Alfonso VIII
Rey
de Castilla (1155<1158-1214>1214)
Genealogía
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Su reinado
El rey Sancho III de Castilla murió en 1158 dejando un único heredero que aún no había cumplido los tres años de edad, su hijo Alfonso. Para protegerlo hasta que cumpliera los catorce años, el difunto rey había otorgado su tutela a Gutierre Fernández de Castro, anciano patriarca de la poderosa familia castellana de los Castro; y, para compensar, había dispuesto que la regencia del reino recayera en Manrique Pérez de Lara, miembro de la otra gran familia de Castilla, los Lara, rival de la anterior.
En 1159, los Lara, que superaban en poderío a los Castro, consiguieron que Gutierre cediera la tutela del rey niño Alfonso a un hermanastro de Manrique de Lara, García Garcés de Aza, con la promesa de que podría recuperarla cuando quisiera. En 1160, Gutierre reclamó la devolución del rey niño por abuso de poder de los Lara; estos se negaron y, como consecuencia, la guerra se declaró entre las dos familias. Los sobrinos de Gutierre, Fernando y Álvaro, se trasladaron a la corte de Fernando II de León, tío de Alfonso, para solicitar su ayuda contra los Lara. El leonés accedió, y juntos, con Fernando Rodríguez de Castro al frente de las tropas, derrotaron e hicieron prisionero a Nuño Pérez de Lara en la batalla de Lobregal, dada en marzo de aquel año en Tierra de Campos. Aunque posteriormente Nuño fue puesto en libertad, las dos familias castellanas continuaron enfrentadas. La victoria de los Castro no consiguió acabar con el poder de los Lara, que cada vez era mayor, ni con el control que ejercían sobre el rey niño Alfonso, pero reforzaron su influencia en la corte de León.
En el segundo semestre de aquel año de 1160, García Garcés de Aza se quejó a sus hermanastros de los cuantiosos gastos que la custodia y crianza de Alfonso le ocasionaban. Estos aprovecharon la ocasión y no dudaron en plantearle y obtener la guarda del heredero. Con ello, y con los apoyos de la orden de San Juan y del concejo de Burgos, los Lara acumularon todos los resortes del poder en Castilla, con lo que algunos Castros tuvieron que exiliarse en León.
En 1162, la guerra civil en Castilla, provocada por el enfrentamiento entre los partidarios de los Castro y de los Lara, se agudizó. En aquellas circunstancias, Fernando II de León creyó que había llegado el momento de intervenir en los asuntos de Castilla. Decisión que algunos magnates castellanos apoyaron y presionaron para que se llevara a efecto. Entre estos se encontraban los hermanos Rodríguez de Castro, de nuevo en la corte leonesa, el arzobispo de Toledo y el obispo de Palencia, enemigos de los Lara.
Así pues, en el verano de aquel año, Fernando II de León realizó una exitosa expedición por Castilla con la ayuda fundamental de los Castro. Conquistó amplias regiones al sur del Duero y entró en Segovia y Toledo. Todo ello lo puso en manos de Fernando Rodríguez de Castro. Los Lara y sus seguidores, que se habían replegado ante el empuje del leonés, se retiraron con el rey niño a Soria donde entregaron su custodia al concejo de la ciudad. Pero Fernando II, al conseguir con sus acciones el control de las rentas castellanas, exigió y obtuvo de Manrique la cesión de la tutoría de Alfonso.
En 1163, Sancho VI el Sabio de Navarra, con la complicidad de algunos magnates castellanos locales, opuestos a los Lara, lanzó un ataque que le permitió recuperar gran parte de La Rioja, Durango y Álava. Además, penetró en Castilla y ocupó casi toda la comarca de la Bureba. Ante estos sucesos, Fernando II no tomó ninguna medida y se dedicó a emitir documentos en nombre de su pupilo Alfonso intentando hacer efectiva, con poco éxito, la regencia. Los Lara, disconformes con dicha regencia, se llevaron al rey niño a San Esteban de Gormaz y luego a Atienza. Fernando II intentó recuperarlo asediando la primera plaza, pero no lo consiguió. Se hizo patente que las ciudades y tierras dominadas por los Lara mostraban un total rechazo al rey de León, mientras que las dominadas por los Castro y por los prelados de Toledo, Palencia, Osma, Segovia y Ávila, entre otras, eran partidarias del leonés. Esta situación y una invasión de los portugueses hicieron que Fernando II tuviera que regresar a su reino.
En septiembre de aquel año, Fernando II regresó a Castilla y, en nombre de su pupilo, donó la plaza de Uclés (Cuenca), situada en territorio de los Castro, a la orden militar de San Juan para que defendiera la frontera y al mismo tiempo evitar la presencia de los Lara en la zona.
En julio de 1164, el conde Manrique de Lara murió en el ataque que hizo a Huete (Cuenca), defendido por toledanos al mando de Fernando Rodríguez de Castro. Su hermano Nuño Pérez de Lara se hizo cargo de Alfonso y de la regencia. Fernando II no mostró ningún interés por ejercer la tutoría y siguió dedicándose a gobernar su reino de León.
En 1165, Fernando II de León otorgó la tenencia del Infantazgo de su tía Sancha a su hermana Sancha, esposa de Sancho VI de Navarra. Con ello pretendió atraerse el apoyo del navarro para afianzar su dominio en esas tierras y en otras que eran partidarias de los Lara. Con aquel otorgamiento se daban por buenas las conquistas navarras de 1163 en Castilla.
En 1166, un sínodo de obispos celebrado en Segovia confirmó a Alfonso VIII como futuro rey de Castilla. Con ello, muchas ciudades castellanas se fueron uniendo a las que ya reconocían al niño rey.
En aquel mismo año, Fernando II cambió su política con respecto a Castilla. Parece ser que renunció a la tutela sobre Alfonso VIII a cambio de no tener problemas con los Lara en el Infantazgo. La muerte de Gutierre Fernández de Castro y el deterioro de sus relaciones con Fernando Rodríguez de Castro, que había sido expulsado de Toledo y se había marchado a "tierra de moros" para hacer fortuna, propició el entendimiento de Fernando II con los Lara. Este cambio de alianzas hizo que el leonés se desentendiera de los asuntos de Castilla y que Nuño Pérez de Lara recuperara Nájera, Soria, Ávila y Toledo para Alfonso VIII.
A lo largo de 1167 el conflicto en Castilla se fue decantando rápidamente a favor de la causa de Alfonso VIII, excepto en las ciudades fronterizas con Navarra, partidarias de los Castro, donde se necesitó pactar una tregua con Sancho VI en Fitero para pacificarlas.
En 1169, al cumplir los catorce años de edad, Alfonso VIII fue armado caballero y comenzó a reinar efectivamente en Castilla. En agradecimiento por su labor como regente y tutor, mantuvo en el poder a Nuño Pérez de Lara hasta su muerte ocho años más tarde.
En aquel año, el régulo del reino taifa de Murcia-Valencia, Ibn Mardanis (el rey Lobo), que había mantenido en solitario la lucha contra los almohades desde el comienzo de la guerra civil en Castilla, tuvo que ceder a Alfonso VIII, del que era vasallo, las plazas de Alcaraz y Vilches a cambio de su mediación para terminar con las invasiones de tropas aragonesas en su frontera norte. El tratado de Sahagún de junio de 1170, por el que Alfonso II de Aragón concedía una tregua por cinco años al rey Lobo y este pagaría parias durante esos años, fue la respuesta a la ayuda solicitada.
Un mes más tarde, los jóvenes reyes de Castilla y Aragón se reunieron en Zaragoza donde acordaron prestarse ayuda mutua frente a terceros, con la excepción de Enrique II de Inglaterra. La salvedad se debía a que el aragonés era aliado del inglés por intereses comunes en Aquitania, y el castellano se convertiría en septiembre de aquel año en yerno de Enrique II al casarse con su hija Leonor Plantagenet, hermana de Ricardo Corazón de León. Las arras otorgadas por Alfonso VIII a Leonor fueron muy generosas; entre otras se encontraban las ciudades de Amaya, Burgos, Castrojeriz, Carrión de los Condes, Medina del Campo, Arnedo, Nájera, Logroño y Atienza. Los reyes de Inglaterra dotaron a su hija con el ducado de Gascuña.
En 1171, un contingente de tropas almohades consiguió cruzar el río Tajo y saquear las tierras al oeste de Talavera. Aquellas tropas pertenecían al gran ejército que el califa almohade Abú Yaqub hizo cruzar el Estrecho aquel año para realizar la ofensiva final contra el rey Lobo y los reinos cristianos. Otro contingente, mandado por el hermano del califa, derrotó en las cercanías de Murcia al rey Lobo, obligándolo a refugiarse tras los muros de la ciudad. La derrota propició que las plazas dominadas por el rey andalusí se fueran entregando sucesivamente al poder almohade. En agosto, todo el reino de Murcia-Valencia estaba en manos del califa Abú Yaqub.
En 1172, abandonado por sus súbditos, parientes y aliados, Ibn Mardanis enfermó y murió. Con su desaparición, los almohades tuvieron expedito el camino para su ofensiva contra los reinos cristianos. Primero realizaron una incursión, dirigida por el propio califa, contra la frontera oriental de Castilla donde tomaron Vilches y Alcaraz. A continuación asediaron la plaza de Huete, defendida por el conde Pedro Manrique de Lara, pero no pudieron tomarla por falta de provisiones y tuvieron que retirarse por Cuenca, donde levantaron el sitio que realizaban las tropas castellanas. Luego siguieron por Requena y Murcia hacia Granada y Sevilla.
En aquel año, el papa Alejandro III envió, por segunda vez, al cardenal Jacinto para que armonizara la actuación de los reinos cristianos en su lucha contra los almohades, resolviera las querellas entre sus reyes y, sobre todo, para que apoyara las donaciones de castillos a la orden de Santiago.
En 1173, la falta de recursos de los contendientes y las malas cosechas hicieron que las operaciones bélicas decayeran y que se tuviera que acordar una tregua, solamente alterada por incursiones aisladas: como la protagonizada por la hueste concejil de Ávila que saqueó las tierras entre Córdoba, Écija y Sevilla, consiguiendo un botín de unas 50.000 cabezas de ganado lanar, pero que fue posteriormente aniquilada por tropas enviadas desde Sevilla.
La tregua permitió a Alfonso VIII ocuparse de la recuperación de los territorios perdidos ante Navarra durante su minoría de edad. Así, con el apoyo de Alfonso II de Aragón, inició una serie de expediciones durante aquel verano y los tres siguientes que lo llevaron a reconquistar numerosas plazas en La Rioja y Navarra, muchas de las cuales estaban incluidas en las arras de la reina Leonor. La alianza entre castellanos y aragoneses se fortaleció con el matrimonio entre Alfonso II y la tía de Alfonso VIII, Sancha, a principios de 1174.
En ese mismo año, en una campaña conjunta contra Navarra de castellanos y aragoneses, Alfonso II conquistó y destruyó la fortaleza y la villa de Milagro; y Alfonso VIII derrotó a Sancho VI y lo cercó en el castillo de Leguín, cerca de Pamplona, durante dos días, aunque logró escaparse durante la noche.
En el verano de 1176, la situación militar se encontraba atascada. Para salir del punto muerto, Alfonso VIII y Sancho VI se reunieron cerca de Logroño para pactar: una tregua de siete años, la entrega recíproca de varios castillos que se confiarían a caballeros elegidos de mutuo acuerdo y pedir el arbitraje de Enrique II de Inglaterra. A tal fin, las dos delegaciones presentaron sus alegaciones de derechos sobre los territorios en litigio. Los navarros pidieron: volver a las fronteras existentes en 1035 cuando García Sánchez III el de Nájera comenzó a reinar; reclamaron los territorios anexionados por Alfonso VII a García Ramírez el Restaurador con motivo de su vasallaje en 1135; exigieron las plazas conquistadas por Alfonso VIII durante la tregua de 1167; y para terminar, pidieron una compensación de 100.000 marcos de plata. Por su parte, los castellanos pidieron: el restablecimiento de la situación que existía durante el reinado de Alfonso VI después de 1076; el reconocimiento de la soberanía sobre el condado de Navarra, por el vasallaje de los reyes aragoneses a Castilla; la mitad del distrito de Tudela por la herencia sin repartir de Blanca de Navarra; la devolución del castillo de Rueda de Jalón, que había sido donado por Zafadola a Alfonso VII en 1131 y entregado a Navarra por su tenente cuando cambió de bando; y por último, pidieron una compensación de 100.000 marcos de oro.
En enero de 1177, Alfonso VIII comenzó el asedio a la ciudad de Cuenca, con lo que rompió la tregua que había firmado en 1173 con los almohades. Aunque estos respondieron con incursiones contra tierras de Toledo, el castellano estrechó el cerco y consiguió que la ciudad se rindiera por hambre en septiembre de aquel año. Inmediatamente se comenzó la repoblación de la ciudad y sus tierras.
Durante el asedio llegó la sentencia del arbitraje. En ella se determinaba que las fronteras entre ambos reinos tendrían que volver a la situación anterior a 1158, y por tanto, ambos reyes deberían devolver numerosos castillos a su oponente. Además, Navarra tendría que ser indemnizada con 3.000 maravedís anuales durante diez años, y la tregua firmada debería ser respetada en su duración. El veredicto no satisfizo a ninguna de las partes, ya que Navarra perdía La Rioja, y Castilla las tierras vascongadas y el vasallaje de Navarra. Así que, como en el laudo no se disponían medidas coercitivas para los infractores, la sentencia no se cumplió.
También durante el asedio, Alfonso VIII y Alfonso II se reunieron ante Cuenca para revalidar los acuerdos anteriores de repartirse Navarra y los territorios a conquistar en al-Andalus.
En 1178, las relaciones entre Alfonso VIII y Fernando II se deterioraron nuevamente. El conflicto que mantenían por la posesión del Infantazgo de Tierra de Campos no se había resuelto. En octubre, el castellano cruzó la frontera con sus tropas y se enfrentó a leonés en Castrocán, pero la batalla no resolvió el problema.
En 1179, Alfonso VIII y Alfonso II volvieron a reunirse, esta vez en Cazola (entre Ariza y Huerta), para firmar un tratado que modificaba en parte el de Tudillén, firmado entre Alfonso VII de Castilla y el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV en 1151. Las cláusulas modificadas fijaban los territorios que podían conquistar cada reino a los almohades. A Aragón le correspondía el antiguo reino de Valencia hasta la línea Calpe-Biar; al sur de la cual los derechos eran para Castilla. Una de las razones por la que Aragón renunciaba a Murcia podría ser el fin de su vasallaje a Castilla.
En 1179 y 1180 se repitieron los ataques castellanos a León con el mismo resultado. Para acabar con una situación bélica que dañaba los intereses de eclesiásticos y nobles que tenían intereses a ambos lados de la frontera, el obispo de Palencia medió un primer acuerdo de paz que luego fue ampliado y firmado en Medina de Rioseco en marzo de 1181. En él, los reyes prometieron respetar la línea fronteriza establecida por Alfonso VII. Con ello, Alfonso VIII recuperaba el Infantazgo.
A principios del verano de 1182, Alfonso VIII dirigió personalmente una exitosa expedición contra tierras de Córdoba, Écija, Ronda, Málaga y Granada. Además, se apoderó del castillo de Setefilla en el valle del Guadalquivir, al que dotó de guarnición. Pero tropas almohades procedentes de Sevilla lo recuperaron en agosto. Dos meses más tarde, los almohades asolaron las tierras de Talavera que eran las peor guarnecidas en la ribera del Tajo.
En 1183, el desacuerdo con la solución dada al litigio del Infantazgo volvió a deteriorar las relaciones entre Fernando II y Alfonso VIII. Un nuevo acuerdo logrado en los lugares de Fresno y Lavandera, a medio camino entre Medina del Campo y Salamanca, garantizó la paz en la zona.
A principio de 1184, Alfonso VIII realizó una expedición por tierras del río Júcar donde consiguió conquistar la plaza de Alarcón situada al sur de Cuenca. Casi al mismo tiempo, el califa almohade Abú Yakub, que había cruzado el Estrecho con un gran ejército, sitió a los portugueses en Santarem; Fernando II acudió en socorro de la plaza y consiguió levantar el cerco. El califa fue herido de muerte y los almohades tuvieron que retirarse.
En 1185, tras la muerte de Fernando Rodríguez de Castro, su señorío semiindependiente de Trujillo, con la conformidad de su hijo Pedro, pasó a manos de Alfonso VIII por encontrarse en la zona de conquista atribuida a Castilla según el tratado de Sahagún de 1185 entre Fernando II y Sancho III de Castilla. Para defender la retaguardia de sus nuevos territorios, Alfonso VIII, en la primavera del año siguiente, fundó e inició el poblamiento de Plasencia.
En 1186, ante el inminente fallecimiento del señor de Albarracín Pedro Ruiz de Azagra, Alfonso VIII y Alfonso II se entrevistaron en Ágreda y en Berdejo para tratar de su anexión o conquista por Aragón. El aragonés consiguió el cese de la ayuda del castellano al señorío a cambio de hacer efectiva la dote de su mujer Sancha, tía de Alfonso VIII, y de ayudarlo en sus enfrentamientos con Navarra.
En 1187, Alfonso VIII fundó en Burgos el monasterio cisterciense femenino de Las Huelgas, y estableció que allí estaría su sepultura y no en Toledo donde se encontraban las de Alfonso VII y Sancho III.
Después de la muerte de Fernando II en enero de 1188 y la subida al trono de su hijo Alfonso IX, Alfonso VIII volvió a romper las hostilidades con León en abril de aquel año tomando varias plazas en Tierra de Campos y en el norte del reino. Alfonso IX no pudo responder y reconoció con renuencia las conquistas castellanas. En junio, Alfonso IX acudió a la curia que Alfonso VIII celebró en Carrión de los Condes y accedió a ser armado caballero por su primo castellano y a besar su mano, lo cual podía ser considerado como vasallaje o respeto al pariente de mayor linaje. También, se decidió su futuro matrimonio con Urraca, hija de dos años de Alfonso VIII.
En la curia de Carrión, además de Alfonso IX, fue armado caballero Conrado de Rothenburg, hijo del emperador Federico I "Barbarroja", que había acudido a firmar un contrato de esponsales con Berenguela, hija de Alfonso VIII. En una cláusula de dicho contrato se especificaba que los cónyuges serían herederos del reino si no hubiera hijo varón.
En 1189, Alfonso VIII comandó tres campañas contra los almohades: una contra tierras de Córdoba y Sevilla, otra contra la sierra norte de Sevilla, y la tercera contra tierras de Murcia.
En abril de 1190, el nuevo califa almohade Abú Yusuf, después de haber hecho un llamamiento a la guerra santa en el Magreb, cruzó el Estrecho con un gran ejército y se dirigió a Córdoba. Allí se presentaron los embajadores de Alfonso VIII que lograron una tregua de dos años. Gracias a ella, el califa pudo dirigir sus fuerzas contra Portugal sin preocuparse de Castilla.
En aquel año comenzó a exteriorizarse la hostilidad de los reinos peninsulares cristianos hacia la poderosa Castilla. El temor a su supremacía fue la causa de que Alfonso II de Aragón se reuniera en Borja con Sancho VI de Navarra para pactar una alianza contra los castellanos. Por su parte, Alfonso IX de León se desligó de Alfonso VIII para acercarse a Sancho I de Portugal acordando su boda con su prima hermana Teresa, hija del portugués. La boda se celebró en febrero del año siguiente, rompiendo así su compromiso con Urraca, hija de Alfonso VIII. En mayo, los reyes de León, Portugal y Aragón se obligaron en Huesca a guerrear contra Castilla y no firmar la paz sin el acuerdo entre ellos.
Antes de terminar aquel año de 1191, los embajadores de Alfonso VIII se desplazaron a Marrakech donde consiguieron del califa una prórroga de dos años más para la tregua que terminaba al año siguiente.
A pesar de aquel ambiente de confrontación de los reinos cristianos contra Castilla, pocos fueron los ataques que se produjeron. Castellanos y aragoneses volvieron a pactar una tregua en el verano de 1192, que se consolidó por la mediación del legado pontificio. En 1194, el legado también medió para que Alfonso VIII y Alfonso IX se reunieran en Tordehumos y firmaran un tratado donde se establecía lo siguiente: una paz por diez años, la aceptación de la sentencia del papa sobre litigios pendientes entre los dos reinos, la devolución de varios castillos y que Alfonso VIII sería el heredero de Alfonso IX si este moría sin hijos legítimos.
En el verano de aquel año de 1194, terminada la tregua con los almohades, tropas castellanas realizaron una expedición que asoló tierras de Jaén, Córdoba y Sevilla. En respuesta, el califa proclamó la guerra santa y comenzó a movilizar sus tropas en octubre. En junio de 1195 cruzó el Estrecho y concentró su ejército en Sevilla. A finales de aquel mes, sus tropas se pusieron en marcha hacia Toledo conquistando varias plazas por el camino, la fortaleza de Salvatierra entre ellas, hasta llegar a Alarcos, castillo en construcción a orillas del río Guadiana, donde le esperaba Alfonso VIII. Este contaba con sus propias tropas, con las milicias concejiles y con los caballeros de las órdenes del Temple, San Juan, Calatrava y Santiago. Sin esperar a Alfonso IX, que estaba acampado con sus tropas en Talavera, ni a la mesnada de la casa de Lara, el 19 de julio Alfonso VIII se lanzó contra los musulmanes que le superaba en número. Fue derrotado ampliamente y tuvo que huir del campo de batalla con muchos de sus caballeros para dirigirse a Toledo. En Alarcos quedó su alférez Diego López de Haro sitiado por los almohades. Gracias a la mediación de Pedro Fernández de Castro, que acompañaba con sus tropas a los musulmanes, pudieron salir entregando a cambio los cautivos que tenían en la fortaleza. A continuación, los almohades se apoderaron, entre otras, de las fortalezas de Caracuel, Benavente, Calatrava, Malagón y Guadalferza, que jalonaban el camino hacia Toledo. La frontera de Castilla retrocedió unos ochenta kilómetros. Falto de aprovisionamiento, el califa con su ejército se retiró a Sevilla donde celebró su victoria y no aceptó la petición de tregua que le pidió Alfonso VIII.
Un mes después de la derrota, Alfonso IX, que no se había movido de Talavera durante la batalla, visitó en Toledo a Alfonso VIII y le pidió que le entregara los castillos pactados en el tratado de Tordehumos. La negativa del castellano provocó la ruptura de aquel tratado y por consiguiente la guerra entre los dos reinos. Para llevarla a cabo, Alfonso IX, mediante la mediación de Pedro Fernández de Castro, se alió con los almohades que le enviaron tropas. En 1196, leoneses y musulmanes entraron en Castilla por Tierra de Campos y asolaron las tierras de Carrión.
Además, en junio de aquel año, los almohades atacaron por el sur. Tras conquistar o anexionarse varias plazas, entre las que se encontraban Montánchez, Trujillo, Santa Cruz y Plasencia, llegaron a Talavera y Toledo, donde asolaron sus territorios pero no consiguieron conquistarlas. La posesión de aquellas plazas en la frontera del Tajo occidental dificultaba las futuras expediciones castellanas.
También en aquel año, Sancho VII el Fuerte, rey de Navarra desde agosto de 1194 tras la muerte de su padre Sancho VI, atacó a Castilla en tierras de La Rioja y Soria. También, como Alfonso IX, pidió la ayuda de los almohades. El conflicto se resolvió rápidamente gracias a las fuertes presiones pontificias que pedían al navarro el abandono de la alianza con los musulmanes y que hiciera la paz con Castilla y Aragón; y también a la mediación del ya muy enfermo Alfonso II de Aragón, que consiguió reunir al rey castellano y al navarro para firmar la paz.
Resuelto el problema con Navarra, Alfonso VIII situó sus tropas, y las que le envió el nuevo rey de Aragón Pedro II, en la Paramera de Ávila para controlar los movimientos de sus dos enemigos, almohades y Alfonso IX, y decidir la mejor opción contra ellos. Pero al tener constancia de que la campaña almohade había terminado, se dirigió a Tierra de Campos acompañado por tropas enviadas por Pedro II. Desde allí atacó y persiguió a Alfonso IX hasta Benavente, donde el leonés se había refugiado. Asoló las tierras de Astorga y parte de las del Bierzo; luego volvió para tomar Puente Castro (Castro de los Judíos), junto a León, y regresó a Castilla con un gran botín. En agosto recuperó Plasencia.Resuelto el problema con Navarra, Alfonso VIII, que ya tenía constancia de que la campaña almohade había terminado, se dirigió a Tierra de Campos acompañado por tropas enviadas por el nuevo rey aragonés Pedro II. Desde allí atacó y persiguió a Alfonso IX hasta Benavente, donde el leonés se había refugiado. Asoló las tierras de Astorga y parte de las del Bierzo; luego volvió para tomar Puente Castro (Castro de los Judíos), junto a León, y regresó a Castilla con un gran botín. En agosto recuperó Plasencia.
En 1197, los almohades realizaron una nueva campaña que causó graves daños en las tierras de Talavera, Maqueda, Toledo, Madrid, Alcalá de Henares, Guadalajara, Uclés, Huete, Cuenca y Alarcón. Alfonso VIII sólo pudo responder con la petición de una tregua de cinco años que le fue aceptada, ya que también el califa la necesitaba para poder ocuparse de los problemas que le surgían con los ataques de los Banu Ganiya en Ifriqiya. Por diversos motivos, la tregua se prolongaría varios años más. La tregua permitió a Alfonso VIII invadir nuevamente, reforzado con tropas de Pedro II, las tierras de León para responder, con la toma de varias plazas, a los ataques que Alfonso IX había efectuado mientras los almohades asolaban la frontera de Castilla. El leonés, sin el apoyo de los almohades, no pudo sostener la guerra y tuvo que negociar la paz. Esta se alcanzó gracias a las gestiones de la reina Leonor de Castilla, que logró que ambos reyes acordaran el matrimonio entre Alfonso IX y Berenguela, hija mayor de Alfonso VIII cuyo compromiso matrimonial con Conrado de Rothenburg hacía años que había sido anulado. La cesión de castillos de ambos reinos a Berenguela en concepto de arras fue definitivo para que la paz fuera duradera. Los esponsales se celebraron en diciembre de aquel año sin la dispensa papal, que era preceptiva por motivo de consanguinidad entre los cónyuges (tío y sobrina). A principios de 1198, el papa Celestino III no otorgó la dispensa y excomulgó a Alfonso IX y a Berenguela.
En aquel mismo año de 1198, Alfonso VIII y Pedro II atacaron a Sancho VII después de firmar un nuevo tratado de alianza en Calatayud contra el navarro; en él se incluía un nuevo reparto del reino más favorable para Castilla que en pactos anteriores. El rechazo a reconocer a Navarra como un reino independiente era el principal motivo del enfrentamiento. Sancho VII, excomulgado y falto de recursos, consiguió romper la coalición pactando una tregua con Pedro II que incluía una promesa matrimonial del aragonés con una hermana del navarro.
También en aquel año, los caballeros de la Orden de Calatrava lograron, por sorpresa, reconquistar la fortaleza de Salvatierra.
En 1199, Alfonso VIII y Alfonso IX mandaron una embajada al nuevo papa Inocencio III, formada por el arzobispo de Toledo y los obispos de León, Palencia y Zamora, para intentar convencerlo de la conveniencia del matrimonio para conseguir la paz entre los reinos. El papa se reafirmó en la sentencia de su predecesor e insistió en la nulidad del matrimonio.
También en aquel año, Alfonso VIII inició una nueva campaña contra Navarra en la que consiguió apoderarse de Álava, Guipúzcoa, el Duranguesado y algunas plazas, cuyas tenencias le fueron encomendadas a Diego López de Haro. Sancho VII tuvo que trasladarse a Sevilla para pedir la ayuda de los almohades que sólo lo auxiliaron económicamente. A principios de 1200, castellanos y navarros acordaron una tregua.
A finales de 1201, el señor de Vizcaya Diego López de Haro rompió sus relaciones con Alfonso VIII, que ya venían deteriorándose desde 1199, y se pasó a la obediencia de Navarra, desde donde atacó varias veces las tierras de Guipúzcoa y Álava. Al año siguiente, Alfonso VIII se hizo cargo del señorío de Vizcaya, que Diego López de Haro había perdido al desnaturarse, y entró en Navarra para cercarlo sin éxito en Estella. A continuación, debido a la escasez de recursos, los reyes de Castilla, León, Aragón y Navarra se reunieron en Alfaro para acordar una tregua con Navarra que duró varios años.
En 1203, el papa Inocencio III escribió una durísima carta a Alfonso VIII acusándolo de ser el responsable de que la separación no se hubiera producido, y lo amenazaba, si no deshacía el problema, con: “… no sólo requeriré con mis manos tu alma, sino también la de tu hija y la de su rey, y procederé como me pareciere contra ti y contra tu reino y a esta admonición seguirá una venganza mucho más acre de lo que te puedas imaginar”.
En 1204 se produjo la separación de Alfonso IX y Berenguela. El papa comisionó a los principales prelados de ambos reinos para que levantaran la excomunión y comprobaran la devolución de los castillos que formaron parte de las arras de Berenguela. Con la separación desaparecía el motivo para conservar la paz. De hecho, Alfonso IX comenzó a reactivar las antiguas alianzas y Alfonso VIII tomó los castillos de Paradinas y Fresno. A pesar de lo cual, la paz logró mantenerse al firmarse una tregua. Gracias a ella, Alfonso VIII tuvo tiempo para dedicarse a hacer efectivos sus derechos sobre el ducado de Gascuña que le correspondía por ser la dote de la reina Leonor. En octubre de aquel año, se trasladó a San Sebastián donde recibió el homenaje de varios nobles gascones, alguno de los cuales lo habían prestado anteriormente al rey de Navarra o al de Aragón. Al año siguiente, Alfonso VIII entró en Gascuña sin encontrar resistencia, salvo en Bayona y Burdeos. Pero su expedición fue inútil al no conseguir casi ningún resultado, ya que la maraña de compromisos que tenían los nobles con diferentes obediencias, hizo que su fidelidad al castellano fuera muy frágil.
En 1206, para asegurar la paz entre los dos reinos, Alfonso VIII firmó en Cabreros un tratado con Alfonso IX por el cual se acordó que Fernando, hijo de Berenguela, sería el heredero del leonés; el castellano le cedía todas las plazas y castillos en litigio: Monreal, Carpio, Almansa, Castrotierra, Valderas, Bolaños y Villafrechós; Berenguela le cedía el castillo de Cabreros y los que recibió en arras, estos a cambio de una renta anual; y Alfonso IX le entregaba los mismos castillos de las arras, y los de Luna, Argüello, Tiedra y Alba de Aliste.
También en aquel año, Diego López de Haro decidió volver a Castilla. Alfonso VIII, que ya había reconocido en 1204 que lo había perjudicado en sus decisiones, volvió a nombrarlo alférez de Castilla.
En 1208, Alfonso VIII desistió en continuar intentando hacer valer sus derechos sobre Gascuña, aunque no renunció a ellos. La razón fue el cuantioso gasto que suponía la empresa, lo incierto del resultado y las muchas dificultades que encontraba en el terreno diplomático, sobre todo con Inglaterra, Francia y Navarra.
En 1211, un año después de acabar las treguas con los almohades, Alfonso VIII reanudó los ataques contra ellos. Su actuación fue precedida por diferentes bulas papales de Inocencio III que predicaban una cruzada en Castilla, y por una petición al papa de garantías que impidiese el ataque de Alfonso IX mientras durase la guerra. Pero los primeros en embestir, en 1209, fueron los caballeros calatravos de la fortaleza de Salvatierra, que asolaron las tierras de Jaén, Andújar y Baeza. Por su parte, el nuevo califa Abú Abd Allah al-Nasir había predicado la guerra santa y conseguido un gran ejército que atravesó el Estrecho y se concentró en Sevilla. A mediados del verano, partieron hacia la fortaleza de Salvatierra, que comenzaron a asediar, y hacia las tierras de Toledo. Alfonso VIII no presentó batalla; dejó en manos de Diego López de Haro la defensa de Toledo, y junto con el infante Fernando, su heredero, se situó con sus tropas al sur de Talavera. Los defensores de Salvatierra no recibieron ayuda y tuvieron que retirarse con el permiso de Alfonso VIII, que no acudió en su auxilio por considerar escasas sus fuerzas para un encuentro campal con su enemigo. Con la toma de Salvatierra, fundamental para el dominio del paso del Muradal, los almohades dieron por terminada la campaña. (Por la redacción de algún texto, se podría deducir que este paso y el de Despeñaperros serían el mismo, pero observando la zona en el plano de la fototeca del Ministerio de Fomento, el paso del Muradal está identificado a unos pocos kilómetros al oeste de Despeñaperros).
En octubre de aquel año, el heredero Fernando, que volvía de una incursión contra Trujillo y Montánchez, murió de unas fiebres en Madrid. Ello no impidió que Alfonso VIII continuase con sus planes de convocatoria de tropas y concentración de las mismas en Toledo. Se aseguró la ayuda de Pedro II entrevistándose con él en Cuenca, y procuró la de Sancho VII.
A principios de 1212, Alfonso VIII envió embajadores a Felipe II de Francia y a Juan I de Inglaterra para pedir ayuda para la inminente cruzada. Esta fue bien acogida y numerosos cruzados llegaron del otro lado de los Pirineos; entre ellos estaban los caballeros de Gascuña y Poitou, las mesnadas del arzobispo de Burdeos y las de los obispos de Nantes y Narbona. Estas tropas, durante su estancia en Toledo, causaron numerosos y graves conflictos con la población local y con los judíos. Pedro II acudió con una hueste de caballeros, ballesteros y peones. Sancho VII, tras algunas dudas, se incorporó con un contingente de doscientos caballeros, cuando ya el ejército estaba en marcha. A título personal, acudieron caballeros portugueses, leoneses, asturianos y gallegos. El pago a este gran ejército y el gasto de su aprovisionamiento fue enorme y corrió a cargo del tesoro regio de Alfonso VIII y de las rentas eclesiásticas. Solamente Alfonso IX se negó a participar en ella si antes no se le devolvía los castillos leoneses que tenían tenencias castellanas y amenazaba con conquistarlos durante el enfrentamiento con los almohades.
El veinte de junio, el ejército se puso en marcha y fue conquistando los castillos que se habían perdido después de la derrota de Alarcos. Primero cayó Malagón, donde los traspirenaicos pasaron a cuchillo a los defensores a pesar de su rendición; luego le tocó el turno a Calatrava (la vieja), donde los traspirenaicos, ante una guerra poco cruenta y sin botín, abandonaron el ejército, excepto los ciento treinta caballeros del obispo de Narbona; a continuación cayeron Alarcos, Caracuel, Benavente y Piedrabuena. Por fin llegaron junto a Salvatierra, que no asediaron, a pocos kilómetros de las avanzadas almohades situadas en el puerto del Muradal. El siguiente movimiento de los cruzados fue tomar el castillo del Ferral, que estaba situado en una altura que dominaba el paso del Muradal. Mientras tanto, los almohades habían partido desde Baeza y ocuparon el desfiladero de la Losa, cerca de Santa Elena, que impedía el paso de los cristianos. Ante la imposibilidad de salvar aquel obstáculo, retrocedieron y encontraron un puerto más al oeste, que luego se denominó "puerto del rey", que les permitió cruzar la sierra. (Los cronistas señalan que fue un pastor el que indicó a los cristianos la situación de este paso. Pero parece imposible que no se tuviera conocimiento del mismo, cuando la mayoría de los itinerarios de las diferentes incursiones utilizaron aquella zona para atravesar la sierra). Una vez en el llano, acamparon en el paraje, hoy denominado Mesa del Rey, cerca de Santa Elena, teniendo enfrente las tropas de al-Nasir. Durante todo el día 16 de julio, en aquel lugar, se dio la batalla campal de Las Navas de Tolosa. En un principio, las tropas musulmanas iban venciendo, pero las cristianas se rehicieron y acabaron ganando la batalla cuando consiguieron asaltar el palenque del califa, que tuvo que huir precipitadamente. (Existen discrepancias entre los cronistas de la época sobre quiénes asaltaron primero el palenque. Cada uno se lo adjudica a los reyes o caballeros de sus respectivos reinos).
Después de la batalla, los cruzados dedicaron los siguientes días en tomar los castillos de Baños, Tolosa y Vilches. Luego entraron en Baeza, que estaba casi abandonada, y a continuación asediaron Úbeda, que tomaron el día veintitrés de julio. La aparición de numerosísimos casos de diarreas en las tropas y la necesidad de asegurar el elevado botín, obligó a Alfonso VIII a dar por terminada la campaña, dejando tras de sí las ciudades de Baeza y Úbeda desguarnecidas al no tener tropas suficientes para defenderlas. Otra razón para acabar la campaña, fue la necesidad de solucionar el conflicto que nuevamente había surgido con León; conflicto que terminó en noviembre, en Coímbra, con un acuerdo de treguas entre Castilla, León y Portugal.
Durante 1213, Alfonso VIII recuperó los castillos de Dueñas (Calatrava la Nueva) y Eznavexore (cerca de Montiel), conquistó Alcaraz después de un duro cerco y terminó la campaña antes del verano con la conquista del castillo de Riópar que dominaba la sierra de Segura. Durante el verano se produjeron enfrentamientos con los musulmanes con resultados alternativos. A finales de aquel año, Alfonso VIII, recuperado de una enfermedad que pudo acabar con su vida, se presentó ante Baeza, recuperada por los musulmanes, para asediarla.
En febrero de 1214, Alfonso VIII tuvo que retirarse de Baeza,
sin conquistarla, en medio de una gran hambruna que se produjo en aquel año,
la cual fue causa de una petición de tregua a los regentes del nuevo
y joven califa almohade, pues al-Nasir había muerto en diciembre del
año anterior.
El cinco de octubre de aquel año, cuando viajaba hacia Plasencia, Alfonso
VIII cayó gravemente enfermo y murió en Gutierre Muñoz,
cerca de Arévalo. Fue enterrado en el monasterio de Las Huelgas en Burgos.
Sucesos contemporáneos
Reyes y gobernantes coetáneos
León: | Reyes de León. Fernando II (1157-1188). |
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Aragón: | Reina de Aragón. Petronila (1137-1162). Reyes de la Corona de Aragón. Alfonso II "el Casto" (1162-1196). |
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Navarra: | Reyes de Navarra. Sancho VI "el Sabio" (1150-1194). |
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Cataluña: | Condes de Ampurias. Hugo III (1153-1173). |
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Conde de Barcelona. Ramón Berenguer IV (1131-1162). ------- 1162.- Unión de Barcelona y Aragón. |
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Condes de Urgel. Armengol VII (1153-1184). |
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Condes de Pallars-Sobirá. Artal III (1124-1167). ------- En 1175, Alfonso II de Aragón ¿cedió? en vasallaje el condado al conde Céntulo III de Bigorra. Bernardo III (1182-1199). |
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Condes de Pallars-Jussá. Arnaldo Mir (1124-1174). ------- 1192.- Unión con Aragón. |
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Al-Andalus: (Segundos reinos de taifas e imperio almohade) |
Califas almohades soberanos en al-Andalus. Abd al-Mumin (1146-1163). |
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Régulo de la taifa de Tavira.
Abd Allah ben Ubayd Allah (1151-1167). ------- 1167.- Conquistada por los almohades. |
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Régulo de la taifa de Valencia.
Abú Abd Allah Muhammad ben Sad ben Mardanis “rey Lobo” (1147-1172). ------- 1172.- Entregada a los almohades. |
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Reino taifa de Jaén.
-------1159.- Ibn Mardanis, régulo de Valencia y Murcia, conquistó el reino a los almohades. ------- 1168.- Conquistada por los almohades. |
||||
Régulos de la taifa de Baleares.
Ishaq ben Muhammad (1155-1184). ------- 1203.- Conquistada por los almohades. |
||||
Régulo de la taifa de Segura.
Ibn Hamusk (1146-1169), suegro de Ibn Mardanis. ------- 1169.- Entregada a los almohades. |
||||
Portugal: | Reyes de Portugal. Alfonso I (1139-1185). |
|||
Francia: | Reyes de Francia. Luis VII "el Joven" (1137-1180). |
|||
Alemania: | Reyes de Germania. Federico I "Barbarroja" (1152-1190). (Casa de Welf) |
Emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. Federico I "Barbarroja" (1155-1190). |
||
Italia: | Reyes de Italia (Norte). ------- Perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico desde 962. |
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Dux de la República de Venecia. Vital II Michele (1156-1172). |
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Estados Pontificios (Papas). Adriano IV (1154-1159). Lucui III (1181-1185). |
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Príncipes de Capua. (Normandos). Roberto III (1154-1158). ------- Se integró en el reino de Sicilia en 1172. |
||||
Reyes de Sicilia. (Sicilia y Nápoles). Guillermo I (1154-1166). (Nieto de Alfonso VI de Castilla y León). (Dinastía Hohenstaufen). Enrique I (1194-1197). Emperador del Sacro Imperio con el nombre
de Enrique VI. |
||||
Britania: | Escocia: |
Reyes de Escocia. Malcolm IV (1153-1165). |
||
Inglaterra: |
Reyes de Inglaterra. Henry II Plantagenet (1154-1189). |
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Gales: | Reyes de Gwynedd, Powys y Deheubarth. Owain Gwynedd (1137-1170). ------- 1170.- Dividido en tres principados por herencia. ---- Maelgwyn ab Owain (1170-1173). Príncipe de Anglesey. Dafydd ab Owain (1190-1194). |
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Imperio bizantino. (Bizancio): | Emperadores. Manuel I (1143-1180). (Dinastía Ángel). Isaac II (1185-1195). ------- 1204.- Constantinopla es asaltada por las tropas de la Cuarta Cruzada y se divide en cuatro partes: Imperio Latino (cruzados), Imperio de Nicea (Bizancio en el exilio), Imperio de Trebisonda y Despotado de Épiro. |
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Imperio de Nicea. Constantino XI (1204-1205). |
Imperio Latino de Constantinopla. Balduino I (1204-1205). |
Imperio de Trebisonda. Alejo I (1204-1222). |
Despotado de Épiro. Miguel I Comneno (1205-1215). |
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Imperios musulmanes: | Califato árabe abbasí: | Califas abbasíes. (Bagdad). Al-Muqtafi (1136-1160). |
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Califato fatimí: | Califas fatimíes. (El Cairo) Al-Faiz (1154-1160). |
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Califato almohade: |
Califas almohades. (Marrakech). Abd al-Mumin (1130-1163). |