rendía, pero este rechazó la oferta y se dispuso a sufrir el asedio. Ante su actitud, el rey lo declaró traidor. La sentencia propició que los defensores fueran poco a poco pasándose a la obediencia del rey. Finalmente Gonzalo Martínez se rindió y el rey lo condenó a ser degollado y quemado por traidor.

En febrero de 1340, después de que el almirante Jofré le informara del mal estado de las naves y de la escasez de hombres por los enfrentamientos con los musulmanes en el Estrecho, Alfonso XI ordenó su reparación y la construcción de nuevas galeras.

A primeros de abril, el almirante Jofré, reforzado con varias galeras, se enfrentó a la flota meriní que le superaba en número. La batalla se dio en la ensenada de Getares, cercana a Algeciras, y acabó con el almirante muerto y la escuadra castellana prácticamente aniquilada. Inmediatamente, Alfonso XI, obviando sus desavenencias conyugales, escribió a su esposa la reina María para que pidiese a su padre Alfonso IV el envío de naves, mientras él construiría y compraría otras. Como Tarifa corría un gran peligro, porque el Estrecho estaba en manos de los benimerines, Alfonso XI la socorrió enviando a Alfonso Fernández Coronel con tropas y vituallas.

A finales de aquel mes llegaron mensajeros del rey portugués para comunicar que Alfonso IV estaba dispuesto a enviar su flota y a firmar un tratado de paz. No siendo suficientes, Alfonso XI recurrió a alquilar quince naves al dux de Génova, y a pedir a Pedro IV que cumpliese con el pacto que tenían para defender el Estrecho. Pero ante su renuencia, tuvo que alquilarle doce galeras.

A primeros de agosto, Abú-l-Hasan cruzó el Estrecho con un gran ejército y con la intención de poner sitio a Tarifa y luego atacar Jerez y Sevilla. Enterado de los movimientos del emir meriní, Alfonso XI llamó a Sevilla a Alfonso Fernández Coronel porque lo necesitaba cerca y dejando a Tarifa sin jefe. Por ello, los caballeros de la plaza solicitaron al rey gente de armas y la designación de un mayoral para defenderla.

También en aquel mes, llegaron a Sevilla, para unirse al rey, don Juan Manuel y el arzobispo de Toledo Gil de Albornoz con caballeros de Castilla, León y Galicia. Allí, Alfonso XI celebró con todos los magnates un gran consejo donde se vio obligado a imponer su criterio para salir en contra de los musulmanes. Después recabó el concurso de Pedro IV y envió a Portugal a la reina María para que intercediera ante su padre y asegurar su ayuda. Cuando llegó la noticia de que Alfonso IV se disponía a participar en la defensa de Tarifa, Alfonso XI acudió a recibirlo a la localidad portuguesa de Juromenha junto a Olivenza (Badajoz).

A primeros de septiembre, Alfonso XI pidió a los nobles un voluntario para capitanear la defensa de Tarifa al que proporcionaría medios humanos y materiales. El leonés Juan Alfonso de Benavides, que fue el único que se ofreció, llegó a Tarifa con su mesnada y con los caballeros e impedimenta que le proporcionó el rey.

El veintitrés de aquel mes, Abú-l-Hasan inició el cerco de Tarifa después de haber sido rechazada una generosa oferta de capitulación. Los sitiados respondieron ejecutando salidas para hostilizar a los sitiadores. Al conocer la noticia del asedio, Alfonso XI ordenó que la flota, ya reparada y armada, al mando del prior de la orden de San Juan Alfonso Ortiz Calderón, saliera hacia Cádiz para reunirse con las naves de los portugueses, pero al negarse estos a salir, el prior con sólo sus barcos fue a socorrer a Tarifa. La llegada de la flota en los últimos días de aquel mes provocó el alborozo de los sitiados y el recrudecimiento de los ataques de los sitiadores. Pero la resistencia de aquellos hizo que el emir optara por la negociación.

A primeros de octubre, la noche anterior a la entrevista para las negociaciones, un temporal de fuertes vientos dispersó una parte de la flota hacia el Mediterráneo recalando en Cartagena (Murcia) y otra se estrelló contra las rocas. Los que sobrevivieron al naufragio fueron hechos prisioneros. Al terminar la entrevista sin acuerdo, Abú-l-Hasan hizo llevar atados a los náufragos ante las murallas de Tarifa para amenazar con su muerte a los sitiados si no rendían la plaza. Ante la negativa de los defensores y el lanzamiento de flechas a todos, sin distinción, los prisioneros fueron degollados y los combates se reanudaron con gran intensidad.

A mediados de mes, ante la pertinaz resistencia y la ausencia de naves de socorro, Abú-l-Hasan optó por rendir la plaza por hambre. Entre tanto, el ejército cristiano se había puesto en marcha hacia el Estrecho. En el camino, Alfonso XI recibió al almirante de Aragón al que dio instrucciones para que se situara ante Tarifa. A continuación, envió mensajeros a Abú-l-Hasan, como era costumbre en la época, para desafiarle a combatir en las llanuras de La Janda (Cádiz). El emir meriní no aceptó el lugar y esperó al ejercito cristiano en la margen izquierda del arroyo Salado, al noroeste de la cercana Tarifa.

El día veintiocho de aquel mes, las tropas africanas se situaron en la zona meridional de la ribera del arroyo con su ala izquierda cerrada por el mar, y las de Yusuf I, que había sido llamado por Abú-l-Hasan, a la derecha. El real del emir, con su tienda roja, fue colocado en un cerro entre sus tropas y a unos tres kilómetros de Tarifa. Las tropas de Alfonso XI y de Alfonso IV se situaron en la margen derecha del arroyo frente a las musulmanas. Durante la exposición de la estrategia para la batalla, don Juan Manuel pidió que se enviara, de noche y por un pasillo junto al mar, caballería a Tarifa para que junto con los defensores y el personal de la flota atacara a los musulmanes por la retaguardia. Dos nobles llevados por una galera notificaron el plan a los sitiados. Al día siguiente se inició la batalla atacando Alfonso XI por centro a los meriníes y Alfonso IV por la izquierda a los nazaríes. Aunque se realizaron numerosas acciones por ambas parte, la victoria se decantó a favor de los cristianos cuando las tropas que salieron de Tarifa atacaron por la retaguardia para dirigirse al real del emir y sus defensores lo dejaron casi indefenso para responder al ataque. Al mismo tiempo, Alfonso IV, con los hombres de Juan Núñez de Lara y los de la orden de Santiago, había logrado romper la línea de los granadinos y atacaba el real, casi indefenso, por el sitio contrario. Al verse entre dos fuegos, Abú-l-Hasan y Yusuf I, que lo acompañaba, huyeron hacia Algeciras dejando sus tesoros abandonados en el real. Tesoros que llegaron a las manos de Alfonso XI muy disminuidos porque el real había sido saqueado.

En diciembre, Alfonso XI celebró cortes en Llerena (Badajoz) donde consiguió nuevos, aunque escasos, servicios para continuar la guerra contra el reino nazarí de Granada.

A principios de 1341, con los fondos conseguidos, Alfonso XI se dirigió a Madrid donde efectuó los libramientos a los vasallos que debían acompañarlo a la nueva campaña contra Granada.

En la primavera, Alfonso XI marchó a Córdoba y, mientras esperaba la llegada de los ricoshombres de Castilla y León, convocó a las milicias concejiles de Córdoba, Écija, Sevilla y Carmona e inició algunas incursiones por la frontera norte del reino nazarí. De vuelta en Córdoba, y con sus contingentes al completo, se dispuso a conquistar Alcalá de Benzaide (Alcalá la Real, Jaén) para lo cual ideó la estratagema de hacer creer a Yusuf I que pretendía conquistar Málaga y consiguiendo que el nazarí desplazara sus tropas a aquella ciudad. Después atacó por sorpresa a Alcalá de Benzaide, pero antes de conseguir su rendición tuvo que sitiar y asaltar el castillo de Locubín (Jaén) porque entorpecía el abastecimiento de las tropas. Ante aquella conquista, Yusuf I pidió una tregua que no fue aceptada porque el nazarí no quiso romper su alianza con Abú-l-Hasan.

En septiembre, Alfonso XI inició una campaña por la actual provincia de Córdoba donde conquistó Priego, el castillo de Carcabuey y Rute. También fue conquistado el castillo de Benamejí por el maestre de la orden de Santiago Alfonso Méndez de Guzmán. A finales de aquel mes, la campaña tuvo que ser interrumpida a consecuencia de un fuerte temporal de lluvias y al término de tiempo obligatorio para prestar servicio de sus vasallos.

A finales de año se tuvieron noticias de que Abú-l-Hasan estaba nuevamente realizando un rearme naval y terrestre para invadir la Península. Por ello, Alfonso XI envió a los maestres de las órdenes a proteger la frontera y vigilar el Estrecho por tierra, y ordenó al almirante genovés Egidio Bocanegra, pagado por Castilla, que bloqueara el Estrecho.

A principios de 1342, Alfonso XI convocó en Burgos a prelados y ricoshombres, y mientras llegaban, se reunió con el concejo al que expuso la necesidad de conquistar Algeciras ante los preparativos de Abú-l-Hasan, para lo cual les pidió que le concedieran la alcabala (impuesto a todas las compraventas) porque los servicios que daban las cortes eran insuficientes para llevar a buen término una campaña tan costosa. La misma petición hizo a prelados y ricoshombres. Ante la negativa de todos, Alfonso XI les advirtió que acudiría a Algeciras por el bien del reino sólo con su mesnada y a su costa. Ante ello, le concedieron la petición. A continuación se trasladó a León donde no le pusieron ninguna objeción a su petición de las alcabalas.

A primeros de mayo, Alfonso XI recibió en Segovia un mensaje del almirante Bocanegra informándole de su victoria sobre las naves meriníes en el puerto de Bullones (al oeste de Ceuta), y de que Abú-l-Hasan y Yusuf I habían conseguido reunir una flota de más de ochenta barcos de guerra. Ante ello, Alfonso XI ordenó la construcción de más galeras y se dirigió a Sevilla. En el trayecto tuvo noticias de que el rey de Portugal le enviaba diez galeras al Estrecho. Cuando llegó a las cercanías de Sevilla fue informado por el maestre de San Juan de que la flota meriní había logrado cruzar el Estrecho y que el almirante Bocanegra la tenía bloqueada en la desembocadura del río Guadalmesí, al este de Tarifa, y pedía gente que la atacara por tierra para obligarla a salir a mar abierto. Ante las noticias, Alfonso XI ordenó a los maestres de Calatrava y Alcántara y a los concejos de Córdoba, Écija y Carmona que salieran a su encuentro para ir en ayuda del almirante, pero al llegar a Jerez, por sucesivos mensajes del almirante, supo que el veintitrés de junio una flota que había salido de Algeciras para apoyar a los sitiados había sido vencida, y que cuando estos intentaron salir también fueron derrotados. También le informaba que había conseguido un importante botín. Tras la victoria, Alfonso XI ordenó al almirante Bocanegra que bloqueara Algeciras.

En agosto, Alfonso XI puso el real en la ribera del río Palmones, muy cerca de Algeciras, e inició el sitio de la ciudad. Pero las incursiones de los sitiados obligaron al rey, que tenía pocos hombres para estrechar el cerco, a alejar el real y protegerlo con una larga zanja. Al cerciorarse Alfonso XI de que el sitio duraría mucho tiempo y que sólo tenía aprovisionamientos para seis meses, solicitó ayuda financiera al papa y a los reyes de Francia y Portugal.

En septiembre, a petición de Pedro IV que había iniciado una guerra contra Mallorca, Alfonso XI tuvo que devolverle sus naves e inmediatamente le pidió otras al rey de Portugal. Al mes siguiente, Pedro IV le envió diez galeras al mando de Mateo Mercader.

Durante los últimos días de octubre, en medio de un temporal de lluvias que duró varios días, fueron llegando el alférez real Juan Núñez de Lara, Pedro Fernández de Castro, don Jun Manuel y otros muchos ricoshombres castellanos. Mientras tanto, se sucedían las escaramuzas entre ambos contendientes, e incluso los sitiados intentaron asesinar a Alfonso XI. En noviembre, para debilitar el cerco, Yusuf I y el contingente benimerín de Ronda arrasaron las tierras de Écija y saquearon Palma del Río (Córdoba).

En enero de 1343, Yusuf I reconquistó Benamejí y entró en Estepa (Sevilla), aunque no pudo tomar su castillo. Como la guerra de desgaste continuaba y no llegaban los auxilios del papa ni del rey de Francia, parte de los nobles empezaron a mostrarse partidarios de negociar una tregua con los musulmanes. Ello hizo que enseguida comenzaran las conversaciones, pero en febrero fracasaron porque Yusuf I se negó romper sus relaciones con Abú-l-Hasan y ser vasallo de Castilla.

A principios de la primavera, Alfonso XI tuvo que exigir a la flota que estrechara el cerco de Algeciras porque estaba siendo abastecida durante las noches por pequeños barcos que lograban romper el cerco, favoreciendo así que la ciudad siguiera resistiendo. También, debido a la cercanía de la siega, el rey tuvo que enviar tropas a las tierras de Aguilar (Córdoba) y a las sevillanas de Écija, Carmona, Marchena y Utrera para evitar las incursiones de los nazaríes contra los campos.

En mayo, Alfonso XI llamó a los ricoshombres que había enviado para custodiar las cosechas porque Yusuf I se había puesto en marcha con un poderoso ejército para levantar el cerco de Algeciras. Para ganar tiempo, Alfonso XI aceptó acudir a una entrevista previa solicitada por el nazarí. Pero antes, dejó en el cerco parte de las tropas en previsión de un algún ataque de los sitiados y comenzó a distribuir las tropas para acudir a la batalla. En esos días llegaron varios caballeros franceses y alemanes para participar en el asedio. También lo hicieron con el mismo propósito los condes ingleses de Derby y Salisbury que, además, traían de nuevo la propuesta de alianza y matrimonio hecha por Eduardo III en 1335, a la que esta vez Alfonso XI se mostró favorable. Por su parte Yusuf I, que también necesitaba ganar tiempo hasta que llegara la ayuda africana, mandó emisarios a Alfonso XI para concertar un acuerdo para levantar el cerco sin necesidad de guerrear. El rey castellano no quería aquel pacto, pero se dispuso a negociar para dar tiempo a que los ricoshombres llegaran. Finalmente las negociaciones fracasaron porque Alfonso XI no aceptó la cuantía de las indemnizaciones.

A primeros de junio llegaron los maestres de Calatrava y Alcántara, los ricoshombres desplazados y las milicias concejiles de Sevilla, Écija, Carmona, Córdoba, Jerez y de las villas de Jaén. También a fínales de aquel mes llegaron el conde de Foix y su hermano Roger Bernal con sus mesnadas. Con aquellos refuerzos, Alfonso XI intentó acortar el tiempo de la conquista de Algeciras. En ello estaba cuando Yusuf I, después de consultarlo con Abú-l-Hasan, notificó su aceptación de la cuantía de las indemnizaciones. En contra de la opinión de parte de sus consejeros, Alfonso XI decidió, debido a su precaria situación financiera, aceptar la indemnización.

En julio, mientras se sucedían los combates, llegó el rey de Navarra Felipe III de Evreux que supuso una ayuda material y moral. Pero el principal problema de Alfonso XI era el abastecimiento de las tropas, por lo que el rey tuvo que solicitar alimentos a los reyes de Portugal y Aragón, así como a enviar a sus tesoreros a Castilla para comprar harina y cebada.

A mediados de agosto, a pesar de que Alfonso XI le había pagado las soldadas de todo el mes, el conde de Foix decidió abandonar el campamento. Debido al inminente ataque de Yusuf I, el rey intentó, cuando ya el conde había emprendido el camino, que se quedara hasta septiembre, pero este le pidió que le pagara la soldada de ese mes. La penuria económica por la que pasaba el rey le obligó a no aceptar aquella exigencia. Antes de llegar a Sevilla, el conde murió debido a una enfermedad que arrastraba. Por razones económicas también abandonaron el campamento los caballeros ingleses y franceses.

En septiembre murieron el maestre de Alcántara Nuño Chamizo y el rey Felipe III cuando se dirigía a su reino. A pesar de aquellas pérdidas, Alfonso XI reanudó los ataques a Algeciras con mayor contundencia y las flotas castellana y aragonesa atacaron a las naves enemigas en el puerto de Ceuta. Un intento de naves musulmanas de forzar el bloqueo de Algeciras fracasó a causa de una tempestad, y cuando la flota cristiana intentó perseguirla también fue maltrecha y dispersada hacia Cartagena, Valencia y África.

En octubre, la dispersión de las flotas castellana y aragonesa propició que un contingente meriní pudiera desembarcar en Estepona (Málaga). Ante el eminente ataque de benimerines y granadinos, la flota genovesa amenazó con su retirada si no se les pagaba los cuatro meses de paga que se les debía. Para responder a la deuda, Alfonso XI tuvo que pedir préstamos a sus ricoshombres y fundir la vajilla real. Mientras tanto, Yusuf I intentó de nuevo pactar y recibió la misma respuesta, pero fijando esta vez la indemnización en la cantidad de trescientas mil doblas de oro. Los mensajeros pidieron un salvoconducto para que Yusuf I acudiera a África para tratar con Abú-l-Hasan las condiciones de la tregua y trajera las doblas. Enterado el almirante Bocanegra de que la galera de Yusuf volvería cargada de oro intentó apresarla, pero no lo consiguió. Alfonso XI, ante la protesta de Yusuf I, pidió explicaciones al almirante y exigió que le entregara al capitán de la nave atacante. El almirante le contestó que ya no estaba en su flota.

En noviembre, los granadinos y benimerines atacaron por los tres vados del río Palmones al campamento cristiano situado en la margen derecha de aquel río que le servía de foso defensivo para su retaguardia. Alfonso XI, que ya había previsto el ataque, consiguió frenarlos en aquellos vados y tuvieron que desistir. A principios de diciembre los musulmanes lo volvieron a intentar por tierra y por mar, pero también fracasaron. Mientras tanto, Alfonso XI tuvo que recurrir a nuevos empréstitos para pagar los atrasos a la flota aragonesa para que no se retirara. Al fin, fue a mediados de aquel mes cuando nuevamente se produjo el enfrentamiento en el río Palmones y Alfonso XI consiguió la victoria.

En enero de 1344, para impedir el flujo de pequeñas embarcaciones que de noche rompían el bloqueo, se construyó una cerca de toneles flotantes amarrados entre sí que impidieron en gran medida el paso de cualquier embarcación. Y para impedirlo por completo, el rey ordenó que las galeras se situaran cerca de los toneles.

A mediados de marzo, Alfonso XI pidió que acudieran a cerco de Algeciras a gentes procedentes de las ciudades y villas de la frontera para reemplazar las bajas y realizar el asalto final a la ciudad. Yusuf I, comprendiendo que Algeciras estaba perdida, envió mensajeros para comunicar que entregaría la ciudad si se permitía que sus habitantes salieran con sus enseres. Además, ofrecía una tregua por diez años, en la que entraría también Abú-l-Hasan, la entrada en vasallaje de Granada y doce mil doblas en concepto de parias. Después de varios desacuerdos de sus consejeros, Alfonso XI aceptó la capitulación y entró en Algeciras el veintisiete de aquel mes.

Después de la caída de Algeciras llegaron diplomáticos de Eduardo III para negociar la alianza con Alfonso XI, donde ya se especificaba que la hija destinada a casarse con el infante Pedro sería Juana, segunda hija del rey inglés y que la dote ascendería a veinte mil libras.

La conquista de Algeciras y la tregua con los musulmanes permitió que Alfonso XI y sus consejeros pudieran dedicarse en los siguientes años a la reorganización jurídica y social de los reinos.

En 1345, Alfonso XI convocó ayuntamientos (no cortes) en Alcalá de Henares, Burgos y León con algunos prelados y ricoshombres de sus respectivos territorios donde se trataron cuestiones de índole fiscal y de organización de la justicia.

En 1346, Alfonso XI convocó a los procuradores de Castilla a cortes en Villarreal (Ciudad Real) para tratar de unificar las diferentes legislaciones vigentes. En ellas, hizo un ordenamiento de dieciséis leyes, conocido por el nombre de “Ordenamiento o Leyes de Villarreal”. Estas leyes no fueron consecuencia de las clásicas peticiones que hacían los procuradores en otras cortes, sino que fueron promulgadas por iniciativa de Alfonso XI.

En mayo de 1347, Alfonso XI, sin el concurso de las cortes, promulgó en Segovia un ordenamiento de leyes relativas a la administración de justicia, que fue una ampliación del promulgado el año anterior.

En 1348, Alfonso XI promulgó en las cortes Alcalá de Henares un código de derecho general de treinta y dos leyes llamado el “Ordenamiento de Alcalá” de aplicación en todo el reino castellano-leonés. En su prólogo se estableció la primacía del ordenamiento sobre los fueros municipales y sobre el código de las Partidas, que se reconocían como derecho oficial, y que ante cualquier duda, se imponía la interpretación del rey.

En junio murió don Juan Manuel, siendo heredado por su hijo Fernando Manuel de Villena; y en julio falleció, como consecuencia de la peste negra, Juana, cuando iba de camino para celebrar sus bodas con el infante Pedro.

En agosto de 1349, Alfonso XI, a pesar de la tregua firmada con los musulmanes, se puso al frente de sus tropas y cercó Gibraltar. Lo acompañaba su concubina Leonor de Guzmán y cinco de sus diez hijos bastardos. En represalia, Yusuf I arrasó los campos de Alcaraz (Albacete), Quesada (Jaén), asedió Écija y conquistó Cañete la Real (Málaga).

El veintisiete de marzo de 1350, durante el asedio de Gibraltar, murió en su campamento Alfonso XI víctima de la epidemia de peste negra que asolaba casi toda Europa.

 

Sucesos contemporáneos

Ir a los sucesos

 

Reyes y gobernantes coetáneos

Aragón:

Reyes de la Corona de Aragón.

Jaime II "el Justo" (1291-1327).
Alfonso IV "el Benigno" (1327-1336).
Pedro IV "el Ceremonioso" (1336-1387).

Navarra:

Reyes de Navarra.

Luis I (1305-1316) (futuro Luis X "el Obstinado" de Francia).
Juan I "el Póstumo" (1316) y I de Francia.
Felipe II "el Largo" (1316-1322) y V de Francia.
Carlos I "el Calvo" (1322-1328) y IV de Francia.
Juana II (1328-1349) y Felipe III de Evreux (1328-1343).
Carlos II "el Malo" (1349-1387).

Condados catalanes
no integrados en la
Corona de Aragón:

Condes de Ampurias.

Ponce V (1277-1313).
Ponce VI "Malgauli" (1313-1322).
Hugo VI (1322-1325).

------- Unión con la Corona de Aragón en 1325.

Condes de Pallars-Sobirá.

Sibila y Hugo de Mataplana (1297-1329).
Arnaldo Roger II (1327-1343).
Ramón Roger II (1343-1350).
Hugo Roger I (1350-1366).

Mallorca:

Reyes de Mallorca.

Sancho I (1311-1324).
Jaime III (1324-1344).

Al-Andalus:

Emires del reino nazarí de Granada.

Nasr (1309-1314).
Ismail I (1314-1325).
Muhammad IV (1325-1333).
Yusuf I (1333- 1354).

Portugal:

Reyes de Portugal.

Dionisio I "el Labrador" (1279-1325).
Alfonso IV (1325-1357).

Francia:

Reyes de Francia.
(Dinastía Capeta).

Felipe IV "el Hermoso" (1285-1314) y I de Navarra (1284-1305).
Luis X "el Obstinado" (1314-1316) y I de Navarra.
Juan I "el Póstumo" (1316) y I de Navarra.
Felipe V "el Largo" (1316-1322) y II de Navarra.
Carlos IV "el Hermoso" (1322-1328) y I "el Calvo" de Navarra.

(Dinastía de Valois).

Felipe VI (1328-1350).
Juan II (1350-1364).

Alemania:

Reyes de Germania.
(Dinastía de Luxemburgo).

Enrique VII (1308-1313).

(Dinastía de Wittelsbach).

Luis IV (1314-1347).

(Dinastía de Luxemburgo).

Carlos IV (1347-1378).

Emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico.

Enrique VII (1312-1313).
Luis IV (1328-1347).
Carlos IV (1355-1378).

Italia:

Reyes de Italia (Norte).

------- Perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico desde 962.

Dux de la República de Venecia.

Marino Zorzi (1311-1312).
Giovanni Soranzo (1312-1328).
Francesco Dandolo (1328-1339).
Bartolomeo Gradenigo (1339-1342).
Andrea Dandolo (1342-1354).

Estados Pontificios (Papas).

Clemente V (1305-1314).

------- Vacante desde 1314 a 1316.

Juan XXII (1316-1334).
Benedicto XII (1334-1342).
Clemente VI (1342-1352).

Reyes de Sicilia.

Federico III (1296-1337).
Pedro II (1337-1342).
Luis (1342-1355).

Reyes de Nápoles.

Roberto I (1309-1343).
Juana I (1343-1381).

Britania:

Escocia:

Reyes de Escocia.

Roberto I (1306-1329).
David II (1329-1371).

Inglaterra:

Reyes de Inglaterra.

Eduardo II (1307-1327).
Eduardo III (1327-1377).

División del
Imperio bizantino. (Bizancio):

Imperio bizantino.
Emperadores.
(Dinastía Paleóloga).

Andrónico II (1282-1328).
Andrónico III (1328-1341).
Juan V (1341-1376) y Juan VI (1347-1354), coemperador.

Imperio de Trebisonda.
Emperadores.

Alejo II (1297-1330.
Andrónico III (1330-1332).
Manuel II (1332).
Basilio (1332-1340).
Irene Paleóloga (1340-1341).
Ana (1341) 1ª vez.
Miguel (1341) 1ª vez.
Ana (1341-1342) 2ª vez.
Juan III (1342-1344).
Miguel (1344-1349) 2ª vez.
Alejo III (1349-1390).

Despotado de Épiro.
Déspotas.
(Dinastía Comneno).

Tomás I (1289-1318).

(Dinastía Orsini).

Nicolás (1318-1323).
Juan (1323-1335).
Nicéforo II (1335-1337).

------- Bajo dominio de Bizancio hasta 1356).

Imperios y sultanatos musulmanes: Califato árabe abbasí:

Califas abbasíes. (Dentro del sultanato mameluco de El Cairo).

Al-Mustakfi I (1302-1340).
Al-Hakim II (1341-1352).

Sultanato benimerín o meriní:

Sultanes.

Abú Said Utman II (1310-1331).
Abú-l-Hasan (1331-1348).
Abú Inan Faris (1348-1358).

Arriba