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Berenguela
Reina de Castilla (1180<1217>1246)

Genealogía


Su reinado

Berenguela había nacido en 1180 y era la mayor de los diez hijos que habían tenido Alfonso VIII de Castilla y su esposa Leonor Plantagenet. En 1188, en la curia que el rey castellano celebró en Carrión de los Condes, fue armado caballero Conrado de Hohenstaufen, duque de Rothenburg, hijo del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico I "Barbarroja". Había acudido para firmar un contrato de esponsales con Berenguela. En una cláusula de dicho contrato se especificaba que los cónyuges serían herederos del reino si no hubiera hijo varón. También, en aquella curia fue armado caballero el joven y recién proclamado rey de León Alfonso IX y se decidió su futuro matrimonio con Urraca, hija de dos años de Alfonso VIII.

En 1197, Alfonso VIII, aprovechando una tregua con los almohades, atacó al reino de León. Alfonso IX, sin el apoyo de los musulmanes, tuvo que negociar la paz. Esta se logró gracias a las gestiones de la reina Leonor de Castilla, que consiguió que ambos reyes acordaran en Valladolid el matrimonio entre Alfonso IX y Berenguela, cuyo compromiso matrimonial con Conrado de Rothenburg había sido anulado cuando en 1189 nació un heredero para Castilla, Fernando. La cesión de castillos de ambos reyes a Berenguela, en concepto de arras, fue definitivo para que la paz fuera duradera. Los esponsales se celebraron en diciembre de aquel año sin la dispensa papal; trámite preceptivo por motivo de consanguineidad entre los cónyuges (tío y sobrina). Alfonso IX, anteriormente, había roto su compromiso con Urraca, hija de Alfonso VIII y se había casado con su prima hermana Teresa, hija de Sancho I de Portugal, pero aquel matrimonio también había sido anulado por consanguineidad. Por ello, doña Berenguela fue la nueva reina consorte de León.

En enero de 1198, el papa Celestino III, antes de su muerte, además de no otorgar la dispensa, excomulgó a Alfonso IX y a Berenguela. La continuidad del matrimonio era fundamental para la paz entre los dos reinos, por ello, aquel mismo año, Alfonso IX y Alfonso VIII enviaron una embajada al nuevo papa, Inocencio III, formada por el arzobispo de Toledo y los obispos de León, Palencia y Zamora, para intentar convencerlo de la utilidad del matrimonio para mantener la paz. El papa se reafirmó en la sentencia de su predecesor e insistió en la nulidad del matrimonio. La decisión del papado en este caso, como en otros que se dieron en Europa, tenía que ver más con el principio de hegemonía política sobre el mundo cristiano que con los criterios piadosos de la Iglesia.

A finales de 1199, Alfonso IX y Alfonso VIII se reunieron en Palencia donde el leonés otorgó una escritura de arras a doña Berenguela. Este documento era una especie de donación para evitar en lo posible los efectos de la condena pontificia que anularían las arras otorgadas en el compromiso matrimonial. Con él se consiguió que la paz entre los dos reinos durase unos pocos años más.

En 1203, el papa Inocencio III escribió una durísima carta a Alfonso VIII acusándolo de ser el responsable de que la separación no se hubiera producido, y lo amenazaba, si no deshacía el problema, con: “… no sólo requeriré con mis manos tu alma, sino también la de tu hija y la de su rey, y procederé como me pareciere contra ti y contra tu reino y a esta admonición seguirá una venganza mucho más acre de lo que te puedas imaginar”.

En 1204 se produjo la separación definitiva de Alfonso IX y Berenguela. Esta volvió a la corte de Castilla con cuatro de los cinco hijos habidos en el matrimonio, ya que una hija había muerto en 1201. El papa comisionó a los principales prelados de ambos reinos para que levantaran la excomunión y comprobaran la devolución de los castillos que formaron parte de las arras de doña Berenguela. Con la separación desaparecía el motivo para conservar la paz. De hecho, Alfonso IX comenzó a reactivar las antiguas alianzas y Alfonso VIII tomó los castillos de Paradinas y Fresno; a pesar de lo cual, la paz logró mantenerse al firmarse una nueva tregua.

En 1206, para asegurar la frágil paz, Alfonso VIII y Alfonso IX firmaron en Cabreros un tratado en el que se acordó que Fernando, hijo de Berenguela y Alfonso IX, sería el heredero del reino de León; el castellano le cedía todas las plazas y castillos en litigio: Monreal, Carpio, Almansa, Castrotierra, Valderas, Bolaños y Villafrechós; doña Berenguela le cedía el castillo de Cabreros y los que recibió en arras, estos a cambio de una renta anual; y Alfonso IX le entregaba los mismos castillos de las arras, y los de Luna, Argüello, Tiedra y Alba de Aliste. Con este tratado, el otro Fernando, hijo de Alfonso IX y de Teresa de Portugal, quedó fuera del acceso al trono de León.

En 1211, murió Fernando, hijo de Alfonso VIII y heredero del reino de Castilla.

En 1214 sólo quedó un Fernando, el hijo de doña Berenguela, ya que el hijo de Teresa de Portugal murió en ese mismo año. Dos meses después también murió Alfonso VIII dejando el trono de Castilla en manos de su único hijo varón Enrique I, un niño de diez años. La destinada para tutelar al menor y regentar el reino hasta su mayoría de edad era su madre Leonor, pero su pronta muerte hizo que la tutela y regencia pasara, por mandato de la fallecida, a su primogénita Berenguela. Esta, desde un principio y con el apoyo del arzobispo de Toledo, Jiménez de Rada, del obispo de Palencia, Tello Téllez de Meneses y de los otros testamentarios designados por el difunto rey, se esforzó en respetar los derechos de todos los súbditos de Castilla. Casi inmediatamente, comenzaron las intrigas de una parte de la nobleza para arrebatar la tutoría y la regencia a doña Berenguela. Al frente de este grupo se encontraban los miembros de la poderosa familia de los Lara: Álvaro Núñez de Lara, alférez de Castilla, y sus hermanos Fernando y Gonzalo, hijos del conde Nuño Pérez de Lara, tutor y regente durante la minoría de Alfonso VIII.

En 1215, doña Berenguela no pudo impedir que don Álvaro consiguiera sus propósitos al comprar la voluntad del caballero palentino García Lorenzo, que había sido designado por ella para custodiar y educar al niño-rey, prometiéndole una villa cercana a Torquemada si convencía a Enrique I para que aceptara la custodia del conde. Conseguida esta y, además, el afecto del niño, el de Lara pidió la regencia a doña Berenguela. Esta la concedió por temor a una guerra civil, dado el poderío de los Lara y el de los que no querían que tuviera la regencia; pero hizo jurar a don Álvaro, del que no se fiaba, que, sin el consejo de ella, no impondría tributos extraordinarios, ni haría la guerra contra los reinos vecinos y que mantendría el reino sin cambios hasta la mayoría de edad de Enrique I.

A pesar del juramento, el de Lara no tardó en comenzar a gobernar a su capricho para consolidar su posición, lo que provocó el descontento de los magnates que pidieron a doña Berenguela su intervención. Esto suscitó en don Álvaro un rencor que lo llevó a exigir la entrega de varios castillos y plazas a doña Berenguela, a hostigar a todos los nobles que no lo apoyaban y a los partidarios de ella. Además, don Álvaro, que había sido nombrado conde, quería socavar la gran influencia política de doña Berenguela y la de sus partidarios, así como minar los derechos de Fernando como heredero de León. Ante el peligro que corría, doña Berenguela, con su hermana Leonor, se refugió en el castillo palentino de Autillo perteneciente al mayordomo real de Castilla Gonzalo Rodríguez. Desde allí, envió a todos sus hijos a la corte de su padre en León. Mientras tanto, Enrique I deseaba volver junto a su hermana. Don Álvaro, para retenerlo y para contrarrestar el acercamiento de Berenguela a Alfonso IX, quiso acercar Castilla a Portugal por medio del matrimonio entre Enrique I y la infanta Mafalda, hermana del rey de Portugal. Aunque el matrimonio se celebró, no llegó a consumarse y fue anulado por el papa Inocencio III, aduciendo consanguinidad en la pareja.

En 1216, doña Berenguela envió un mensajero a la corte de Castilla para conocer de primera mano la situación de Enrique I. Aquel fue descubierto y don Álvaro ordenó ahorcarlo después de haber puesto una falsa carta entre sus ropas donde se decía que doña Berenguela ordenaba a sus partidarios envenenar a Enrique I. La maniobra para sembrar el odio del rey hacia su hermana fue descubierta y acarreó al conde una algarada popular. Después de este incidente, doña Berenguela y sus partidarios decidieron preparar la huida de Enrique I; para ello enviaron a Rodrigo González de Valverde para ayudarlo a escapar. Pero el plan fracasó al ser descubierto el enviado, que cargado de cadenas fue llevado a la fortaleza de Alarcón.

En 1217, Castilla estaba en guerra civil. Los nobles partidarios de doña Berenguela, que querían que esta recuperara la custodia de Enrique I, fueron expulsados de la corte y otros la abandonaron voluntariamente. El regente atacó con saña la Extremadura castellana tomando el castillo de Montealegre y asediando el de Villalba de los Alcores (ambos en la actual provincia de Valladolid). Durante aquellos hechos, doña Berenguela, que continuaba refugiada en el castillo de Autillo, que también fue asediado, veía como las tropas de don Álvaro, al que acompañaba Enrique I, asolaban las tierras de Castilla y que gran parte de sus habitantes estaban a favor del rey, y por tanto de don Álvaro. En esta situación, doña Berenguela no quiso luchar contra su hermano y le entregó las tierras y los castillos. Mientras tanto, el veintiséis de mayo de aquel año, cuando Enrique I se encontraba en Palencia acompañando a las tropas del regente, el impacto de una teja sobre su cabeza o el de un tejo arrojado sin intención por uno de los jóvenes que jugaba con él, le provocó una herida que lo llevó a la muerte el seis de junio de aquel año. Ello vino a cambiar el panorama político. Aunque don Álvaro Núñez de Lara intentó ocultar el suceso llevando el cadáver al castillo de Tariego, doña Berenguela se enteró y rápidamente envió a León nobles de su confianza para que trajeran, y así lo hicieron, a Fernando antes de que Alfonso IX tuviera conocimiento de lo sucedido. Lo hizo así porque en aquellos momentos doña Berenguela era por derecho reina de Castilla y Fernando su heredero, por lo tanto la permanencia de este en León podría ser peligrosa porque se había convertido en rival de su padre en la muy posible disputa por la corona de Castilla. Esta situación, según Alfonso IX, era contraria al tratado que habían firmado Sancho III de Castilla y Fernando II de León en Sahagún en 1158, donde se establecía que si alguno de ellos moría sin descendencia, el reino del finado sería heredado por el superviviente. Enrique I había muerto sin descendencia y Fernando no era descendiente directo de Alfonso VIII, por lo tanto, Alfonso IX reclamaba su derecho al trono castellano. Pero también existían otros tratados y diplomas que señalaban a doña Berenguela como heredera del reino de Castilla.

Levantado el asedio, madre e hijo se reunieron en el castillo de Autillo. Desde allí, acompañados por sus partidarios entre los que se encontraban Lope Díaz de Haro y los hermanos Álvaro y Rodrigo Díaz de los Cameros, salieron hacia Palencia, donde doña Berenguela fue recibida por su obispo con una solemne procesión, indicando así su condición de reina. Luego partieron hacia Valladolid, pero el camino estaba cortado por los Lara en Dueñas y Tariego. Las tropas de la comitiva tuvieron que asaltar Dueñas. Debido a este éxito, doña Berenguela trató de negociar una solución para acabar con la guerra. Envió unos negociadores a don Álvaro, que continuaba en el castillo de Tariego, pero fracasaron en su cometido ante la absurda petición del conde de que le fuera entregado Fernando (que sería mayor de edad en pocos días), para que quedara sometido a su tutela. Después del intento, doña Berenguela continuó hacia Valladolid y don Álvaro hacia la corte de Alfonso IX. Mientras tanto, la guerra continuaba.

Después de recibir honores en Valladolid, doña Berenguela, Fernando y sus seguidores salieron hacia la Extremadura castellana y de la Transierra para obtener su ayuda antes de que don Álvaro atacase desde la frontera leonesa. Al llegar a Coca, no pudieron pernoctar porque los concejos habían decidido hacer el reconocimiento de soberano en Segovia. Desde aquella plaza, volvieron rápidamente a Valladolid porque tuvieron noticia de la inminente llegada con sus tropas del alférez real leonés Sancho Fernández, hermanastro de Alfonso IX.

En Segovia, los representantes de los concejos de la Extremadura y la Transierra fueron convencidos por emisarios de doña Berenguela para que acudieran a Valladolid con el objeto de tratar conjuntamente la sustitución del rey.

El dos de julio de aquel año, en una asamblea popular que tuvo lugar en el mercado de Valladolid, pues no había en aquella ciudad un edificio donde cupiera tanta gente, la reina doña Berenguela cedió el trono de Castilla a su hijo Fernando III. Según un cronista, en la asamblea, un representante de los concejos dijo a Berenguela que todos estaban de acuerdo en que el reino de Castilla le pertenecía por derecho, pero le suplicaban que cediera el reino a su hijo Fernando porque siendo mujer no podría con el peso de la gobernanza del reino. Otros cronistas omiten la intervención del representante.

Doña Berenguela había sido reina consorte de León desde 1197 a 1204, y reina titular de Castilla durante veintiséis días, desde el seis de junio al dos de julio de 1217. Pero doña Berenguela no se retiró a un convento, como era costumbre en la época, sino que continuó junto a su hijo aconsejándolo y participando eficazmente en el gobierno del reino, en una especie de correinado, hasta su muerte en 1246.

 

Sucesos contemporáneos

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Reyes y gobernantes coetáneos

León:

Rey de León.

Alfonso IX (1188-1230).

Aragón:

Rey de la Corona de Aragón.

Jaime I "el Conquistador" (1213-1276).

Navarra:

Rey de Navarra.

Sancho VII "el Fuerte" (1194-1234).

Condados catalanes
no integrados en la
Corona de Aragón:

Conde de Ampurias.

Hugo IV (1200-1230).

Conde de Urgel.

Guerao de Cabrera (1213-1228).

Condesa de Pallars-Sobirá.

Guillermina (1199-1229).

Al-Andalus:

Califa almohade soberano en al-Andalus.

Abú Yaqub al-Mustansir (1213-1224).

Portugal:

Rey de Portugal.

Alfonso II (1211-1223).

Francia:

Rey de Francia.
(Dinastía Capeta).

Felipe II "Augusto" (1180-1223).

Alemania:

Rey de Germania.
(Dinastía de Hohenstaufen)

Federico II (1212-1250).

Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Otón IV (1209-1218).

Italia:

Reyes de Italia (Norte).

Perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico.

Dux de la República de Venecia.

Pietro Ziani (1205-1229).

Estados Pontificios. (Papa).

Honorio III (1216-1227).

Reyes de Sicilia. (Sicilia y Nápoles).
(Dinastía Hohenstauffen)

Enrique II (1212-1217). Emperador del Sacro Imperio como Enrique VII.
Federico I (1217-1250). Emperador del Sacro Imperio como Federico II.

Britania:

Escocia:

Rey de Escocia.

Alejandro II (1214-1249).

Inglaterra:

Rey de Inglaterra.

Enrique III (1216-1272).

Gales:

Rey de Gwynedd, Powys y Deheubarth.

Llywelyn Iorweth "el Grande" (1194-1240).

División del
Imperio bizantino. (Bizancio):

Imperio de Nicea.
Emperador.
(Dinastía Lascaris)

Teodoro I (1205-1222).

Imperio Latino de Constantinopla.
Emperadores.

Pedro de Courtenay (1216-1217).
Yolanda de Namur (1217-1219).

Imperio de Trebisonda.
Emperador.

Alejo I (1204-1222).

Despotado de Épiro.
Déspota.
(Dinastía Comneno Ducas)

Teodoro (1215-1230).

Imperios musulmanes: Califato árabe abbasí:

Califa abbasí. (Bagdad).

Ahmad al-Nasir (1180-1225).

Califato almohade:

Califa almohade. (Marrakech).

Abú Yaqub al-Mustansir (1213-1224).

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