Genealogía

Su reinado

Sancho nació en 1134 y era el primogénito del emperador Alfonso VII, rey de Castilla y de León.

En 1140, su padre aceptó una paz que le pidió García Ramírez de Pamplona para terminar su enfrentamiento con Castilla y Aragón. El pacto fue sellado con el compromiso matrimonial de la hija del pamplonés, Blanca, con Sancho.

En 1149, Alfonso VII le confió el "reino de Nájera", que había fundado en 1143, con poderes para gobernar. Desde ese año, Sancho y su hermano Fernando figuran por primera vez en los documentos del reino de Castilla y León como reyes asociados. Se desconoce el encaje de estos nombramientos en la idea imperial de Alfonso VII.

En aquel año, se produjo una circunstancia que pudo haber variado el dibujo de las alianzas entre los reinos cristianos. Fue el acuerdo de paz entre García Ramírez de Pamplona y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón. Dentro de las negociaciones, y a pesar de existir un compromiso anterior con Alfonso VII, el pamplonés ofreció el matrimonio de su hija Blanca con el conde barcelonés. El acuerdo, en este punto, no prosperó y la boda entre Sancho de Castilla y Blanca de Pamplona se celebró en enero de 1151.

El 27 de enero de ese año, a los pocos meses de morir García Ramírez de Pamplona, Sancho, en su calidad de "rey de Nájera", participó con su padre y con Ramón Berenguer IV en el tratado de Tudillén (o Tudején), cerca de Fitero, por el que, entre otras cuestiones, pretendían repartirse el reino del difunto rey alegando derechos que los dos últimos creían tener. El tratado, en este punto, no se cumplió porque pocos días antes o después de su firma (los historiadores no se ponen de acuerdo en este punto), el nuevo rey de Pamplona (Navarra a partir de este reinado), Sancho VI, prestó vasallaje al emperador y Sancho se casó con Blanca, hermana del rey pamplonés.

En febrero de 1152, Sancho fue armado caballero por su padre en Valladolid.

En 1153, Sancho, desde su "reino de Nájera" y siguiendo las directrices de su padre, transformó en un enclave castellano, en el corazón de Navarra, las villas de Artajona, Larraga y Cebror, procedentes de la dote que ofreció en su día el rey García Ramírez a su esposa Urraca, hija natural de Alfonso VII. La posesión de estas villas y la defección de numerosos nobles que se pasaron a Castilla le permitió controlar parte del reino pamplonés y poner en verdaderas dificultades a Sancho VI.

A principios de 1155, Alfonso VII celebró en Valladolid bajo la presidencia del legado papal, cardenal Jacinto, un concilio eclesiástico que fue el más importante de los celebrados desde comienzos del año anterior. En él se decidió, entre otras cuestiones, la separación de los reinos y la delimitación de sus fronteras. Se dispuso que el primogénito Sancho recibiera el reino de Castilla con Ávila, Segovia, Toledo, Tierra de Campos, Sahagún y Asturias oriental, llamada de Santillana; y que Fernando heredara el reino de León con Toro, Zamora y Salamanca; Galicia y Asturias occidental, llamada de Oviedo. La influencia y presión de los nobles, tanto castellanos como leoneses, fue decisiva para que el emperador tomara aquella decisión.

En agosto de 1156, murió Blanca de Pamplona, esposa de Sancho, dejándole un hijo, el futuro Alfonso VIII, que había nacido el 11 de noviembre de 1155.

En agosto de 1157, murió el emperador Alfonso VII y sus hijos Sancho y Fernando tomaron posesión de sus respectivos reinos. Sancho III se ocupó, en un principio, en reorganizar la frontera sur de su reino hostigada por los almohades. Uno de los enclaves con mayor riesgo de perderse era la plaza de Calatrava. Esta había sido entregada por Alfonso VII, después de su conquista en 1147, a los templarios, pero estos, incapaces de mantenerla, la devolvieron a Sancho III. Esta acción quebrantó el prestigio de la orden del Templo en Castilla. Ningún magnate se atrevió a aceptar el relevo para defender la plaza. Fueron dos monjes del Cister: Raimundo, abad de Fitero, y Diego Velázquez, que había sido soldado, los que se ofrecieron para organizar su defensa. Ayudados por numerosos caballeros, consiguieron que los almohades se retiraran. A continuación, con gentes traídas de Castilla y Navarra, repoblaron el campo de Calatrava con villas, castillos y conventos. Era el nacimiento de la primera orden militar hispánica, la de Calatrava, cuya regla de vida fue aprobada por el papa Alejandro III en 1164.

En noviembre de aquel año, cuando terminaba el compromiso aragonés de no atacar a Navarra suscrito entre Alfonso VII y Ramón Berenguer IV, Sancho III recibió en Soria la renovación del vasallaje de Sancho VI de Pamplona, que supuso la desactivación del pacto de Lérida.

En enero de 1158, Sancho III, para resolver pacíficamente los viejos conflictos entre ambos reinos, devolvió al pamplonés las plazas de Artajona, Larraga, Cebror Olite y Miranda de Ebro, que ocupaba en el centro del reino de Pamplona; pero manteniendo siempre el vasallaje de Sancho VI. A pesar de las buenas relaciones, Sancho III reanudaría más tarde las hostilidades contra el pamplonés.

En febrero de aquel año, Sancho III se reunió con Ramón Berenguer IV en Serón de Nágima y acordaron la devolución del reino de Zaragoza a Aragón a cambio, entre otras cuestiones, del vasallaje del conde y de su heredero. Además, pactaron el matrimonio entre la hermanastra de Sancho III, Sancha, y el futuro Alfonso II de Aragón.

En la primavera de aquel año, Sancho III entró en el reino de su hermano y tomó la zona fronteriza en Tierra de Campos. Fernando II de León prefirió la negociación a la resistencia. La mediación de sus tíos Sancha y Ramón Berenguer IV fue fundamental para la reconciliación. Así, el 23 de mayo firmaron el tratado de Sahagún por el que Sancho III devolvía las tierras fronterizas conquistadas, pero confiando sus tenencias a nobles leoneses próximos a Castilla o al conde de Barcelona. Acordaron prestarse ayuda mutua frente a terceros, a excepción de su tío Ramón Berenguer IV en cuya amistad confiaban. En el tratado se preveía un reparto del territorio portugués entre ambos reyes y el apoyo del castellano al leonés para frenar la expansión hacia el sur de Portugal, ya que se repartieron las zonas de influencia sobre los territorios musulmanes aún no conquistados, entre las que se encontraban las posibles conquistas portuguesas. Además, establecieron que si alguno de ellos fallecía sin descendencia, el reino del finado sería heredado por el hermano superviviente.

El tratado de Sahagún quedó sin efecto cuando en Toledo, el 31 de agosto de 1158, se produjo la muerte de Sancho III.

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